/ viernes 12 de marzo de 2021

Plaza del Pípila, entorno

Cartografía del tiempo

[...] los sentidos de la ciudad remiten primero a la materialidad del espacio urbano en tanto que fuente de estimulaciones sensoriales, proveen enseguida uno de los resortes de la experiencia –física, afectiva y moral- de los citadinos, informan la memoria de sus cuerpos y participan finalmente a la construcción del imaginario urbano a través de los cuales los discursos sobre los mismos

Beck, Krampl y Retaillaud-Bajac, compiladores. 2013



Espacio público

Plaza ubicada en la Otra Banda entre la calle Luis Moya y Prolongación Corregidora Norte. Luce en la actualidad sola, con su original corte geométrico. Recientemente se está interviniendo para habilitarla. En la época virreinal era un solar usado como lugar para descansar mulas, borricos y caballos de los viajeros por la ruta de Tierra Adentro. Había también un baño para caballos y algunos mesones cercanos. Era un amplio predio rodeado de huertas y sembradíos en las estribaciones del Cerrito y el Cerro de San Gregorio. Algunos caños a cielo abierto desembocaban en la placita donde cabras y pollinos salidos de alguna parte mordisqueaban las yerbas silvestres surgidas entre las piedras. Algunos perros y gatos cruzaban con sombras espectrales.

Al paso de los años el lugar se fue transformado hasta quedar configurado el espacio público. Algunas huertas vecinas fueron adaptadas como tamalerías, donde se podía almorzar o merendar; fueron un atractivo por casi un siglo de la década de los años treinta del siglo diecinueve hasta los años treinta del siglo XX.

Apropiaciones

Al finalizar el siglo XIX con el trazo el Ferrocarril Nacional quedó casi a la vera de las vías. En los años sesenta del siglo XX, con la apertura de la Prolongación Corregidora Norte, el viejo barrio perdió su articulación entenaria. Los barrios de San Sebastián y San Roque crecieron con la llegada de nuevos vecinos. Algunos trabajadores del Ferrocarril otros para instalar comercios diversos; giros de pulquerías, cantinas, mesones, casas de huéspedes y otras negociaciones como molinos de nixtamal. Desaparecieron ya los vecinos que recordaban la época de los guarda cuarteles, de los gendarmes -que no se arriesgaban a vigilar más allá del perímetro entre la ribera del río y la Estación del Ferrocarril. Era un territorio de sombras, charcos, basureros, baches y zanjas resultado de los torrentes pluviales. Sin drenaje, el alumbrado público consistía en algunos mecheros o farolillos, muchos costeados por los propios vecinos. Las fuentes públicas abastecían de agua a los habitantes de esa zona. Después una toma de agua, donde se hacía fila para esperar el turno, de ahí acarrearla al domicilio o al negocio en botes alcoholeros transportado con "aguantadores" sobre los hombros, jarros ventrudos o latas de lámina eran otros recipientes habituales.

Foto: Cortesía | Edgardo Moreno Pérez

Oficios

Se ha ido perdiendo la memoria de las costumbres callejeras y personajes de oficios diversos. Herreros con sus forjas, talabarteros empeñados en el arreglo de sillas de montar y otros accesorios propios de los viajeros. Talleres para carromatos... Después de talacheros y otros oficios que han ido desapareciendo. En el entorno las accesorias del zapatero, hojalatero, el curtidor y del estanquillo. Todavía al mediar el siglo XX se escuchaban los batanes de los telares, se percibía el olor penetrante de la botica, esencias y vapores de alcanfor, yodo y ungüentos... El barbero - peluquero propagador de noticias de acontecimientos del barrio, fueron legendarios los juegos interminables de ajedrez, dominó o baraja española. El filarmónico, la costurera. La comadrona que lo mismo ponía inyecciones que ayudaba a las parturientas, con habilidad y destreza. "El tilichero" curtidores, matanceros Las tienda de abarrotes "El Triunfo". "La Esperanza", "La Favorita", "El Porvenir". Tendejones en la semi oscuridad con sus vitroleros y olor a vinagreta, a manteca rancia, al cebo de las velas del queso añejo... Pesados mostradores y anaqueles, básculas con sus pesas. El frijol, lentejas, habas o arroz, despachado en cucuruchos o "alcatraces" de papel -por lo regular de periódico-. De igual manera utilizado en la compra de pescuezos y patas para el caldo en la pollería y en la carnicería se envolvían los huesos para el cocido.

