/ sábado 9 de marzo de 2024

Lo que no nos define | El muro nórdico


El jueves pasado marcó un hito en la historia de Suecia al formalizar su entrada en la OTAN, convirtiéndose en el miembro número 32 de la Alianza. Este paso estratégico, que llevó 22 meses de intensas negociaciones y superó las reticencias de Turquía y Hungría, tiene profundas implicaciones en el equilibrio de poder en el Mar Báltico y el Alto Norte.

La adhesión de Suecia a la OTAN llega en un momento de creciente tensión entre el presidente Vladimir Putin y la Alianza, agudizada por la invasión rusa a Ucrania. La entrada de Suecia no sólo fortalece el llamado 'muro nórdico' junto a Finlandia, sino que también asesta un duro golpe a Rusia, que ha prometido tomar medidas indefinidas para fortalecer su defensa ante la ampliación de la OTAN.

La inclusión de Suecia y Finlandia en la Alianza refuerza significativamente la capacidad disuasoria de la OTAN en los mares Báltico y del Norte. La geografía estratégica del país, que incluye la vital isla de Gotland para controlar la entrada al Mar Báltico, facilitará la defensa y disuasión en la región, según Robert Dalsjo, director de estudios de la Agencia Sueca de Investigación de Defensa.

La decisión de unirse a la OTAN es el resultado de una reconsideración profunda de su política de seguridad nacional tras la invasión rusa. Durante más de 200 años, Suecia evitó las alianzas militares, adoptando una postura neutral en tiempos de guerra. Sin embargo, el panorama actual, marcado por la agresión rusa y la necesidad de seguridad colectiva, ha llevado a un cambio de paradigma.

Con su ingreso a la OTAN, Suecia se beneficiará de la garantía de defensa común, donde un ataque contra un miembro se considera un ataque contra todos. Esto proporcionará una mayor seguridad y previsibilidad, eliminando cualquier incertidumbre sobre cómo actuar en situaciones de crisis o guerra, como señaló Anna Wieslander, directora para el norte de Europa del Consejo Atlántico.

En ese sentido, la coordinación con Finlandia, Dinamarca y Noruega, junto con la posibilidad de unirse a la brigada multinacional de vanguardia de la OTAN en Letonia, fortalecerá la capacidad sueca para vigilar el Báltico y el espacio aéreo sobre Kaliningrado, desempeñando un papel clave en garantizar la seguridad de Gotemburgo, vital para el reabastecimiento, los refuerzos, y el reagrupamiento para las fuerzas estadounidenses.

Esta adhesión, en conjunto con la entrada previa de Finlandia, demuestra que la estrategia de Putin de desgastar a la Alianza Atlántica se encuentra en jaque. La OTAN se fortalece en el norte, y la respuesta de Suecia a la agresión rusa es un recordatorio de que la paz y la seguridad colectiva son valores que no pueden comprometerse en la nueva realidad geopolítica. No cabe duda de que este suceso representa un desafío claro para el Kremlin y plantea preguntas sobre la próxima jugada de Putin en un tablero que se vuelve cada vez más complejo y desafiante.

¿O serán los muros lo que no nos define?


  • Consultor y profesor universitario

  • Twitter: Petaco10marina

  • Facebook: Petaco Diez Marina

  • Instagram: Petaco10marina



El jueves pasado marcó un hito en la historia de Suecia al formalizar su entrada en la OTAN, convirtiéndose en el miembro número 32 de la Alianza. Este paso estratégico, que llevó 22 meses de intensas negociaciones y superó las reticencias de Turquía y Hungría, tiene profundas implicaciones en el equilibrio de poder en el Mar Báltico y el Alto Norte.

La adhesión de Suecia a la OTAN llega en un momento de creciente tensión entre el presidente Vladimir Putin y la Alianza, agudizada por la invasión rusa a Ucrania. La entrada de Suecia no sólo fortalece el llamado 'muro nórdico' junto a Finlandia, sino que también asesta un duro golpe a Rusia, que ha prometido tomar medidas indefinidas para fortalecer su defensa ante la ampliación de la OTAN.

La inclusión de Suecia y Finlandia en la Alianza refuerza significativamente la capacidad disuasoria de la OTAN en los mares Báltico y del Norte. La geografía estratégica del país, que incluye la vital isla de Gotland para controlar la entrada al Mar Báltico, facilitará la defensa y disuasión en la región, según Robert Dalsjo, director de estudios de la Agencia Sueca de Investigación de Defensa.

La decisión de unirse a la OTAN es el resultado de una reconsideración profunda de su política de seguridad nacional tras la invasión rusa. Durante más de 200 años, Suecia evitó las alianzas militares, adoptando una postura neutral en tiempos de guerra. Sin embargo, el panorama actual, marcado por la agresión rusa y la necesidad de seguridad colectiva, ha llevado a un cambio de paradigma.

Con su ingreso a la OTAN, Suecia se beneficiará de la garantía de defensa común, donde un ataque contra un miembro se considera un ataque contra todos. Esto proporcionará una mayor seguridad y previsibilidad, eliminando cualquier incertidumbre sobre cómo actuar en situaciones de crisis o guerra, como señaló Anna Wieslander, directora para el norte de Europa del Consejo Atlántico.

En ese sentido, la coordinación con Finlandia, Dinamarca y Noruega, junto con la posibilidad de unirse a la brigada multinacional de vanguardia de la OTAN en Letonia, fortalecerá la capacidad sueca para vigilar el Báltico y el espacio aéreo sobre Kaliningrado, desempeñando un papel clave en garantizar la seguridad de Gotemburgo, vital para el reabastecimiento, los refuerzos, y el reagrupamiento para las fuerzas estadounidenses.

Esta adhesión, en conjunto con la entrada previa de Finlandia, demuestra que la estrategia de Putin de desgastar a la Alianza Atlántica se encuentra en jaque. La OTAN se fortalece en el norte, y la respuesta de Suecia a la agresión rusa es un recordatorio de que la paz y la seguridad colectiva son valores que no pueden comprometerse en la nueva realidad geopolítica. No cabe duda de que este suceso representa un desafío claro para el Kremlin y plantea preguntas sobre la próxima jugada de Putin en un tablero que se vuelve cada vez más complejo y desafiante.

¿O serán los muros lo que no nos define?


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