En el discurso político, es común que los líderes resalten la importancia de la autoridad moral como fundamento de su legitimidad. Sin embargo, cuando esa autoridad moral se coloca por encima de la ley, se encienden alarmas en los cimientos mismos de la democracia. Recientemente, el presidente Andrés Manuel López Obrador ha desatado controversia al proclamar que su autoridad moral y política están por encima de la ley. Esta afirmación, lejos de fortalecer su liderazgo, nos remite a un peligroso precedente histórico que ha conducido a la tiranía y la opresión.
La declaración del presidente mexicano evoca reminiscencias de líderes autoritarios que han abusado del poder al colocar su supuesta moralidad por encima de las normas legales. Estos líderes, a lo largo de la historia, han utilizado esta creencia para justificar actos de represión, violencia y persecución política. Vladimir Putin, el presidente de Rusia, ha consolidado un control casi total sobre el poder político y ha sido acusado de socavar el estado de derecho y las instituciones democráticas en favor de su propio poder y autoridad. Putin ha empleado una combinación de represión interna y agresión externa para mantener su posición de poder, justificando sus acciones en nombre de la estabilidad y la seguridad nacional.
Kim Jong-il y Kim Jong-un, los líderes de Corea del Norte, han cultivado una imagen de divinidad y han afirmado una autoridad casi divina sobre el país, por encima de cualquier ley o norma. La dinastía Kim ha gobernado Corea del Norte con mano de hierro, utilizando la represión brutal para silenciar cualquier forma de disidencia y perpetuarse en el poder. La propaganda estatal ha creado una narrativa en la que los líderes norcoreanos son venerados como salvadores del pueblo, cuya autoridad moral y política es indiscutible.
Xi Jinping, el líder de China y secretario general del Partido Comunista Chino, ha reforzado el control del partido sobre el gobierno y la sociedad, mostrando una creencia en la autoridad moral y política del partido sobre cualquier ley o norma. Bajo su mandato, China ha experimentado un aumento en la represión de la libertad de expresión, la persecución de minorías étnicas y religiosas, y la consolidación del poder autoritario del partido. Xi ha promovido una ideología nacionalista y autoritaria que busca legitimar su liderazgo y perpetuar el dominio del partido sobre el país.
El presidente López Obrador, al sugerir que su autoridad moral prima sobre la ley, desvía peligrosamente el rumbo de la democracia mexicana. La democracia se basa en el principio de la igualdad ante la ley, donde ningún individuo, por más alto que sea su cargo, está por encima de las normas establecidas. Cuando un líder político desafía este principio fundamental, socava los cimientos de la democracia y abre la puerta a la arbitrariedad y el abuso de poder.
Es imperativo recordar que el respeto a la ley no es una opción, sino un deber inherente a la función pública. Ningún líder, por más carismático que sea, tiene el derecho de arrogarse una autoridad moral que lo exima de cumplir con las leyes y las normativas vigentes. La historia nos enseña que cuando un líder se erige como juez y parte, los derechos individuales y las libertades civiles corren peligro.
La democracia no solo se construye sobre la base de instituciones sólidas, sino también sobre una cultura de respeto a la legalidad y los derechos humanos. La afirmación del presidente López Obrador de que volvería a exponer el número telefónico de periodistas en nombre de la "dignidad del Presidente de México" contradice los principios básicos de la libertad de prensa y la protección de la privacidad personal. Al desestimar las preocupaciones legítimas sobre la vulneración de datos personales, el presidente envía un mensaje alarmante de impunidad y desprecio hacia los derechos individuales.
Es hora de recordar que el poder político no es un fin en sí mismo, sino un medio para el servicio público y el bienestar de la sociedad. Ningún líder, sin importar su cargo o sus aspiraciones políticas, debe olvidar que su autoridad deriva del consentimiento de los ciudadanos y está sujeta al escrutinio y la rendición de cuentas. La democracia exige líderes responsables y humildes, comprometidos con el imperio de la ley y los valores democráticos.
La afirmación del presidente López Obrador de que su autoridad moral está por encima de la ley es un error que no debe pasarse por alto. Recordemos las lecciones de la historia y resistamos cualquier intento de erosionar los pilares de la democracia. La democracia es frágil, pero también es resistente cuando los ciudadanos están dispuestos a defenderla. Es nuestra responsabilidad exigir cuentas a nuestros líderes y defender los principios democráticos que tanto hemos luchado por alcanzar.
*Diputado local PRI