Consuelo de León Muñoz, a quien cariñosamente llaman "Doña Chelo", se ha distinguido por el amor que pone a cada uno de los tamales que por necesidad comenzó a vender de casa en casa en el Barrio de la Cruz, hasta que fue descubierta por Willy Murillo, cuando era director de Cómicos de la Legua y la invitó a trabajar con él en el teatro, momento que definitivamente le cambió la vida.
Doña Chelo, su esposo Trini y su hija Chelo nos reciben en su hogar, después de terminar la jornada de venta en el Mercado de la Cruz y así comienza la cálida plática de esta admirable mujer.
"Un día que cumplió años mi hija, hice un bote de tamales y me sobraron, así que salí a la calle y comencé a venderlos, más que nada por necesidad. Luego los vecinos y trabajadores de los locales me pedían que les vendiera porque les gustaban mucho. Así salía todos los días", recuerda doña Chelo, para continuar "un día le vendí a don Wilfrido Murillo quien era el director del teatro" Cómicos de la Legua", que le gustaron tanto, que un día me dijo -doña Chelo, ¿quiere trabajar conmigo?, luego, luego pensé, ¿en qué puedo trabajar yo, con él?, entonces me dijo -necesito que me haga tamales para vender a la hora de la función, serían aproximadamente 200 diarios -, me sorprendí yo a más hacía 50 tamales. Le contesté que no podía, porque no tenía los utensilios suficientes para producir esa cantidad. Me dijo no te preocupes y me adelantó mil pesos, con lo que compré mis primeras vaporeras grandes y la primera materia prima. Con él duré 10 años, hasta que terminó su administración".
Para Chelo la oportunidad que le dio Willy Murillo fue una bendición, pues reconoce que tenía la necesidad y el empleo la ayudó a salir adelante junto a sus cuatro hijos y su esposo.
LLEGA AL MERCADO DE LA CRUZ
Una vez que concluyó su círculo en Cómicos, doña Chelo recuerda que fue con la organización del Mercado de la Cruz para pedir un lugar y Lalo Bárcenas, le dio esa esquina en Gutiérrez Nájera y 15 de Mayo, un lugar bendito donde ya tiene 33 años y que tantas anécdotas y buenos momentos le ha traído.
"He visto crecer muchachos que iban chiquitos a la escuela y pasaban por su tamal y su torta, hoy regresan convertidos en profesionistas y hasta con hijos, eso me da mucha emoción".
En la plática interviene su hija Chelo, "mis papás siempre compran mucho bolillo, entonces a sus clientes o a quienes se acercan que están en vulnerabilidad le dan un bolillito. Siguen también acostumbrando el famoso pilón".
Anécdotas como están son muchas, la nostalgia invade a doña Chelo, cuando recuerda que la elaboración de tamales se la enseñó una tía, pero su mamá le dio un consejo de oro que hoy guarda en su corazón, "si vas hacer tamales, hazlos bien, así sea una olla chiquita, que estén bien hechos". Sus ojos se llenan de lágrimas y con la voz entre cortada habla de sus queridos padres, Erasmo de León Juárez y Antonia Muñoz Rangel, "por ellos soy quien soy, me enseñaron a trabajar honradamente, hacer las cosas bien hechas y cuando recibí el premio, me dieron muchas ganas de llorar porque me acordé de mi mamá y todos sus consejos. Creo que sí valió la pena".
EL LEGADO
Hoy a sus 73 años doña Chelo sigue amasando y preparando sus tamales con el cariño y amor de siempre, pero sabe que poco a poco tendrá que ir dejando el negocio que junto a su esposo don Trini han mantenido a flote, pero sus hijas Chelo y Vero continúan la tradición y el ejemplo que sus padres les han dado, ser personas de trabajo y hacer su producto con mucho amor, pues ese es el secreto de estos tamales de concurso.