In Memorian del maestro: Gabriel Rincón Frías. Q.E.P.D.
[...] "Salgan del pecho, salgan / en lágrimas ardientes. / Las represadas penas / de mis ansias crueles, / afuera ceremonias / de atenciones corteses / alivios afectados, consuelos aparentes"... Sor Juana Inés de la Cruz.
Ceremonia y ritual
Cuando una religiosa moría sus hermanas amortajaban el cuerpo, limpiaban la cara, manos y pies, se le colocaba el hábito de la orden, capa, escapulario, el velo. [En el caso de las carmelitas] en algunas otras órdenes el anillo de profesión, su crucifijo en las manos que eran colocadas en el pecho, se le ponía también una corona de flores y una palma en significado de su virginidad, penitencia e inocencia.
A veces se le esparcían pétalos de rosas y en otras hojas de hinojo. Otras veces se encalaba el cuerpo para prolongar la descomposición. En andas o en un repositorio que se usaba en estas ocasiones era depositada en el coro bajo, se le ponían cirios, o blandones entre cada uno, macetas o flores de tela o de papel que elaboraban las propias hermanas. Simulando un huerto, “que respiraba el olor, como que denotasen que aquél era el celebrado huerto del esposo”. (Ramos: 1999).
Antes de inhumarla en la cripta (que se encontraban en el mismo coro bajo, al igual que el osario) se rezaba el “oficio de difuntos”, previamente se le había velado por la comunidad. Eran leídos pasajes bíblicos, el sacerdote con su vestimenta para esta liturgia, rezaba: Regnum cui omnia vvivunt, el Benite. Bendecía el sepulcro mientras era depositado el cadáver con los pies hacia el altar. Las monjas cubiertas con largos velos luctuosos salían del coro de dos en dos entonando el salmo De Profundis. En tanto que la sepultura era sellada.
Exequias
Dependiendo de la fama de santidad de la monja, de la posición social y de poder de sus familiares y protectores, tenían cierta fastuosidad y solemnidad las exequias. Por la asistencia a los oficios de las autoridades virreinales y eclesiástica. Ramos Medina nos ofrece un ejemplo: “Un fallecimiento de gran importancia fue el de Inés de la Cruz, fundadora del convento de san José, en la capital novohispana, ocurrido el 5 de septiembre de 1633.
El día de su entierro "a las cuatro de la tarde […] el Ilustrísimo señor arzobispo don Francisco Manso, haciendo el oficio de Pontifical y admirado su Ilustrísima, ponderaba lo extraordinario de la música que le había parecido fueron ángeles los que cantaron”.
Cuando el cuerpo era expuesto al exterior se abrían en parte, las pesadas cortinas del coro bajo.
Son muchas las construcciones que el imaginario colectivo atribuyó a la muerte en olor de santidad. Proveniente del Medioevo las situaciones “sobrenaturales”, quedaron registradas en muchas crónicas de beaterios y monasterios en la época novohispana. En la celda o los lugares donde solían estar, olían a rosas, se acercaban las aves a cantar…
El cuerpo - Liberación
La tradición teológica, científica y popular asociaba a las mujeres con el cuerpo, la lujuria, la flaqueza y la irracionalidad, mientras que identificaba a los hombres con el espíritu, la razón y la fuerza, los hagiógrafos eran propensos a ver en los pecados de las mujeres una naturaleza corporal y sensual, considerándolos como su provinieran del interior de su cuerpo, mientras que representaban a los hombres pecadores como seducidos desde afuera tentados, de hecho, por la corporeidad que la mujer les ofrecía. [Al respecto véase Carolina Walter Bynum. “El cuerpo femenino y la práctica religiosa en la baja edad media”, en Fragmentos para una historia del cuerpo humano, parte tercera, coordinado por Feher Michel, Naddaff Ramona y Tazi Nadia, Taurus, Madrid, 1990. pp. 163-225].
Con la guía espiritual de fundadores, reformadores, confesores y capellanes, para llegar a la perfección. Las “desviaciones "a las reglas y normas disciplinarias fueron actos inherentes a los seres humanos, no obstantes de la negación del “cuerpo” y la libido. La fantasía y los mitos entretejidos en relación con la sexualidad de las religiosas son más bien el producto de visiones desvirtuadas y morbosas. Que el imaginario colectivo identifica como comportamientos de la santidad hasta de posesiones demoniacas de las religiosas. Son a final de cuentas discursos idealizados de una sociedad que busca más el sensacionalismo mediático que la concreción de los hechos.
Vida conventual
Al hacer la profesión las religiosas "ya habían muerto para el mundo". Según las Reglas de cada Orden su vida se regía en la clausura total. La mayor parte del tiempo en los oficios que se realizaban en los coros. Los conventos y beaterios funcionaron como resguardo a la virtud y al “honor” masculino, más que como caminos a la “perfección y santificación”. Fueron también un freno a las aspiraciones apostólicas de las mujeres para tener una vida más participativa dentro de la iglesia católica apostólica y romana, la cual fue cuartada en concilio Laterese.
Las rutinas monásticas entre maitines, laúdes y prima, refectorio, cuarto de labores, celdas, huerto, cocinas..., cantos de tercias, rogaciones, plegarias, oraciones de la sexta, suplicas ya acciones de gracias, hora nona, rezos cantos, oración mental, completas, mortificaciones y penitencias. Tuvieron como lugar común los coros altos y bajos de sus conventos.
Consideraciones finales
Algunas actitudes que resumen la vida monástica son; recogimiento, clausura, penitencia, silencio para la meditación y la oración, obediencia, castidad, virtud… mujeres entregadas en alma y cuerpo al régimen religioso siguiendo las reglas y constituciones propias de sus ordenes donde profesaron. Mujeres que formaron en el colectivo un prototipo, vidas ejemplares dignas de imitar.
De manera breve hemos descrito los procesos de enfermedad y muerte en el espacio conventual femenino. Los esquemas sociales, económicos, mentales y culturales dieron como resultado una forma particular de ver, pensar, sentir, percibir la vida y la muerte en los monasterios.
Desde Anbanica - Teocalhueyacan. Noviembre de MMXXI.