/ jueves 19 de agosto de 2021

Lo técnico del actor

Tinta para un atabal

Si quieres conocer, tienes que participar en la práctica que transforma la realidad

Mao Tse Tung

Directa o indirectamente, todos hemos pasado al menos en alguna ocasión, por el desafortunado incidente de una avería automotriz que, según se conjuguen las circunstancias, las habilidades propias, la ayuda de terceros y el propio desarrollo del incidente, puede escalar a varios días de pesadilla o solo ser un bache más en el camino cuyo desenlace puede ser provocado por la más sencilla de las tareas. En cualquiera de los posibles escenarios, si la solución radica en una patada lanzada en su más serena o desesperada reacción, siempre es importante saber a dónde apuntar.

Lo mismo sucede en el teatro pero en términos escenotécnicos, es decir, todo aquello que está relacionado con los conceptos, elaboración y procesos técnicos que convergen en la escena, específicamente la escenografía, la iluminación, la tramoya, la utilería, incluso puede abarcar hasta el área del vestuario.

Aprender en la escuela los principios básicos de cada área es elemental para la formación de profesionales del teatro y para el trabajo en equipo. No siempre hay una materia asignada para cada actividad pero se complementan ya que comparten un mismo lenguaje que abraza todas las áreas. Es en las tablas en donde terminan por afianzarse los nuevos conocimientos, siendo precisamente la praxis interrumpida que provoca un estancamiento y en el peor de los casos un retroceso para el mejor entendimiento y una estable comunicación.

En primera instancia, para los y las intérpretes puede parecer innecesaria y obsoleta la sola idea de conocer el funcionamiento de su entorno, incluso habrá quienes piensen que simplemente esa actividad no le corresponde, al grado de rehusarse a ensuciarse las manos. Para quien tenga esta visión, puedo asegurar que es un bien necesario.

Es relevante aprender a ser autónomos

Sin embargo, esto no debe interferir con la principal tarea del intérprete, que es la actuación,

cuando en realidad se trata de desviar la atención lo suficiente para ver desde otra perspectiva, que es la conciencia de la mecánica interna de todos los elementos externos.

Se aprende el verdadero valor de la teatralidad desde el origen. Le da peso y sentido, ya que no pueden ser hechos aislados, todo es a partir de y hacia un mismo propósito.

Como gente de teatro y en referencia a las condiciones técnicas de la actuación, puedo aseverar que la experiencia de involucrarse en dichas tareas y procesos me ha brindado una mayor seguridad sobre lo que ocurre en la escena; puedo pisar firme sobre la estructura montada bajo la propuesta artística del director, no porque exista un equipo especializado para el armado de dicha pieza sino porque sé de qué material está hecha, el orden de ensamblado y la ubicación de cada una de las pijas para el anclaje de sus partes, qué cantidad de peso aguanta, qué medidas aproximadas ayudan al inconsciente a dimensionar el espacio sin tener que mirar para no caer, etc.

Foto: Cortesía | Adrián Palomo

A veces es imprescindible la colaboración del elenco para el enfoque de las luminarias, para poder identificar el nombre de los aparatos, saber cuál es su ubicación, el tipo de luz que encandece y el particular efecto que produce. Todo esto hace más ameno y eficiente el montaje, esto puede verse reflejado durante la acción escénica o no depender de la actriz y del actor que deben tener desarrollado el instinto de “encontrar su luz”.

Además, trae consigo la empatía hacia quien realiza esas actividades imprescindibles para que un espectáculo escénico tenga lugar; también nos vuelve capaces de intervenir en caso de que se requiera ayuda para resolver algo.

Es pertinente aprender el lenguaje o la jerga usada en esta área; con un poco de curiosidad y con la simple acción de prestar atención puede ser suficiente; de lo contrario sería como quién tiene un auto y no sabe usarlo.

Volviendo a la alegoría automotriz, a veces el auto se queda tirado en la carretera y llega el momento de improvisar, solicitar asistencia, quemarse el cerebro intentando recordar aquella vez en que no prestaste atención a las instrucciones del mecánico o la anécdota con todo y moraleja y detalles metodológicos de reparación sobre algún desperfecto automotriz que le pasó al amigo de la amiga de la amiga.

Este burdo ejemplo de percance vial podría ser equivalente a una función de teatro, después del arranque y la tercera llamada todo puede pasar. La verdad es que al menos en una ocasión, la mayoría ha tenido que aventarse el torito de resolver algún tecnicismo, reconectar el audio que sin razón aparente se fue a mitad del número musical, calzar la tambaleante tarima o escalera que el mismo tránsito de la escena descolocó, reenfocar la luminaria de piso que al pasar alguien movió sin darse cuenta; hasta para la emergencia de un botón caído o la rotura en el vestuario es imprescindible saber zurcir.

