Creer que la Carrera Panamericana se trata de solo velocidad y adrenalina, de los imponentes Porsche, Studebaker, Buick o Mustang que circulan en ella o de rechinidos sobre el asfalto y curvas mortales es quedarse a medias. Podría hablar de La Pana sin necesidad de mencionar todo eso y aun así seguir hablando de ella.
Porque más allá de todo eso están las rutas que atraviesan como grietas este país de contrastes que conmueven y abruman. Esas rutas que nos llevan entre valles y montañas del mar al bosque; del bosque al desierto, y que nos desvelan sendas que amanecen entre la bruma, ciudades donde las campanadas de las iglesias retumban entre cerros, o pueblos mágicos de pórticos de colores donde la vida es una fiesta. Esto también es La Pana.
Y si acercamos más la lupa a todo este escenario nos toparemos con su gente. Desde el equipo que soñó y rescató esta leyenda hace más de treinta años, hasta los fervientes pilotos y navegantes que sacan la garra en la pista y el corazón fuera de ella para hacer de este evento una aventura llena de camaradería y complicidad. Y los anfitriones: toda esa gente que espera año con año ilusionada la llegada del convoy y lo recibe entre gritos y aplausos, siempre generosa, como si fuera la primera vez. Esto también es La Pana.
Es el tercer año que recorro el país de Oaxaca a Durango documentando este celebérrimo rally (el mero mero de los rallys internacionales, ya escribí en otra ocasión). Como profesional, es un honor pertenecer al gran equipo de La Carrera Panamericana, pero el honor es aun mayor al tener el cometido de fotografiar y capturar ese lado del que casi nadie habla pero que sin duda es el pegamento que mantiene unidas todas las piezas y al que yo llamo humanidad.
En este tiempo donde sentimos que el país se fractura, donde nos enteramos que allende las fronteras nos miran con recelo, la Carrera Panamericana se ha vuelto para mí una ventana a otra cara de México que me inyecta confianza y me ayuda a creer en él.
Ya habrá muchos que se ocupen de narrar las estadísticas, los récords y los tiempos. A mí me toca poner el acento en el asombro, la entrega, la pasión de la gente que voy encontrando en este periplo; en la majestuosidad y belleza de nuestro país. Porque eso también es La Pana.
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