/ miércoles 19 de abril de 2023

José Luis Haro, el artista de las cafeterías

Dibuja todo lo que ve y casi sobre cualquier soporte, se ha vuelto famoso en Querétaro por trabajar a la vista de todos en una famosa cadena de cafeterías; hace "remakes" de obras de arte, así como sketches de la gente y de historias ajenas que colecciona como propias


Seguramente más de uno ha visto a José Luis Haro dibujando en una cafetería de la ciudad. Su presencia es inconfundible. Hombre alto y barbón, de profundos ojos verdes y sonrisa afable. Algunos lo conocen como “el artista de Starbucks”, pues es en esta cadena de cafés donde desde hace cinco años trabaja a la vista de todos.

El misterio de lo que ocurre al interior del estudio de un artista no existe con él, pues mientras las personas sorben de su taza, pueden ver a detalle y sin discreción, cómo sucede el proceso creativo del autor.

Esto no le molesta en absoluto al artista, es más bien una motivación. Él también observa a los curiosos y los dibuja. Plasma todo lo que ve y casi sobre cualquier soporte, pero se ha vuelto famoso principalmente por los remakes que hace de la obra de artistas como Van Gogh, Picasso, Manet, Andy Warhol, Miguel Ángel, Frida Kahlo, José Guadalupe Posada, Pierre-Auguste Renoir y Grant Wood.

Los pinta sobre los vasos reutilizables de la misma cafetería como para desacralizar el arte y acercarlo al ciudadano de a pie; los clientes se van felices bebiendo de La noche estrellada o Las señoritas de Avignon.

Cuenta que tarda una hora y media en intervenirlos, y al día generalmente llega a pintar dos. Y aunque lo más solicitado son obras de Van Gogh, afirma entre risas que el premio se lo llevan las mascotas. Sus clientes los prefieren.

Sin duda las tazas se han vuelto una gran sensación, pero no son su objetivo principal ni la razón por la que empezó a frecuentar estas cafeterías, asevera el artista.

El primer vaso que personalicé fue porque uno de los baristas quería ligar con una patinadora de hielo rusa que no hablaba español, entonces me pidió que le pintara un vaso para quedar bien con ella… pero no era esa mi intención”.

Coleccionista de historias

José Luis Haro es un fotógrafo y artista plástico de 37 años afincado en Querétaro. Dice que mucho tiempo le costó asumirse como tal, pues asevera que tiene “poca imaginación” para crear. Así que un buen día decidió coleccionar historias de otras personas así como fotografías jamás tomadas –de esas que se quedan en la mente por siempre–, para recrearlas en su arte.

Cuando alguien le contaba una historia que le gustaba, Haro sacaba su libreta y plumón y dibujaba inmediatamente el recuerdo en lugar de escribirlo, “siempre he sido más visual y me era más fácil y rápido hacerlo así”.

La idea, explica, era trasladar todo lo documentado a un proyecto fotográfico, para mostrar su reinterpretación visual de estas memorias.

“Pero cuando traté de reproducirlo en foto, lo sentí artificial; me di cuenta que los sketches que había hecho originalmente, y sin ningún afán artístico, tenían más relación con el recuerdo original que el proyecto de foto que estaba haciendo; de ahí fue que empecé a darle valor interno a esos dibujos malhechos pero que tenían más cercanía con el recuerdo”.

Comenzó entonces a frecuentar las cafeterías de Starbucks de la ciudad, donde empezó a practicar el dibujo rápido de todo lo que veía en su entorno, y a coleccionar nuevas historias.

“Cuando caí en cuenta de que mi creación estaba atada con mi mirada, comencé a ir a un Starbucks que estaba cerca de mi casa para darme tiempo de hacer un dibujo diario, también necesitaba un lugar donde pudiera ver a la gente interactuando en su vida cotidiana; por eso elegí ese sitio, porque me gustaba el tipo de interacciones que observaba. La gente viene cuando tiene un día especial, una cita… Me puedo quedar el tiempo que quiera y sin que le afecte a la marca”.

Contrario a lo que muchas personas pensarían, José Luis Haro no trabaja para la cadena de cafeterías, pero ha logrado generar un lazo colaborativo y de confianza con los encargados de las sucursales que suele frecuentar.

Una de sus favoritas cuenta con una mesa gigantesca que pueden ocupar hasta 10 personas simultáneamente: “Es una mesa súper democrática porque ves a alguien que está teniendo una cita, a otro que está trabajando, que llega una familia… y yo puedo dibujarlos a todos de frente, es más orgánico que ser el rarito de la mesa de atrás que se te queda viendo”, dice entre risas.

