/ martes 7 de abril de 2020

El Despertar que viene

Indiscutiblemente nada será igual después de esta pandemia. Cambiarán los hábitos, los gustos, las tendencias, las prioridades. Muchos buscarán regresar a la normalidad anterior, pero pocos lo conseguirán. Muchos querrán regresar a ese “rincón tranquilo” como en el poema de Benedetti, pero pocos, muy pocos podrán hacerlo.

Los sucesos, las acciones, la falta de estas, los servicios recibidos, la información, la solidaridad, las formas de reunirse a la distancia, las prioridades económicas, la conciencia individual y social. Todo pasará por una lupa de exigencia, de control de daños, y también, de resiliencia.

Todo ocurrirá en un futuro que hoy se antoja lejano pero que está apenas a dos, tres o cuatro meses. El tiempo de encierro nos cambiará muchas perspectivas, muchos hábitos y muchas costumbres. Lento pero sin pausa nos hemos hecho responsables de nuestro microcosmos con nuestros micro-problemas: desde el trabajo en cuarentena que obliga a desarrollar nuevas dinámicas laborales y comunicativas, hasta la reformulación de la convivencia de pareja y de familia, pasando por nuevos roles de labores cotidianas.

El 2021 será un año muy distinto. Si bien en los últimos 50 años le hemos dado con tecnología y conocimiento un nuevo rostro a la humanidad, el próximo año será un año que dará cauce real a ese redimensionamiento.

Hoy ya lo estamos haciendo. Hoy partimos de preguntas que ya nos habíamos hecho pero que nunca habíamos aplicado: ¿cuánto beneficia al medio ambiente reducir nuestra movilidad? ¿qué mejora económica obtenemos implementando el “home office”? ¿ Cuanto debe costar una escuela con clases a distancia? ¿cómo debemos escoger a nuestros liderazgos y cuales son esas habilidades que deben poseer?, ¿cuál es la verdadera calidad de ese servicio que tenemos contratado?, ¿cómo se construye comunidad desde el aislamiento?.

Y también existen preguntas a nivel macro que deberán aterrizar tarde o temprano en políticas multilaterales que integren a todos los países: ¿Cuál debe ser el plan a futuro para contener desde el primer brote una futura epidemia? ¿cuántos recursos deben tener asignados los gobiernos para combatirla sin comprometer sus obligaciones habituales? ¿Qué castigo debe haber para quien viole las restricciones necesarias para salvaguardar la integridad de todos? ¿cómo normalizamos lo más posible las vida, los servicios, las garantías y derechos ciudadanos, el ingreso económico? ¿cómo podemos implementar una única alerta mundial que construya directrices de aplicación que no pasen por criterios subjetivos o ideología propia de los gobiernos nacionales (EU, México, Brasil)? ¿cómo, incluso, construimos una sola métrica mundial para dar seguimiento a los datos relevantes de: casos, velocidad de infección, fallecimientos? ¿Cuántas camas debemos tener disponibles en nuestro sistema de salud a partir de la experiencia? ¿cuál debe ser el canal de comunicación único que transmita información veraz, oportuna, sencilla, con base científica que permita a la sociedad organizarse?

Como lo ha expresado estupendamente Yuval Noah Harari, el futuro requiere un solo plan de cooperación global que permita compartir información entre naciones a partir de sus propias experiencias, que distribuya equipo médico necesario erradicando el acaparamiento de los países ricos y dotando a todas las naciones de las mismas herramientas para combatir cualquier amenaza biológica; incluso requiere un mismo plan para la distribución de personal médico capacitado y entrenado que pueda desplazarse inmediatamente ante el brote de una pandemia para fortalecer las capacidades ejecutivas locales de todas las naciones.

Si de algo nos hemos dado cuenta a partir de esta experiencia es que un solo caso de infección puede tener efectos mundiales, y que dicho caso puede vivir en país rico o pobre, del norte o sur del globo.

Por ello el futuro inmediato estará lleno de debates sobre la toma de conciencia sobre nuestra aldea global, sobre la urgente necesidad de aceitar los mecanismos mundiales de salud, sobre la humanización de todos los procedimientos implementados, sobre las experiencias para activar las economías locales y sobre como el único mecanismo viable será y deberá ser el de la solidaridad mundial.

Habrá voces en contra. Habrá quien promueva el aislacionismo, quien promueva esconder los datos por seguridad nacional o quien quiera acaparar vacunas, conocimiento y equipo médico. Habrá quien recurra a la retórica o a la ideología, al miedo o al nacionalismo. No los dejemos.

