/ miércoles 6 de mayo de 2020

La violencia se contagia … el amor también

Vitral

Los virus y la violencia se contagian … el amor también …

*

Qué clase de metáfora espeluznante y alucinante es esa de mirar al Papa Francisco dirigir un discurso, el 27 de marzo del 2020, frente a una Plaza de San Pedro totalmente solitaria, fría y oscura, en donde no hay absolutamente nadie más que la cámara de televisión y un acompañante, pero no hay fieles. ¿Acaso es una metáfora de la manera en que la iglesia está perdiendo cada día más adeptos, acaso es una metáfora de una comunidad que no escucha a nadie y en donde los discursos se dan en el vacío? O acaso no es metáfora sino la triste realidad de una situación de crisis en la iglesia que debe superarse de inmediato.

*

Cuando todo comenzó, la tierra no giraba, un lado era oscuro y frío, y el otro tenía luz y calor permanentes. Ambos lados sufrían, unos por la carencia, otros por el exceso. Entonces rogaron a Dios que solucionara ese problema. Los seres del lado oscuro eran blancos, pálidos, enclenques. Los del lado soleado eran casi negros, con pelo ensortijado, sudorosos. En las zonas limítrofes del mundo entre la luz y la oscuridad, los habitantes eran de otro tipo, digamos que eran un tanto mestizos, tanto por cuestiones climáticas, como por la mezcla entre los habitantes de ambos lados. Todos los morenos, amarillos y tostados surgieron de esas condiciones.

También los animales eran diferentes dependiendo en qué lado del planeta habitaban. La solución que Dios propuso asombró a todos, a partir de ese día la Tierra giraría y de esa manera a todos les tocaría de manera más proporcional un poco de todo, de calor y frío, de luz y oscuridad, de todos los climas. Desde entonces el color de las razas se dio según donde habitarán, e igual pasó con la comida y su variedad. Esa fue la respuesta de Dios.

*

Nadie es indispensable, hay que tenerlo claro. Nuestro trabajo, nuestro quehacer, es importante, incluso muchas veces relevante, pero nadie es indispensable. Si te sucediera algo, si desaparecieras, el mundo seguiría girando y el sol y la luna seguirían apareciendo cotidianamente en el horizonte. No te creas tanto, no te apegues. Haz lo tuyo con todo tu cariño y capacidad. Es tu partida, tu juego, tu momento. Disfrútalo al máximo, en el entendimiento de que es pasajero. Es maravilloso, es único, es fugaz. Con esa conciencia podrás caminar con más efectividad y más tranquilo por el mundo.

También querer demasiado es angustiante para los demás. Puede que sea obsequiado de buena voluntad, pero es muy desgastante. Son tan sutiles los sentimientos y actos humanos, y pueden querer decir tantas cosas. Pueden esconder ego, culpa, afán de reconocimiento, deseo de ser amado. Pueden también brotar de anhelos sinceros y amor puro, pero en esos casos no deberían producir ni angustia ni enfermedad. Serían simplemente actos de amor incondicional, sin esperar absolutamente nada. Cuidado con las trampas del ego que pueden estar escondidas en máscaras casi perfectas. Shhh… guarda silencio, obsérvate permanentemente y con mucho detenimiento, con sinceridad y amorosa autocrítica. ¿Cuál es tu caso? Lo esperanzador es que todo puede corregirse siempre, mientras haya vida. Todo comienza con la aceptación de lo que eres. Ese es tu punto de partida. Sin auto conmiseraciones, sin auto culparse, sin castigarse, sin degradarse. Solamente un reconocimiento pleno de quién eres. A partir de ahí puedes definir qué quieres ser, qué quieres modificar y comienza el trabajo de transformación del ser.

*

Una ciudad sin viento, gris, llena de partículas contaminantes, polvo fecal y ozono, que alguna vez fue bautizada como la ciudad más transparente. Ah, si Humboldt la contemplara hoy. Se ha convertido en algo apocalíptico, tenebroso. Está oscura, de un gris mortuorio. Aquejada de delincuencia, vicios, mal vibrada. Esto a pesar de que habitan en ella también buenas personas, que de hecho son las que la sostienen con vida, sino fuera por ellos, todo ya habría acabado de una buena vez.

