/ sábado 10 de diciembre de 2022

Lo que no nos define | ¿Consenso o descomposición?


Actualmente, es posible advertir una crisis de inestabilidad política en América Latina: gobiernos de izquierda y derecha, regímenes populistas y oposiciones. Todos responden a dichos patrones. Esta semana se registraron múltiples sucesos que retratan la cruda realidad que se vive en la región y distintas latitudes.

Este martes, un tribunal penal argentino condenó a la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner a seis años de prisión por defraudación al Estado, así como por irregularidades en la concesión de obras viales durante el período que gobernó junto con su difunto marido, Néstor Kirchner (2003-2015). Esta sentencia profundizó el choque entre el poder judicial y el peronismo en el poder.

Ese mismo día, se dio a conocer que un tribunal de Nueva York declaró culpable a la Organización Trump por múltiples cargos vinculados a un esquema de defraudación a las autoridades fiscales de Estados Unidos, mismo que operó a lo largo de 15 años. Recientemente Donald Trump anunció su candidatura para 2024, acompañada del despliegue de una plataforma para regresar a la Casa Blanca.

El miércoles, con 101 de 130 votos a favor de una moción de vacancia, el Congreso de Perú destituyó a Pedro Castillo por “incapacidad moral”, después de que éste anunciara la disolución de dicho órgano y declarara un gobierno de excepción. Distintos mandatarios se han pronunciado al respecto, a favor o en contra. Sin el apoyo de sus aliados ni de los militares, Castillo fue detenido por la Policía Nacional y, en su lugar, Dina Boluarte asumió la presidencia.

Este deterioro no es exclusivo de Latinoamérica, igualmente permea en Occidente. Baste mencionar la crisis de gobernabilidad y gobernanza en Alemania por el crecimiento de la ultraderecha. Esta semana, la policía alemana detuvo a 25 personas, 22 de las cuales presuntamente pertenecen a una organización que pretende derrocar al gobierno en turno. Ésto acontece a un año de la salida de Angela Merkel; indudablemente, se extraña su liderazgo en Europa.

Todo ello refleja ingredientes de descomposición local, pero también a nivel institucional. La política local incide en la esfera regional y, a su vez, ésto impacta sustancialmente el plano global.

Gobernar supone un acto de servicio de cara a la ciudadanía. Sin embargo, no todos quieren ser gobernados ni están de acuerdo con el aparato político que los rige. El resultado es una tensión sistémica: los unos contra los otros. Todos llegan al mismo punto y a denostaciones comunes.

En este contexto, recordemos la frase atribuida a Abraham Lincoln: “No somos enemigos, sino amigos. No debemos ser enemigos. Si bien la pasión puede tensar nuestros lazos de afecto, jamás debe romperlos. Las místicas cuerdas del recuerdo resonarán cuando vuelvan a sentir el tacto del buen ángel que llevamos dentro”.

¿Será el consenso, el perdón y la gobernanza lo que no nos define?


  • Consultor y profesor universitario
  • Twitter: Petaco10marina
  • Facebook: Petaco Diez Marina
  • Instagram: Petaco10marina



Actualmente, es posible advertir una crisis de inestabilidad política en América Latina: gobiernos de izquierda y derecha, regímenes populistas y oposiciones. Todos responden a dichos patrones. Esta semana se registraron múltiples sucesos que retratan la cruda realidad que se vive en la región y distintas latitudes.

Este martes, un tribunal penal argentino condenó a la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner a seis años de prisión por defraudación al Estado, así como por irregularidades en la concesión de obras viales durante el período que gobernó junto con su difunto marido, Néstor Kirchner (2003-2015). Esta sentencia profundizó el choque entre el poder judicial y el peronismo en el poder.

Ese mismo día, se dio a conocer que un tribunal de Nueva York declaró culpable a la Organización Trump por múltiples cargos vinculados a un esquema de defraudación a las autoridades fiscales de Estados Unidos, mismo que operó a lo largo de 15 años. Recientemente Donald Trump anunció su candidatura para 2024, acompañada del despliegue de una plataforma para regresar a la Casa Blanca.

El miércoles, con 101 de 130 votos a favor de una moción de vacancia, el Congreso de Perú destituyó a Pedro Castillo por “incapacidad moral”, después de que éste anunciara la disolución de dicho órgano y declarara un gobierno de excepción. Distintos mandatarios se han pronunciado al respecto, a favor o en contra. Sin el apoyo de sus aliados ni de los militares, Castillo fue detenido por la Policía Nacional y, en su lugar, Dina Boluarte asumió la presidencia.

Este deterioro no es exclusivo de Latinoamérica, igualmente permea en Occidente. Baste mencionar la crisis de gobernabilidad y gobernanza en Alemania por el crecimiento de la ultraderecha. Esta semana, la policía alemana detuvo a 25 personas, 22 de las cuales presuntamente pertenecen a una organización que pretende derrocar al gobierno en turno. Ésto acontece a un año de la salida de Angela Merkel; indudablemente, se extraña su liderazgo en Europa.

Todo ello refleja ingredientes de descomposición local, pero también a nivel institucional. La política local incide en la esfera regional y, a su vez, ésto impacta sustancialmente el plano global.

Gobernar supone un acto de servicio de cara a la ciudadanía. Sin embargo, no todos quieren ser gobernados ni están de acuerdo con el aparato político que los rige. El resultado es una tensión sistémica: los unos contra los otros. Todos llegan al mismo punto y a denostaciones comunes.

En este contexto, recordemos la frase atribuida a Abraham Lincoln: “No somos enemigos, sino amigos. No debemos ser enemigos. Si bien la pasión puede tensar nuestros lazos de afecto, jamás debe romperlos. Las místicas cuerdas del recuerdo resonarán cuando vuelvan a sentir el tacto del buen ángel que llevamos dentro”.

¿Será el consenso, el perdón y la gobernanza lo que no nos define?


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