Espantos y aparecidos

La "Llorona" se desvaneció, ya no hizo su recorrido después de media noche por la orilla del río, por la Plaza del Puente y por la Plaza del Pípila. De la misma manera las brujas y nahuales que salían en la media noche por las callejuelas tortuosas y tenebrosas del arrabal. En la casona solariega, que se desconocía quién era el dueño con su antiquísima arquitectura habitaban los "espantos" de capa y espada, de toca y hábito, de sombrero acanalado y manteo; que según las comadres del barrio escuchaban arrastrar pesadas cadenas con gritos lastimeros.

Desaparecieron también los nombres antiguos de las calles y callejones a los que se les fue impuesto nombres de próceres del Panteón Oficial.

Transformaciones

La atolerías y puestos que se colocaban en las noches o en las madrugadas para vender té de hojas o de canela. Por lo regular con una lumbrada de ocotes que alimentaban el fuego de un anafre de barro con un caldeado comal. Gordas y fritangas con su aroma peculiar e incitante, sobre todo al paladar de los trasnochados y de los trabajadores que "hacían la mañana" antes de la jornada laboral. Aquel territorio de agricultores, pequeños comerciantes, cambayeros ubicados entre los cerros de San Gregorio, El Cerrito la Trinidad, Pathé y los agostaderos de las haciendas de la Laborcilla y de Peñuelas. Más tarde perímetro de las fábricas establecidas en los Parques Industriales a partir de la década de los sesenta del siglo veinte. Trayendo consigo la desaparición de oficios para transformar en obreros a muchos de los vecinos.

Nuevos discursos

Otras formas de habitar el espacio urbano; las expresiones vecinales con sus asimetrías sociales y de marginalidad. Los ritmos actuales son diferentes; música a alto volumen, motores que frenan o arrancan, gritos de cargadores. El único constante desde hace un poco más de un siglo: el deslizamiento del ferrocarril, los silbidos y el trepidar de la pesada máquina y sus vagones. Los fenómenos de gentrificación, los nuevos hábitos que ha traído la pandemia y los "apagones", son otras características contemporánea.

En la próxima entrega -andanza por la cartografía de la memoria-, platicaremos de otros rasgos relacionados con la Plaza el Pípila, el mercadillo "Del Crucero", sus atmósferas, personajes e historias.


Desde Anbanica - Teocalhueyacan. Marzo de MMXXI.

[...] los sentidos de la ciudad remiten primero a la materialidad del espacio urbano en tanto que fuente de estimulaciones sensoriales, proveen enseguida uno de los resortes de la experiencia –física, afectiva y moral- de los citadinos, informan la memoria de sus cuerpos y participan finalmente a la construcción del imaginario urbano a través de los cuales los discursos sobre los mismos

Beck, Krampl y Retaillaud-Bajac, compiladores. 2013



Espacio público

Plaza ubicada en la Otra Banda entre la calle Luis Moya y Prolongación Corregidora Norte. Luce en la actualidad sola, con su original corte geométrico. Recientemente se está interviniendo para habilitarla. En la época virreinal era un solar usado como lugar para descansar mulas, borricos y caballos de los viajeros por la ruta de Tierra Adentro. Había también un baño para caballos y algunos mesones cercanos. Era un amplio predio rodeado de huertas y sembradíos en las estribaciones del Cerrito y el Cerro de San Gregorio. Algunos caños a cielo abierto desembocaban en la placita donde cabras y pollinos salidos de alguna parte mordisqueaban las yerbas silvestres surgidas entre las piedras. Algunos perros y gatos cruzaban con sombras espectrales.

Al paso de los años el lugar se fue transformado hasta quedar configurado el espacio público. Algunas huertas vecinas fueron adaptadas como tamalerías, donde se podía almorzar o merendar; fueron un atractivo por casi un siglo de la década de los años treinta del siglo diecinueve hasta los años treinta del siglo XX.

Apropiaciones

Al finalizar el siglo XIX con el trazo el Ferrocarril Nacional quedó casi a la vera de las vías. En los años sesenta del siglo XX, con la apertura de la Prolongación Corregidora Norte, el viejo barrio perdió su articulación entenaria. Los barrios de San Sebastián y San Roque crecieron con la llegada de nuevos vecinos. Algunos trabajadores del Ferrocarril otros para instalar comercios diversos; giros de pulquerías, cantinas, mesones, casas de huéspedes y otras negociaciones como molinos de nixtamal. Desaparecieron ya los vecinos que recordaban la época de los guarda cuarteles, de los gendarmes -que no se arriesgaban a vigilar más allá del perímetro entre la ribera del río y la Estación del Ferrocarril. Era un territorio de sombras, charcos, basureros, baches y zanjas resultado de los torrentes pluviales. Sin drenaje, el alumbrado público consistía en algunos mecheros o farolillos, muchos costeados por los propios vecinos. Las fuentes públicas abastecían de agua a los habitantes de esa zona. Después una toma de agua, donde se hacía fila para esperar el turno, de ahí acarrearla al domicilio o al negocio en botes alcoholeros transportado con "aguantadores" sobre los hombros, jarros ventrudos o latas de lámina eran otros recipientes habituales.

