/ miércoles 24 de noviembre de 2021

Sonideros queretanos resisten en la clandestinidad

Aunque se trata de un movimiento musical urbano con más de 50 años de existencia, a Querétaro llegó a finales de los ochentas con las migraciones, y desde entonces busca enraizar en la cotidianidad de los barrios y colonias populares de la ciudad, donde suenan cada vez menos por la crisis social y económica

Al ritmo de la guaracha, la cumbia y la salsa la gente va “abriendo la rueda” para mostrar sus mejores pasos, mientras al micrófono se escucha la voz en eco de un hombre que manda saludos: “Ya llegó la reina de la guaracha”, “un saludo para el coqueto… “besos a las chicas de la doble d… y para los sabrosos de Peñuelas también”.

Las luces iluminan la pista, mientras hombres y mujeres “persignan el piso” con giros, movimientos de piernas, hombros y caderas; al centro, los ojos se topan con la sincronización casi coreográfica de una pareja: él hace malabares con los brazos, mientras ella, una mujer trans, gira sobre los tacones.

La escena completa se trata de un sonidero; movimiento musical urbano surgido en los barrios de la Ciudad de México hace más 50 años, que llegó a Querétaro en los ochentas con los flujos migratorios.

Desde entonces, la cultura sonidera se ha colado a la cotidianidad de las colonias populares de la ciudad, donde de acuerdo con Armando Hernández, suenan cada vez menos por la rigurosa reglamentación urbana, la delincuencia y más recientemente, la pandemia de Covid-19.

Él es propietario de Disco Móvil Fantasía, un sonido que lleva 22 años haciendo ruido en las pistas y calles de Querétaro.

Originario del Estado de México, Armando cuenta que migró a la ciudad a finales de los años 90, justo cuando apenas empezaba a sonar la escena.

“La primera vez que yo tuve mi equipo lo saqué afuera de mi casa pensando que con el ruido la gente se iba a acercar como en la Ciudad de México: `y órale que es gratis…´ y no, al contrario, la gente me empezó a reclamar: `cállese o le voy a traer a la policía´”.

Los sonideros nacieron como una posibilidad de baile popular, ante las dificultades económicas para acceder a los salones de baile o contratar grupos musicales; la gente que contaba con equipo de sonido, lo colectivizaba con los vecinos de la cuadra y se armaba la pachanga.

Aún hoy es común que en el Estado de México y en la capital, la gente cierre las calles, y sin pedir permiso, armen la fiesta callejera donde todo mundo baila con todo mundo sin importar clase social, raza o género.

Sin embargo, Armando asevera que aún falta mucho para que esto suceda en Querétaro; en primera, porque considera que la música tropical aún no es tan popular entre la gente, y en segunda, porque aún se ve con malos ojos este tipo de manifestaciones en las calles; situación que ha hecho que la administración ponga más trabas a los permisos.

Foto: Miriam Martínez | Diario de Querétaro

“Tan bonito el jardín Zenea y ahora ya parece antro de bajo presupuesto, quien les permite poner bocinas y luces y convertirlo en pista de baile??? ... Que mala imagen dan al cuadro principal del centro histórico”, expresó en las redes la usuaria Elvia Karu luego de que se viralizaran las quejas de algunos vecinos por los bailes en Jardín Zenea, que se acrecentaron tras la contingencia sanitaria.

Pese a los comentarios, Armando argumenta que se trata de una de las tantas estrategias que se han implementado en el sector, para hacer frente al embate económico de la pandemia.

“Nos da bastante gusto porque son compañeros que le están echando ganas… y de alguna manera es un forma de dar a conocer este tipo de ambiente”, asiente.

“La verdad es que es una actividad muy bonita, la gente es feliz cuando baila (…) Es gente sana y no crean que solo pasa en Querétaro en otras ciudades también está esta actividad de forma gratuita y sana justo en el centro de las ciudades”, expresó Mireyita Silva en el mismo hilo de comentarios que la usuaria anterior.

