/ jueves 24 de mayo de 2018

El Teatro de la República

PRIMER ACTO. SEGUNDO DEBATE. Sin sorpresas. El desempeño de los candidatos presidenciales en el segundo debate fue el esperado. Cada uno en su papel. Anaya es el polemista. Meade el preparado. Andrés Manuel el predicador. Y Bronco el de las ocurrencias. No se vio nada diferente en la personalidad de los aspirantes. Simplemente se ratificaron sus perfiles. En este contexto, estimamos que el ejercicio en poco o nada movió las preferencias. Los conductores decepcionaron. Protagónicos y arrebatados - especialmente Yuridia Sierra -, realizaron cuestionamientos prolongados, farragosos y, en ciertos casos, inatendibles. Por ejemplo, la exigencia de señalar un “parámetro objetivo” para medir el trato digno del gobierno norteamericano hacia México. Los únicos parámetros son la opinión pública y la propia relación binacional. No existen “escalas de dignidad”. Simplemente se recibe o no un trato digno; apreciación que siempre será subjetiva. El público se veía cansado y aburrido, sería bueno saber cuántas horas llevaban ahí sentados los incautos. Las preguntas del respetable sin chiste. Puros lugares comunes aderezados con alguna circunstancia personal. Se notaba la mano de una producción con un estilo más próximo a La Rosa de Guadalupe que al de la producción de índole político. Y, aunque no deja de tener su amarillista atractivo, no parece ser una buena idea permitir a los candidatos pasearse por el set e incluso confrontar a sus pares. En el futuro las cosas se podrían salir de control. En síntesis, el segundo debate resultó más de lo mismo. Aburrido inclusive para quienes nos gusta el complejo deporte de la grilla. Mis hijos adolescentes aguantaron medio debate. Mi esposa tres cuartas partes y el que esto escribe lo vio todo porque sabía que de ello escribiría.

SEGUNDO ACTO. HUECO. La participación de los candidatos, dejando de lado los ataques y chistoretes, exhibió la incapacidad de todos para comprometerse, así como la ausencia de propuestas y la vaguedad de sus ofertas y planteamientos. Meade sigue defendiendo lo indefendible y, más que de cordón umbilical, su relación con el peñismo parece ser de siameses. Defender la visita de Trump y criticar el trato de Obama a los migrantes fue un despropósito que deslució lo bien que se había conducido en las demás cuestiones. Anaya cantinfleo con el tema de la legalización de la marihuana, y ni siquiera tuvo la honradez intelectual para reconocer que, como se lo dijeron, su posición de la consulta pública es exactamente la misma que ha sostenido su odiado Enrique Peña Nieto. Andrés Manuel como merolico de mercado recetó erradicar la corrupción como solución mágica para todos los males que padece el país. El Bronco otra vez ensalzó la heroicidad de su mamá, quien a este ritmo estará en la siguiente película de los Avengers, y ahora la ocurrencia fue amenazar a Trump con la nacionalización de Banamex-Citigroup si el gringo sigue de hojaldra. Pero de fondo, lisa y llanamente ninguno trae nada que valga la pena. Ofrecen recuperar el respeto en el concierto de las naciones y especialmente de los poderosos vecinos del norte, fíjense ustedes que clarividencia: exigiendo respeto. Descubren el hilo negro y el agua tibia al expresar que se negociará comercialmente con todo lo que tenemos. ¿Quién pensaría hacerlo de otra manera? Muestran ignorancia al expresar que el TLCAN se ampliará a las cuestiones financieras, cuando su capítulo XIV es precisamente el de “Servicios Financieros”. Nadie contestó cuáles serían las políticas o vías alternas de concluir, como será, la relación comercial con nuestros vecinos del norte como hasta ahora la conocemos. Y casi nada se habló de mercados como China o Europa.

