/ miércoles 1 de enero de 2020

Hacia un giro latinoamericano del estudio de la cultura. Parte 3 de 3

El libro de cabecera

En el componente político, todo grupo político-económico avanzado da por sentado que lo que hay que hacer es transformar el mundo. No importa comprenderlo, analizarlo, explicarlo, porque estas son frivolidades: importa transformarlo con toda la fuerza del estado, a través de la puesta en marcha de los dispositivos ideologizadores. La cultura se ha vuelto ideología no sólo como la suma de las manifestaciones subjetivas del espíritu objetivo, sino también a gran escala como la esfera de la vida privada.

Ante esta crítica que se confunde con la ideología, Adorno propone la crítica inmanente, la cual investiga la lógica de las aporías del objeto. Ante la reconciliación de las contradicciones (síntesis), Adorno pone el foco en las contradicciones de la estructura interior de una manera pura e implacable. Para este acercamiento Adorno propone un método que, no obstante, no lo acerca a la filosofía ni lo consolida como sociólogo:

• Conocimiento de la sociedad como totalidad.

• Entrelazamiento del espíritu (razón y espíritu).

• El crítico dialéctico de la cultura tiene que participar en ella y no participar en ella, en un pleno acto de justicia a la cosa (lo que recuerda a su tesis de Husserl) y a sí mismo.

• Finalmente, la crítica trascendental (Kant) queda detrás de su propio objeto.

A propósito de la lucha de clases, aunque un tanto a contracorriente de las propuestas marxistas, Pierre Bourdieu propone un hito para el estudio de la cultura en las Ciencias Sociales: La distinción. Criterio y bases sociales del gusto (1979). En franca oposición a la idea kantiana ilustrada que propone un juicio estético desinteresado, Bourdieu señala que el gusto siempre es desinteresado, en realidad, interesado por el propio sujeto, por uno mismo, aunque ese interés es social. Aunque Bourdieu propone una estética social a partir del gusto. Para esto se basó en los resultados de la encuesta que levantó hacia la mitad de los años 60. Estos son los resultados:

· La clase trabajadora conocen y prefieren la llamada cultura lowbrow (de poca cultura).

· La clase media prefiere el contacto con artistas y obras de arte, es decir, cultura middlebrow.

· La clase más acaudalada prefiere cultura highbrow.

Es decir, para Bourdieu las elecciones culturales estéticas y de concurrencia cultural se agrupan en divisiones de acuerdo con la clase, lo cual se hace más específico si nos adentramos en su propuesta:

· Los obreros fabriles tienen gustos distintos a los trabajadores que laboran en centros comerciales.

· A los oficinistas no les gusta lo mismo que a los pequeños empresarios.

· Los gustos de los médicos difieren de los que tienen los ejecutivos de las grandes empresas.

Foto: Cuartoscuro | Saúl López / Foto: Cuartoscuro

Bourdieu interpreta que los gustos son herramientas estratégicas para los sujetos que concurren en las experiencias de consumo cultural que le corresponden. Los gustos de la clase trabajadora, por ejemplo, son colocados por Bourdieu como una opción por defecto (un condicionamiento de clase, diríamos) que sirve principalmente para entablar pertenencia de grupo y solidaridad. En cambio, si el gusto se desarrolla a lo largo de la vida, éste se transforma en una fuerza que moviliza parte del deseo de propiciar la movilidad de clase, es decir, de mejorar el estatus social (poder simbólico, de acuerdo con Bourdieu). Para Bourdieu, los gustos son una serie de asociaciones simbólicas que se usan tanto para distinguirse de quienes ostentan un estatus social inferior al nuestro, como para aspirar al estatus que creemos merecer. En pocas palabras, el gusto es una forma de diferenciarnos de los demás, de perseguir eso que Bourdieu llama la distinción. ¿Cuál es el producto final de esto? La perpetuación y la reproducción de la estructura de clases.

Más allá de los resultados y que podamos estar de acuerdo o con el autor de La distinción, uno de los grandes aportes de Bourdieu es que logró establecer un constructo epistemológico ad hoc para los temas que le interesaban. Es decir, hizo un esfuerzo por atender la cuestión fundamental de la epistemología: cómo sabemos lo que sabemos.

