/ sábado 20 de abril de 2024

Lo que no nos define | Autoritarismo vs eficiencia


Este año, el mundo se convierte en un escenario político de amplias dimensiones, con más de 2.000 millones de votantes en 50 países que decidirán el curso de sus naciones, este torrente electoral parece señalar un momento crucial. Sin embargo, resulta paradójico que en medio de esta vorágine, el panorama podría inclinarse hacia una demostración del deterioro de la salud democrática en lugar de su robustecimiento.

En América Latina, en particular, la preferencia por gobiernos autoritarios pero eficientes está ganando terreno. En este sentido, las palabras de Michelle Bachelet, la ex presidenta chilena, adquieren relevancia al señalar el debilitamiento de las democracias en la región, expresada en una creciente frustración y desilusión de la población con las instituciones políticas, así como en una falta de visión de futuro y mejora en la calidad de vida bajo el sistema democrático.

No cabe duda que el desafío para las democracias radica en su capacidad para ser eficientes y responder a las necesidades reales de la población. Sin embargo, actualmente, la percepción de que las democracias no están abordando los problemas fundamentales alimenta una creciente apatía hacia el sistema.

El último informe del Latinobarómetro destaca esta tendencia al mostrar una disminución en la apreciación de la democracia como un sistema fundamental. Incluso se observan expresiones que sugieren una inclinación hacia un gobierno autoritario, percibido como aquel capaz de garantizar una gestión pública más eficiente en términos de respuesta a las demandas de los ciudadanos.

En ese marco, la creciente tolerancia hacia modelos autoritarios, como el liderazgo del presidente Nayib Bukele, ilustra esta tendencia en algunos sectores. Aunque sus medidas han mostrado resultados tangibles en términos de seguridad, plantean dilemas sobre la eficacia versus la naturaleza antidemocrática de dichas acciones y respeto a los derechos humanos.

La lucha contra la corrupción es otro frente crucial para fortalecer a las democracias, pues si bien ésta existe en todas partes, su grado de penetración varía significativamente, por lo que es fundamental prevenir y castigar la corrupción de manera ejemplar para mantener la confianza en las instituciones.

El fenómeno de la tolerancia hacia regímenes autoritarios merece una reflexión profunda. Si bien es comprensible el interés por modelos que aparentan soluciones rápidas a problemas complejos, debemos ser conscientes del riesgo que estos conllevan; pues la posibilidad de que líderes elegidos democráticamente adopten medidas antidemocráticas es un peligro latente que debe ser abordado con seriedad.

En última instancia, el 2024 no sólo es un año de elecciones, sino también un año de evaluación crítica sobre el estado de nuestras democracias y el rumbo que están tomando. La preservación y el fortalecimiento de estos sistemas requieren un compromiso firme con la transparencia, la participación ciudadana y el respeto irrestricto por los principios democráticos.

¿O será la democracia lo que no nos define?


  • Consultor y profesor universitario

  • Twitter: Petaco10marina

  • Facebook: Petaco Diez Marina

  • Instagram: Petaco10marina


Este año, el mundo se convierte en un escenario político de amplias dimensiones, con más de 2.000 millones de votantes en 50 países que decidirán el curso de sus naciones, este torrente electoral parece señalar un momento crucial. Sin embargo, resulta paradójico que en medio de esta vorágine, el panorama podría inclinarse hacia una demostración del deterioro de la salud democrática en lugar de su robustecimiento.

En América Latina, en particular, la preferencia por gobiernos autoritarios pero eficientes está ganando terreno. En este sentido, las palabras de Michelle Bachelet, la ex presidenta chilena, adquieren relevancia al señalar el debilitamiento de las democracias en la región, expresada en una creciente frustración y desilusión de la población con las instituciones políticas, así como en una falta de visión de futuro y mejora en la calidad de vida bajo el sistema democrático.

No cabe duda que el desafío para las democracias radica en su capacidad para ser eficientes y responder a las necesidades reales de la población. Sin embargo, actualmente, la percepción de que las democracias no están abordando los problemas fundamentales alimenta una creciente apatía hacia el sistema.

El último informe del Latinobarómetro destaca esta tendencia al mostrar una disminución en la apreciación de la democracia como un sistema fundamental. Incluso se observan expresiones que sugieren una inclinación hacia un gobierno autoritario, percibido como aquel capaz de garantizar una gestión pública más eficiente en términos de respuesta a las demandas de los ciudadanos.

En ese marco, la creciente tolerancia hacia modelos autoritarios, como el liderazgo del presidente Nayib Bukele, ilustra esta tendencia en algunos sectores. Aunque sus medidas han mostrado resultados tangibles en términos de seguridad, plantean dilemas sobre la eficacia versus la naturaleza antidemocrática de dichas acciones y respeto a los derechos humanos.

La lucha contra la corrupción es otro frente crucial para fortalecer a las democracias, pues si bien ésta existe en todas partes, su grado de penetración varía significativamente, por lo que es fundamental prevenir y castigar la corrupción de manera ejemplar para mantener la confianza en las instituciones.

El fenómeno de la tolerancia hacia regímenes autoritarios merece una reflexión profunda. Si bien es comprensible el interés por modelos que aparentan soluciones rápidas a problemas complejos, debemos ser conscientes del riesgo que estos conllevan; pues la posibilidad de que líderes elegidos democráticamente adopten medidas antidemocráticas es un peligro latente que debe ser abordado con seriedad.

En última instancia, el 2024 no sólo es un año de elecciones, sino también un año de evaluación crítica sobre el estado de nuestras democracias y el rumbo que están tomando. La preservación y el fortalecimiento de estos sistemas requieren un compromiso firme con la transparencia, la participación ciudadana y el respeto irrestricto por los principios democráticos.

¿O será la democracia lo que no nos define?


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