TERCER ACTO. SUPEREMOS LA INTOLERANCIA. Se ha vuelto incomoda la polarización social producto de la intensidad del proceso electoral. Conforme se aproxima la elección, se radicalizan las posiciones y se recrudecen los intercambios de opiniones y memes. Todo ello azuzado por la actitud beligerante y “buleadora” que todos los candidatos presidenciales han exhibido en sus discursos y en los debates. Hace días en un chat de amigos que compartimos el gusto por el triatlón, una espléndida persona subió un meme que mostraba su fobia contra uno de los candidatos presidenciales, López Obrador. Y aunque nos habíamos auto-impuesto el compromiso de no engancharnos con estas cosas, fuimos incapaces de cumplirnos y nos permitimos contestarle: “… en política como en cualquier otro ámbito nadie es dueño de la verdad y todos tenemos derecho a pensar igual o diferente a otros. Yo no estoy haciendo nada para que Andrés Manuel López Obrador no sea Presidente porque yo voy a votar por él. Y así como primero me auto exijo respetar a quienes no piensan como yo, te ruego respetarnos a quienes pensamos diferente…”. Amablemente reconoció que este no era el foro para tratar cuestiones políticas, pero insistió en que AMLO sería malísimo para México y que cuando quisiera lo platicábamos en persona, a lo que respondimos: “… respeto tus puntos de vista y también te aprecio estimado X. No creo convencerte ni que me convenzas, porque al final estas ideas se fraguan en percepciones y expectativas que siempre son subjetivas. Afortunadamente, México es mucho más que sus futbolistas, políticos o empresarios, y estoy seguro que la diversidad nos hace una mejor sociedad…”. Ninguno estamos obligados a convencer a nadie de votar a favor o en contra de cualquiera de los candidatos. El convencimiento es un acto personalísimo. El único responsable de convencer para su causa es el propio candidato.

TRAS BAMBALINAS. TARJETA ROJA. A ver si no nos expulsan del PRI por andar confesando que votaremos por AMLO. Aunque la verdad eso es aspiracional porque no somos tan importantes. Además, la realidad muestra que puedes escupir y maltratar públicamente al tricolor y luego te reciben con las pie… perdón con los brazos abiertos. Si lo dudan, pregúntenle a Javier Lozano, Alejandra Sota o al buen Armando Ríos Piter. Y, en lo local, también tenemos nuestros “jijos pródigos”. Siendo la paradoja que a los escasos priístas preparados, con experiencia, capital político y compromiso se les relega y trata peor que a escorts de Zona Divas. Partido caníbal.

PÚBLICO CONOCEDOR.PORQUE ME DA LA GANA. Cuando me preguntan por qué voy a votar por AMLO, me vienen a la mente mis consideraciones y motivos. Sin embargo, la respuesta más honesta y contundente es: porque me da la gana. Y eso es lo único positivo de todo este berenjenal en el que hemos convertido a nuestro sistema electoral: a Dios gracias, podemos sufragar por quien se nos pegue nuestra regalada gana, allende nuestras razones para ello.


Notario Público 19 de Querétaro.

ferortiz@notaria19qro.com

PRIMER ACTO. SEGUNDO DEBATE. Sin sorpresas. El desempeño de los candidatos presidenciales en el segundo debate fue el esperado. Cada uno en su papel. Anaya es el polemista. Meade el preparado. Andrés Manuel el predicador. Y Bronco el de las ocurrencias. No se vio nada diferente en la personalidad de los aspirantes. Simplemente se ratificaron sus perfiles. En este contexto, estimamos que el ejercicio en poco o nada movió las preferencias. Los conductores decepcionaron. Protagónicos y arrebatados - especialmente Yuridia Sierra -, realizaron cuestionamientos prolongados, farragosos y, en ciertos casos, inatendibles. Por ejemplo, la exigencia de señalar un “parámetro objetivo” para medir el trato digno del gobierno norteamericano hacia México. Los únicos parámetros son la opinión pública y la propia relación binacional. No existen “escalas de dignidad”. Simplemente se recibe o no un trato digno; apreciación que siempre será subjetiva. El público se veía cansado y aburrido, sería bueno saber cuántas horas llevaban ahí sentados los incautos. Las preguntas del respetable sin chiste. Puros lugares comunes aderezados con alguna circunstancia personal. Se notaba la mano de una producción con un estilo más próximo a La Rosa de Guadalupe que al de la producción de índole político. Y, aunque no deja de tener su amarillista atractivo, no parece ser una buena idea permitir a los candidatos pasearse por el set e incluso confrontar a sus pares. En el futuro las cosas se podrían salir de control. En síntesis, el segundo debate resultó más de lo mismo. Aburrido inclusive para quienes nos gusta el complejo deporte de la grilla. Mis hijos adolescentes aguantaron medio debate. Mi esposa tres cuartas partes y el que esto escribe lo vio todo porque sabía que de ello escribiría.