En Enfoques y metodologías de las Ciencias Sociales, De la Porta y Keating (2013) establecen cuatro grandes preguntas con sus respectivas alternativas de solución: ¿Cuál es la cuestión fundamental de la epistemología? ¿Cuáles son las unidades de análisis? ¿Cómo se establece la explicación de la conducta social? ¿Por qué vía se procederá el estudio, variables, estudios de casos, contextos o casos completos?

Acaso la pretensión de Bourdieu se acerque más a un modelo rígido, con ciertos guiños hacia la epistemología positivista y en la férrea creencia de que la distinción, como producto cultural de la triada campo, habitus y gusto, podría ser considerada como un concepto social.

Los conceptos de las Ciencias Sociales son, por principio, difusos y polémicos. Esto se debe a que indefectiblemente se utilizaran de distinto modo de acuerdo con el interés y el contexto del investigador o cuando no existe la posibilidad de establecer un significado común, porque se buscan en diferentes premisas epistemológicas o respaldan visiones del mundo radicalmente opuestas.

No obstante, a diferencia de la propuesta maximalista de Wallerstein, y del influjo neomarxista de Adorno, el esfuerzo de Bourdieu sienta las bases necesarias para comprender su investigación social como un relato sucesivo de esfuerzos por captar el mundo social y por responder preguntas que admiten diferentes contestaciones. En este sentido, tomando como ejemplo a Bourdieu, el concepto de cultura se ubicaría en el nivel intersubjetivo, donde servirá como medio para identificar las fronteras de los grupos sociales que convergen en un determinado contexto, para interpretar los sucesos y otorgar ulteriores valoraciones.

Llegados a este punto es pertinente preguntarnos lo siguiente: ¿acaso Bourdieu sugería que, si te conviertes en el CEO de una empresa transnacional de manera automática comenzará a gustarte la música que les gusta a los CEOS de empresas transnacionales? A diferencia de los determinismos reduccionistas y mecanicistas de las propuestas marxistas que se encargaron de estudiar la cultura, lo que Bourdieu señala es que los gustos los experimentamos como atracciones espontáneas y como elecciones personales.

@doctorsimulacro

En el componente político, todo grupo político-económico avanzado da por sentado que lo que hay que hacer es transformar el mundo. No importa comprenderlo, analizarlo, explicarlo, porque estas son frivolidades: importa transformarlo con toda la fuerza del estado, a través de la puesta en marcha de los dispositivos ideologizadores. La cultura se ha vuelto ideología no sólo como la suma de las manifestaciones subjetivas del espíritu objetivo, sino también a gran escala como la esfera de la vida privada.

Ante esta crítica que se confunde con la ideología, Adorno propone la crítica inmanente, la cual investiga la lógica de las aporías del objeto. Ante la reconciliación de las contradicciones (síntesis), Adorno pone el foco en las contradicciones de la estructura interior de una manera pura e implacable. Para este acercamiento Adorno propone un método que, no obstante, no lo acerca a la filosofía ni lo consolida como sociólogo:

• Conocimiento de la sociedad como totalidad.

• Entrelazamiento del espíritu (razón y espíritu).

• El crítico dialéctico de la cultura tiene que participar en ella y no participar en ella, en un pleno acto de justicia a la cosa (lo que recuerda a su tesis de Husserl) y a sí mismo.

• Finalmente, la crítica trascendental (Kant) queda detrás de su propio objeto.

A propósito de la lucha de clases, aunque un tanto a contracorriente de las propuestas marxistas, Pierre Bourdieu propone un hito para el estudio de la cultura en las Ciencias Sociales: La distinción. Criterio y bases sociales del gusto (1979). En franca oposición a la idea kantiana ilustrada que propone un juicio estético desinteresado, Bourdieu señala que el gusto siempre es desinteresado, en realidad, interesado por el propio sujeto, por uno mismo, aunque ese interés es social. Aunque Bourdieu propone una estética social a partir del gusto. Para esto se basó en los resultados de la encuesta que levantó hacia la mitad de los años 60. Estos son los resultados:

· La clase trabajadora conocen y prefieren la llamada cultura lowbrow (de poca cultura).

