Dicen que hay que leer el Quijote de la Mancha tres veces en la vida: en la niñez para reír; en la madurez para reflexionar sobre los ideales del espíritu humano; y en la vejez para llorar y entender que la única derrota que tenemos asegurada es la del tiempo.
La pregunta es: ¿En qué tiempo nos encontramos? Los escenarios se antojan difíciles para construir utopías. La realidad es cruda. Hay estimaciones, que tenemos a la fecha, como las del FMI que seremos testigos de una contracción del PIB del 10.5%.
Conforme a las cifras expuestas recientemente por parte del IMSS la pandemia ha impactado en el empleo a más de 1.1 millones de personas en el país y a 34 mil en nuestra entidad; sin que tengamos claro realmente la magnitud por lo que no medimos -no conocemos- sea por su gradualidad, progresividad y, sobre todo, la realidad que representa el sector informal. De acuerdo a estimaciones del CONEVAL, la carencia por ingreso acelerará la condición de pobreza extrema entre un 7.2 a un 7.9%.; es decir, entre 6.1 y 10.7 millones de personas adicionales. En Querétaro se han anunciado medidas económicas de carácter fiscal y transferencias directas y otros apoyos para hacer frente a esta situación.
El Covid-19 ha generado consecuencias en la vida de miles de mexicanos en muchas dimensiones; hay más de 8,400 casos registrados en niñas, niños y adolescentes. Más del 43% de las personas fallecidas registradas presentaban alguna comorbilidad como hipertensión, diabetes, obesidad, etc.
Como decía, los escenarios pintan para escribir una tragedia; hay muchas plumas -de todos los colores- dispuestas a hacerlo; muchas versiones y dimensiones sobre las fuentes de lo inevitable y las razones de lo irreparable. Para esta nueva realidad traigo el Quijote a colación, por el valor representativo que tiene y lo que podemos rescatar en este proceso de reinserción a esta realidad.
Los descalabros de los personajes se desarrollaban en un mundo que se encontraba más muerto que vivo; nos invitan a pensar en el valor de las grandes causas y motivos -por más absurdos que parezcan- con la finalidad de revalorizar las cosas que el tiempo y las circunstancias han empañado; donde el idealismo debe cabalgar siempre de la mano del sentido común.
El regreso a la normalidad, por más lánguida que sea la figura y lo famélico que se encuentre el corcel, nos invita a reinsertarnos en la esfera pública para luchar por las causas que estimemos nobles; que únicamente serán posibles mientras las aceptemos como son y trabajemos por cómo queremos que sean. De lo contrario, abrazar la apática lucidez y renunciar a la locura de luchar por el entendimiento, la reconstrucción y la solidaridad, tendrá como único efecto abandonarse al infortunio y a la soledad de los hubieras.