II
¿Quién cree que puede derramar
tanta sangre de inocentes impunemente?
¿Quién cree que puede burlarse de
los ríos de lágrimas vertidas por los deudos?
¿Dónde enterrar los gritos desesperados
de la muerte? ¿En qué fosa secreta?
¿En qué barranca tirar el dolor de
la tortura, el terror del miedo?
Toda sangre derramada clama por justicia,
y su grito no cesará nunca hasta que
el piso quede parejo.
¿Quién cree que puede descobijar
a tantos niñas y niños
huérfanos y sedientos?
¿Quién cree que puede arrancarles,
así como si nada, su derecho al amor?
Desde el rincón más apartado
desde la grieta más oscura
desde la lápida olvidada
desde la oficina mortuoria más aislada,
desde ahí, se levantarán las voces
de los que fueron vivos,
perseguirán por siempre a sus captores
y asesinos, hasta que brille la
luz de la justicia.
Por mientras, el llanto de los dolientes
dará vuelta en cada esquina,
nada quedará a salvo
ni piedra sobre piedra,
si la deuda no se paga por la buena,
será pagada como sea,
y entonces vendrá el crujir de dientes.