/ sábado 8 de julio de 2023

¿Es necesario el teatro?

Tinta para un Atabal


He decidido comenzar directamente con esta pregunta que generalmente produce respuestas afirmativas e inmediatas de los teatristas y un detenimiento reflexivo en las personas que no se dedican a ello. La diferencia de respuestas se da por la idea de que aquello que es necesario no encaja con una serie de prácticas, como las artísticas, ya que los discursos del estado han colocado al arte en espacios ajenos a la producción de cosas útiles. Parafraseando a Hito Steyerl en Los condenados de la pantalla: el arte es asumido como una ocupación autosuficiente (pasatiempo o hobbie) que no necesita de nada más que de sí misma para existir, y no como un trabajo integrado con el tejido de su sociedad, capaz de producir sentido, obra y reflexión histórica. En su ensayo ¿El teatro es necesario? el actor y director Denis Guénoun plantea que cuando algo se vuelve necesario es porque sin ese algo estaría en juego la vida, algo moriría. En el caso del teatro, si este desapareciera o se fuera perdiendo en el tiempo, nosotros no moriríamos, pero claramente algo en nosotros sí. ¿Qué estaría hoy en juego si el teatro ya no existiera?

Ya no vemos al teatro de la misma manera que lo hacían, por ejemplo, en la primera mitad de siglo XX y mucho menos después de haberse televisado en vivo la guerra en Irak o después de la aparición del Smart Phone con su internet hiperconectado. ¿Qué es hoy una representación teatral? ¿Qué imagina, al respecto, alguien que hace teatro y alguien que no? En esas dos esferas se encuentran las claves del diálogo para poder concluir colectivamente si es o no necesario el teatro. Una charla entre el acto de hacer y el acto de mirar. Y es que el teatro al ser un encuentro público también es un encuentro de lo público, es por ello que el diálogo sobre si el teatro es necesario o no, debería ser también con la ciudadanía, no sólo con la institucionalidad estatal que es la que delinea los discursos oficiales de las artes. ¿Cómo teatristas nos hemos acercado a preguntarle a un transeúnte en la calle si cree que el teatro es necesario? Podríamos preguntarle si cree que es necesaria la medicina o la agricultura y estoy segura que la respuesta será afirmativa sin dudar. ¿Por qué? porque sin esas actividades estaría en juego la alimentación y la salud es decir, la vida. ¿Cuáles son las características principales del teatro que hacemos?

¿Para qué sirve el teatro? Esta también es una pregunta por la función social de teatro y sus modos de producción. Nos ayuda a no dar por hecho cuestiones tan importantes como si hacemos teatro en las ciudades o el ámbito rural, si lo hacemos con recursos privados, del estado o sin ellos, si hemos pensado en las personas con diversidad funcional o no. Una pregunta que hay que mantener viva y en repetición constante.

Etimológicamente teatro proviene tanto del latín «theātrum» como del griego «θεατρον» (théatron) y «θεασθαι» (theasthai) que quieren decir “lugar para mirar, observar o contemplar”. A esto yo sumaría que es también un “lugar desde el cuál se mira”. Porque el fenómeno de la representación no sólo sucede al momento de que los teatristas suben a un escenario sino también cuando son mirados por los espectadores. Sucede también cuando los propios actores perciben al público y el espacio que les rodea.

Teatro en las periferias. Para hablar de experiencias teatrales que actúan a diferentes niveles según los contextos, compartiré los siguientes trabajos:

Proyecto RECONSTRUCCIÓN/Memoria, cuerpo y ciudad. Laboratorio de teatro para mujeres adultas mayores del Colectivo La Otra Orilla. Artes escénicas expansivas. Estado de México. Se trata de un espacio de convivencia con mujeres adultas mayores en diferentes colonias del municipio de Nezahualcóyotl, Estado de México. A partir de conversaciones sobre sus recuerdos de migración, construcción y lucha social en la ciudad, se realizaron dos montajes a modo de recorridos turísticos afectivos, a los que se invitaba a gente de fuera y se les llevaba en un microbús a escuchar las historias de la construcción de la ciudad en los lugares donde habían transcurrido las vidas de aquellas mujeres. Se produjo otro montaje en el que dos mujeres narraban sus experiencias de migración y la transformación de sus cuerpos junto con la ciudad. Esto en el Centro Cultural de España en Ciudad de México. A través de las herramientas del teatro, estos grupos de mujeres tomaban sus remembranzas como elementos centrales que le daban profundidad a la narrativa cliché de violencia que tiene esa mítica ciudad.