· La clase media prefiere el contacto con artistas y obras de arte, es decir, cultura middlebrow.

· La clase más acaudalada prefiere cultura highbrow.

Es decir, para Bourdieu las elecciones culturales estéticas y de concurrencia cultural se agrupan en divisiones de acuerdo con la clase, lo cual se hace más específico si nos adentramos en su propuesta:

· Los obreros fabriles tienen gustos distintos a los trabajadores que laboran en centros comerciales.

· A los oficinistas no les gusta lo mismo que a los pequeños empresarios.

· Los gustos de los médicos difieren de los que tienen los ejecutivos de las grandes empresas.

Foto: Cuartoscuro | Saúl López / Foto: Cuartoscuro

Bourdieu interpreta que los gustos son herramientas estratégicas para los sujetos que concurren en las experiencias de consumo cultural que le corresponden. Los gustos de la clase trabajadora, por ejemplo, son colocados por Bourdieu como una opción por defecto (un condicionamiento de clase, diríamos) que sirve principalmente para entablar pertenencia de grupo y solidaridad. En cambio, si el gusto se desarrolla a lo largo de la vida, éste se transforma en una fuerza que moviliza parte del deseo de propiciar la movilidad de clase, es decir, de mejorar el estatus social (poder simbólico, de acuerdo con Bourdieu). Para Bourdieu, los gustos son una serie de asociaciones simbólicas que se usan tanto para distinguirse de quienes ostentan un estatus social inferior al nuestro, como para aspirar al estatus que creemos merecer. En pocas palabras, el gusto es una forma de diferenciarnos de los demás, de perseguir eso que Bourdieu llama la distinción. ¿Cuál es el producto final de esto? La perpetuación y la reproducción de la estructura de clases.

Más allá de los resultados y que podamos estar de acuerdo o con el autor de La distinción, uno de los grandes aportes de Bourdieu es que logró establecer un constructo epistemológico ad hoc para los temas que le interesaban. Es decir, hizo un esfuerzo por atender la cuestión fundamental de la epistemología: cómo sabemos lo que sabemos.

En Enfoques y metodologías de las Ciencias Sociales, De la Porta y Keating (2013) establecen cuatro grandes preguntas con sus respectivas alternativas de solución: ¿Cuál es la cuestión fundamental de la epistemología? ¿Cuáles son las unidades de análisis? ¿Cómo se establece la explicación de la conducta social? ¿Por qué vía se procederá el estudio, variables, estudios de casos, contextos o casos completos?

Acaso la pretensión de Bourdieu se acerque más a un modelo rígido, con ciertos guiños hacia la epistemología positivista y en la férrea creencia de que la distinción, como producto cultural de la triada campo, habitus y gusto, podría ser considerada como un concepto social.

Los conceptos de las Ciencias Sociales son, por principio, difusos y polémicos. Esto se debe a que indefectiblemente se utilizaran de distinto modo de acuerdo con el interés y el contexto del investigador o cuando no existe la posibilidad de establecer un significado común, porque se buscan en diferentes premisas epistemológicas o respaldan visiones del mundo radicalmente opuestas.

No obstante, a diferencia de la propuesta maximalista de Wallerstein, y del influjo neomarxista de Adorno, el esfuerzo de Bourdieu sienta las bases necesarias para comprender su investigación social como un relato sucesivo de esfuerzos por captar el mundo social y por responder preguntas que admiten diferentes contestaciones. En este sentido, tomando como ejemplo a Bourdieu, el concepto de cultura se ubicaría en el nivel intersubjetivo, donde servirá como medio para identificar las fronteras de los grupos sociales que convergen en un determinado contexto, para interpretar los sucesos y otorgar ulteriores valoraciones.

Llegados a este punto es pertinente preguntarnos lo siguiente: ¿acaso Bourdieu sugería que, si te conviertes en el CEO de una empresa transnacional de manera automática comenzará a gustarte la música que les gusta a los CEOS de empresas transnacionales? A diferencia de los determinismos reduccionistas y mecanicistas de las propuestas marxistas que se encargaron de estudiar la cultura, lo que Bourdieu señala es que los gustos los experimentamos como atracciones espontáneas y como elecciones personales.

@doctorsimulacro

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