/ miércoles 22 de enero de 2020

Sólo para villamelones

El viernes pasado por la noche, ante un lleno espectacular en la bella plaza de toros de Juriquilla, Morante y Joselito Adame cubrieron, juntos, un segundo tercio; esa misma noche, el hidrocálido trepó al caballo y picó a uno de sus bureles, cosa, por cierto, que ya había realizado alguna vez, en España, el de la Puebla del Río.

Ambas acciones llamaron poderosamente la atención y motivaron múltiples comentarios, pero la pregunta es sin abonan a la Fiesta en estos tiempos que corren. ¿Realmente lo hacen?

¿Salir de lo habitual, representar otros roles, apostar por la espectacularidad, la puesta en escena y lo diferente, colabora a que el espectáculo taurino cause mayor emoción, o provoque mayor atención de los públicos cada vez más alejados de las plazas?

Me temo que aquí, como en tantas otras cosas de la vida, tengo muchas interrogantes y pocas respuestas. No sé si ayuda que Morante riegue la arena a mitad de una corrida, como lo ha hecho en alguna ocasión, o que Ferrera llegué a la plaza en su auto de colección, o que varios toreros entren a matar, de vez en vez, sin muleta, o que Ventura pretenda lidiar a caballo con una muleta…

Tal vez pienso, desde una perspectiva acaso anquilosada y retrógrada, lejana a los buenos oficios de la mercadotecnia moderna, que la Fiesta sería más atractiva si volviera, justamente, a sus orígenes, a su sabor primario y profundo, al sabor añejo de la verdad.

Por eso rescato de la corrida nocturna de Juriquilla, con especial énfasis, más allá de la puya de Joselito y de la colocación de banderillas por parte de los dos espadas, dos detalles capoteros del español: un galleo del Bu, que inmortalizó Joselito El Gallo y rescató Morante; y un Manguerazo de Villalta, o Serpentina, invento, a saber, de don Nicanor Villalta, o de Rafael, el otro Gallo.

Sí, creo que eso ayuda mucho más a nuestra alicaída Fiesta, pero quizá ésta sea sólo una débil creencia personal, y lo que realmente convenza a los distraídos espectadores taurinos de hoy es que Adame se trepe al caballo para picar, o que su hermano Luis David lo levante a hombros para sacarlo de la plaza en plan triunfador.

Y a las preguntas necias y sin respuesta sumo una más, igualmente torpe: ¿Estos toreros hubiesen cubierto el segundo tercio, con los galleos a cuerpo limpio incluidos, ante un toro, ya no digamos como los que salen en las plazas importantes españolas, sino con un poco de mayor presencia y poder que los de La Estancia que se lidiaron en la corrida de marras? Eso sí que hubiese sido interesante, o más interesante.

Agradezcamos, sin embargo, que se hayan presentado cosas distintas en Juriquilla; cosas que den de que hablar. Aunque, como digo, la duda de que sirvan de verdad a la Fiesta queda presente en mi ánimo.

El viernes pasado por la noche, ante un lleno espectacular en la bella plaza de toros de Juriquilla, Morante y Joselito Adame cubrieron, juntos, un segundo tercio; esa misma noche, el hidrocálido trepó al caballo y picó a uno de sus bureles, cosa, por cierto, que ya había realizado alguna vez, en España, el de la Puebla del Río.

Ambas acciones llamaron poderosamente la atención y motivaron múltiples comentarios, pero la pregunta es sin abonan a la Fiesta en estos tiempos que corren. ¿Realmente lo hacen?

¿Salir de lo habitual, representar otros roles, apostar por la espectacularidad, la puesta en escena y lo diferente, colabora a que el espectáculo taurino cause mayor emoción, o provoque mayor atención de los públicos cada vez más alejados de las plazas?

Me temo que aquí, como en tantas otras cosas de la vida, tengo muchas interrogantes y pocas respuestas. No sé si ayuda que Morante riegue la arena a mitad de una corrida, como lo ha hecho en alguna ocasión, o que Ferrera llegué a la plaza en su auto de colección, o que varios toreros entren a matar, de vez en vez, sin muleta, o que Ventura pretenda lidiar a caballo con una muleta…

Tal vez pienso, desde una perspectiva acaso anquilosada y retrógrada, lejana a los buenos oficios de la mercadotecnia moderna, que la Fiesta sería más atractiva si volviera, justamente, a sus orígenes, a su sabor primario y profundo, al sabor añejo de la verdad.

Por eso rescato de la corrida nocturna de Juriquilla, con especial énfasis, más allá de la puya de Joselito y de la colocación de banderillas por parte de los dos espadas, dos detalles capoteros del español: un galleo del Bu, que inmortalizó Joselito El Gallo y rescató Morante; y un Manguerazo de Villalta, o Serpentina, invento, a saber, de don Nicanor Villalta, o de Rafael, el otro Gallo.

Sí, creo que eso ayuda mucho más a nuestra alicaída Fiesta, pero quizá ésta sea sólo una débil creencia personal, y lo que realmente convenza a los distraídos espectadores taurinos de hoy es que Adame se trepe al caballo para picar, o que su hermano Luis David lo levante a hombros para sacarlo de la plaza en plan triunfador.

Y a las preguntas necias y sin respuesta sumo una más, igualmente torpe: ¿Estos toreros hubiesen cubierto el segundo tercio, con los galleos a cuerpo limpio incluidos, ante un toro, ya no digamos como los que salen en las plazas importantes españolas, sino con un poco de mayor presencia y poder que los de La Estancia que se lidiaron en la corrida de marras? Eso sí que hubiese sido interesante, o más interesante.

Agradezcamos, sin embargo, que se hayan presentado cosas distintas en Juriquilla; cosas que den de que hablar. Aunque, como digo, la duda de que sirvan de verdad a la Fiesta queda presente en mi ánimo.

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