/ jueves 11 de abril de 2024

El toque femenino | Sororidad, el reto de las mujeres 


Cuando tenía unos nueve años en una reunión familiar escuché por primera vez una frase que rondó por mi cabeza durante varios días, en medio de una comida, una tía que hablaba sobre un problema que había surgido en su trabajo entre dos compañeras la soltó así sin más; “Si, es que ya saben, Mujeres Juntas Ni Difuntas”, le di vueltas y vueltas en mi mente por que no atinaba a entender por qué las mujeres no debíamos estar juntas ni siquiera difuntas, si la persona que más amaba en la vida era una mujer, mi madre, si la persona con la que jugaba todo el tiempo y a quién me tocaba cuidar en ocasiones era mi hermana, sí las mejores enseñanzas las obtenía de mis maestras, si los mejores relatos venían de mi abuela, por qué entonces no podíamos estar juntas.

Esa frase fue tomando sentido a medida que veía en las películas de Disney o en las telenovelas, a las protagonistas siempre bellas, siempre buenas, siempre dulces a las que les hacían la vida imposible, las peores enemigas que alguien podría tener y que siempre eran mujeres, malvadas, crueles no tan bellas como ellas y que destilaban odio, amargura y envidia, porque no tenían sus cualidades, atributos y tampoco eran tan agraciadas.

El punto es que varias generaciones crecimos con esa misma idea reforzada por el sistema patriarcal donde la obediencia y lealtad estaban reservadas para los padres, esposos, hermanos, suegros, pero no para las mujeres, por lo que la competencia, enemistad, traición y rivalidad femenina parecían un lugar común.

Nada más alejado de la realidad y justo por eso es que encuentro gran valía en la palabra “Sororidad” en español, Sororité en Francés o Sisterhood en inglés, que proviene del latín “Soror” cuyo significado es fraternidad o hermandad, pero sobre todo ese poder y valía radica en ejercerla, en ponerla en práctica, en convertirnos las mujeres en el principal apoyo de nosotras las mujeres y de saber que además de que podemos encontrar ese lugar seguro en nuestras madres, hermanas o amigas, podemos tener la certeza de que cualquier mujer aún sin conocerla estará para brindar su ayuda a la que lo necesite, porque justo de eso se trata, de ser y actuar como hermanas.

Y es que sí en nuestras manos está el poner en marcha la Sororidad en el día a día, en convertirla un estilo de vida ejerciendo este pacto entre mujeres para reconocernos como iguales y de esta manera aliarnos para llegar al tan ansiado empoderamiento femenino en equipo.

Actos como, reconocer que todas somos igualmente valiosas, evitar juzgar y etiquetar a las mujeres por su cuerpo, apariencia, preferencia sexual o religiosa, creer en el testimonio de las mujeres que confiesan algún tipo de acoso sexual o laboral, abstenernos de participar en pláticas en contra de alguna mujer y no ser parte de la revictimización de una mujer violentada asumiendo que fue su culpa, que se lo buscó o que ella lo provocó, son algunas de las acciones que modifican nuestra postura ante nuestras semejantes y la empatía se convierte en una compañera constante en cada momento de nuestra vida.

Aunque pareciera que esta palabra es muy nueva y de reciente uso la realidad es que se acuñó desde 1921 y fue el escritor español Miguel De Unamuno que perteneció a la generación del 98 quién percibió la necesidad de crear un término que hablara de la hermandad femenina y fue justo en los primeros meses de ese año cuando fue plasmada de manera impresa la palabra “Sororidad” en su obra titulada “La Tía Tula”.

Han sido muchas las mujeres feministas y pensadoras que a partir de la década de los 70 comenzaron a utilizarla en los discursos enfocados a la libertad, derechos de la mujer y contra la violencia femenina, en específico en México una de las principales promotoras del término es Marcela Lagarde, académica, política, investigadora y antropóloga.

Aún cuando la palabra Sororidad nació a inicios del siglo XX, fue incluida en el diccionario de la RAE, Real Academia de la Lengua Española entre el 2014 y 2018.

Por lo tanto, desechemos la idea de que “La Peor Enemiga de una Mujer es Otra Mujer” y de manera sororaria recordemos que “Las Mujeres Separadas, Podemos Ser Invisibles, pero las Mujeres Unidas Somos Invencibles”.