Hoy, en estos días de contingencia en la CDMX, en donde hasta las aves tienen prohibido volar, los niños tampoco pueden ir a la escuela ni jugar en las calles, muchos peligros los acechan. Desde robachicos, padres y madres secuestradores, virus, enfermedades, y por si esto fuera poco, el aire envenenado pone en peligro sus frágiles cuerpecitos apenas en formación. Dicen las autoridades que no salgan, que se mantengan en sus casas, no tienen derecho al aire fresco ni afuera ni adentro, están hacinados en sus cuartos, no pueden contemplar la maravilla de un buen cielo azul. Pobres de los niños, qué basura de mundo los amenaza en el futuro. ¿De veras sólo les dejaremos las fotos de animales extintos, comida chatarra y transgénica, drogas, montañas sin árboles, ciudades inundadas de autos, enfermedades pandémicas y una cultura de la muerte reinando en todos lados?

Digo que todavía estamos a tiempo de hacer valer el cielo azul y el aire fresco, pero para ello se requiere un cambio muy profundo a nivel personal, social y gubernamental, y salgo a la calle y no veo casi nada de eso. Esto no es cuestión de palabritas recitadas en medio del humo gris. Esto requiere de acciones concretas e inmediatas. Trato de comenzar desde mi persona, mi casa, mi trabajo, pero me sigo preguntando: ¿bastará con eso? Mientras pienso en ello, el camión que está frente a mí viene escupiendo un humo negro. Volteo y veo cómo desde un auto un hombre arroja al pavimento un paquete vacío de cacahuates y me amenaza con una señal obscena. Una mujer abandona una tremenda bolsa de basura en la calle, y en las noticias me informo de todas las industrias corruptas que envenenan con desperdicios la tierra, el mar, los ríos y el aire, y me entero de gobiernos y funcionarios corruptos que, mordida de por medio, les perdonan todo. Aún así, me niego a cruzarme de brazos, para empezar haré lo mío lo mejor que pueda con el corazón y la mente puestos en la esperanza cuyo color siempre es verde. Eso es alentador en medio de esta nata asquerosa e irrespirable. Ahora llueve un poco. Guarda sana distancia y quédate en casa. Es cuestión de vida o muerte.


https://escritosdealfonsofrancotiscareno.blogspot.com

Los virus y la violencia se contagian … el amor también …

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Qué clase de metáfora espeluznante y alucinante es esa de mirar al Papa Francisco dirigir un discurso, el 27 de marzo del 2020, frente a una Plaza de San Pedro totalmente solitaria, fría y oscura, en donde no hay absolutamente nadie más que la cámara de televisión y un acompañante, pero no hay fieles. ¿Acaso es una metáfora de la manera en que la iglesia está perdiendo cada día más adeptos, acaso es una metáfora de una comunidad que no escucha a nadie y en donde los discursos se dan en el vacío? O acaso no es metáfora sino la triste realidad de una situación de crisis en la iglesia que debe superarse de inmediato.

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Cuando todo comenzó, la tierra no giraba, un lado era oscuro y frío, y el otro tenía luz y calor permanentes. Ambos lados sufrían, unos por la carencia, otros por el exceso. Entonces rogaron a Dios que solucionara ese problema. Los seres del lado oscuro eran blancos, pálidos, enclenques. Los del lado soleado eran casi negros, con pelo ensortijado, sudorosos. En las zonas limítrofes del mundo entre la luz y la oscuridad, los habitantes eran de otro tipo, digamos que eran un tanto mestizos, tanto por cuestiones climáticas, como por la mezcla entre los habitantes de ambos lados. Todos los morenos, amarillos y tostados surgieron de esas condiciones.

También los animales eran diferentes dependiendo en qué lado del planeta habitaban. La solución que Dios propuso asombró a todos, a partir de ese día la Tierra giraría y de esa manera a todos les tocaría de manera más proporcional un poco de todo, de calor y frío, de luz y oscuridad, de todos los climas. Desde entonces el color de las razas se dio según donde habitarán, e igual pasó con la comida y su variedad. Esa fue la respuesta de Dios.

