/ domingo 29 de marzo de 2020

El Cronista Sanjuanense

Pandemias


Hace cien años una pandemia ocurrió en el mundo, la influenza española que mató, según las cifras oficiales, a 300 mil mexicanos y al menos 50 millones de personas en todo el mundo, número que triplicaba a las víctimas de la Primera Guerra Mundial. La influenza de 1918-1919 es ejemplo claro de que existen virus o enfermedades cíclicos que marcan a las naciones.

Aunque se nombró “española”, se originó en Estados Unidos donde, según se dijo, los soldados gringos propagaron el virus al estar en espacios cerrados y moviéndose masivamente. Desde un campamento militar en Boston pronto pasó a Nuevo León, Tamaulipas y Coahuila, donde se dieron los primeros casos en marzo. Llegó a México en tres oleadas, la más intensa en noviembre de 1918. Algunos investigadores afirman que no empezó en Estados Unidos, sino en Francia en 1916 o en China en 1917.

Según la Gaceta Médica, tras registrarse los primeros casos en Europa, este virus pasó a España, un país neutral en la Primera Guerra Mundial que no censuró la publicación de los informes sobre la enfermedad y sus consecuencias, a diferencia de los otros países centrados en el conflicto bélico. Ser España el único país que se hizo eco del problema, provocó que la epidemia se conociese como la influenza o Gripe Española. A pesar de no ser el epicentro, España fue uno de los más afectados con 8 millones de personas infectadas y 300.000 personas fallecidas.

Esta enfermedad, atacó a nuestro país en un tiempo en el que aún enfrentaba la Revolución Mexicana, por lo que las preocupaciones eran otras: la guerra civil y la inseguridad; no así el combate a la pobreza y el hambre. Había gente sin casa que moría de “una rara gripe”.

La gran mortandad que se sufrió en México, mostraba también la vulnerabilidad de sus habitantes, aunado a que en esos tiempos había pasado una fuerte epidemia de tifoidea que afectó principalmente a la población infantil.

No debemos olvidar tampoco la epidemia que se dio fuerte en México en el año 2009, la influenza AH1N1. En esta epidemia como en la de 1918, los principales afectados fueron los adultos mayores, las personas entre los 20 y 40 años de edad y los indigentes sin resguardo.

En 1918, en México se aplicaron medidas de salubridad para evitar la propagación de la influenza española. Primero se prohibió el transporte en tren entre Monterrey y Torreón, se detuvo el arribo de buques al puerto de Veracruz y se clausuró la aduana en la frontera de Laredo en Tamaulipas. Una segunda acción fue rociar con creolina las calles y puntos de mayor contagio. Posterior, se prohibió saludarse de beso y estornudar en pañuelos de tela. Se prohibió tocar con la boca el teléfono o llevarse objetos a la boca. Era obligatorio lavarse las manos con frecuencia, hacer ejercicio, evitar cambios bruscos de temperatura y había que hervir los objetos con que se tocaba a los enfermos.

Se aplicaron multas a personas que anduvieran en la calle de las ciudades, en ciertos horarios. No se podía ir a misa, los gérmenes se alojaban en las rejillas de los confesionarios y en los pies de los santos. Se crearon agentes para trasladar a los infectados a los nosocomios por la fuerza, muchos de los enfermos fingían sanidad para evitar ser llevados. Estaba prohibido escupir en la calle, so pena de cárcel.

Los establecimientos regresaban a su personal a sus casas si los detectaban con escalofríos. Muchas personas ardían en fiebre. Ante la falta de antibióticos, los médicos recetaban tratamientos para la malaria, la aspirina y bicarbonato con ácido acetilsalicílico, combinación que daría origen al Alka-Seltzer.

El entonces Consejo Superior de Salubridad dictó que al primer síntoma debía meterse uno a la cama y llamar al médico; todo mundo debía acostarse a las nueve de la noche, no tomar alcohol y por ningún motivo asistir a la iglesia, teatros, cines, salones de baile, etc.

Muy pronto las calles estaban ocupadas por carrozas fúnebres y otros vehículos que transportaban cadáveres a las fosas de los panteones.

Según las crónicas de aquel tiempo, el gobierno se negó a admitir la magnitud del desastre hasta que la tercera parte de la población del país estaba enferma y ya no hubo remedio.

Un siglo después aún no se sabe cuál fue el origen de esta epidemia. Hoy recordando el centenario de la epidemia, y a una década de la influenza AH1N1, hoy nos ataca el Coronavirus (COVID-19). A cuidarse todos.

