/ lunes 4 de diciembre de 2023

Urge incrementar la construcción vertical

Supraterra apuesta por un diseño humano de ciudades, dice el director Miguel Vega; Zibatá es el parteaguas del crecimiento

“Para el grupo Supraterra, nuestros territorios deben ser innovadores, inclusivos, seguros, resilientes, donde se tenga como regla fundamental el que no todo es rendimiento, no todo es dinero; nuestro principal compromiso es ver por las personas y por su calidad de vida, a partir de cómo se disfrutan y cómo se comercializan nuestros fraccionamientos. La premisa fundamental que nos ponía José Oleszcovski era que debíamos crear ambientes para las personas, y hoy la seguimos al pie de la letra”.

Miguel Vega Cabrera, queretano de nacimiento y abogado de formación, lo aprendió bien desde hace 26 años, cuando ingresó a la empresa DRT y conoció a uno de los socios de la inmobiliaria, José Oleszcovski, fallecido trágicamente hace 10 años, quien les decía a los jóvenes bajo sus órdenes que tenían que convertirse en abogados vendedores, arquitectos o ingenieros vendedores, y que además debían hacerse de una maestría en “todología”.

Quien dirige desde hace 10 años la empresa heredada por Oleszcovski, Supraterra, asegura que hay que apreciar el comportamiento, la evolución de las ciudades para planear su desarrollo habitacional, porque la manera en la que planeamos va directamente relacionada con el comportamiento de las personas que habitarán sus territorios, cuidando la calidad de vida, la construcción de un tejido social y hasta la creación de nuevos liderazgos. “Todo eso se da en ambientes creados para las personas”, dice, recuperando la premisa de su mentor.

“Hay personas que trascienden nuestra vida”, nos confiesa al recordar a su exjefe. “Para él su gente era todo; siempre tenía un espacio fundamental en su compleja agenda de trabajo para ver que necesitábamos, y su manera de ayudar era dándonos oportunidades a los jóvenes que entonces trabajábamos en DRT, para que en un ejercicio práctico nos enfrentáramos a la realidad: ¿Cómo elevamos la calidad de vida de la gente? ¿Cómo transformamos las ciudades, el entorno, con beneficios generales y no sólo para unos cuantos?”

“La regla fundamental es la planeación, no la improvisación”, asevera al recordar aquellas supervisiones a pie por los diferentes fraccionamientos con Oleszcovski, revisando el parque, las guarniciones, las banquetas, pensando en la gente que va a habitar esos desarrollos. “Me decía: Miguel, acuérdate que aquí la suerte la empiezan a repartir a las seis de la mañana, y a esa hora empezábamos a revisar los desarrollos, y luego salíamos de la oficina entre las diez o las once de la noche. Los resultados, sin duda alguna, no eran producto de la casualidad”.

Sentado en el sofá de las oficinas corporativas de Supraterra, frente a un amplio ventanal desde donde se descubre el crecimiento citadino, Miguel Vega responde a nuestra interrogante sobre la opinión que podría tener hoy José Oleszcovski sobre el desarrollo que han tenido sus empresas. “Dejó cimientos totalmente anclados, fuertes y consolidados, pero creo que, además, tuvo un tino fundamental: preparar a la siguiente generación, a la que iba a estar al frente de sus negocios. Como mentor, tenía algo que no se ve mucho en otros líderes: no se guardaba absolutamente nada; nos decía: Todo lo que sé, estoy dispuesto a trasmitirlo. Así que la evolución ha sido la consolidación de sus proyectos. Desde luego que, con la visión y exigencia que tenía, no me libraría de un par de regaños”, comenta, además, mientras ríe, “pero no tengo duda de que estaría orgulloso”.

El director de una de las empresas más trascendentes de las últimas décadas en el desarrollo habitacional y de infraestructura en Querétaro nos habla también de una filosofía en torno a su modelo de negocio: “El diseño de las ciudades debe tener una carga humana fundamental, y esa carga te va a hacer ganar dinero después; no quiero decir que no nos guste el dinero, pero lo primero es lo primero y lo segundo es lo segundo. Con ese diseño en base a las personas para un desarrollo, nos va a generar un retorno, un rendimiento considerable, financieramente aceptable, porque la misma gente nos va a seguir recomendando”.

“Estos fraccionamientos tradicionales, setenteros y ochenteros, en donde tenías una porción de tierra, la dividías como si fuera una cuadricula, sembrabas algunos metros de pasto y te ponías a vender, hoy están descartados en el mercado”, sentencia. “Hoy los únicos desarrollos que van a ser viables serán precisamente aquellos que garanticen ser inclusivos, resilientes, integrales, seguros, y que fomenten la creación de nuevos liderazgos. Yo siempre he dicho que volver a lo básico ha tenido grandes rendimientos”.

