/ lunes 14 de mayo de 2018

Ver el texto desde las alturas / Jirafa y hermenéutica

Hay de textos a textos. Algunos precisan de miradas aviesas, inquisitivas, inconformes. Otros, en cambio, se consumen en una sola ʻpasadaʼ. Lo suficiente no es, en este sentido, lo mismo para todos. La profundidad no se da necesariamente en el texto. El lector o es, o no, profundo: hace túneles o los cierra.

Las jirafas, por su parte, ven la realidad desde las alturas. Pero esto para ellas (ver desde arriba) es cosa cotidiana. Ver así les es común. Lo mismo sucede cuando se tiene mirada de jirafa. No se repara en que así se ve porque no hay otra forma de ver. Porque los años de lectura han sumado o perfeccionado formas precisas de aprehensión lectora.

Cada quien es, en este sentido, una jirafa. No importa que los cuellos sean más o menos largos. Al final de cuentas siempre se estará mirando desde arriba. Lo que habría que precisar es que las alturas se dan de acuerdo a la jirafa. En otras palabras: se puede ser jirafa con mirada de apenas unos centímetros de altura, o una que, de tan alto, llegue a perder la distancia de lo que ve.

Jirafa que ve | que descubre | que abre el texto desde las alturas. Texto que es posesión instantánea de mirada de jirafa | texto que se habita desde las nubes que no son realmente nubes. Imaginación constante de la que emerge un hybris constante. El texto se ramifica. Rizoma que extiende sus raíces hasta la mirada que es camino.

Leer es —entonces— alpha breve (α) que da origen a gama grande (Ω). El principio no es —sin embargo— unidireccional. Lo gramaticalmente aleatorio es circunstancialmente convexo a cualquier semántica originaria. Todo puede suceder cuando se lee. Las esporas pueden salir de la flor cuando menos se espera. El viento, por su parte, puede ser tejido y destejido con ojos de jirafa.

Durante el acto lector aparecen árboles de follaje muy alto. Quienes no tienen mirada de jirafa no pueden alimentarse de sus hojas. Se conforman con los arbustos que abundan cerca del camino que descubre el claro del texto. Hay que tomar en cuenta que su claridad se vuelve más nítida cuando el texto es de noche. Es decir, cuando no se le puede definir con ideas claras y distintas. O dicho de otra manera: cuando el hiperrealismo nos juega una mala pasada.

Por eso la totalidad del texto no es para todos. Sólo es alimento de quien es capaz de alcanzar sus hojas más altas. Aunque —para ser sinceros— muchos lectores no distinguen ese follaje. Creen que el texto es sólo lo que ven, lo que comprenden, lo que hacen suyo. De ahí que su esfuerzo por ser más profundos sea nulo. La realidad lectora les es de dos dimensiones (largo y ancho): no alcanzan a ver la profundidad (tercera dimensión) que surge de las alturas. ¿Cómo podrían ver la cuarta dimensión? (El tiempo).

Y es que en la medida en que creen que lo que ven es toda la realidad, su mirada se obnubila. Se vuelve horizontal. El texto deja de ser árbol, follaje, alimento de jirafas, para convertirse en un montón de grafías que hay que descifrar sin levantar la mirada.

Como se comprenderá, lo anterior provoca la huida del texto. Sólo se quedan los que son jirafas cuando leen.

Se aborta el texto. Se interrumpe el camino hacia el alumbramiento de la idea —como suele decirse hoy—. La posibilidad de profundización se interrumpe. Aparece una lógica visual pobre. Se parte de la idea de que lo que no se ve no existe. Las no-jirafas, en este sentido, no tienen otra cosa más que retirarse. Ir a otra parte, a cualquiera que no requiera de mirar hacia arriba.

Las jirafas, en cambio, buscan el mejor lugar desde donde se pueda observar al texto que esconde el texto. Sustancia para alimentar la esencia.

Porque leer es ser jirafa que ramonea las hojas más altas. Inquiriendo hasta por los silencios que riegan las orillas de la frase. Hurgando entre las sombras de la idea. Advirtiendo en cada palabra una posibilidad para el desencanto, o la afirmación de la existencia a través de la lectura.

Los párrafos no tienen conmiseración cuando buscan arropar una nueva idea principal. Lo esconden entre las alturas. En donde sólo las jirafas pueden comer. Y es que hay que saber leer entre líneas. No todo es verdad o mentira. Tampoco hay una oposición tajante entre un «sí» y un «no». Los intersticios del texto hacen texto en bruma que indica múltiples caminos. Leer | Intuir | Tentar | Sugerir. Equidistancias desde las que surgen nuevas miradas de jirafa.

Leer lo que no se ve de manera clara. Construir una ontología desde la lectura. Asir la vida desde la heterogeneidad del texto. Palabra | Idea | Explosión | Idea | Palabra. Ida y vuelta a Ítaca y después volver a partir: para no dejar para siempre a Circe. Penélope sabrá esperar.

Nuevos vientos han reorientado el curso de las hojas que se esconden en la cima. La jirafa otea para distinguir y hacer aparecer su forma. Pero las formas no existen si no se tiene previamente la idea de ellas, Hegel no se equivocaba al respecto.

Por eso el silencio, la espera, la necesidad de ser desde la imaginación que se mueve al contacto de la realidad lectora. Leer | Ser-siendo-para-el-Ser | Leer. En suma: leer las hojas que están en la cima del texto.

