Hablar de la Cruzada Central por el Teatro que realiza Atabal desde hace 13 años es hablar de resiliencia, de compromiso, disciplina y, sobre todo, de una profunda necesidad de mantener a la comunidad artística conectada, unida genuinamente desde la gentileza de compartir el arte.
En términos concretos, la Cruzada Central por el Teatro es un encuentro, inicialmente de teatro, realizado cada año entre julio y septiembre en la Ciudad de Querétaro, donde diversas agrupaciones de varias las partes de la República Mexicana comparten montajes escénicos al público queretano.
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Después fue transformándose, como la vida misma, y cada vez se fueron sumando más agrupaciones, ya no solamente teatrales, sino también musicales y dancísticas que le daban a Atabal la cualidad de ser huésped de muchos artistas mexicanos. Más tarde, no sólo las artes escénicas nos hacían vibrar en cada edición de la Cruzada, sino también llegaron maestros de las diversas disciplinas artísticas que nos brindaron la oportunidad de aprender de ellos a través de talleres, ponencias y conferencias. Más adelante, no había solo talento mexicano, la Cruzada abrió sus fronteras para deleitarnos con montajes, conferencias y talleres de artistas internacionales.
Sin embargo, como en todos los rincones sociales y culturales, la pandemia también modificó este espacio que se había construido. Nos encontramos inmersos en una crisis de salud que no paraba y que nos impedía estar cerca unos de otros, así que buscamos en las nuevas tecnologías una opción para continuar con el encuentro que evolucionó hacia otros horizontes.
Tuve la suerte de estar en los tres lugares de la Cruzada Central por el Teatro: de espectadora, como actriz y como equipo de apoyo dentro de Atabal. Posiblemente uno de los lugares que más disfruté fue el equipo de apoyo. Vi algo que es la esencia de la Cruzada: conocer a los artistas siendo humanos y compartir lo que eran, lo que pensaban y lo que sentían. Esos artistas que nos hacían vibrar en el escenario eran los mismos con los que compartías un pedazo de pan en la cena, a quien le pedías que te pasaran las servilletas o quien te pedía un poquito de café.
Ana Bertha Cruces, directora de Atabal Teatro, recuerda: “Inicialmente, nuestro trabajo fue hacer que las instituciones nos voltearan a ver a los grupos independientes. Así surge la Cruzada en 2010, que ha ido tomando esta forma de festival pero realmente en el principio buscábamos un intercambio de saberes. Yo estaba haciendo una residencia en Aguascalientes y me llamó mucho la atención que había compañías que trabajaban mucho en la parte de la creación y de la producción y solamente presentaban tres funciones y a esas tres presentaciones le llamaban temporada… Estos proyectos inician así, con una inquietud auténtica. Hacemos el festival porque sabemos que esto vale la pena, tenemos la intuición de que algo bueno estamos sembrando… Yo creo que también los grandes proyectos eso tienen, no puedes perder el encanto, no puedes perder el amor por lo que estás haciendo, no puedes desapasionarte”.
Más que un encuentro de artistas, es un encuentro de humanos. Es un cruce de personas que hacen todo para que su arte siga de pie a pesar de todas las dificultades que como entes sociales vivimos día a día. La Cruzada es una oportunidad de detenernos de nuevo, un segundo, y verte en los ojos de alguien más que busca lo mismo que tú desde lo más recóndito de su ser. Es un momento de reconocimiento con otro ser humano. Es una mirada de “no estás solo en esto, estamos juntos”.
A veces nos sentábamos a observar el “detrás de cámaras” de los montajes escénicos; después intercambiábamos los puntos de vista que teníamos o hablábamos de nuestras preferencias musicales, de la comida favorita o las películas entrañables pero también de los errores divertidos de las funciones y, claro, después venía la fiesta cuando comenzábamos a bailar, a cantar, a tocar la guitarra, a contar anécdotas… humanizando al artista.
Era una experiencia única formar parte del equipo de apoyo porque se admira el trabajo de los compañeros artistas y, además, se conocía a las personas detrás del vestuario, de las luces, del maquillaje y de la escenografía. Cuando terminaban los días de las funciones de alguna compañía y ellos tenían que regresar a casa, había un dejo de nostalgia y tristeza. Con abrazos y agradecimientos lanzábamos un “hasta pronto” como un lazo que a partir de ese momento, era irrompible.
En esta décimo tercera entrega de la Cruzada Central por el Teatro nos visitan artistas nacionales e internacionales que buscan compartir con nosotros, no sólo su arte con obras geniales, sino también sus risas, su calidez humana y su sensibilidad artística que alimenta nuestro ímpetu por hacer lo que nos mueve el alma.