Observar es clave de formación. Una de las partes que más disfruto durante la Cruzada Central por el Teatro es realizar mis funciones como coordinador de asistencia técnica. Poder ver lo que nadie ve: el proceso actoral particular, desde el calentamiento hasta el desempeño durante la función que se potencia en el conjunto, el espectro creativo y artístico de una propuesta teatral, el funcionamiento de otro organismo, otros grupos, nacionales e internacionales. Todo a través del ejemplo, en la finita escuela de la vida y la escena.

Foto: Cortesía | Adrián Palomo

En horizontes más lejanos, es abrir un mar de posibilidades; sería como invertir en la industria automotriz que busca innovar en diseño y modelos intentando superar sus propias expectativas. Por más ambicioso que parezca es importante sumar acorde al continuo crecimiento.

Así está sucediendo en la experiencia creativa y técnica que implica el montaje de la obra Bodas de sangre. Contar con un remolque que se transforma en escenario es un privilegio que se realiza gracias a un proyecto de coinversión del grupo Atabal e instancias culturales municipales, estatales y federales para la realización de una gira municipal, que ha sido posible con el apoyo de todas las instituciones. En fin, todo parece más sencillo en papel, pero técnicamente es un reto que con la asistencia de los expertos y en conjunto con las habilidades y experiencias de los integrantes del grupo ha sido más sencillo de operar, dentro de su propia dificultad.

Es imprescindible el contacto y la experiencia en las otras áreas “ajenas” a la actuación. Como gente de teatro, estoy convencido de que es parte del desempeño actoral profesional,

y no hablo de volverse experto en el tema, pero hay que aceptar que ante las circunstancias y dificultades de hacer teatro, se requiere de actores y actrices todo terreno. Es un doble esfuerzo y un doble riesgo. Pero puedo decir que me ha fortalecido en cuestiones de disciplina, seguridad, independencia a cierto nivel, oportunidades, alternativas y estimulación creativa. Por eso mi insistencia, en lo que considero esencial en estos tiempos, en desarrollar seres más involucrados, con una genuina preocupación y ocupación en el quehacer teatral, esos locos que sin pretensiones mantendrán vivo el teatro en sí mismo.

Si quieres conocer, tienes que participar en la práctica que transforma la realidad

Mao Tse Tung

Directa o indirectamente, todos hemos pasado al menos en alguna ocasión, por el desafortunado incidente de una avería automotriz que, según se conjuguen las circunstancias, las habilidades propias, la ayuda de terceros y el propio desarrollo del incidente, puede escalar a varios días de pesadilla o solo ser un bache más en el camino cuyo desenlace puede ser provocado por la más sencilla de las tareas. En cualquiera de los posibles escenarios, si la solución radica en una patada lanzada en su más serena o desesperada reacción, siempre es importante saber a dónde apuntar.

Lo mismo sucede en el teatro pero en términos escenotécnicos, es decir, todo aquello que está relacionado con los conceptos, elaboración y procesos técnicos que convergen en la escena, específicamente la escenografía, la iluminación, la tramoya, la utilería, incluso puede abarcar hasta el área del vestuario.

Aprender en la escuela los principios básicos de cada área es elemental para la formación de profesionales del teatro y para el trabajo en equipo. No siempre hay una materia asignada para cada actividad pero se complementan ya que comparten un mismo lenguaje que abraza todas las áreas. Es en las tablas en donde terminan por afianzarse los nuevos conocimientos, siendo precisamente la praxis interrumpida que provoca un estancamiento y en el peor de los casos un retroceso para el mejor entendimiento y una estable comunicación.

En primera instancia, para los y las intérpretes puede parecer innecesaria y obsoleta la sola idea de conocer el funcionamiento de su entorno, incluso habrá quienes piensen que simplemente esa actividad no le corresponde, al grado de rehusarse a ensuciarse las manos. Para quien tenga esta visión, puedo asegurar que es un bien necesario.

Es relevante aprender a ser autónomos

Sin embargo, esto no debe interferir con la principal tarea del intérprete, que es la actuación,

cuando en realidad se trata de desviar la atención lo suficiente para ver desde otra perspectiva, que es la conciencia de la mecánica interna de todos los elementos externos.

Se aprende el verdadero valor de la teatralidad desde el origen. Le da peso y sentido, ya que no pueden ser hechos aislados, todo es a partir de y hacia un mismo propósito.