Mirada de papel

Aunque no sabe exactamente cuántas tazas ha intervenido en todo este tiempo, lo que sí es que cuenta con 12 libretas llenas de sketches sobre la vida cotidiana en las cafeterías que visita, pero también de lo que ocurre fuera de ellas.

En sus páginas muestra su parte más personal. Habla sobre su propia vida, de sus amores y parejas que ya no están; de sus ideales, anhelos y situaciones que llaman su atención en las calles. Este proyecto lo ha titulado Mirada de papel, como una afrenta a la digitalización en el mundo.

“Yo lo que quiero es dibujar analógicamente, de hecho el tema digital no lo hago para nada. Me gusta ensuciarme, probar materiales… mis primeros dibujos los hice con lo que tenía a la mano, incluso con el propio café”.

Usa plumones de acrílico para ello, y asevera que nunca le ha gustado dibujar con lápiz; siempre ha optado por utilizar materiales permanentes y no suele bocetar: “Parte de mi estilo es precisamente eso, no quiere decir que no me equivoque, de hecho me equivoco mucho pero he aprendido a agregar esos errores a la pieza final”.

Pese a su apuesta al trabajo directo sobre papel, y en presencia del público, cuando la pandemia llegó tuvo que trasladar este proceso creativo a las plataformas digitales. Desde entonces, mantiene activas sus cuentas en TikTok e Instagram donde comparte con más de 4 mil seguidores su día a día como dibujante.

Del papel a otros soportes

Otra de las razones por las que prefiere dibujar en público, añade, es porque la gente tiene posibilidad de acercarse de otra manera al arte. De hecho, en las sucursales que más frecuenta hay cuadros y murales que pintó a la vista de todos.

“Prefiero tener un cuadro en un espacio donde fluya una enorme cantidad de gente y cualquiera lo puede ver, que en una galería elitista con muy poca afluencia”, asiente.

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Uno de estos trabajos se puede encontrar en la cafetería de Puerta La Victoria; se trata de un mural en el que se observa a un agricultor de café trabajando en el campo, y que también pertenece a su colección de historias: “Es la historia de Don Tere, un hombre de campo que nunca tuvo tierra propia, y lo que él hacía era guardarse semillas en la bolsa y las iba sembrando en donde no debía, era como un grafitero de plantas (risas). Cuando crecía una planta donde no debía, la gente sabía que Don Tere había pasado por ahí”, cuenta mientras señala con una sonrisa una hilera de plantas de café que adornan la misma sucursal, y que pertenecen a la misma pieza como si se tratara de arte instalación: “Mira, por aquí también pasó Don Tere”.



Seguramente más de uno ha visto a José Luis Haro dibujando en una cafetería de la ciudad. Su presencia es inconfundible. Hombre alto y barbón, de profundos ojos verdes y sonrisa afable. Algunos lo conocen como “el artista de Starbucks”, pues es en esta cadena de cafés donde desde hace cinco años trabaja a la vista de todos.

El misterio de lo que ocurre al interior del estudio de un artista no existe con él, pues mientras las personas sorben de su taza, pueden ver a detalle y sin discreción, cómo sucede el proceso creativo del autor.

Esto no le molesta en absoluto al artista, es más bien una motivación. Él también observa a los curiosos y los dibuja. Plasma todo lo que ve y casi sobre cualquier soporte, pero se ha vuelto famoso principalmente por los remakes que hace de la obra de artistas como Van Gogh, Picasso, Manet, Andy Warhol, Miguel Ángel, Frida Kahlo, José Guadalupe Posada, Pierre-Auguste Renoir y Grant Wood.

Los pinta sobre los vasos reutilizables de la misma cafetería como para desacralizar el arte y acercarlo al ciudadano de a pie; los clientes se van felices bebiendo de La noche estrellada o Las señoritas de Avignon.

Cuenta que tarda una hora y media en intervenirlos, y al día generalmente llega a pintar dos. Y aunque lo más solicitado son obras de Van Gogh, afirma entre risas que el premio se lo llevan las mascotas. Sus clientes los prefieren.

Sin duda las tazas se han vuelto una gran sensación, pero no son su objetivo principal ni la razón por la que empezó a frecuentar estas cafeterías, asevera el artista.

El primer vaso que personalicé fue porque uno de los baristas quería ligar con una patinadora de hielo rusa que no hablaba español, entonces me pidió que le pintara un vaso para quedar bien con ella… pero no era esa mi intención”.

Coleccionista de historias

José Luis Haro es un fotógrafo y artista plástico de 37 años afincado en Querétaro. Dice que mucho tiempo le costó asumirse como tal, pues asevera que tiene “poca imaginación” para crear. Así que un buen día decidió coleccionar historias de otras personas así como fotografías jamás tomadas –de esas que se quedan en la mente por siempre–, para recrearlas en su arte.

