/ viernes 8 de marzo de 2024

La mujer en Querétaro, época virreinal

Cartografía del tiempo y la memoria


…”Que apague la luz de mi entendimiento dejando sólo lo que baste para guardar su Ley, pues lo demás sobra, según algunos, en una mujer; y aún hay quien diga que daña”[...]

[…] ¿qué podemos saber las mujeres sino filosofías de cocina? Bien dijo Lupercio Leonardo, que bien se puede filosofar y aderezar la cena. Y yo suelo decir viendo estas cosillas: Si Aristóteles hubiera guisado, mucho más hubiera escrito [...]”. Sor Juna Inés dela Cruz. Carta Atenagórica. 1690.

Las mujeres contribuyeron en el proceso que trasformó a los aventureros en colonizadores de las inhóspitas llanuras de Tierra Adentro; en el seno familiar fueron ellas, sobre todo, quienes sintetizaron las viejas tradiciones de raigambre diversa, enfrentadas violentamente como resultado del choque de dos cosmovisiones. Ahí en la intimidad, la mujer indígena preservó los valores ancestrales, contrarrestando la pérdida de identidad. Las mujeres fueron, el asidero emocional y agentes claves en el proceso de mestizaje étnico y cultural que estaba en proceso. Fueron las mujeres negras, indígenas y mestizas, quienes amamantaran y acunaron a los hijos de los conquistadores, los arrullaron con sus nanas y les entretuvieron con sus relatos legendarios. En las cocinas se recreó una alquimia de tradiciones, saberes y fusiones; condimentos indígenas, de Medio Oriente, de Asía y africanos.

El paternalismo las alejó de las esferas del poder e invisibilizó su aporte en la sociedad y las instituciones virreinales. Les fue determinado un rol de reproductoras y se les aisló al hogar. Para finales del siglo XVIII las viudas y solteras adultas tenían mayor independencia, tanto en el contexto rural como en el urbano. El tomar estado implicaba dedicarse a la vida claustral o al matrimonio. En la ciudad de Querétaro vivieron muchas mujeres en calidad de viudas; muchas de ellas hábiles administradoras de negocios y de prósperas estancias y haciendas. En lo general a mujeres les correspondía participar en obras de beneficencia, penitencias, ejercicios espirituales y disciplinarios.

Los matrimonios por interés familiar, convenidos con dote de por medio. Pero hubo también adulterios disimulados, amancebamientos, casos frecuentes de poligamia y poliandria. Doble moral que se reflejaba en la aceptación de la prostitución, -como mal necesario-, porque al decir de los defensores era una forma de poner a salvo la castidad de la mujer. Toda vez que en el discurso medieval las mujeres fueron consideradas presas fáciles del demonio, voluptuosas y vulnerables. En prevención de guardar la moralidad pública; se dispusieron instituciones como recogimientos, donde eran resguardas igual viudas, abandonadas divorciadas huérfanas y hetairas arrepentidas. Todo en favor de castigos divinos, perdida de linajes y desorden social.

Por supuesto que desde el siglo XVI, hubo mujeres cacicas o encomenderas, viudas de conquistadores o hijas; quienes administraban fincas y bienes. Otras fueron comerciantes. Algunas dirigían los pequeños talleres donde se elaboraban naipes, velas, vinos, azúcar y licores. Carlos III abolió las disposiciones que impedían a las mujeres trabajar dentro de ciertos gremios; en lo futuro podrían hacerlo en ocupaciones “decorosas” y compatibles con su sexo. Así pues, las mujeres de recursos medios podían laborar como artesanas si quedaban viudas, las había también costureras, maestras, - llamadas también amigas-, peinadoras e incluso ganaderas. Las mujeres cuyo único capital era su trabajo se desempeñaban en labores como sirvientas, lavanderas, tortilleras, encajeras, panaderas, obreras textiles y tabacaleras en los diversos obrajes que se desarrollaron a lo largo del siglo XVIII.

Las mujeres en la época virreinal -en la generalidad-, fueron relegadas a faenas domésticas y actividades productivas encaminadas a solventar la economía familiar. Su cotidianidad consistía en la preparación de alimentos, los quehaceres de limpieza y abasto de alimentos; el cuidado de los hijos y de los animales domésticos, la confección de ropa para la familia, el arreglo de la casa, el bordado, las lecturas piadosas. Por supuesto con su diferenciador de acuerdo con el grupo étnico o a su posición social.

