/ martes 8 de septiembre de 2020

María Montessori: la mujer revolucionaria que marcó la enseñanza

Fue una mujer decidida en un mundo de hombres, en un tiempo de hombres. Cuando las mujeres en Italia solo podían ser maestras, ella decidió ser médica. Fue una persona valiente que revolucionó la enseñanza con su método pedagógico. Nació hace 150 años, pero su nombre sigue resonando: María Montessori.

“Fue toda una sorpresa descubrir y conocer a María Montessori en profundidad. Creo que es una mujer de la que todos podemos aprender”, dice Magela Ronda, escritora y coautora del libro ilustrado “María Montessori. Una vida para los niños”, publicado por Penguin Random House.

Montessori nació el 31 de agosto de 1870 en Chiaravalle, una pequeña localidad cerca de Ancona, en la región italiana de Le Marche. Cuenta Ronda en el libro, ilustrado por Leire Salaberria, que Alessandro Montessori, el padre de María, era un hombre culto que, a pesar de sus ideas conservadoras y su formación militar, veía con buenos ojos los cambios que atravesaba el país.

María Montessori saluda a asistentes al 8º Congreso Internacional Montessori celebrado en San Remo, en 1949. EFE/PUBLIFOTO

La madre de María, por su parte, fue fundamental en el desarrollo personal y profesional de su hija. Renilde Stoppani era una mujer culta y con buena educación, con ideas propias y capaz de argumentarlas y defenderlas. Stoppani y Alessandro se casaron en 1866 y, tres años después, nació su única hija, María. Se trasladaron a Florencia cuando María tenía tres años y, dos años después, fijaron su residencia en Roma.

María Montessori fue la primera mujer en estudiar Medicina en Italia. “Imagínate por un momento lo que eso significa: ser la primera y, sobre todo, la única mujer en la universidad, en un mundo de hombres que intentaban que nada cambiara”, dice Ronda. En 1896 acabó sus estudios y comenzó a ejercer como médica asistente en la Clínica Psiquiátrica de la Universidad de Roma.

Montessori, que nunca quiso ser maestra, la única carrera universitaria abierta a las mujeres, acabó marcando el mundo de la pedagogía. De sus experiencias con los niños menos privilegiados de Roma nació la inquietud que la llevó a desarrollar el conocido método Montessori.

Imagen de Ana Frank, una alumna Montessori en foto de 1941. Se hizo mundialmente famosa de forma póstuma por sus escritos mientras su familia y otros judíos se escondían de la persecución nazi. EFE/Fundación Ana Frank Amsterdam y Basilea

En 1907, alejada de la medicina, fundó la “Casa dei bambini” (casa de los niños), la primera escuela Montessori, en San Lorenzo, por aquel entonces un barrio romano marginal. Hasta su muerte en 1959, María vivió en diferentes lugares viajando y compartiendo su sabiduría.

Entre todos los niños, uno destacó para María: Mario, el único hijo de la médica, fruto de una relación con su colega y psiquiatra Giuseppe Montesano y nacido en 1898. Fue dado en adopción, según algunos indicios, de manera forzosa, y volvieron a reunirse y vivir juntos en 1913.

Los niños que siguen el método, dice la página de la sucursal española de la Asociación Montessori Internacional, “se desarrollan en un ambiente preparado, basado es unos principios naturales muy claros con la idea de que el niño sea su propios maestro”. Estos principios son: la autonomía, independencia, iniciativa, capacidad de elegir, desarrollo de la voluntad y autodisciplina.

Fue una mujer decidida en un mundo de hombres, en un tiempo de hombres. Cuando las mujeres en Italia solo podían ser maestras, ella decidió ser médica. Fue una persona valiente que revolucionó la enseñanza con su método pedagógico. Nació hace 150 años, pero su nombre sigue resonando: María Montessori.

“Fue toda una sorpresa descubrir y conocer a María Montessori en profundidad. Creo que es una mujer de la que todos podemos aprender”, dice Magela Ronda, escritora y coautora del libro ilustrado “María Montessori. Una vida para los niños”, publicado por Penguin Random House.

Montessori nació el 31 de agosto de 1870 en Chiaravalle, una pequeña localidad cerca de Ancona, en la región italiana de Le Marche. Cuenta Ronda en el libro, ilustrado por Leire Salaberria, que Alessandro Montessori, el padre de María, era un hombre culto que, a pesar de sus ideas conservadoras y su formación militar, veía con buenos ojos los cambios que atravesaba el país.

María Montessori saluda a asistentes al 8º Congreso Internacional Montessori celebrado en San Remo, en 1949. EFE/PUBLIFOTO

La madre de María, por su parte, fue fundamental en el desarrollo personal y profesional de su hija. Renilde Stoppani era una mujer culta y con buena educación, con ideas propias y capaz de argumentarlas y defenderlas. Stoppani y Alessandro se casaron en 1866 y, tres años después, nació su única hija, María. Se trasladaron a Florencia cuando María tenía tres años y, dos años después, fijaron su residencia en Roma.

María Montessori fue la primera mujer en estudiar Medicina en Italia. “Imagínate por un momento lo que eso significa: ser la primera y, sobre todo, la única mujer en la universidad, en un mundo de hombres que intentaban que nada cambiara”, dice Ronda. En 1896 acabó sus estudios y comenzó a ejercer como médica asistente en la Clínica Psiquiátrica de la Universidad de Roma.

Montessori, que nunca quiso ser maestra, la única carrera universitaria abierta a las mujeres, acabó marcando el mundo de la pedagogía. De sus experiencias con los niños menos privilegiados de Roma nació la inquietud que la llevó a desarrollar el conocido método Montessori.

Imagen de Ana Frank, una alumna Montessori en foto de 1941. Se hizo mundialmente famosa de forma póstuma por sus escritos mientras su familia y otros judíos se escondían de la persecución nazi. EFE/Fundación Ana Frank Amsterdam y Basilea

En 1907, alejada de la medicina, fundó la “Casa dei bambini” (casa de los niños), la primera escuela Montessori, en San Lorenzo, por aquel entonces un barrio romano marginal. Hasta su muerte en 1959, María vivió en diferentes lugares viajando y compartiendo su sabiduría.

Entre todos los niños, uno destacó para María: Mario, el único hijo de la médica, fruto de una relación con su colega y psiquiatra Giuseppe Montesano y nacido en 1898. Fue dado en adopción, según algunos indicios, de manera forzosa, y volvieron a reunirse y vivir juntos en 1913.

Los niños que siguen el método, dice la página de la sucursal española de la Asociación Montessori Internacional, “se desarrollan en un ambiente preparado, basado es unos principios naturales muy claros con la idea de que el niño sea su propios maestro”. Estos principios son: la autonomía, independencia, iniciativa, capacidad de elegir, desarrollo de la voluntad y autodisciplina.

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