/ sábado 23 de junio de 2018

Alfonso López, el hombre detrás del Coraje Creativo

Hace 8 años, Alfonso López Rivera decidió emprender la aventura de escribir en las páginas del suplemento cultural BARROCO de DIARIO DE QUERÉTARO. Su intención era llevar, de una manera amable, su pasión por el jazz a los lectores.

Desde entonces, cada semana “Ornicoleman” llena de color y música su colaboración. A través de El coraje creativo, nombre de la columna, el administrador de empresas busca compensar la poca educación musical que existe en México, pero sobretodo, contagiar de su pasión a quien lo lee.

“Han borrado desde las primarias el concepto de música, no hay arte. La clase política no se cuestiona: el arte para qué sirve, no hay una reflexión, por eso se ha demeritado tanto la educación en México”, sostiene el músico en entrevista.

El amor por el jazz

López Rivera es administrador de empresas, carrera que cursó en el Tecnológico de Celaya, en la tierra guanajuatense que lo vio nacer.

Pero su pasión por el jazz ha trascendido su carrera profesional. Los primeros acercamientos que tuvo con la música fueron a los 5 años, cuando recuerda haber reconocido a Los Beatles en la televisión, “sabía que eran importantes y de repente verlos en televisión, en casa de mis padres, fue algo que me marcó”, apunta.

Más tarde llegaron a sus oídos otros grupos comerciales como Tom Jones y The Archies; sin embargo, fue hasta la adolescencia que comienza su acercamiento formal al jazz. Fue el álbum “The Turning Point”, de John Mayall, su primera compra musical, al que luego sumaría otro disco: “Tarkus”, de la banda Emerson, Lake & Palmer.

“Ese disco a mí me volvió loco, como que fue un “fregadazo” en la cabeza. King Crimson también para mí fue brutal, dije: ¿Qué es eso?, eso es otra cosa, me volvió loco, no lo podía creer, así como Tarkus me puso imperativo, nervioso; escucho a King Crimson y me doy otro trancazote”, apunta.

A lista de artistas se suma el estadounidense Chick Corea y el canadiense Gino Vannelli, “y es cuando digo: ¡ah caray! este es el jazz. Eso pasa con la mayoría de las personas que dicen: no me gusta el jazz, lo que pasa es que no lo conocemos, a mí me pasó, y entonces cuando empiezo a escuchar a Chick Corea y qué curioso, empiezo a escuchar a Gino Vannelli, yo decía: es super fresisíma y cuando escucho su tercer disco de solista me fui para atrás”, agrega el percusionista.

Estos acercamientos con el pop, el rock, el funk y sobre todo con el jazz, lo comenzaron a cuestionar sobre el origen de la música. Su inquietud lo lleva a seguir la línea de tiempo del jazz.

“La lectura me obliga a regresarme, el jazz de los 70 es uno, pero dónde están las raíces, entonces me regreso y topo con Charlie Parker y me vuelvo loco con Charlie Parker”, recuerda.

En el camino se ha encontrado a decenas de músicos virtuosos, como John Scofield, Pat Metheny, Bill Frisell, Lester Bowie, Charles Mingus, David Murray, Cecil Taylor, John Coltrane y una larga lista de artistas de los que se ha ocupado a través de su pluma, y otros que aún esperan su turno para aparecer en El Coraje Creativo.

Esta curiosidad por el género no cesa, Alfonso lo ha hecho fehaciente en cada publicación de BARROCO, publicación en la que ha aparecido en la gran mayoría de sus 715 números. Escribir un artículo, comparte, le lleva hasta cinco horas y no es para menos, el género lo demanda.

Los grandes músicos tienen un concepto muy grande de la filosofía, tienen un concepto filosófico a través de la creación, de su proyecto, eso es lo que se me hace maravilloso, esos son los músicos que amo, (…) cualquier persona que deja huella en la humanidad, en el hombre y ese legado, es para el futuro”, subraya.

El ejecutante

A los 13 años, Alfonso emulaba a Denny Laine, el guitarrista de Wings, o al menos eso intentó, pero con el tiempo descubrió que lo suyo eran las percusiones.

Más tarde se unió formalmente a una banda, mientras estudiaba la carrera de Administración en el Tecnológico de Celaya, pero sólo duró un semestre, lo mismo que su servicio social.

Sus inquietudes lo llevaron a nuevos intentos por conformar un par de bandas más, pero se quedaron en experimentos fallidos, como el mismo López Rivera refiere. En esas agrupaciones estaban Alfonso Rojo y Víctor Linares, quienes a la postre se convirtieron en compañeros de vida.