Más permisos, menos clandestinidad

Aunque los sonideros clandestinos aumentaron en pandemia, Armando asevera que la situación no dista mucho de lo que el sector vivía antes de ella.

Y es que considera que existen muchas trabas administrativas en su quehacer, porque todavía para muchos son incómodas estas manifestaciones populares, incluso para los dueños de salones fiesta; eso los obliga a tener que organizarlos bajo el agua y en las periferias.

“Estamos luchando por conseguir espacios, hemos ido a Gobierno con la intención de podernos entender, pero no se puede; a lo mejor es porque es la ley y así tiene que ser, pero regularmente los permisos son como si hiciéramos un baile con la banda El Recodo, y hay una fianza que pagar (…) Entonces dices `híjole ¿y de dónde? Más aparte seguridad, ambulancia (…) Se aumenta mucho el costo, y dices: `bueno, voy a poner el boleto a 200 pesos´, pero la gente no lo va a pagar. Por eso tenemos que buscar lugares que no sean tan a la vista, o lugares donde los vecinos estén de acuerdo; porque si yo hago algo aquí afuera y a un vecino no le parece luego luego hablan a la policía”, lamenta.

Desde los años 90, hasta la fecha, asevera que es un problema constante que no han podido resolver, razón por la cual argumenta que el movimiento del sonidero no ha podido crecer en la ciudad como esperarían.

“No tenemos la misma fuerza que sí hay en otros estados, Querétaro es el más atrasado; ya ni San Luis Potosí y León (Guanajuato) que son lugares más alejados del Distrito Federal (Ciudad de México)… allá sí hacen bailes en la calle y hay bailes de toda la semana y sin broncas”, afirma Armando.

Actualmente, y después de la pandemia, calcula que existen alrededor de 100 sonidos en Querétaro, cuando hace seis años contabilizaban hasta 170. La mayoría combina su labor con el servicio para fiestas privadas, y ante la imposibilidad de poder trabajar durante la contingencia sanitaria, cuenta que muchos tuvieron vender sus equipos y dedicarse a otras cosas.

“Yo mismo tuve que buscar alternativas de otro negocio, me dediqué al comercio y empezamos a vender algunas cosas para comer, como donas y gelatinas… y aunque con los años aprendí a arreglar bocinas y otros aparatos, era lo mismo porque si mis compañeros no trabajaban no había qué reparar, entonces todo se me cerró por completo”.

Foto: Miriam Martínez | Diario de Querétaro

“Se ha achicado el campo para trabajar”

Del año 2000 al 2010, Armando ubica el “boom” de los sonideros en la ciudad, momento que coincidió con el impulso de Radio Alegría.

“Un locutor de ahí platicó con un equipo de sonido y así fue que empezaron a buscaron a más compañeros para realizar un programa que se llamó: `El panchangón tropical sonidero´ (…) Y es que nuestra intención es proyectar música diferente, música tropical… La gente que va a nuestros bailes es gente que conoce un poco de este género; la gente que no conoce sí se le complica mucho, porque no se sabe las canciones, no conoce a los artistas o no sabe qué es una salsa o una guaracha. “.

Tras este auge, Armando ubica que el interés creció por zonas y actualmente la mayoría de la gente que gusta de los bailes callejeros provienen de barrios como San Francisquito y colonias populares como Carrillo Puerto, San Pedrito Peñuelas, Menchaca y Loma Bonita.

Sin embargo, en aquellos tiempos también solían salir de estas zonas hacia los límites de Querétaro con Guanajuato e incluso rumbo a la Sierra Gorda y otros estados como Ciudad de México y San Luis Potosí.

No obstante, ante el aumento de la delincuencia muchos “animadores” – como se les conoce a los dueños de los sonidos– abandonaron esas rutas y con el tiempo, el mismo negocio.

“Deja tú los accidentes, hay asaltos, extorsiones y broncas en los bailes (…) Hay compañeros que terminan el baile, cargan y se van. Y antes de salir del pueblo los paran y `¿sabes qué? móchate, sabemos cuánto cobraste; tienes que dejar tu cuota´.

