/ miércoles 8 de enero de 2020

Valor-es Educación

Experiencia 2019 para la educación superior en México: Aprendizaje para construir el 2020, la visión desde la Universidad Autónoma de Querétaro


Sin duda el camino andado durante el 2019 en materia de educación superior no será en vano, un año de cambios y acomodos que deberán aprovecharse para mejorar el sistema educativo en México, al que urge renovar cimientos y edificar un nuevo proyecto más sólido y adecuado a la realidad actual y futura. Si algo fue patente durante el año que recién termina, es que en nuestro país, durante décadas, se dejó de pensar en la educación como motor de cambio y se le consideró más como una carga que como una inversión. No es necesario ir muy lejos: basta con ver la situación financiera de las instituciones públicas de educación superior.

Es cierto, mucho se ha hablado de la corrupción que en algunas instituciones se presentó, pero también se ha insistido en que no es el común denominador. Es cierto también, que el propio sistema financiero y de fiscalización a las universidades públicas requiere ajustes -mismos que ya se han empezado a implementar- y esto llevará un tiempo. El 2019 ha puesto en evidencia que las riendas estaban flojas y que las instituciones habremos de modificar muchos procedimientos administrativos. Sin embargo, también el sistema educativo nacional, a través de la Secretaría de Educación Pública y, en particular, de la Dirección General de Educación Superior, habrá de actualizarse para que se refleje la condición real de las universidades y su impacto social.

El sistema de aseguramiento de la calidad educativa deberá también evolucionar. Habrá que valorar más las tecnologías, la pertinencia, el campo laboral, la innovación educativa y la tranversalización de valores que garanticen la formación de profesionistas competentes, íntegros y honestos, de ciudadanas y ciudadanos comprometidos con la sociedad y con su entorno. Habrá que considerar no solo la obligatoriedad para la acreditación nacional de programas educativos, sino el tránsito a la internacionalización. Es necesario impulsar el emprendimiento universitario que permita una visión más actual de la universidad moderna. Hoy la universidad pública debe ser más propositiva, la productividad académica deberá considerar al mismo nivel la investigación -ciencias naturales, exactas, sociales y humanidades- y la vinculación con los diferentes sectores de la sociedad.

Hoy la universidad mexicana deberá mostrar su responsabilidad social. Es indispensable que el trabajo académico y formativo se traduzca en beneficios concretos para la comunidad a través de las y los profesionistas egresados, de productos y servicios, de proyectos de investigación, extensión y vinculación. La educación es el motor de cambio y desarrollo del país. Hoy más que nunca es necesario reivindicar el papel social de las universidades para el beneficio y crecimiento nacional.

El 2019 fue, sin duda, un año cuesta arriba para la educación superior. No será distinto el 2020 pero con la ventaja de que ya se ha andado camino, hay gestión realizada y acuerdos tomados, tal es el caso del Acuerdo de Tlatelolco de octubre pasado (ANUIES, 2019). Se han sumado voluntades que permitirán que se complete la curva de aprendizaje entre el actual gobierno y las universidades y se inicie la construcción de un nuevo proyecto de educación superior en México, el que dé respuesta a las exigencias de nuestra sociedad y propicie el cambio que tanto necesitamos. Un sistema firme, bien cimentado y con proyección. El futuro de las próximas generaciones depende de ello.

Sin duda, este gran proyecto requerirá del esfuerzo de todas y todos. Vale la pena.

Experiencia 2019 para la educación superior en México: Aprendizaje para construir el 2020, la visión desde la Universidad Autónoma de Querétaro


Sin duda el camino andado durante el 2019 en materia de educación superior no será en vano, un año de cambios y acomodos que deberán aprovecharse para mejorar el sistema educativo en México, al que urge renovar cimientos y edificar un nuevo proyecto más sólido y adecuado a la realidad actual y futura. Si algo fue patente durante el año que recién termina, es que en nuestro país, durante décadas, se dejó de pensar en la educación como motor de cambio y se le consideró más como una carga que como una inversión. No es necesario ir muy lejos: basta con ver la situación financiera de las instituciones públicas de educación superior.

Es cierto, mucho se ha hablado de la corrupción que en algunas instituciones se presentó, pero también se ha insistido en que no es el común denominador. Es cierto también, que el propio sistema financiero y de fiscalización a las universidades públicas requiere ajustes -mismos que ya se han empezado a implementar- y esto llevará un tiempo. El 2019 ha puesto en evidencia que las riendas estaban flojas y que las instituciones habremos de modificar muchos procedimientos administrativos. Sin embargo, también el sistema educativo nacional, a través de la Secretaría de Educación Pública y, en particular, de la Dirección General de Educación Superior, habrá de actualizarse para que se refleje la condición real de las universidades y su impacto social.

El sistema de aseguramiento de la calidad educativa deberá también evolucionar. Habrá que valorar más las tecnologías, la pertinencia, el campo laboral, la innovación educativa y la tranversalización de valores que garanticen la formación de profesionistas competentes, íntegros y honestos, de ciudadanas y ciudadanos comprometidos con la sociedad y con su entorno. Habrá que considerar no solo la obligatoriedad para la acreditación nacional de programas educativos, sino el tránsito a la internacionalización. Es necesario impulsar el emprendimiento universitario que permita una visión más actual de la universidad moderna. Hoy la universidad pública debe ser más propositiva, la productividad académica deberá considerar al mismo nivel la investigación -ciencias naturales, exactas, sociales y humanidades- y la vinculación con los diferentes sectores de la sociedad.

Hoy la universidad mexicana deberá mostrar su responsabilidad social. Es indispensable que el trabajo académico y formativo se traduzca en beneficios concretos para la comunidad a través de las y los profesionistas egresados, de productos y servicios, de proyectos de investigación, extensión y vinculación. La educación es el motor de cambio y desarrollo del país. Hoy más que nunca es necesario reivindicar el papel social de las universidades para el beneficio y crecimiento nacional.

El 2019 fue, sin duda, un año cuesta arriba para la educación superior. No será distinto el 2020 pero con la ventaja de que ya se ha andado camino, hay gestión realizada y acuerdos tomados, tal es el caso del Acuerdo de Tlatelolco de octubre pasado (ANUIES, 2019). Se han sumado voluntades que permitirán que se complete la curva de aprendizaje entre el actual gobierno y las universidades y se inicie la construcción de un nuevo proyecto de educación superior en México, el que dé respuesta a las exigencias de nuestra sociedad y propicie el cambio que tanto necesitamos. Un sistema firme, bien cimentado y con proyección. El futuro de las próximas generaciones depende de ello.

Sin duda, este gran proyecto requerirá del esfuerzo de todas y todos. Vale la pena.

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