“Lo que nos sucedió con la pandemia sencillamente fue un adelanto de lo que nos iba a suceder a los desarrolladores inmobiliarios, porque ya no se podrán seguir haciendo desarrollos que no involucren parques urbanos integrales, que no tengan usos mixtos, que no sean proyectos saludables. El mensaje fue muy claro”, reflexiona mientras consume, de a poco, su café capuchino, al tiempo que ejemplifica: “¿Por qué se dejaron de hacer balcones? Para ganar más metros vendibles, pero la pandemia nos ha dicho que hay que regresar a los balcones, a los roof garden bien hechos, a los espacios donde se pueda transitar, al dimensionamiento de los terrenos, a las mayores alturas de las viviendas…”

Y va más allá sobre las repercusiones de la pandemia en su área de especialidad cuando reconoce: “Hoy uno de los grandes retos que tiene el país es que la construcción vertical se fue de cien a cero. Hoy los desplazamientos verticales son muy bajos; edificios que pudieran ser atractivos para el mercado están desplazando una o dos unidades al mes. Ese es un reto muy fuerte para los que nos dedicamos al desarrollo inmobiliario”.

Miguel Vega sostiene un discurso coherente, basado en la información que le brindan las más de dos décadas y media dedicadas a su profesión, y con el conocimiento abrevado de José Oleszcovski. Habla de Zibatá, “la joya de la corona” de los proyectos de su maestro, al que considera más una ciudad que un fraccionamiento.

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“Es un parteaguas en el desarrollo inmobiliario de Querétaro, pero también del país, donde se puso un desarrollo accesible a la clase media en todas sus caracterizaciones, donde se dispuso un campo de golf público; una ciudad segura, bien vigilada, con un diseño urbano al servicio de la gente; donde el ancho de las guarniciones y las banquetas fueron totalmente complacientes para fomentar que la gente camine. A veces queremos que la gente camine y ponemos pórticos de acceso para el automóvil y el cuarto más grande de la casa es la cochera. No se puede caer en una incongruencia, porque la forma en que planeamos incide directamente en la vida de las personas”.

Y va más allá cuando recuerda que en los tiempos en los que Oleszcovski dirigía la empresa por él iniciada empezaron a planear con perspectiva de género. “Hemos hecho ciudades para los hombres”, reconoce, al tiempo que señala la importancia de mirar la futura infraestructura con la visión y las necesidades femeninas. Es decir, planear las ciudades pensando en todos.


“Para el grupo Supraterra, nuestros territorios deben ser innovadores, inclusivos, seguros, resilientes, donde se tenga como regla fundamental el que no todo es rendimiento, no todo es dinero; nuestro principal compromiso es ver por las personas y por su calidad de vida, a partir de cómo se disfrutan y cómo se comercializan nuestros fraccionamientos. La premisa fundamental que nos ponía José Oleszcovski era que debíamos crear ambientes para las personas, y hoy la seguimos al pie de la letra”.

Miguel Vega Cabrera, queretano de nacimiento y abogado de formación, lo aprendió bien desde hace 26 años, cuando ingresó a la empresa DRT y conoció a uno de los socios de la inmobiliaria, José Oleszcovski, fallecido trágicamente hace 10 años, quien les decía a los jóvenes bajo sus órdenes que tenían que convertirse en abogados vendedores, arquitectos o ingenieros vendedores, y que además debían hacerse de una maestría en “todología”.

Quien dirige desde hace 10 años la empresa heredada por Oleszcovski, Supraterra, asegura que hay que apreciar el comportamiento, la evolución de las ciudades para planear su desarrollo habitacional, porque la manera en la que planeamos va directamente relacionada con el comportamiento de las personas que habitarán sus territorios, cuidando la calidad de vida, la construcción de un tejido social y hasta la creación de nuevos liderazgos. “Todo eso se da en ambientes creados para las personas”, dice, recuperando la premisa de su mentor.

“Hay personas que trascienden nuestra vida”, nos confiesa al recordar a su exjefe. “Para él su gente era todo; siempre tenía un espacio fundamental en su compleja agenda de trabajo para ver que necesitábamos, y su manera de ayudar era dándonos oportunidades a los jóvenes que entonces trabajábamos en DRT, para que en un ejercicio práctico nos enfrentáramos a la realidad: ¿Cómo elevamos la calidad de vida de la gente? ¿Cómo transformamos las ciudades, el entorno, con beneficios generales y no sólo para unos cuantos?”