Pandemias


Hace cien años una pandemia ocurrió en el mundo, la influenza española que mató, según las cifras oficiales, a 300 mil mexicanos y al menos 50 millones de personas en todo el mundo, número que triplicaba a las víctimas de la Primera Guerra Mundial. La influenza de 1918-1919 es ejemplo claro de que existen virus o enfermedades cíclicos que marcan a las naciones.

Aunque se nombró “española”, se originó en Estados Unidos donde, según se dijo, los soldados gringos propagaron el virus al estar en espacios cerrados y moviéndose masivamente. Desde un campamento militar en Boston pronto pasó a Nuevo León, Tamaulipas y Coahuila, donde se dieron los primeros casos en marzo. Llegó a México en tres oleadas, la más intensa en noviembre de 1918. Algunos investigadores afirman que no empezó en Estados Unidos, sino en Francia en 1916 o en China en 1917.

Según la Gaceta Médica, tras registrarse los primeros casos en Europa, este virus pasó a España, un país neutral en la Primera Guerra Mundial que no censuró la publicación de los informes sobre la enfermedad y sus consecuencias, a diferencia de los otros países centrados en el conflicto bélico. Ser España el único país que se hizo eco del problema, provocó que la epidemia se conociese como la influenza o Gripe Española. A pesar de no ser el epicentro, España fue uno de los más afectados con 8 millones de personas infectadas y 300.000 personas fallecidas.

Esta enfermedad, atacó a nuestro país en un tiempo en el que aún enfrentaba la Revolución Mexicana, por lo que las preocupaciones eran otras: la guerra civil y la inseguridad; no así el combate a la pobreza y el hambre. Había gente sin casa que moría de “una rara gripe”.

La gran mortandad que se sufrió en México, mostraba también la vulnerabilidad de sus habitantes, aunado a que en esos tiempos había pasado una fuerte epidemia de tifoidea que afectó principalmente a la población infantil.

No debemos olvidar tampoco la epidemia que se dio fuerte en México en el año 2009, la influenza AH1N1. En esta epidemia como en la de 1918, los principales afectados fueron los adultos mayores, las personas entre los 20 y 40 años de edad y los indigentes sin resguardo.

En 1918, en México se aplicaron medidas de salubridad para evitar la propagación de la influenza española. Primero se prohibió el transporte en tren entre Monterrey y Torreón, se detuvo el arribo de buques al puerto de Veracruz y se clausuró la aduana en la frontera de Laredo en Tamaulipas. Una segunda acción fue rociar con creolina las calles y puntos de mayor contagio. Posterior, se prohibió saludarse de beso y estornudar en pañuelos de tela. Se prohibió tocar con la boca el teléfono o llevarse objetos a la boca. Era obligatorio lavarse las manos con frecuencia, hacer ejercicio, evitar cambios bruscos de temperatura y había que hervir los objetos con que se tocaba a los enfermos.

Se aplicaron multas a personas que anduvieran en la calle de las ciudades, en ciertos horarios. No se podía ir a misa, los gérmenes se alojaban en las rejillas de los confesionarios y en los pies de los santos. Se crearon agentes para trasladar a los infectados a los nosocomios por la fuerza, muchos de los enfermos fingían sanidad para evitar ser llevados. Estaba prohibido escupir en la calle, so pena de cárcel.

Los establecimientos regresaban a su personal a sus casas si los detectaban con escalofríos. Muchas personas ardían en fiebre. Ante la falta de antibióticos, los médicos recetaban tratamientos para la malaria, la aspirina y bicarbonato con ácido acetilsalicílico, combinación que daría origen al Alka-Seltzer.

El entonces Consejo Superior de Salubridad dictó que al primer síntoma debía meterse uno a la cama y llamar al médico; todo mundo debía acostarse a las nueve de la noche, no tomar alcohol y por ningún motivo asistir a la iglesia, teatros, cines, salones de baile, etc.

Muy pronto las calles estaban ocupadas por carrozas fúnebres y otros vehículos que transportaban cadáveres a las fosas de los panteones.

Según las crónicas de aquel tiempo, el gobierno se negó a admitir la magnitud del desastre hasta que la tercera parte de la población del país estaba enferma y ya no hubo remedio.

Un siglo después aún no se sabe cuál fue el origen de esta epidemia. Hoy recordando el centenario de la epidemia, y a una década de la influenza AH1N1, hoy nos ataca el Coronavirus (COVID-19). A cuidarse todos.