SEGUNDO ACTO. HUECO. La participación de los candidatos, dejando de lado los ataques y chistoretes, exhibió la incapacidad de todos para comprometerse, así como la ausencia de propuestas y la vaguedad de sus ofertas y planteamientos. Meade sigue defendiendo lo indefendible y, más que de cordón umbilical, su relación con el peñismo parece ser de siameses. Defender la visita de Trump y criticar el trato de Obama a los migrantes fue un despropósito que deslució lo bien que se había conducido en las demás cuestiones. Anaya cantinfleo con el tema de la legalización de la marihuana, y ni siquiera tuvo la honradez intelectual para reconocer que, como se lo dijeron, su posición de la consulta pública es exactamente la misma que ha sostenido su odiado Enrique Peña Nieto. Andrés Manuel como merolico de mercado recetó erradicar la corrupción como solución mágica para todos los males que padece el país. El Bronco otra vez ensalzó la heroicidad de su mamá, quien a este ritmo estará en la siguiente película de los Avengers, y ahora la ocurrencia fue amenazar a Trump con la nacionalización de Banamex-Citigroup si el gringo sigue de hojaldra. Pero de fondo, lisa y llanamente ninguno trae nada que valga la pena. Ofrecen recuperar el respeto en el concierto de las naciones y especialmente de los poderosos vecinos del norte, fíjense ustedes que clarividencia: exigiendo respeto. Descubren el hilo negro y el agua tibia al expresar que se negociará comercialmente con todo lo que tenemos. ¿Quién pensaría hacerlo de otra manera? Muestran ignorancia al expresar que el TLCAN se ampliará a las cuestiones financieras, cuando su capítulo XIV es precisamente el de “Servicios Financieros”. Nadie contestó cuáles serían las políticas o vías alternas de concluir, como será, la relación comercial con nuestros vecinos del norte como hasta ahora la conocemos. Y casi nada se habló de mercados como China o Europa.

TERCER ACTO. SUPEREMOS LA INTOLERANCIA. Se ha vuelto incomoda la polarización social producto de la intensidad del proceso electoral. Conforme se aproxima la elección, se radicalizan las posiciones y se recrudecen los intercambios de opiniones y memes. Todo ello azuzado por la actitud beligerante y “buleadora” que todos los candidatos presidenciales han exhibido en sus discursos y en los debates. Hace días en un chat de amigos que compartimos el gusto por el triatlón, una espléndida persona subió un meme que mostraba su fobia contra uno de los candidatos presidenciales, López Obrador. Y aunque nos habíamos auto-impuesto el compromiso de no engancharnos con estas cosas, fuimos incapaces de cumplirnos y nos permitimos contestarle: “… en política como en cualquier otro ámbito nadie es dueño de la verdad y todos tenemos derecho a pensar igual o diferente a otros. Yo no estoy haciendo nada para que Andrés Manuel López Obrador no sea Presidente porque yo voy a votar por él. Y así como primero me auto exijo respetar a quienes no piensan como yo, te ruego respetarnos a quienes pensamos diferente…”. Amablemente reconoció que este no era el foro para tratar cuestiones políticas, pero insistió en que AMLO sería malísimo para México y que cuando quisiera lo platicábamos en persona, a lo que respondimos: “… respeto tus puntos de vista y también te aprecio estimado X. No creo convencerte ni que me convenzas, porque al final estas ideas se fraguan en percepciones y expectativas que siempre son subjetivas. Afortunadamente, México es mucho más que sus futbolistas, políticos o empresarios, y estoy seguro que la diversidad nos hace una mejor sociedad…”. Ninguno estamos obligados a convencer a nadie de votar a favor o en contra de cualquiera de los candidatos. El convencimiento es un acto personalísimo. El único responsable de convencer para su causa es el propio candidato.

TRAS BAMBALINAS. TARJETA ROJA. A ver si no nos expulsan del PRI por andar confesando que votaremos por AMLO. Aunque la verdad eso es aspiracional porque no somos tan importantes. Además, la realidad muestra que puedes escupir y maltratar públicamente al tricolor y luego te reciben con las pie… perdón con los brazos abiertos. Si lo dudan, pregúntenle a Javier Lozano, Alejandra Sota o al buen Armando Ríos Piter. Y, en lo local, también tenemos nuestros “jijos pródigos”. Siendo la paradoja que a los escasos priístas preparados, con experiencia, capital político y compromiso se les relega y trata peor que a escorts de Zona Divas. Partido caníbal.

PÚBLICO CONOCEDOR.PORQUE ME DA LA GANA. Cuando me preguntan por qué voy a votar por AMLO, me vienen a la mente mis consideraciones y motivos. Sin embargo, la respuesta más honesta y contundente es: porque me da la gana. Y eso es lo único positivo de todo este berenjenal en el que hemos convertido a nuestro sistema electoral: a Dios gracias, podemos sufragar por quien se nos pegue nuestra regalada gana, allende nuestras razones para ello.


Notario Público 19 de Querétaro.

ferortiz@notaria19qro.com