Antonio de Ulloa capitán de la flota hispana. En el último tercio del siglo XVIII se refiere al vestido de las queretanas, así como a ciertas actividades. [...] “La gente de mediana esfera y los indios se ejercitan en hacer tejidos de lana y algodón, fabricando frazadas, paños bastos, lienzos blancos y listados, y los que usan las mujeres para cubrir el cuerpo desde los hombros hasta la cintura, por cuyo motivo es grande el consumo que hay de ellas” [...] “El traje de las mujeres, que en general en todo el reino, consiste en las naguas. Lo común es de lienzos pintados, que se llaman zarazas, más o menos finos, de China o de Europa.” [...] El autor anónimo de "Acuerdos Curiosos", describe las festividades y las funciones que las Madres Teresas (de Querétaro) realizaron en honor a la Santa Fundadora donde concurrieron, el Cabildo, otras órdenes religiosas y "convidados". Los voluntarios de la Real Fábrica "hicieron excelentes descargas", hubo un "paseo" que concluyó en las Casas Reales. La fecha es el 16 de octubre de 1808: […] Este lo formaron las señoras principales que concurrieron a dichas casas consistoriales vestidas igual y primorosamente de color blanco sin cobertor alguno, bien peinadas; llevaban cruzadas bandas o cintas de seda en forma de tahalís y en ella, bordados de metales […]

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Para cambiar el guardarropa, se esperaban las barcadas venidas de Sevilla, con los encargos; otra opción eran los cajones de la Calle de Plateros o el Parían. Donde la exposición y venta de los productos venidos de Europa en galeones y de Asia traídos por la Nao de China. La mujer queretana y del Bajío encontraba mantillas españolas, primorosos biombos, piezas de marfil bellísimas, abanicos con trabajo de miniaturistas, cajas laqueadas, espejos biselados, tibores con historias fantásticas o flores exóticas. En ese mar de objetos había también brocados de Flandes, finísimas porcelanas, maderas de sándalo, sedas y damascos; en otro espacio, tapices turcos y árabes, loza de Talavera. Algunas compradas en la capital virreinal, otras encargadas expresamente. En algunas casas queretanas aún se conservan este tipo de “reliquias” resguardas con celo y amor. En Querétaro estaban los cajones en la Calle Real -del Hospital-. Hoy Francisco I. Madero Ote. Finalmente -sin agotar el tema-, el idioma, las costumbres, las tradiciones, la cohesión social de la sociedad multiétnica y plurilingüe es una aportación de las mujeres en este devenir. En la próxima entrega comentaremos sobre el esplendor virreinal y la fuerza de trabajo.


Desde Anbanica - Teocalhueyacan. Febrero de MMXXIV.


…”Que apague la luz de mi entendimiento dejando sólo lo que baste para guardar su Ley, pues lo demás sobra, según algunos, en una mujer; y aún hay quien diga que daña”[...]

[…] ¿qué podemos saber las mujeres sino filosofías de cocina? Bien dijo Lupercio Leonardo, que bien se puede filosofar y aderezar la cena. Y yo suelo decir viendo estas cosillas: Si Aristóteles hubiera guisado, mucho más hubiera escrito [...]”. Sor Juna Inés dela Cruz. Carta Atenagórica. 1690.

Las mujeres contribuyeron en el proceso que trasformó a los aventureros en colonizadores de las inhóspitas llanuras de Tierra Adentro; en el seno familiar fueron ellas, sobre todo, quienes sintetizaron las viejas tradiciones de raigambre diversa, enfrentadas violentamente como resultado del choque de dos cosmovisiones. Ahí en la intimidad, la mujer indígena preservó los valores ancestrales, contrarrestando la pérdida de identidad. Las mujeres fueron, el asidero emocional y agentes claves en el proceso de mestizaje étnico y cultural que estaba en proceso. Fueron las mujeres negras, indígenas y mestizas, quienes amamantaran y acunaron a los hijos de los conquistadores, los arrullaron con sus nanas y les entretuvieron con sus relatos legendarios. En las cocinas se recreó una alquimia de tradiciones, saberes y fusiones; condimentos indígenas, de Medio Oriente, de Asía y africanos.