Hay de textos a textos. Algunos precisan de miradas aviesas, inquisitivas, inconformes. Otros, en cambio, se consumen en una sola ʻpasadaʼ. Lo suficiente no es, en este sentido, lo mismo para todos. La profundidad no se da necesariamente en el texto. El lector o es, o no, profundo: hace túneles o los cierra.

Las jirafas, por su parte, ven la realidad desde las alturas. Pero esto para ellas (ver desde arriba) es cosa cotidiana. Ver así les es común. Lo mismo sucede cuando se tiene mirada de jirafa. No se repara en que así se ve porque no hay otra forma de ver. Porque los años de lectura han sumado o perfeccionado formas precisas de aprehensión lectora.

Cada quien es, en este sentido, una jirafa. No importa que los cuellos sean más o menos largos. Al final de cuentas siempre se estará mirando desde arriba. Lo que habría que precisar es que las alturas se dan de acuerdo a la jirafa. En otras palabras: se puede ser jirafa con mirada de apenas unos centímetros de altura, o una que, de tan alto, llegue a perder la distancia de lo que ve.

Jirafa que ve | que descubre | que abre el texto desde las alturas. Texto que es posesión instantánea de mirada de jirafa | texto que se habita desde las nubes que no son realmente nubes. Imaginación constante de la que emerge un hybris constante. El texto se ramifica. Rizoma que extiende sus raíces hasta la mirada que es camino.

Leer es —entonces— alpha breve (α) que da origen a gama grande (Ω). El principio no es —sin embargo— unidireccional. Lo gramaticalmente aleatorio es circunstancialmente convexo a cualquier semántica originaria. Todo puede suceder cuando se lee. Las esporas pueden salir de la flor cuando menos se espera. El viento, por su parte, puede ser tejido y destejido con ojos de jirafa.

Durante el acto lector aparecen árboles de follaje muy alto. Quienes no tienen mirada de jirafa no pueden alimentarse de sus hojas. Se conforman con los arbustos que abundan cerca del camino que descubre el claro del texto. Hay que tomar en cuenta que su claridad se vuelve más nítida cuando el texto es de noche. Es decir, cuando no se le puede definir con ideas claras y distintas. O dicho de otra manera: cuando el hiperrealismo nos juega una mala pasada.

Por eso la totalidad del texto no es para todos. Sólo es alimento de quien es capaz de alcanzar sus hojas más altas. Aunque —para ser sinceros— muchos lectores no distinguen ese follaje. Creen que el texto es sólo lo que ven, lo que comprenden, lo que hacen suyo. De ahí que su esfuerzo por ser más profundos sea nulo. La realidad lectora les es de dos dimensiones (largo y ancho): no alcanzan a ver la profundidad (tercera dimensión) que surge de las alturas. ¿Cómo podrían ver la cuarta dimensión? (El tiempo).

Y es que en la medida en que creen que lo que ven es toda la realidad, su mirada se obnubila. Se vuelve horizontal. El texto deja de ser árbol, follaje, alimento de jirafas, para convertirse en un montón de grafías que hay que descifrar sin levantar la mirada.

Como se comprenderá, lo anterior provoca la huida del texto. Sólo se quedan los que son jirafas cuando leen.

Se aborta el texto. Se interrumpe el camino hacia el alumbramiento de la idea —como suele decirse hoy—. La posibilidad de profundización se interrumpe. Aparece una lógica visual pobre. Se parte de la idea de que lo que no se ve no existe. Las no-jirafas, en este sentido, no tienen otra cosa más que retirarse. Ir a otra parte, a cualquiera que no requiera de mirar hacia arriba.

Las jirafas, en cambio, buscan el mejor lugar desde donde se pueda observar al texto que esconde el texto. Sustancia para alimentar la esencia.

Porque leer es ser jirafa que ramonea las hojas más altas. Inquiriendo hasta por los silencios que riegan las orillas de la frase. Hurgando entre las sombras de la idea. Advirtiendo en cada palabra una posibilidad para el desencanto, o la afirmación de la existencia a través de la lectura.

Los párrafos no tienen conmiseración cuando buscan arropar una nueva idea principal. Lo esconden entre las alturas. En donde sólo las jirafas pueden comer. Y es que hay que saber leer entre líneas. No todo es verdad o mentira. Tampoco hay una oposición tajante entre un «sí» y un «no». Los intersticios del texto hacen texto en bruma que indica múltiples caminos. Leer | Intuir | Tentar | Sugerir. Equidistancias desde las que surgen nuevas miradas de jirafa.

Leer lo que no se ve de manera clara. Construir una ontología desde la lectura. Asir la vida desde la heterogeneidad del texto. Palabra | Idea | Explosión | Idea | Palabra. Ida y vuelta a Ítaca y después volver a partir: para no dejar para siempre a Circe. Penélope sabrá esperar.

Nuevos vientos han reorientado el curso de las hojas que se esconden en la cima. La jirafa otea para distinguir y hacer aparecer su forma. Pero las formas no existen si no se tiene previamente la idea de ellas, Hegel no se equivocaba al respecto.

Por eso el silencio, la espera, la necesidad de ser desde la imaginación que se mueve al contacto de la realidad lectora. Leer | Ser-siendo-para-el-Ser | Leer. En suma: leer las hojas que están en la cima del texto.

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