Como gente de teatro y en referencia a las condiciones técnicas de la actuación, puedo aseverar que la experiencia de involucrarse en dichas tareas y procesos me ha brindado una mayor seguridad sobre lo que ocurre en la escena; puedo pisar firme sobre la estructura montada bajo la propuesta artística del director, no porque exista un equipo especializado para el armado de dicha pieza sino porque sé de qué material está hecha, el orden de ensamblado y la ubicación de cada una de las pijas para el anclaje de sus partes, qué cantidad de peso aguanta, qué medidas aproximadas ayudan al inconsciente a dimensionar el espacio sin tener que mirar para no caer, etc.

Foto: Cortesía | Adrián Palomo

A veces es imprescindible la colaboración del elenco para el enfoque de las luminarias, para poder identificar el nombre de los aparatos, saber cuál es su ubicación, el tipo de luz que encandece y el particular efecto que produce. Todo esto hace más ameno y eficiente el montaje, esto puede verse reflejado durante la acción escénica o no depender de la actriz y del actor que deben tener desarrollado el instinto de “encontrar su luz”.

Además, trae consigo la empatía hacia quien realiza esas actividades imprescindibles para que un espectáculo escénico tenga lugar; también nos vuelve capaces de intervenir en caso de que se requiera ayuda para resolver algo.

Es pertinente aprender el lenguaje o la jerga usada en esta área; con un poco de curiosidad y con la simple acción de prestar atención puede ser suficiente; de lo contrario sería como quién tiene un auto y no sabe usarlo.

Volviendo a la alegoría automotriz, a veces el auto se queda tirado en la carretera y llega el momento de improvisar, solicitar asistencia, quemarse el cerebro intentando recordar aquella vez en que no prestaste atención a las instrucciones del mecánico o la anécdota con todo y moraleja y detalles metodológicos de reparación sobre algún desperfecto automotriz que le pasó al amigo de la amiga de la amiga.

Este burdo ejemplo de percance vial podría ser equivalente a una función de teatro, después del arranque y la tercera llamada todo puede pasar. La verdad es que al menos en una ocasión, la mayoría ha tenido que aventarse el torito de resolver algún tecnicismo, reconectar el audio que sin razón aparente se fue a mitad del número musical, calzar la tambaleante tarima o escalera que el mismo tránsito de la escena descolocó, reenfocar la luminaria de piso que al pasar alguien movió sin darse cuenta; hasta para la emergencia de un botón caído o la rotura en el vestuario es imprescindible saber zurcir.

Observar es clave de formación. Una de las partes que más disfruto durante la Cruzada Central por el Teatro es realizar mis funciones como coordinador de asistencia técnica. Poder ver lo que nadie ve: el proceso actoral particular, desde el calentamiento hasta el desempeño durante la función que se potencia en el conjunto, el espectro creativo y artístico de una propuesta teatral, el funcionamiento de otro organismo, otros grupos, nacionales e internacionales. Todo a través del ejemplo, en la finita escuela de la vida y la escena.

Foto: Cortesía | Adrián Palomo

En horizontes más lejanos, es abrir un mar de posibilidades; sería como invertir en la industria automotriz que busca innovar en diseño y modelos intentando superar sus propias expectativas. Por más ambicioso que parezca es importante sumar acorde al continuo crecimiento.

Así está sucediendo en la experiencia creativa y técnica que implica el montaje de la obra Bodas de sangre. Contar con un remolque que se transforma en escenario es un privilegio que se realiza gracias a un proyecto de coinversión del grupo Atabal e instancias culturales municipales, estatales y federales para la realización de una gira municipal, que ha sido posible con el apoyo de todas las instituciones. En fin, todo parece más sencillo en papel, pero técnicamente es un reto que con la asistencia de los expertos y en conjunto con las habilidades y experiencias de los integrantes del grupo ha sido más sencillo de operar, dentro de su propia dificultad.

Es imprescindible el contacto y la experiencia en las otras áreas “ajenas” a la actuación. Como gente de teatro, estoy convencido de que es parte del desempeño actoral profesional,

y no hablo de volverse experto en el tema, pero hay que aceptar que ante las circunstancias y dificultades de hacer teatro, se requiere de actores y actrices todo terreno. Es un doble esfuerzo y un doble riesgo. Pero puedo decir que me ha fortalecido en cuestiones de disciplina, seguridad, independencia a cierto nivel, oportunidades, alternativas y estimulación creativa. Por eso mi insistencia, en lo que considero esencial en estos tiempos, en desarrollar seres más involucrados, con una genuina preocupación y ocupación en el quehacer teatral, esos locos que sin pretensiones mantendrán vivo el teatro en sí mismo.

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