De mi lanza colgué un pendón
para cabalgar por la llanura,
sin rumbo fijo, al filo de las montañas
o por la cima de las cordilleras.
Amé el viento como a pocos entes
en la Tierra, y mi bandera
se agitó cantando sordamente
aunque con suave brisa.
Mi caballo parecía tener alas
en los tobillos y alegre
bailaba en las planicies,
éramos un par de locos.
En oasis nos detuvimos a beber
la luna en el cenit, las estrellas colgando
del techo celestial.
Una rana cantó junto a nosotros.
Busqué el tesoro y lo encontré,
tuve que caminar muy lejos
para saber que el reino
era yo mismo.
Desmonté mi caballo, le di pastura,
lo abracé y desmentí mis certezas,
miré el lucero que guiaba mi camino
y lo bendije.