Indiscutiblemente nada será igual después de esta pandemia. Cambiarán los hábitos, los gustos, las tendencias, las prioridades. Muchos buscarán regresar a la normalidad anterior, pero pocos lo conseguirán. Muchos querrán regresar a ese “rincón tranquilo” como en el poema de Benedetti, pero pocos, muy pocos podrán hacerlo.

Los sucesos, las acciones, la falta de estas, los servicios recibidos, la información, la solidaridad, las formas de reunirse a la distancia, las prioridades económicas, la conciencia individual y social. Todo pasará por una lupa de exigencia, de control de daños, y también, de resiliencia.

Todo ocurrirá en un futuro que hoy se antoja lejano pero que está apenas a dos, tres o cuatro meses. El tiempo de encierro nos cambiará muchas perspectivas, muchos hábitos y muchas costumbres. Lento pero sin pausa nos hemos hecho responsables de nuestro microcosmos con nuestros micro-problemas: desde el trabajo en cuarentena que obliga a desarrollar nuevas dinámicas laborales y comunicativas, hasta la reformulación de la convivencia de pareja y de familia, pasando por nuevos roles de labores cotidianas.

El 2021 será un año muy distinto. Si bien en los últimos 50 años le hemos dado con tecnología y conocimiento un nuevo rostro a la humanidad, el próximo año será un año que dará cauce real a ese redimensionamiento.

Hoy ya lo estamos haciendo. Hoy partimos de preguntas que ya nos habíamos hecho pero que nunca habíamos aplicado: ¿cuánto beneficia al medio ambiente reducir nuestra movilidad? ¿qué mejora económica obtenemos implementando el “home office”? ¿ Cuanto debe costar una escuela con clases a distancia? ¿cómo debemos escoger a nuestros liderazgos y cuales son esas habilidades que deben poseer?, ¿cuál es la verdadera calidad de ese servicio que tenemos contratado?, ¿cómo se construye comunidad desde el aislamiento?.

Y también existen preguntas a nivel macro que deberán aterrizar tarde o temprano en políticas multilaterales que integren a todos los países: ¿Cuál debe ser el plan a futuro para contener desde el primer brote una futura epidemia? ¿cuántos recursos deben tener asignados los gobiernos para combatirla sin comprometer sus obligaciones habituales? ¿Qué castigo debe haber para quien viole las restricciones necesarias para salvaguardar la integridad de todos? ¿cómo normalizamos lo más posible las vida, los servicios, las garantías y derechos ciudadanos, el ingreso económico? ¿cómo podemos implementar una única alerta mundial que construya directrices de aplicación que no pasen por criterios subjetivos o ideología propia de los gobiernos nacionales (EU, México, Brasil)? ¿cómo, incluso, construimos una sola métrica mundial para dar seguimiento a los datos relevantes de: casos, velocidad de infección, fallecimientos? ¿Cuántas camas debemos tener disponibles en nuestro sistema de salud a partir de la experiencia? ¿cuál debe ser el canal de comunicación único que transmita información veraz, oportuna, sencilla, con base científica que permita a la sociedad organizarse?

Como lo ha expresado estupendamente Yuval Noah Harari, el futuro requiere un solo plan de cooperación global que permita compartir información entre naciones a partir de sus propias experiencias, que distribuya equipo médico necesario erradicando el acaparamiento de los países ricos y dotando a todas las naciones de las mismas herramientas para combatir cualquier amenaza biológica; incluso requiere un mismo plan para la distribución de personal médico capacitado y entrenado que pueda desplazarse inmediatamente ante el brote de una pandemia para fortalecer las capacidades ejecutivas locales de todas las naciones.

Si de algo nos hemos dado cuenta a partir de esta experiencia es que un solo caso de infección puede tener efectos mundiales, y que dicho caso puede vivir en país rico o pobre, del norte o sur del globo.

Por ello el futuro inmediato estará lleno de debates sobre la toma de conciencia sobre nuestra aldea global, sobre la urgente necesidad de aceitar los mecanismos mundiales de salud, sobre la humanización de todos los procedimientos implementados, sobre las experiencias para activar las economías locales y sobre como el único mecanismo viable será y deberá ser el de la solidaridad mundial.

Habrá voces en contra. Habrá quien promueva el aislacionismo, quien promueva esconder los datos por seguridad nacional o quien quiera acaparar vacunas, conocimiento y equipo médico. Habrá quien recurra a la retórica o a la ideología, al miedo o al nacionalismo. No los dejemos.