Y muchas veces por eso se ha achicado el campo para trabajar, ya no vamos a los límites de Guanajuato con Querétaro, para la Sierra Gorda tampoco; para Amealco también está un poquito peligroso”.

Ante el desconcierto del nuevo panorama social y económico, asiente que muchos sonideros dejaron de sonar; y en lo que se equilibraba la situación, los centros nocturnos y antros de la ciudad comenzaron a acaparar a los clubes de baile y demás gente, “la misma que ahora vemos bailando en espacios como Jardín Zenea, un algo que creció cuando se cerraron aquellos lugares por la pandemia… como que todo ocurrió al revés”, relata.

Foto: Miriam Martínez | Diario de Querétaro

Sonideros persisten y se adaptan

Pese a la competencia con otros espacios, Armando subraya que los sonideros ofrecen algo que es difícil encontrar en estos tiempos: la posibilidad de escuchar música diferente – no comercial– dentro del género tropical.

En otros tiempos, los dueños de los sonidos acostumbraban a viajar a otros países como Colombia, Ecuador e incluso, Estados Unidos, para conseguir temas únicos y ofrecer a su público música selecta “que ni las disqueras tenían y menos las radiofusoras”; por lo que ir a los sonideros era otra forma de aproximarse a las canciones y los nuevos exponentes del género.

Ahora con el internet, asevera que esto ha cambiado; pero aún existen coleccionistas pertenecientes al sector, que conservan acetatos de hace 40 años con música que ni en las plataformas se puede conseguir y que a veces comparten con ellos para deleitar a le gente en la pista.

En otros estados como Puebla, donde los sonideros viven su apogeo, los bailes callejeros sirven de plataformas a las nuevas agrupaciones de cumbia o salsa que quieren promocionar su música y llegar a más gente.

“Muchos grupos poblanos se le da su música a los sonidos y ellos les ayudan a promocionar (…) En Querétaro también hay nuevas bandas, pero no se atreven a promocionar así su música… porque somos de barrio: `¿cómo me voy a escuchar yo ahí?”.

Actualmente los sonidos promocionan sus eventos en la web, a través de páginas como Sonideros Querétaro (Facebook: @sonideroqro).

Al ritmo de la guaracha, la cumbia y la salsa la gente va “abriendo la rueda” para mostrar sus mejores pasos, mientras al micrófono se escucha la voz en eco de un hombre que manda saludos: “Ya llegó la reina de la guaracha”, “un saludo para el coqueto… “besos a las chicas de la doble d… y para los sabrosos de Peñuelas también”.

Las luces iluminan la pista, mientras hombres y mujeres “persignan el piso” con giros, movimientos de piernas, hombros y caderas; al centro, los ojos se topan con la sincronización casi coreográfica de una pareja: él hace malabares con los brazos, mientras ella, una mujer trans, gira sobre los tacones.

La escena completa se trata de un sonidero; movimiento musical urbano surgido en los barrios de la Ciudad de México hace más 50 años, que llegó a Querétaro en los ochentas con los flujos migratorios.

Desde entonces, la cultura sonidera se ha colado a la cotidianidad de las colonias populares de la ciudad, donde de acuerdo con Armando Hernández, suenan cada vez menos por la rigurosa reglamentación urbana, la delincuencia y más recientemente, la pandemia de Covid-19.

Él es propietario de Disco Móvil Fantasía, un sonido que lleva 22 años haciendo ruido en las pistas y calles de Querétaro.

Originario del Estado de México, Armando cuenta que migró a la ciudad a finales de los años 90, justo cuando apenas empezaba a sonar la escena.

“La primera vez que yo tuve mi equipo lo saqué afuera de mi casa pensando que con el ruido la gente se iba a acercar como en la Ciudad de México: `y órale que es gratis…´ y no, al contrario, la gente me empezó a reclamar: `cállese o le voy a traer a la policía´”.