“A veces los grupos no funcionan, porque los músicos no nos ponemos de acuerdo.

Yo ya estaba a punto de vender mis instrumentos, yo ya no quiero tocar, -decía- ya no quiero hacer nada, y Mauricio (Nogueras) me rescata”.

Aquella propuesta de rescate fue Diésel, proyecto en el que no se queda más de seis meses.

“Casi en automático, con un guitarrista que conocí en la Ciudad de México, hacemos un grupo en el 95 que se llamó “Mundos internos”. Aquel músico, recuerda el entrevistado, era Carlos Romero, quien fue alumno de Pancho Mondragón.

Aquella etapa resulta de gran aprendizaje para “Ornicoleman”, quien refiere que el nivel técnico que se le demanda, lo llevó a subir su propio estándar musical, pues este proyecto estuvo empatado con invitaciones a tocar por parte de Arturo Cipriano, fundador de agrupaciones referencia como La Nopalera y Mitote Jazz.

“Eran subidas de presión para aprender, porque yo soy autodidacta, entonces tenía que aprender sobre la marcha tiempos irregulares y figuras rarísimas, porque aquí se acostumbra a tocar música de Brasil, de Uruguay. Entonces con toda la cultura que trae Arturo Cipriano, (…) era como acercarme a las raíces de la música latina con el jazz”.

Para 2005, el músico Alejandro Angulo lo invita a conformar otro proyecto, a él, además del entrevistado, se unieron el baterista Sergei Sokolov y Alejandro Villanueva.

Posteriormente, en 2008, nace proyecto WEF, “un punto de comunión entre cuatro pensamientos musicales, de experiencias, formación e intereses diversos, pero con una idea clara: hacer música”, se lee en el mensaje, escrito por “Ornicoleman”, que aparece en el disco Creación Espontanea del referido grupo.

Proyecto WEF fue el resultado de la unión de tres agrupaciones: Wamazo, Ecotopía y Fuxé. Víctor Castillo, en la batería; Cris Van Beuren, en la guitarra; Omar Vázquez en el bajo y Óscar Salazar en el vibráfono, fueron la base del grupo, al cual, Alfonso invitó al pianista, Gabriel Hernández y al saxofonista, Gabriel Bringas.

Actualmente y a la manera de Arturo Cipriano, quien ha conjuntado a un centenar de músicos a lo largo del país, a quienes denomina “los mitoteros”, y los convoca a tocar cuando visita sus ciudades, Alfonso crea el Ensamble de Música Creativa, iniciativa que le permite explorar música con diferentes ejecutantes.

Con este proyecto ofreció ayer un concierto en Neblinas - Ecotienda & Café. Lo acompañaron a tocar el guitarrista Leo Requejo, el vibrafonista Óscar Salazar y el baterista Ernesto L. Mancebo del Castillo.

Cabe destacar que López Rivera ha tocado además con músicos de la talla de Gabriel Hernández, Luís Gasca, Taylor Mitchell y Robert Kaplan.

¿Ornicoleman?

En un hotel de Pátzcuaro nació el mote de “ornicoleman”, es un juego de palabras que se creó a partir de la palabra ornitorrinco, el mamífero que pone huevos, y el apellido del saxofonista estadounidense, Ornette Coleman, del que es admirador el articulista.

En el citado lugar, Alfonso se encontraba con sus compañeros músicos de lo que entonces era el grupo Fuxé.

“Jugábamos a la historia de un ornitorrinco y entonces yo traía unos zapatos, cuando hicimos una gira y estábamos en un hotel de Pátzcuaro, entonces yo tenía unos zapatos que hacían ruido, y los músicos decían: ahí viene orni, orni, orni… esto por lo de ornitorrinco, pero el baterista me puso Ornicoleman, porque soy un amante de la música de Ornette Coleman”, remata.

El Coraje Creativo, nombre que le da titulo a la columna que se publica en este suplemento, surge tras el acercamiento de Alfonso con la neurociencia y es cuando descubre el trabajo del psicólogo y psicoterapeuta existencialista estadounidense, Rollo May.

“Él decía que el coraje creativo era aquel pensamiento de personas que mandaban chispazos para el futuro o guías de lo que iba a hacer el futuro en el arte y él encontraba esa característica en los músicos de jazz”, apunta.

Bajo esta premisa, Alfonso López seguirá dejando registro, a través de estas páginas, sobre el jazz, la música que parece siempre adelantarse a su tiempo.


