/ sábado 30 de marzo de 2024

Catadura | El México real



La imagen dio la vuelta al mundo; una población enfurecida y entendiblemente agraviada, linchaba sin misericordia a unos delincuentes que habían secuestrado y asesinado a una niña. Sucedió en Taxco, Guerrero, pero pudo haber sido en Michoacán, Guanajuato, Jalisco, Colima, Sonora o Zacatecas. Ocurrió en México, donde se decidió desde el poder, abrazar al crimen en vez de combatirlo, acompañarlo en vez de disuadirlo, justificarlo en vez de erradicarlo. No hay rincón del país a salvo de los grupos delictivos, este ha sido sin duda alguna el más grande fracaso del presidente López Obrador.

Parece increíble que después de 180 mil homicidios y 50 mil desaparecidos, haya candidatas y candidatos que ofrezcan la continuidad como la mejor opción. ¿Pues que le debe este gobierno a los criminales? ¿porque ofrecer abrazos a quienes todos los días están despedazando al país?

La primera obligación de un gobierno es encargarse de la seguridad de sus ciudadanos, si no lo hacen, no están cumpliendo con su trabajo más importante y esos ciudadanos deben echarlos por las mismas urnas por donde entraron. Así de simple.

Debemos ser un país donde se respete el estado de derecho, que combata a los criminales con toda la fuerza de la ley y también de las armas cuando sea necesario. Para eso el Estado tiene el monopolio de la violencia legítima, la facultad exclusiva de utilizar las armas en contra de aquellos que vulneran nuestra tranquilidad. A los criminales no se les abraza, se les somete a la ley, no más, pero tampoco menos.

Necesitamos servicios de inteligencia que funcionen para desarticular a las bandas criminales, no para espiar a adversarios políticos, activistas o periodistas incómodos al régimen. Requerimos cuerpos de seguridad bien remunerados, equipados y capacitados para combatir a los delincuentes bajo un mando civil, no militar. La militarización del país está resultando desastrosa.

La seguridad comienza desde los municipios pero como la Federación los ha dejado sin recursos, han desaparecido sus cuerpos policiacos, dejando a la población expuesta para las extorsiones, cobros de piso, control de las cosechas, los mercados, los rastros, los comercios, el transporte y las carreteras.

En el programa 60 Minutos de la cadena norteamericana CBS, el presidente López Obrador justificaba su política de seguridad asegurando que ya no hay impunidad y todos los homicidios son ahora debidamente procesados.

Ignorar a la delincuencia solo la fortalece, el poder se ejerce y cuando hay un vacío de autoridad, alguien más va a ocupar ese espacio, si no lo hace el Gobierno lo harán los criminales, convirtiendo al país en un infierno, como ya lo estamos viendo.

Esto no es transformar al país, es incendiarlo, acabar con él. No hay gobierno que valga más que la paz y la tranquilidad de su gente. Que las candidatas y el candidato presidenciales estén bien conscientes de ello o lo que perderemos todos, será nuestra nación. Al tiempo.


  • Facebook: Diego Foyo
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La imagen dio la vuelta al mundo; una población enfurecida y entendiblemente agraviada, linchaba sin misericordia a unos delincuentes que habían secuestrado y asesinado a una niña. Sucedió en Taxco, Guerrero, pero pudo haber sido en Michoacán, Guanajuato, Jalisco, Colima, Sonora o Zacatecas. Ocurrió en México, donde se decidió desde el poder, abrazar al crimen en vez de combatirlo, acompañarlo en vez de disuadirlo, justificarlo en vez de erradicarlo. No hay rincón del país a salvo de los grupos delictivos, este ha sido sin duda alguna el más grande fracaso del presidente López Obrador.

Parece increíble que después de 180 mil homicidios y 50 mil desaparecidos, haya candidatas y candidatos que ofrezcan la continuidad como la mejor opción. ¿Pues que le debe este gobierno a los criminales? ¿porque ofrecer abrazos a quienes todos los días están despedazando al país?

La primera obligación de un gobierno es encargarse de la seguridad de sus ciudadanos, si no lo hacen, no están cumpliendo con su trabajo más importante y esos ciudadanos deben echarlos por las mismas urnas por donde entraron. Así de simple.

Debemos ser un país donde se respete el estado de derecho, que combata a los criminales con toda la fuerza de la ley y también de las armas cuando sea necesario. Para eso el Estado tiene el monopolio de la violencia legítima, la facultad exclusiva de utilizar las armas en contra de aquellos que vulneran nuestra tranquilidad. A los criminales no se les abraza, se les somete a la ley, no más, pero tampoco menos.

Necesitamos servicios de inteligencia que funcionen para desarticular a las bandas criminales, no para espiar a adversarios políticos, activistas o periodistas incómodos al régimen. Requerimos cuerpos de seguridad bien remunerados, equipados y capacitados para combatir a los delincuentes bajo un mando civil, no militar. La militarización del país está resultando desastrosa.

La seguridad comienza desde los municipios pero como la Federación los ha dejado sin recursos, han desaparecido sus cuerpos policiacos, dejando a la población expuesta para las extorsiones, cobros de piso, control de las cosechas, los mercados, los rastros, los comercios, el transporte y las carreteras.

En el programa 60 Minutos de la cadena norteamericana CBS, el presidente López Obrador justificaba su política de seguridad asegurando que ya no hay impunidad y todos los homicidios son ahora debidamente procesados.

Ignorar a la delincuencia solo la fortalece, el poder se ejerce y cuando hay un vacío de autoridad, alguien más va a ocupar ese espacio, si no lo hace el Gobierno lo harán los criminales, convirtiendo al país en un infierno, como ya lo estamos viendo.

Esto no es transformar al país, es incendiarlo, acabar con él. No hay gobierno que valga más que la paz y la tranquilidad de su gente. Que las candidatas y el candidato presidenciales estén bien conscientes de ello o lo que perderemos todos, será nuestra nación. Al tiempo.


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