Los sonideros nacieron como una posibilidad de baile popular, ante las dificultades económicas para acceder a los salones de baile o contratar grupos musicales; la gente que contaba con equipo de sonido, lo colectivizaba con los vecinos de la cuadra y se armaba la pachanga.

Aún hoy es común que en el Estado de México y en la capital, la gente cierre las calles, y sin pedir permiso, armen la fiesta callejera donde todo mundo baila con todo mundo sin importar clase social, raza o género.

Sin embargo, Armando asevera que aún falta mucho para que esto suceda en Querétaro; en primera, porque considera que la música tropical aún no es tan popular entre la gente, y en segunda, porque aún se ve con malos ojos este tipo de manifestaciones en las calles; situación que ha hecho que la administración ponga más trabas a los permisos.

Foto: Miriam Martínez | Diario de Querétaro

“Tan bonito el jardín Zenea y ahora ya parece antro de bajo presupuesto, quien les permite poner bocinas y luces y convertirlo en pista de baile??? ... Que mala imagen dan al cuadro principal del centro histórico”, expresó en las redes la usuaria Elvia Karu luego de que se viralizaran las quejas de algunos vecinos por los bailes en Jardín Zenea, que se acrecentaron tras la contingencia sanitaria.

Pese a los comentarios, Armando argumenta que se trata de una de las tantas estrategias que se han implementado en el sector, para hacer frente al embate económico de la pandemia.

“Nos da bastante gusto porque son compañeros que le están echando ganas… y de alguna manera es un forma de dar a conocer este tipo de ambiente”, asiente.

“La verdad es que es una actividad muy bonita, la gente es feliz cuando baila (…) Es gente sana y no crean que solo pasa en Querétaro en otras ciudades también está esta actividad de forma gratuita y sana justo en el centro de las ciudades”, expresó Mireyita Silva en el mismo hilo de comentarios que la usuaria anterior.

Más permisos, menos clandestinidad

Aunque los sonideros clandestinos aumentaron en pandemia, Armando asevera que la situación no dista mucho de lo que el sector vivía antes de ella.

Y es que considera que existen muchas trabas administrativas en su quehacer, porque todavía para muchos son incómodas estas manifestaciones populares, incluso para los dueños de salones fiesta; eso los obliga a tener que organizarlos bajo el agua y en las periferias.

“Estamos luchando por conseguir espacios, hemos ido a Gobierno con la intención de podernos entender, pero no se puede; a lo mejor es porque es la ley y así tiene que ser, pero regularmente los permisos son como si hiciéramos un baile con la banda El Recodo, y hay una fianza que pagar (…) Entonces dices `híjole ¿y de dónde? Más aparte seguridad, ambulancia (…) Se aumenta mucho el costo, y dices: `bueno, voy a poner el boleto a 200 pesos´, pero la gente no lo va a pagar. Por eso tenemos que buscar lugares que no sean tan a la vista, o lugares donde los vecinos estén de acuerdo; porque si yo hago algo aquí afuera y a un vecino no le parece luego luego hablan a la policía”, lamenta.

Desde los años 90, hasta la fecha, asevera que es un problema constante que no han podido resolver, razón por la cual argumenta que el movimiento del sonidero no ha podido crecer en la ciudad como esperarían.

“No tenemos la misma fuerza que sí hay en otros estados, Querétaro es el más atrasado; ya ni San Luis Potosí y León (Guanajuato) que son lugares más alejados del Distrito Federal (Ciudad de México)… allá sí hacen bailes en la calle y hay bailes de toda la semana y sin broncas”, afirma Armando.

Actualmente, y después de la pandemia, calcula que existen alrededor de 100 sonidos en Querétaro, cuando hace seis años contabilizaban hasta 170. La mayoría combina su labor con el servicio para fiestas privadas, y ante la imposibilidad de poder trabajar durante la contingencia sanitaria, cuenta que muchos tuvieron vender sus equipos y dedicarse a otras cosas.

“Yo mismo tuve que buscar alternativas de otro negocio, me dediqué al comercio y empezamos a vender algunas cosas para comer, como donas y gelatinas… y aunque con los años aprendí a arreglar bocinas y otros aparatos, era lo mismo porque si mis compañeros no trabajaban no había qué reparar, entonces todo se me cerró por completo”.