Hace 8 años, Alfonso López Rivera decidió emprender la aventura de escribir en las páginas del suplemento cultural BARROCO de DIARIO DE QUERÉTARO. Su intención era llevar, de una manera amable, su pasión por el jazz a los lectores.

Desde entonces, cada semana “Ornicoleman” llena de color y música su colaboración. A través de El coraje creativo, nombre de la columna, el administrador de empresas busca compensar la poca educación musical que existe en México, pero sobretodo, contagiar de su pasión a quien lo lee.

“Han borrado desde las primarias el concepto de música, no hay arte. La clase política no se cuestiona: el arte para qué sirve, no hay una reflexión, por eso se ha demeritado tanto la educación en México”, sostiene el músico en entrevista.

El amor por el jazz

López Rivera es administrador de empresas, carrera que cursó en el Tecnológico de Celaya, en la tierra guanajuatense que lo vio nacer.

Pero su pasión por el jazz ha trascendido su carrera profesional. Los primeros acercamientos que tuvo con la música fueron a los 5 años, cuando recuerda haber reconocido a Los Beatles en la televisión, “sabía que eran importantes y de repente verlos en televisión, en casa de mis padres, fue algo que me marcó”, apunta.

Más tarde llegaron a sus oídos otros grupos comerciales como Tom Jones y The Archies; sin embargo, fue hasta la adolescencia que comienza su acercamiento formal al jazz. Fue el álbum “The Turning Point”, de John Mayall, su primera compra musical, al que luego sumaría otro disco: “Tarkus”, de la banda Emerson, Lake & Palmer.

“Ese disco a mí me volvió loco, como que fue un “fregadazo” en la cabeza. King Crimson también para mí fue brutal, dije: ¿Qué es eso?, eso es otra cosa, me volvió loco, no lo podía creer, así como Tarkus me puso imperativo, nervioso; escucho a King Crimson y me doy otro trancazote”, apunta.

A lista de artistas se suma el estadounidense Chick Corea y el canadiense Gino Vannelli, “y es cuando digo: ¡ah caray! este es el jazz. Eso pasa con la mayoría de las personas que dicen: no me gusta el jazz, lo que pasa es que no lo conocemos, a mí me pasó, y entonces cuando empiezo a escuchar a Chick Corea y qué curioso, empiezo a escuchar a Gino Vannelli, yo decía: es super fresisíma y cuando escucho su tercer disco de solista me fui para atrás”, agrega el percusionista.

Estos acercamientos con el pop, el rock, el funk y sobre todo con el jazz, lo comenzaron a cuestionar sobre el origen de la música. Su inquietud lo lleva a seguir la línea de tiempo del jazz.

“La lectura me obliga a regresarme, el jazz de los 70 es uno, pero dónde están las raíces, entonces me regreso y topo con Charlie Parker y me vuelvo loco con Charlie Parker”, recuerda.

En el camino se ha encontrado a decenas de músicos virtuosos, como John Scofield, Pat Metheny, Bill Frisell, Lester Bowie, Charles Mingus, David Murray, Cecil Taylor, John Coltrane y una larga lista de artistas de los que se ha ocupado a través de su pluma, y otros que aún esperan su turno para aparecer en El Coraje Creativo.

Esta curiosidad por el género no cesa, Alfonso lo ha hecho fehaciente en cada publicación de BARROCO, publicación en la que ha aparecido en la gran mayoría de sus 715 números. Escribir un artículo, comparte, le lleva hasta cinco horas y no es para menos, el género lo demanda.

Los grandes músicos tienen un concepto muy grande de la filosofía, tienen un concepto filosófico a través de la creación, de su proyecto, eso es lo que se me hace maravilloso, esos son los músicos que amo, (…) cualquier persona que deja huella en la humanidad, en el hombre y ese legado, es para el futuro”, subraya.

El ejecutante

A los 13 años, Alfonso emulaba a Denny Laine, el guitarrista de Wings, o al menos eso intentó, pero con el tiempo descubrió que lo suyo eran las percusiones.

Más tarde se unió formalmente a una banda, mientras estudiaba la carrera de Administración en el Tecnológico de Celaya, pero sólo duró un semestre, lo mismo que su servicio social.

Sus inquietudes lo llevaron a nuevos intentos por conformar un par de bandas más, pero se quedaron en experimentos fallidos, como el mismo López Rivera refiere. En esas agrupaciones estaban Alfonso Rojo y Víctor Linares, quienes a la postre se convirtieron en compañeros de vida.

