/ domingo 9 de octubre de 2022

Blanquita, de Fernando Guzzoni, es enviada por Chile al Oscar

La cinta sobre el caso real de una joven víctima que destapó una red de pederastia en el país sudamericano, es una coproducción con México 

Seleccionada para representar a Chile en la categoría de Mejor Película Internacional de los Premios de la Academia de Estados Unidos, Blanquita, de Fernando Guzzoni, es una coproducción de varios países, entre ellos México, a través de Pablo Zimbrón con su compañía Varios Lobos y contó con la participación de varios mexicanos como parte de su equipo técnico.

La película sobre el caso real de una joven refugiada en un orfanato que denuncia una red de pedofilia que involucra a políticos y empresarios de alto nivel en Chile, ganó el Premio a Mejor Guión de la sección Orizzonti del pasado Festival de Cine de Venecia.

“Fue un escándalo sexual y político muy mediático en Chile y yo hice una investigación muy profunda de los documentos oficiales, entrevistas a personas que estuvieron relacionadas con el caso, eso me permitió construir el guión, de este caso donde miembros de la élite estuvieron abusando sexualmente de niños en una organización ilícita, similar a la que hemos visto con Jeffrey Epstein”, dice el realizador en entrevista.

“Hubo un proceso judicial, pero como muchas veces ocurre en nuestros países, la justicia operó con un sesgo de clase y de género y las víctimas terminaron en la cárcel y el político involucrado terminó libre. La película revisita este hecho súper emblemático, que plantea la idea universal sobre la asimetría con la que funcionan la justicia y las instituciones en países como el nuestro, donde las instituciones construyen sujetos de primera y segunda categoría, como si sólo alguno pudieran acceder a la justicia”.

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Guzzoni decidió ubicar la trama en la época actual, como un comentario acerca de que la desigualdad sigue existiendo. El caso fue un suceso mediático entre 2004 y 2005. Quiso, dice, “plantear que incluso en medio de una revolución en marcha como la tercera ola feminista, las estructuras de poder hegemónicas consolidan estas injusticias que pareciera que se siguen perpetuando”.

El director reconoce que abordar estos temas es complejo, “para no generar revictimización, ni tampoco miradas oportunistas, siempre fue un objetivo construir los grises del caso donde la protagonista es una especie de vocera de los niños abusados, como una suerte de heroína, pero con una doble moral, son personajes complejos, la película plantea una interpelación ética al espectador, pero sin maniqueísmos”.

Seleccionada para representar a Chile en la categoría de Mejor Película Internacional de los Premios de la Academia de Estados Unidos, Blanquita, de Fernando Guzzoni, es una coproducción de varios países, entre ellos México, a través de Pablo Zimbrón con su compañía Varios Lobos y contó con la participación de varios mexicanos como parte de su equipo técnico.

La película sobre el caso real de una joven refugiada en un orfanato que denuncia una red de pedofilia que involucra a políticos y empresarios de alto nivel en Chile, ganó el Premio a Mejor Guión de la sección Orizzonti del pasado Festival de Cine de Venecia.

“Fue un escándalo sexual y político muy mediático en Chile y yo hice una investigación muy profunda de los documentos oficiales, entrevistas a personas que estuvieron relacionadas con el caso, eso me permitió construir el guión, de este caso donde miembros de la élite estuvieron abusando sexualmente de niños en una organización ilícita, similar a la que hemos visto con Jeffrey Epstein”, dice el realizador en entrevista.

“Hubo un proceso judicial, pero como muchas veces ocurre en nuestros países, la justicia operó con un sesgo de clase y de género y las víctimas terminaron en la cárcel y el político involucrado terminó libre. La película revisita este hecho súper emblemático, que plantea la idea universal sobre la asimetría con la que funcionan la justicia y las instituciones en países como el nuestro, donde las instituciones construyen sujetos de primera y segunda categoría, como si sólo alguno pudieran acceder a la justicia”.

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Guzzoni decidió ubicar la trama en la época actual, como un comentario acerca de que la desigualdad sigue existiendo. El caso fue un suceso mediático entre 2004 y 2005. Quiso, dice, “plantear que incluso en medio de una revolución en marcha como la tercera ola feminista, las estructuras de poder hegemónicas consolidan estas injusticias que pareciera que se siguen perpetuando”.

El director reconoce que abordar estos temas es complejo, “para no generar revictimización, ni tampoco miradas oportunistas, siempre fue un objetivo construir los grises del caso donde la protagonista es una especie de vocera de los niños abusados, como una suerte de heroína, pero con una doble moral, son personajes complejos, la película plantea una interpelación ética al espectador, pero sin maniqueísmos”.

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