Cuando alguien le contaba una historia que le gustaba, Haro sacaba su libreta y plumón y dibujaba inmediatamente el recuerdo en lugar de escribirlo, “siempre he sido más visual y me era más fácil y rápido hacerlo así”.

La idea, explica, era trasladar todo lo documentado a un proyecto fotográfico, para mostrar su reinterpretación visual de estas memorias.

“Pero cuando traté de reproducirlo en foto, lo sentí artificial; me di cuenta que los sketches que había hecho originalmente, y sin ningún afán artístico, tenían más relación con el recuerdo original que el proyecto de foto que estaba haciendo; de ahí fue que empecé a darle valor interno a esos dibujos malhechos pero que tenían más cercanía con el recuerdo”.

Comenzó entonces a frecuentar las cafeterías de Starbucks de la ciudad, donde empezó a practicar el dibujo rápido de todo lo que veía en su entorno, y a coleccionar nuevas historias.

“Cuando caí en cuenta de que mi creación estaba atada con mi mirada, comencé a ir a un Starbucks que estaba cerca de mi casa para darme tiempo de hacer un dibujo diario, también necesitaba un lugar donde pudiera ver a la gente interactuando en su vida cotidiana; por eso elegí ese sitio, porque me gustaba el tipo de interacciones que observaba. La gente viene cuando tiene un día especial, una cita… Me puedo quedar el tiempo que quiera y sin que le afecte a la marca”.

Contrario a lo que muchas personas pensarían, José Luis Haro no trabaja para la cadena de cafeterías, pero ha logrado generar un lazo colaborativo y de confianza con los encargados de las sucursales que suele frecuentar.

Una de sus favoritas cuenta con una mesa gigantesca que pueden ocupar hasta 10 personas simultáneamente: “Es una mesa súper democrática porque ves a alguien que está teniendo una cita, a otro que está trabajando, que llega una familia… y yo puedo dibujarlos a todos de frente, es más orgánico que ser el rarito de la mesa de atrás que se te queda viendo”, dice entre risas.

Mirada de papel

Aunque no sabe exactamente cuántas tazas ha intervenido en todo este tiempo, lo que sí es que cuenta con 12 libretas llenas de sketches sobre la vida cotidiana en las cafeterías que visita, pero también de lo que ocurre fuera de ellas.

En sus páginas muestra su parte más personal. Habla sobre su propia vida, de sus amores y parejas que ya no están; de sus ideales, anhelos y situaciones que llaman su atención en las calles. Este proyecto lo ha titulado Mirada de papel, como una afrenta a la digitalización en el mundo.

“Yo lo que quiero es dibujar analógicamente, de hecho el tema digital no lo hago para nada. Me gusta ensuciarme, probar materiales… mis primeros dibujos los hice con lo que tenía a la mano, incluso con el propio café”.

Usa plumones de acrílico para ello, y asevera que nunca le ha gustado dibujar con lápiz; siempre ha optado por utilizar materiales permanentes y no suele bocetar: “Parte de mi estilo es precisamente eso, no quiere decir que no me equivoque, de hecho me equivoco mucho pero he aprendido a agregar esos errores a la pieza final”.

Pese a su apuesta al trabajo directo sobre papel, y en presencia del público, cuando la pandemia llegó tuvo que trasladar este proceso creativo a las plataformas digitales. Desde entonces, mantiene activas sus cuentas en TikTok e Instagram donde comparte con más de 4 mil seguidores su día a día como dibujante.

Del papel a otros soportes

Otra de las razones por las que prefiere dibujar en público, añade, es porque la gente tiene posibilidad de acercarse de otra manera al arte. De hecho, en las sucursales que más frecuenta hay cuadros y murales que pintó a la vista de todos.

“Prefiero tener un cuadro en un espacio donde fluya una enorme cantidad de gente y cualquiera lo puede ver, que en una galería elitista con muy poca afluencia”, asiente.

➡️ Si quieres recibir las noticias en tu Whatsapp, envía la palabra ALTA

Uno de estos trabajos se puede encontrar en la cafetería de Puerta La Victoria; se trata de un mural en el que se observa a un agricultor de café trabajando en el campo, y que también pertenece a su colección de historias: “Es la historia de Don Tere, un hombre de campo que nunca tuvo tierra propia, y lo que él hacía era guardarse semillas en la bolsa y las iba sembrando en donde no debía, era como un grafitero de plantas (risas). Cuando crecía una planta donde no debía, la gente sabía que Don Tere había pasado por ahí”, cuenta mientras señala con una sonrisa una hilera de plantas de café que adornan la misma sucursal, y que pertenecen a la misma pieza como si se tratara de arte instalación: “Mira, por aquí también pasó Don Tere”.


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