/ jueves 28 de septiembre de 2023

El poeta del silencio

Tinta para un Atabal


El diccionario nos dice que la mímica es la expresión de pensamientos, sentimientos o acciones por medio de gestos y movimientos corporales. En la enciclopedia de Diderot (editada entre 1751 y 1772) se define como un “movimiento externo del cuerpo y de la cara, una de las primeras expresiones dadas al hombre por la naturaleza”. En efecto, la mímica es tan utilizada en el teatro como en la vida cotidiana, sobre todo como expresión de la subjetividad del emisor en el mensaje lingüístico. Sin embargo, reducirla a un acompañamiento enfático y paraverbal equivalía, en aquella época clásica, a limitar excesivamente su verdadero alcance.

Actualmente, esta palabra se usa sobre todo para referirse a los movimientos fisonómicos o a la expresión facial que tienen una función paraverbal, destinada a subrayar o distanciar un enunciado verbal. La mímica parece especialmente importante en el estilo interpretativo naturalista y psicológico.

La teoría moderna de la escenificación –la de Artaud o Grotowski– señala que es necesario codificar y controlar el cuerpo de forma plástica y no como un subproducto psicológico. Artaud menciona que “las diez mil y una expresiones del rostro, consideradas como máscaras, pueden ser etiquetadas, catalogadas y puestas al servicio del lenguaje concreto del escenario”.

El mimo y la pantomima son ahora valorados de un modo distinto: el mimo es considerado creador original e inspirado, mientras que la pantomima es la imitación de una historia verbal que se explica a través de gestos. En tanto que el mimo tiende hacia la danza, la pantomima, en cambio, tiende a delimitar, mediante la imitación, tipos o situaciones sociales. La oposición entre mimo y pantomima se basa en una cuestión de estilización y de abstracción. El mimo tiende a la poesía, amplía sus medios de expresión, propone connotaciones gestuales que cada espectador interpretará libremente. La pantomima presenta una serie de gestos muy a menudo destinados a sustituir a las palabras.

Se cree que la mímica, ya en su expresión artística, surgió en la Antigua Grecia. Durante la Edad Media los mimos eran parte de los teatro ambulantes que recorrían los diferentes poblados y se lucían en la llamada Commedia dell'Arte nacida en Italia en el siglo XVI. En la época moderna, en los tiempos del cine mudo, la mímica constituyó un importantísimo recurso que llevaba diversos mensajes a los asombrados espectadores. Charles Chaplin, Buster Keaton y Harpo Marx, entre otros, conquistaron con sus destrezas a la nueva audiencia del cinematógrafo.

Como ya se señaló, em 1964 Antonin Artaud consideraba a las expresiones del rostro como máscaras y pensaba que podían ser etiquetadas y catalogadas. En cambio Jerzy Grotowski, en 1971, decía que “el actor debe componer por sí mismo una máscara orgánica con sus músculos faciales y hacer que cada personaje mantenga la misma mueca a lo largo de toda la obra”. Por su parte, Berthold Brecht también le concedía importancia al control de la expresión.

Dentro de esta manifestación artística ha habido grandes exponentes pero uno de los más extraordinarios en toda la historia de la mímica es, sin duda, el francés Marcel Marceau. Hace escasos dos días, el 22 de septiembre, se cumplieron 16 años de su muerte y el pasado 22 de marzo, cien años de su nacimiento. Su nombre original era Marcel Mangel pero tuvo que cambiar su apellido debido a la persecución de los judíos por parte de los nazis, durante la Segunda Guerra Mundial. Marcel Marceau nació en Estrasburgo un 22 de marzo de 1923 en el seno de una familia judía. Cuando tenía cuatro años, se tuvo que mudarse a Lille. Cuando las tropas alemanas invadieron Francia y Marcel tenía 15 años de edad, él y su familia huyeron a Limoges. Él y su hermano Alain se enlistaron en la Resistencia Francesa en donde lograron poner a salvo a numerosos niños judíos y así evitar que fueran llevados a los campos de concentración.

Su carrera como mimo la inició actuando para las tropas francesas, una vez terminada la conflagración mundial. Marcel Marceau conocía el trabajo de Charles Chaplin y Buster Keaton quienes se convirtieron en su inspiración. Según narró él mismo en su autobiografía, su mayor influencia fue Charles Chaplin pero el hombre que lo indujo al arte dramático y acabó definiendo su camino de vida fue el actor Étienne Decroux. En 1946 se matriculó en la Escuela de Arte Dramático de París en donde, precisamente, estudió con Étienne Decroux y con Charles Dullin. En 1947 creó su famoso personaje Bip con el que actuó en todo el mundo durante más de 60 años. Bip es un vagabundo ataviado con un percudido suéter de rayas horizontales y un maltrecho sombrero de copa. Según las propias palabras de Marcel, “Bip es una especie de Don Quijote que lucha contra los molinos de viento de la vida. Bip es diferente de Charlot (de Charles Chaplin) porque éste es un personaje rodeado de un mundo visible y Bip es ese personaje poético que esculpe el espacio y que se agarra de lo invisible y lo hace visible”.