Taller de teatro para las infancias trabajadoras de los tianguis de La Miscelánea Teatro, Querétaro. A partir de la entrega de un acervo de libros a la compañía para una sala de lectura en la zona norte del municipio de Querétaro, surge un taller de teatro para las hijas, hijos e hijes de las familias tianguistas. Se trabajó concretamente en el tianguis de Monte Sacro, uno de los más grandes y viejos de la entidad. Hubo un diálogo cercano con los tianguistas quienes facilitaron un local que se adaptó como sala de lectura y encuentro. El primer estímulo fue el libro como un objeto que invita a las infancias a contar las historias y a probar ejercicios de escritura y representación. Esto les aportó herramientas lúdicas para abordar las situaciones de su propia realidad con la posibilidad de desarrollar la imaginación y la empatía en un espacio libre de violencia.

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¿Para quienes escribimos y hacemos teatro? Si, por ejemplo, para la antigua civilización griega el teatro era una fiesta, un ritual y un encuentro en el que se involucraba la comunidad, ¿qué representa hoy para quienes lo hacemos y para quienes lo presencian? Nuestros interlocutores más importantes son las, los y les ciudadanos de a pie, aquellos que son afectos a ir a las casas de cultura o quienes no tienen tiempo por sus trabajos o aquellos que no pueden pagar un boleto de teatro por falta de recursos. Son las madres buscadoras, las personas migrantes, los habitantes de las comunidades de la Sierra, las personas que abordan los transportes públicos para ir a trabajar, las personas de los mercados, estudiantes, docentes, nuestras familias, las infancias, las personas adultas mayores. Hay que preguntarnos ¿con quiénes deseamos dialogar a la hora de hacer y mostrar nuestros proyectos teatrales? Comprometernos a responder esta pregunta, creo, nos ayudará a ser menos ajenos a todo aquello de lo que deseamos hablar y que a veces no entendemos. Y no sólo esto, reflexionar esta pregunta nos va a empujar hacia la interlocución con las personas que acuden a nuestras obras. Una interlocución que coloca a las, los y les espectadores en un lugar visible del hecho teatral y ya no en la oscuridad de la butaquería guardando silencio ¿Cuáles son, entonces, los tipos de teatro que necesitamos hoy?



He decidido comenzar directamente con esta pregunta que generalmente produce respuestas afirmativas e inmediatas de los teatristas y un detenimiento reflexivo en las personas que no se dedican a ello. La diferencia de respuestas se da por la idea de que aquello que es necesario no encaja con una serie de prácticas, como las artísticas, ya que los discursos del estado han colocado al arte en espacios ajenos a la producción de cosas útiles. Parafraseando a Hito Steyerl en Los condenados de la pantalla: el arte es asumido como una ocupación autosuficiente (pasatiempo o hobbie) que no necesita de nada más que de sí misma para existir, y no como un trabajo integrado con el tejido de su sociedad, capaz de producir sentido, obra y reflexión histórica. En su ensayo ¿El teatro es necesario? el actor y director Denis Guénoun plantea que cuando algo se vuelve necesario es porque sin ese algo estaría en juego la vida, algo moriría. En el caso del teatro, si este desapareciera o se fuera perdiendo en el tiempo, nosotros no moriríamos, pero claramente algo en nosotros sí. ¿Qué estaría hoy en juego si el teatro ya no existiera?

Ya no vemos al teatro de la misma manera que lo hacían, por ejemplo, en la primera mitad de siglo XX y mucho menos después de haberse televisado en vivo la guerra en Irak o después de la aparición del Smart Phone con su internet hiperconectado. ¿Qué es hoy una representación teatral? ¿Qué imagina, al respecto, alguien que hace teatro y alguien que no? En esas dos esferas se encuentran las claves del diálogo para poder concluir colectivamente si es o no necesario el teatro. Una charla entre el acto de hacer y el acto de mirar. Y es que el teatro al ser un encuentro público también es un encuentro de lo público, es por ello que el diálogo sobre si el teatro es necesario o no, debería ser también con la ciudadanía, no sólo con la institucionalidad estatal que es la que delinea los discursos oficiales de las artes. ¿Cómo teatristas nos hemos acercado a preguntarle a un transeúnte en la calle si cree que el teatro es necesario? Podríamos preguntarle si cree que es necesaria la medicina o la agricultura y estoy segura que la respuesta será afirmativa sin dudar. ¿Por qué? porque sin esas actividades estaría en juego la alimentación y la salud es decir, la vida. ¿Cuáles son las características principales del teatro que hacemos?