“La regla fundamental es la planeación, no la improvisación”, asevera al recordar aquellas supervisiones a pie por los diferentes fraccionamientos con Oleszcovski, revisando el parque, las guarniciones, las banquetas, pensando en la gente que va a habitar esos desarrollos. “Me decía: Miguel, acuérdate que aquí la suerte la empiezan a repartir a las seis de la mañana, y a esa hora empezábamos a revisar los desarrollos, y luego salíamos de la oficina entre las diez o las once de la noche. Los resultados, sin duda alguna, no eran producto de la casualidad”.

Sentado en el sofá de las oficinas corporativas de Supraterra, frente a un amplio ventanal desde donde se descubre el crecimiento citadino, Miguel Vega responde a nuestra interrogante sobre la opinión que podría tener hoy José Oleszcovski sobre el desarrollo que han tenido sus empresas. “Dejó cimientos totalmente anclados, fuertes y consolidados, pero creo que, además, tuvo un tino fundamental: preparar a la siguiente generación, a la que iba a estar al frente de sus negocios. Como mentor, tenía algo que no se ve mucho en otros líderes: no se guardaba absolutamente nada; nos decía: Todo lo que sé, estoy dispuesto a trasmitirlo. Así que la evolución ha sido la consolidación de sus proyectos. Desde luego que, con la visión y exigencia que tenía, no me libraría de un par de regaños”, comenta, además, mientras ríe, “pero no tengo duda de que estaría orgulloso”.

El director de una de las empresas más trascendentes de las últimas décadas en el desarrollo habitacional y de infraestructura en Querétaro nos habla también de una filosofía en torno a su modelo de negocio: “El diseño de las ciudades debe tener una carga humana fundamental, y esa carga te va a hacer ganar dinero después; no quiero decir que no nos guste el dinero, pero lo primero es lo primero y lo segundo es lo segundo. Con ese diseño en base a las personas para un desarrollo, nos va a generar un retorno, un rendimiento considerable, financieramente aceptable, porque la misma gente nos va a seguir recomendando”.

“Estos fraccionamientos tradicionales, setenteros y ochenteros, en donde tenías una porción de tierra, la dividías como si fuera una cuadricula, sembrabas algunos metros de pasto y te ponías a vender, hoy están descartados en el mercado”, sentencia. “Hoy los únicos desarrollos que van a ser viables serán precisamente aquellos que garanticen ser inclusivos, resilientes, integrales, seguros, y que fomenten la creación de nuevos liderazgos. Yo siempre he dicho que volver a lo básico ha tenido grandes rendimientos”.

“Lo que nos sucedió con la pandemia sencillamente fue un adelanto de lo que nos iba a suceder a los desarrolladores inmobiliarios, porque ya no se podrán seguir haciendo desarrollos que no involucren parques urbanos integrales, que no tengan usos mixtos, que no sean proyectos saludables. El mensaje fue muy claro”, reflexiona mientras consume, de a poco, su café capuchino, al tiempo que ejemplifica: “¿Por qué se dejaron de hacer balcones? Para ganar más metros vendibles, pero la pandemia nos ha dicho que hay que regresar a los balcones, a los roof garden bien hechos, a los espacios donde se pueda transitar, al dimensionamiento de los terrenos, a las mayores alturas de las viviendas…”

Y va más allá sobre las repercusiones de la pandemia en su área de especialidad cuando reconoce: “Hoy uno de los grandes retos que tiene el país es que la construcción vertical se fue de cien a cero. Hoy los desplazamientos verticales son muy bajos; edificios que pudieran ser atractivos para el mercado están desplazando una o dos unidades al mes. Ese es un reto muy fuerte para los que nos dedicamos al desarrollo inmobiliario”.

Miguel Vega sostiene un discurso coherente, basado en la información que le brindan las más de dos décadas y media dedicadas a su profesión, y con el conocimiento abrevado de José Oleszcovski. Habla de Zibatá, “la joya de la corona” de los proyectos de su maestro, al que considera más una ciudad que un fraccionamiento.

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“Es un parteaguas en el desarrollo inmobiliario de Querétaro, pero también del país, donde se puso un desarrollo accesible a la clase media en todas sus caracterizaciones, donde se dispuso un campo de golf público; una ciudad segura, bien vigilada, con un diseño urbano al servicio de la gente; donde el ancho de las guarniciones y las banquetas fueron totalmente complacientes para fomentar que la gente camine. A veces queremos que la gente camine y ponemos pórticos de acceso para el automóvil y el cuarto más grande de la casa es la cochera. No se puede caer en una incongruencia, porque la forma en que planeamos incide directamente en la vida de las personas”.

Y va más allá cuando recuerda que en los tiempos en los que Oleszcovski dirigía la empresa por él iniciada empezaron a planear con perspectiva de género. “Hemos hecho ciudades para los hombres”, reconoce, al tiempo que señala la importancia de mirar la futura infraestructura con la visión y las necesidades femeninas. Es decir, planear las ciudades pensando en todos.


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