Cuando tenía unos nueve años en una reunión familiar escuché por primera vez una frase que rondó por mi cabeza durante varios días, en medio de una comida, una tía que hablaba sobre un problema que había surgido en su trabajo entre dos compañeras la soltó así sin más; “Si, es que ya saben, Mujeres Juntas Ni Difuntas”, le di vueltas y vueltas en mi mente por que no atinaba a entender por qué las mujeres no debíamos estar juntas ni siquiera difuntas, si la persona que más amaba en la vida era una mujer, mi madre, si la persona con la que jugaba todo el tiempo y a quién me tocaba cuidar en ocasiones era mi hermana, sí las mejores enseñanzas las obtenía de mis maestras, si los mejores relatos venían de mi abuela, por qué entonces no podíamos estar juntas.

Esa frase fue tomando sentido a medida que veía en las películas de Disney o en las telenovelas, a las protagonistas siempre bellas, siempre buenas, siempre dulces a las que les hacían la vida imposible, las peores enemigas que alguien podría tener y que siempre eran mujeres, malvadas, crueles no tan bellas como ellas y que destilaban odio, amargura y envidia, porque no tenían sus cualidades, atributos y tampoco eran tan agraciadas.

El punto es que varias generaciones crecimos con esa misma idea reforzada por el sistema patriarcal donde la obediencia y lealtad estaban reservadas para los padres, esposos, hermanos, suegros, pero no para las mujeres, por lo que la competencia, enemistad, traición y rivalidad femenina parecían un lugar común.

Nada más alejado de la realidad y justo por eso es que encuentro gran valía en la palabra “Sororidad” en español, Sororité en Francés o Sisterhood en inglés, que proviene del latín “Soror” cuyo significado es fraternidad o hermandad, pero sobre todo ese poder y valía radica en ejercerla, en ponerla en práctica, en convertirnos las mujeres en el principal apoyo de nosotras las mujeres y de saber que además de que podemos encontrar ese lugar seguro en nuestras madres, hermanas o amigas, podemos tener la certeza de que cualquier mujer aún sin conocerla estará para brindar su ayuda a la que lo necesite, porque justo de eso se trata, de ser y actuar como hermanas.

Y es que sí en nuestras manos está el poner en marcha la Sororidad en el día a día, en convertirla un estilo de vida ejerciendo este pacto entre mujeres para reconocernos como iguales y de esta manera aliarnos para llegar al tan ansiado empoderamiento femenino en equipo.

Actos como, reconocer que todas somos igualmente valiosas, evitar juzgar y etiquetar a las mujeres por su cuerpo, apariencia, preferencia sexual o religiosa, creer en el testimonio de las mujeres que confiesan algún tipo de acoso sexual o laboral, abstenernos de participar en pláticas en contra de alguna mujer y no ser parte de la revictimización de una mujer violentada asumiendo que fue su culpa, que se lo buscó o que ella lo provocó, son algunas de las acciones que modifican nuestra postura ante nuestras semejantes y la empatía se convierte en una compañera constante en cada momento de nuestra vida.

Aunque pareciera que esta palabra es muy nueva y de reciente uso la realidad es que se acuñó desde 1921 y fue el escritor español Miguel De Unamuno que perteneció a la generación del 98 quién percibió la necesidad de crear un término que hablara de la hermandad femenina y fue justo en los primeros meses de ese año cuando fue plasmada de manera impresa la palabra “Sororidad” en su obra titulada “La Tía Tula”.

Han sido muchas las mujeres feministas y pensadoras que a partir de la década de los 70 comenzaron a utilizarla en los discursos enfocados a la libertad, derechos de la mujer y contra la violencia femenina, en específico en México una de las principales promotoras del término es Marcela Lagarde, académica, política, investigadora y antropóloga.

Aún cuando la palabra Sororidad nació a inicios del siglo XX, fue incluida en el diccionario de la RAE, Real Academia de la Lengua Española entre el 2014 y 2018.

Por lo tanto, desechemos la idea de que “La Peor Enemiga de una Mujer es Otra Mujer” y de manera sororaria recordemos que “Las Mujeres Separadas, Podemos Ser Invisibles, pero las Mujeres Unidas Somos Invencibles”.