¿Para qué sirve el teatro? Esta también es una pregunta por la función social de teatro y sus modos de producción. Nos ayuda a no dar por hecho cuestiones tan importantes como si hacemos teatro en las ciudades o el ámbito rural, si lo hacemos con recursos privados, del estado o sin ellos, si hemos pensado en las personas con diversidad funcional o no. Una pregunta que hay que mantener viva y en repetición constante.

Etimológicamente teatro proviene tanto del latín «theātrum» como del griego «θεατρον» (théatron) y «θεασθαι» (theasthai) que quieren decir “lugar para mirar, observar o contemplar”. A esto yo sumaría que es también un “lugar desde el cuál se mira”. Porque el fenómeno de la representación no sólo sucede al momento de que los teatristas suben a un escenario sino también cuando son mirados por los espectadores. Sucede también cuando los propios actores perciben al público y el espacio que les rodea.

Teatro en las periferias. Para hablar de experiencias teatrales que actúan a diferentes niveles según los contextos, compartiré los siguientes trabajos:

Proyecto RECONSTRUCCIÓN/Memoria, cuerpo y ciudad. Laboratorio de teatro para mujeres adultas mayores del Colectivo La Otra Orilla. Artes escénicas expansivas. Estado de México. Se trata de un espacio de convivencia con mujeres adultas mayores en diferentes colonias del municipio de Nezahualcóyotl, Estado de México. A partir de conversaciones sobre sus recuerdos de migración, construcción y lucha social en la ciudad, se realizaron dos montajes a modo de recorridos turísticos afectivos, a los que se invitaba a gente de fuera y se les llevaba en un microbús a escuchar las historias de la construcción de la ciudad en los lugares donde habían transcurrido las vidas de aquellas mujeres. Se produjo otro montaje en el que dos mujeres narraban sus experiencias de migración y la transformación de sus cuerpos junto con la ciudad. Esto en el Centro Cultural de España en Ciudad de México. A través de las herramientas del teatro, estos grupos de mujeres tomaban sus remembranzas como elementos centrales que le daban profundidad a la narrativa cliché de violencia que tiene esa mítica ciudad.

Taller de teatro para las infancias trabajadoras de los tianguis de La Miscelánea Teatro, Querétaro. A partir de la entrega de un acervo de libros a la compañía para una sala de lectura en la zona norte del municipio de Querétaro, surge un taller de teatro para las hijas, hijos e hijes de las familias tianguistas. Se trabajó concretamente en el tianguis de Monte Sacro, uno de los más grandes y viejos de la entidad. Hubo un diálogo cercano con los tianguistas quienes facilitaron un local que se adaptó como sala de lectura y encuentro. El primer estímulo fue el libro como un objeto que invita a las infancias a contar las historias y a probar ejercicios de escritura y representación. Esto les aportó herramientas lúdicas para abordar las situaciones de su propia realidad con la posibilidad de desarrollar la imaginación y la empatía en un espacio libre de violencia.

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¿Para quienes escribimos y hacemos teatro? Si, por ejemplo, para la antigua civilización griega el teatro era una fiesta, un ritual y un encuentro en el que se involucraba la comunidad, ¿qué representa hoy para quienes lo hacemos y para quienes lo presencian? Nuestros interlocutores más importantes son las, los y les ciudadanos de a pie, aquellos que son afectos a ir a las casas de cultura o quienes no tienen tiempo por sus trabajos o aquellos que no pueden pagar un boleto de teatro por falta de recursos. Son las madres buscadoras, las personas migrantes, los habitantes de las comunidades de la Sierra, las personas que abordan los transportes públicos para ir a trabajar, las personas de los mercados, estudiantes, docentes, nuestras familias, las infancias, las personas adultas mayores. Hay que preguntarnos ¿con quiénes deseamos dialogar a la hora de hacer y mostrar nuestros proyectos teatrales? Comprometernos a responder esta pregunta, creo, nos ayudará a ser menos ajenos a todo aquello de lo que deseamos hablar y que a veces no entendemos. Y no sólo esto, reflexionar esta pregunta nos va a empujar hacia la interlocución con las personas que acuden a nuestras obras. Una interlocución que coloca a las, los y les espectadores en un lugar visible del hecho teatral y ya no en la oscuridad de la butaquería guardando silencio ¿Cuáles son, entonces, los tipos de teatro que necesitamos hoy?


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