Foto: Miriam Martínez | Diario de Querétaro

“Se ha achicado el campo para trabajar”

Del año 2000 al 2010, Armando ubica el “boom” de los sonideros en la ciudad, momento que coincidió con el impulso de Radio Alegría.

“Un locutor de ahí platicó con un equipo de sonido y así fue que empezaron a buscaron a más compañeros para realizar un programa que se llamó: `El panchangón tropical sonidero´ (…) Y es que nuestra intención es proyectar música diferente, música tropical… La gente que va a nuestros bailes es gente que conoce un poco de este género; la gente que no conoce sí se le complica mucho, porque no se sabe las canciones, no conoce a los artistas o no sabe qué es una salsa o una guaracha. “.

Tras este auge, Armando ubica que el interés creció por zonas y actualmente la mayoría de la gente que gusta de los bailes callejeros provienen de barrios como San Francisquito y colonias populares como Carrillo Puerto, San Pedrito Peñuelas, Menchaca y Loma Bonita.

Sin embargo, en aquellos tiempos también solían salir de estas zonas hacia los límites de Querétaro con Guanajuato e incluso rumbo a la Sierra Gorda y otros estados como Ciudad de México y San Luis Potosí.

No obstante, ante el aumento de la delincuencia muchos “animadores” – como se les conoce a los dueños de los sonidos– abandonaron esas rutas y con el tiempo, el mismo negocio.

“Deja tú los accidentes, hay asaltos, extorsiones y broncas en los bailes (…) Hay compañeros que terminan el baile, cargan y se van. Y antes de salir del pueblo los paran y `¿sabes qué? móchate, sabemos cuánto cobraste; tienes que dejar tu cuota´.

Y muchas veces por eso se ha achicado el campo para trabajar, ya no vamos a los límites de Guanajuato con Querétaro, para la Sierra Gorda tampoco; para Amealco también está un poquito peligroso”.

Ante el desconcierto del nuevo panorama social y económico, asiente que muchos sonideros dejaron de sonar; y en lo que se equilibraba la situación, los centros nocturnos y antros de la ciudad comenzaron a acaparar a los clubes de baile y demás gente, “la misma que ahora vemos bailando en espacios como Jardín Zenea, un algo que creció cuando se cerraron aquellos lugares por la pandemia… como que todo ocurrió al revés”, relata.

Foto: Miriam Martínez | Diario de Querétaro

Sonideros persisten y se adaptan

Pese a la competencia con otros espacios, Armando subraya que los sonideros ofrecen algo que es difícil encontrar en estos tiempos: la posibilidad de escuchar música diferente – no comercial– dentro del género tropical.

En otros tiempos, los dueños de los sonidos acostumbraban a viajar a otros países como Colombia, Ecuador e incluso, Estados Unidos, para conseguir temas únicos y ofrecer a su público música selecta “que ni las disqueras tenían y menos las radiofusoras”; por lo que ir a los sonideros era otra forma de aproximarse a las canciones y los nuevos exponentes del género.

Ahora con el internet, asevera que esto ha cambiado; pero aún existen coleccionistas pertenecientes al sector, que conservan acetatos de hace 40 años con música que ni en las plataformas se puede conseguir y que a veces comparten con ellos para deleitar a le gente en la pista.

En otros estados como Puebla, donde los sonideros viven su apogeo, los bailes callejeros sirven de plataformas a las nuevas agrupaciones de cumbia o salsa que quieren promocionar su música y llegar a más gente.

“Muchos grupos poblanos se le da su música a los sonidos y ellos les ayudan a promocionar (…) En Querétaro también hay nuevas bandas, pero no se atreven a promocionar así su música… porque somos de barrio: `¿cómo me voy a escuchar yo ahí?”.

Actualmente los sonidos promocionan sus eventos en la web, a través de páginas como Sonideros Querétaro (Facebook: @sonideroqro).

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