El paternalismo las alejó de las esferas del poder e invisibilizó su aporte en la sociedad y las instituciones virreinales. Les fue determinado un rol de reproductoras y se les aisló al hogar. Para finales del siglo XVIII las viudas y solteras adultas tenían mayor independencia, tanto en el contexto rural como en el urbano. El tomar estado implicaba dedicarse a la vida claustral o al matrimonio. En la ciudad de Querétaro vivieron muchas mujeres en calidad de viudas; muchas de ellas hábiles administradoras de negocios y de prósperas estancias y haciendas. En lo general a mujeres les correspondía participar en obras de beneficencia, penitencias, ejercicios espirituales y disciplinarios.

Los matrimonios por interés familiar, convenidos con dote de por medio. Pero hubo también adulterios disimulados, amancebamientos, casos frecuentes de poligamia y poliandria. Doble moral que se reflejaba en la aceptación de la prostitución, -como mal necesario-, porque al decir de los defensores era una forma de poner a salvo la castidad de la mujer. Toda vez que en el discurso medieval las mujeres fueron consideradas presas fáciles del demonio, voluptuosas y vulnerables. En prevención de guardar la moralidad pública; se dispusieron instituciones como recogimientos, donde eran resguardas igual viudas, abandonadas divorciadas huérfanas y hetairas arrepentidas. Todo en favor de castigos divinos, perdida de linajes y desorden social.

Por supuesto que desde el siglo XVI, hubo mujeres cacicas o encomenderas, viudas de conquistadores o hijas; quienes administraban fincas y bienes. Otras fueron comerciantes. Algunas dirigían los pequeños talleres donde se elaboraban naipes, velas, vinos, azúcar y licores. Carlos III abolió las disposiciones que impedían a las mujeres trabajar dentro de ciertos gremios; en lo futuro podrían hacerlo en ocupaciones “decorosas” y compatibles con su sexo. Así pues, las mujeres de recursos medios podían laborar como artesanas si quedaban viudas, las había también costureras, maestras, - llamadas también amigas-, peinadoras e incluso ganaderas. Las mujeres cuyo único capital era su trabajo se desempeñaban en labores como sirvientas, lavanderas, tortilleras, encajeras, panaderas, obreras textiles y tabacaleras en los diversos obrajes que se desarrollaron a lo largo del siglo XVIII.

Las mujeres en la época virreinal -en la generalidad-, fueron relegadas a faenas domésticas y actividades productivas encaminadas a solventar la economía familiar. Su cotidianidad consistía en la preparación de alimentos, los quehaceres de limpieza y abasto de alimentos; el cuidado de los hijos y de los animales domésticos, la confección de ropa para la familia, el arreglo de la casa, el bordado, las lecturas piadosas. Por supuesto con su diferenciador de acuerdo con el grupo étnico o a su posición social.

Antonio de Ulloa capitán de la flota hispana. En el último tercio del siglo XVIII se refiere al vestido de las queretanas, así como a ciertas actividades. [...] “La gente de mediana esfera y los indios se ejercitan en hacer tejidos de lana y algodón, fabricando frazadas, paños bastos, lienzos blancos y listados, y los que usan las mujeres para cubrir el cuerpo desde los hombros hasta la cintura, por cuyo motivo es grande el consumo que hay de ellas” [...] “El traje de las mujeres, que en general en todo el reino, consiste en las naguas. Lo común es de lienzos pintados, que se llaman zarazas, más o menos finos, de China o de Europa.” [...] El autor anónimo de "Acuerdos Curiosos", describe las festividades y las funciones que las Madres Teresas (de Querétaro) realizaron en honor a la Santa Fundadora donde concurrieron, el Cabildo, otras órdenes religiosas y "convidados". Los voluntarios de la Real Fábrica "hicieron excelentes descargas", hubo un "paseo" que concluyó en las Casas Reales. La fecha es el 16 de octubre de 1808: […] Este lo formaron las señoras principales que concurrieron a dichas casas consistoriales vestidas igual y primorosamente de color blanco sin cobertor alguno, bien peinadas; llevaban cruzadas bandas o cintas de seda en forma de tahalís y en ella, bordados de metales […]

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