“A veces los grupos no funcionan, porque los músicos no nos ponemos de acuerdo.

Yo ya estaba a punto de vender mis instrumentos, yo ya no quiero tocar, -decía- ya no quiero hacer nada, y Mauricio (Nogueras) me rescata”.

Aquella propuesta de rescate fue Diésel, proyecto en el que no se queda más de seis meses.

“Casi en automático, con un guitarrista que conocí en la Ciudad de México, hacemos un grupo en el 95 que se llamó “Mundos internos”. Aquel músico, recuerda el entrevistado, era Carlos Romero, quien fue alumno de Pancho Mondragón.

Aquella etapa resulta de gran aprendizaje para “Ornicoleman”, quien refiere que el nivel técnico que se le demanda, lo llevó a subir su propio estándar musical, pues este proyecto estuvo empatado con invitaciones a tocar por parte de Arturo Cipriano, fundador de agrupaciones referencia como La Nopalera y Mitote Jazz.

“Eran subidas de presión para aprender, porque yo soy autodidacta, entonces tenía que aprender sobre la marcha tiempos irregulares y figuras rarísimas, porque aquí se acostumbra a tocar música de Brasil, de Uruguay. Entonces con toda la cultura que trae Arturo Cipriano, (…) era como acercarme a las raíces de la música latina con el jazz”.

Para 2005, el músico Alejandro Angulo lo invita a conformar otro proyecto, a él, además del entrevistado, se unieron el baterista Sergei Sokolov y Alejandro Villanueva.

Posteriormente, en 2008, nace proyecto WEF, “un punto de comunión entre cuatro pensamientos musicales, de experiencias, formación e intereses diversos, pero con una idea clara: hacer música”, se lee en el mensaje, escrito por “Ornicoleman”, que aparece en el disco Creación Espontanea del referido grupo.

Proyecto WEF fue el resultado de la unión de tres agrupaciones: Wamazo, Ecotopía y Fuxé. Víctor Castillo, en la batería; Cris Van Beuren, en la guitarra; Omar Vázquez en el bajo y Óscar Salazar en el vibráfono, fueron la base del grupo, al cual, Alfonso invitó al pianista, Gabriel Hernández y al saxofonista, Gabriel Bringas.

Actualmente y a la manera de Arturo Cipriano, quien ha conjuntado a un centenar de músicos a lo largo del país, a quienes denomina “los mitoteros”, y los convoca a tocar cuando visita sus ciudades, Alfonso crea el Ensamble de Música Creativa, iniciativa que le permite explorar música con diferentes ejecutantes.

Con este proyecto ofreció ayer un concierto en Neblinas - Ecotienda & Café. Lo acompañaron a tocar el guitarrista Leo Requejo, el vibrafonista Óscar Salazar y el baterista Ernesto L. Mancebo del Castillo.

Cabe destacar que López Rivera ha tocado además con músicos de la talla de Gabriel Hernández, Luís Gasca, Taylor Mitchell y Robert Kaplan.

¿Ornicoleman?

En un hotel de Pátzcuaro nació el mote de “ornicoleman”, es un juego de palabras que se creó a partir de la palabra ornitorrinco, el mamífero que pone huevos, y el apellido del saxofonista estadounidense, Ornette Coleman, del que es admirador el articulista.

En el citado lugar, Alfonso se encontraba con sus compañeros músicos de lo que entonces era el grupo Fuxé.

“Jugábamos a la historia de un ornitorrinco y entonces yo traía unos zapatos, cuando hicimos una gira y estábamos en un hotel de Pátzcuaro, entonces yo tenía unos zapatos que hacían ruido, y los músicos decían: ahí viene orni, orni, orni… esto por lo de ornitorrinco, pero el baterista me puso Ornicoleman, porque soy un amante de la música de Ornette Coleman”, remata.

El Coraje Creativo, nombre que le da titulo a la columna que se publica en este suplemento, surge tras el acercamiento de Alfonso con la neurociencia y es cuando descubre el trabajo del psicólogo y psicoterapeuta existencialista estadounidense, Rollo May.

“Él decía que el coraje creativo era aquel pensamiento de personas que mandaban chispazos para el futuro o guías de lo que iba a hacer el futuro en el arte y él encontraba esa característica en los músicos de jazz”, apunta.

Bajo esta premisa, Alfonso López seguirá dejando registro, a través de estas páginas, sobre el jazz, la música que parece siempre adelantarse a su tiempo.


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