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Nadie es indispensable, hay que tenerlo claro. Nuestro trabajo, nuestro quehacer, es importante, incluso muchas veces relevante, pero nadie es indispensable. Si te sucediera algo, si desaparecieras, el mundo seguiría girando y el sol y la luna seguirían apareciendo cotidianamente en el horizonte. No te creas tanto, no te apegues. Haz lo tuyo con todo tu cariño y capacidad. Es tu partida, tu juego, tu momento. Disfrútalo al máximo, en el entendimiento de que es pasajero. Es maravilloso, es único, es fugaz. Con esa conciencia podrás caminar con más efectividad y más tranquilo por el mundo.

También querer demasiado es angustiante para los demás. Puede que sea obsequiado de buena voluntad, pero es muy desgastante. Son tan sutiles los sentimientos y actos humanos, y pueden querer decir tantas cosas. Pueden esconder ego, culpa, afán de reconocimiento, deseo de ser amado. Pueden también brotar de anhelos sinceros y amor puro, pero en esos casos no deberían producir ni angustia ni enfermedad. Serían simplemente actos de amor incondicional, sin esperar absolutamente nada. Cuidado con las trampas del ego que pueden estar escondidas en máscaras casi perfectas. Shhh… guarda silencio, obsérvate permanentemente y con mucho detenimiento, con sinceridad y amorosa autocrítica. ¿Cuál es tu caso? Lo esperanzador es que todo puede corregirse siempre, mientras haya vida. Todo comienza con la aceptación de lo que eres. Ese es tu punto de partida. Sin auto conmiseraciones, sin auto culparse, sin castigarse, sin degradarse. Solamente un reconocimiento pleno de quién eres. A partir de ahí puedes definir qué quieres ser, qué quieres modificar y comienza el trabajo de transformación del ser.

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Una ciudad sin viento, gris, llena de partículas contaminantes, polvo fecal y ozono, que alguna vez fue bautizada como la ciudad más transparente. Ah, si Humboldt la contemplara hoy. Se ha convertido en algo apocalíptico, tenebroso. Está oscura, de un gris mortuorio. Aquejada de delincuencia, vicios, mal vibrada. Esto a pesar de que habitan en ella también buenas personas, que de hecho son las que la sostienen con vida, sino fuera por ellos, todo ya habría acabado de una buena vez.

Hoy, en estos días de contingencia en la CDMX, en donde hasta las aves tienen prohibido volar, los niños tampoco pueden ir a la escuela ni jugar en las calles, muchos peligros los acechan. Desde robachicos, padres y madres secuestradores, virus, enfermedades, y por si esto fuera poco, el aire envenenado pone en peligro sus frágiles cuerpecitos apenas en formación. Dicen las autoridades que no salgan, que se mantengan en sus casas, no tienen derecho al aire fresco ni afuera ni adentro, están hacinados en sus cuartos, no pueden contemplar la maravilla de un buen cielo azul. Pobres de los niños, qué basura de mundo los amenaza en el futuro. ¿De veras sólo les dejaremos las fotos de animales extintos, comida chatarra y transgénica, drogas, montañas sin árboles, ciudades inundadas de autos, enfermedades pandémicas y una cultura de la muerte reinando en todos lados?

Digo que todavía estamos a tiempo de hacer valer el cielo azul y el aire fresco, pero para ello se requiere un cambio muy profundo a nivel personal, social y gubernamental, y salgo a la calle y no veo casi nada de eso. Esto no es cuestión de palabritas recitadas en medio del humo gris. Esto requiere de acciones concretas e inmediatas. Trato de comenzar desde mi persona, mi casa, mi trabajo, pero me sigo preguntando: ¿bastará con eso? Mientras pienso en ello, el camión que está frente a mí viene escupiendo un humo negro. Volteo y veo cómo desde un auto un hombre arroja al pavimento un paquete vacío de cacahuates y me amenaza con una señal obscena. Una mujer abandona una tremenda bolsa de basura en la calle, y en las noticias me informo de todas las industrias corruptas que envenenan con desperdicios la tierra, el mar, los ríos y el aire, y me entero de gobiernos y funcionarios corruptos que, mordida de por medio, les perdonan todo. Aún así, me niego a cruzarme de brazos, para empezar haré lo mío lo mejor que pueda con el corazón y la mente puestos en la esperanza cuyo color siempre es verde. Eso es alentador en medio de esta nata asquerosa e irrespirable. Ahora llueve un poco. Guarda sana distancia y quédate en casa. Es cuestión de vida o muerte.


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