Foto: Cortesía | Edgardo Moreno Pérez

Oficios

Se ha ido perdiendo la memoria de las costumbres callejeras y personajes de oficios diversos. Herreros con sus forjas, talabarteros empeñados en el arreglo de sillas de montar y otros accesorios propios de los viajeros. Talleres para carromatos... Después de talacheros y otros oficios que han ido desapareciendo. En el entorno las accesorias del zapatero, hojalatero, el curtidor y del estanquillo. Todavía al mediar el siglo XX se escuchaban los batanes de los telares, se percibía el olor penetrante de la botica, esencias y vapores de alcanfor, yodo y ungüentos... El barbero - peluquero propagador de noticias de acontecimientos del barrio, fueron legendarios los juegos interminables de ajedrez, dominó o baraja española. El filarmónico, la costurera. La comadrona que lo mismo ponía inyecciones que ayudaba a las parturientas, con habilidad y destreza. "El tilichero" curtidores, matanceros Las tienda de abarrotes "El Triunfo". "La Esperanza", "La Favorita", "El Porvenir". Tendejones en la semi oscuridad con sus vitroleros y olor a vinagreta, a manteca rancia, al cebo de las velas del queso añejo... Pesados mostradores y anaqueles, básculas con sus pesas. El frijol, lentejas, habas o arroz, despachado en cucuruchos o "alcatraces" de papel -por lo regular de periódico-. De igual manera utilizado en la compra de pescuezos y patas para el caldo en la pollería y en la carnicería se envolvían los huesos para el cocido.

Espantos y aparecidos

La "Llorona" se desvaneció, ya no hizo su recorrido después de media noche por la orilla del río, por la Plaza del Puente y por la Plaza del Pípila. De la misma manera las brujas y nahuales que salían en la media noche por las callejuelas tortuosas y tenebrosas del arrabal. En la casona solariega, que se desconocía quién era el dueño con su antiquísima arquitectura habitaban los "espantos" de capa y espada, de toca y hábito, de sombrero acanalado y manteo; que según las comadres del barrio escuchaban arrastrar pesadas cadenas con gritos lastimeros.

Desaparecieron también los nombres antiguos de las calles y callejones a los que se les fue impuesto nombres de próceres del Panteón Oficial.

Transformaciones

La atolerías y puestos que se colocaban en las noches o en las madrugadas para vender té de hojas o de canela. Por lo regular con una lumbrada de ocotes que alimentaban el fuego de un anafre de barro con un caldeado comal. Gordas y fritangas con su aroma peculiar e incitante, sobre todo al paladar de los trasnochados y de los trabajadores que "hacían la mañana" antes de la jornada laboral. Aquel territorio de agricultores, pequeños comerciantes, cambayeros ubicados entre los cerros de San Gregorio, El Cerrito la Trinidad, Pathé y los agostaderos de las haciendas de la Laborcilla y de Peñuelas. Más tarde perímetro de las fábricas establecidas en los Parques Industriales a partir de la década de los sesenta del siglo veinte. Trayendo consigo la desaparición de oficios para transformar en obreros a muchos de los vecinos.

Nuevos discursos

Otras formas de habitar el espacio urbano; las expresiones vecinales con sus asimetrías sociales y de marginalidad. Los ritmos actuales son diferentes; música a alto volumen, motores que frenan o arrancan, gritos de cargadores. El único constante desde hace un poco más de un siglo: el deslizamiento del ferrocarril, los silbidos y el trepidar de la pesada máquina y sus vagones. Los fenómenos de gentrificación, los nuevos hábitos que ha traído la pandemia y los "apagones", son otras características contemporánea.

En la próxima entrega -andanza por la cartografía de la memoria-, platicaremos de otros rasgos relacionados con la Plaza el Pípila, el mercadillo "Del Crucero", sus atmósferas, personajes e historias.


Desde Anbanica - Teocalhueyacan. Marzo de MMXXI.

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