Participó en tres películas: La bella mentirosa de 1962 dirigida por Axel von Ambesser; la película muda La última locura de Mel Brooks de 1962 bajo la dirección de este último y en donde, curiosamente, Marcel Marceau es el único personaje que habla y Shaks de 1974 dirigida por William Castle y Barbarella de 1968, bajo la conducción de Roger Vadim. Una película reciente, de 2020, llamada Resitencia, dirigida por Jonathan Jakubowicz, narra el intenso pasaje de la vida de Marcel cuando salva a niños judíos de caer en manos nazis.

Sus viajes por diversos países de América, entre ellos México, hizo que Marcel Marceau llegara a las siguientes observaciones que expresó en el documental La fueza del silencio dirigido por Alejando Schlesinger en 1989: “La pantomima utiliza el rostro como una máscara, como la máscara japonesa, como en la tragedia griega, como todas las máscaras que hay en los pueblos primitivos. En los incas, en todos los indios en América del Sur y también en los aztecas de América Central hay culturas enormes y el público de ahora es muy sensible y está al tanto de la estilización. No hay que pensar que el público no tiene un subconciente colectivo que viene de hace siglos y que redescubre, sin saberlo, cuando el mimo acierta”.

Cuando se hace mimo hay una fuerza que se desprende del escenario, una fuerza mágica, misteriosa. Hay algo que nos llega más fuerte que la palabra porque nacimos con el gesto que es una de las cosas más importantes en el ser humano. Como dijo Marcel Marceau: “El silencio es un algo poético una fuerza que irradia de cada gesto y del tiempo que se desliza y se inscribe en el alma del público”.

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Claves para entender

  • Se cree que la mímica, ya en su expresión artística, surgió en la Antigua Grecia.
  • Durante la Edad Media los mimos eran parte de los teatro ambulantes que recorrían los diferentes poblados y se lucían en la llamada Commedia dell'Arte nacida en Italia en el siglo XVI.
  • En la época moderna, en los tiempos del cine mudo, la mímica constituyó un importantísimo recurso. Charles Chaplin, Buster Keaton y Harpo Marx, entre otros, conquistaron con sus destrezas a la nueva audiencia del cinematógrafo.



El diccionario nos dice que la mímica es la expresión de pensamientos, sentimientos o acciones por medio de gestos y movimientos corporales. En la enciclopedia de Diderot (editada entre 1751 y 1772) se define como un “movimiento externo del cuerpo y de la cara, una de las primeras expresiones dadas al hombre por la naturaleza”. En efecto, la mímica es tan utilizada en el teatro como en la vida cotidiana, sobre todo como expresión de la subjetividad del emisor en el mensaje lingüístico. Sin embargo, reducirla a un acompañamiento enfático y paraverbal equivalía, en aquella época clásica, a limitar excesivamente su verdadero alcance.

Actualmente, esta palabra se usa sobre todo para referirse a los movimientos fisonómicos o a la expresión facial que tienen una función paraverbal, destinada a subrayar o distanciar un enunciado verbal. La mímica parece especialmente importante en el estilo interpretativo naturalista y psicológico.

La teoría moderna de la escenificación –la de Artaud o Grotowski– señala que es necesario codificar y controlar el cuerpo de forma plástica y no como un subproducto psicológico. Artaud menciona que “las diez mil y una expresiones del rostro, consideradas como máscaras, pueden ser etiquetadas, catalogadas y puestas al servicio del lenguaje concreto del escenario”.

El mimo y la pantomima son ahora valorados de un modo distinto: el mimo es considerado creador original e inspirado, mientras que la pantomima es la imitación de una historia verbal que se explica a través de gestos. En tanto que el mimo tiende hacia la danza, la pantomima, en cambio, tiende a delimitar, mediante la imitación, tipos o situaciones sociales. La oposición entre mimo y pantomima se basa en una cuestión de estilización y de abstracción. El mimo tiende a la poesía, amplía sus medios de expresión, propone connotaciones gestuales que cada espectador interpretará libremente. La pantomima presenta una serie de gestos muy a menudo destinados a sustituir a las palabras.

Se cree que la mímica, ya en su expresión artística, surgió en la Antigua Grecia. Durante la Edad Media los mimos eran parte de los teatro ambulantes que recorrían los diferentes poblados y se lucían en la llamada Commedia dell'Arte nacida en Italia en el siglo XVI. En la época moderna, en los tiempos del cine mudo, la mímica constituyó un importantísimo recurso que llevaba diversos mensajes a los asombrados espectadores. Charles Chaplin, Buster Keaton y Harpo Marx, entre otros, conquistaron con sus destrezas a la nueva audiencia del cinematógrafo.

Como ya se señaló, em 1964 Antonin Artaud consideraba a las expresiones del rostro como máscaras y pensaba que podían ser etiquetadas y catalogadas. En cambio Jerzy Grotowski, en 1971, decía que “el actor debe componer por sí mismo una máscara orgánica con sus músculos faciales y hacer que cada personaje mantenga la misma mueca a lo largo de toda la obra”. Por su parte, Berthold Brecht también le concedía importancia al control de la expresión.

Dentro de esta manifestación artística ha habido grandes exponentes pero uno de los más extraordinarios en toda la historia de la mímica es, sin duda, el francés Marcel Marceau. Hace escasos dos días, el 22 de septiembre, se cumplieron 16 años de su muerte y el pasado 22 de marzo, cien años de su nacimiento. Su nombre original era Marcel Mangel pero tuvo que cambiar su apellido debido a la persecución de los judíos por parte de los nazis, durante la Segunda Guerra Mundial. Marcel Marceau nació en Estrasburgo un 22 de marzo de 1923 en el seno de una familia judía. Cuando tenía cuatro años, se tuvo que mudarse a Lille. Cuando las tropas alemanas invadieron Francia y Marcel tenía 15 años de edad, él y su familia huyeron a Limoges. Él y su hermano Alain se enlistaron en la Resistencia Francesa en donde lograron poner a salvo a numerosos niños judíos y así evitar que fueran llevados a los campos de concentración.

Su carrera como mimo la inició actuando para las tropas francesas, una vez terminada la conflagración mundial. Marcel Marceau conocía el trabajo de Charles Chaplin y Buster Keaton quienes se convirtieron en su inspiración. Según narró él mismo en su autobiografía, su mayor influencia fue Charles Chaplin pero el hombre que lo indujo al arte dramático y acabó definiendo su camino de vida fue el actor Étienne Decroux. En 1946 se matriculó en la Escuela de Arte Dramático de París en donde, precisamente, estudió con Étienne Decroux y con Charles Dullin. En 1947 creó su famoso personaje Bip con el que actuó en todo el mundo durante más de 60 años. Bip es un vagabundo ataviado con un percudido suéter de rayas horizontales y un maltrecho sombrero de copa. Según las propias palabras de Marcel, “Bip es una especie de Don Quijote que lucha contra los molinos de viento de la vida. Bip es diferente de Charlot (de Charles Chaplin) porque éste es un personaje rodeado de un mundo visible y Bip es ese personaje poético que esculpe el espacio y que se agarra de lo invisible y lo hace visible”.

Participó en tres películas: La bella mentirosa de 1962 dirigida por Axel von Ambesser; la película muda La última locura de Mel Brooks de 1962 bajo la dirección de este último y en donde, curiosamente, Marcel Marceau es el único personaje que habla y Shaks de 1974 dirigida por William Castle y Barbarella de 1968, bajo la conducción de Roger Vadim. Una película reciente, de 2020, llamada Resitencia, dirigida por Jonathan Jakubowicz, narra el intenso pasaje de la vida de Marcel cuando salva a niños judíos de caer en manos nazis.

Sus viajes por diversos países de América, entre ellos México, hizo que Marcel Marceau llegara a las siguientes observaciones que expresó en el documental La fueza del silencio dirigido por Alejando Schlesinger en 1989: “La pantomima utiliza el rostro como una máscara, como la máscara japonesa, como en la tragedia griega, como todas las máscaras que hay en los pueblos primitivos. En los incas, en todos los indios en América del Sur y también en los aztecas de América Central hay culturas enormes y el público de ahora es muy sensible y está al tanto de la estilización. No hay que pensar que el público no tiene un subconciente colectivo que viene de hace siglos y que redescubre, sin saberlo, cuando el mimo acierta”.

Cuando se hace mimo hay una fuerza que se desprende del escenario, una fuerza mágica, misteriosa. Hay algo que nos llega más fuerte que la palabra porque nacimos con el gesto que es una de las cosas más importantes en el ser humano. Como dijo Marcel Marceau: “El silencio es un algo poético una fuerza que irradia de cada gesto y del tiempo que se desliza y se inscribe en el alma del público”.

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Claves para entender

  • Se cree que la mímica, ya en su expresión artística, surgió en la Antigua Grecia.
  • Durante la Edad Media los mimos eran parte de los teatro ambulantes que recorrían los diferentes poblados y se lucían en la llamada Commedia dell'Arte nacida en Italia en el siglo XVI.
  • En la época moderna, en los tiempos del cine mudo, la mímica constituyó un importantísimo recurso. Charles Chaplin, Buster Keaton y Harpo Marx, entre otros, conquistaron con sus destrezas a la nueva audiencia del cinematógrafo.


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