/ domingo 19 de febrero de 2023

Contraluz | Carlos Arámburo de la Hoz (2) 


Hay muchas ocasiones en que el viejo refrán, optimista y consolador, de que “no hay mal que por bien no venga” encaja plenamente en la realidad, sobre todo cuando el bien que se busca está sustentado en la voluntad, la inteligencia, el trabajo, la perseverancia, la fe y el tesón de quienes lo pretenden.

Lo cuenta el doctor Carlos Arámburo de la Hoz al referir en pocas palabras que el Campus Juriquilla UNAM-UAQ-IPN tuvo su génesis en una cuestionada designación de la Junta de Gobierno de la UNAM al nombrar en marzo de 1987 al doctor Librado Ortiz Ortiz como director del Instituto de Investigaciones Biomédicas cuando quien tenía el mayor respaldo de investigadores, docentes y estudiantes era el doctor Flavio Mena Jara quien dirigía el Departamento de Fisiología. El doctor Flavio Mena, secundado por un grupo de investigadores y científicos, reaccionó proponiendo la creación de un nuevo Centro, éste de Neurobiología.

A aquella controvertida designación del director de Biomédicas se debe hoy, en gran parte, el surgimiento del Campus UNAM Juriquilla que inició con el Centro de Neurobiología, hoy Instituto; al que se añadieron posteriormente el Centro de Física Aplicada y Tecnología Avanzada, el Centro de Geociencias, la Unidad Académica del Instituto de Ingeniería, la Escuela Nacional de Educación Superior (ENES) que hoy oferta nueve licenciaturas; la Unidad Multidisciplinaria de Docencia e Investigación de la Facultad de Ciencias; la Unidad de Alta Tecnología; el Laboratorio Internacional de Investigación sobre el Genoma Humano; la Unidad Académica del Instituto de Matemáticas; el Centro Cultural y Académico “Doctor Flavio Mena”.

Además, la relevante presencia de unidades académicas de la UAQ y del IPN a través del Cinvestav.

El doctor Carlos Arámburo de la Hoz, reconocido investigador y científico en los ámbitos nacional e internacional y quien ha sido director y secretario académico del Instituto de Neurobiología, así como Coordinador de Investigación Científica de la UNAM, laboraba entonces (1987) en el Departamento de Fisiología, recuerda con alegría y orgullo aquel sueño hecho realidad.

Ocurrió como ya se dijo que la Junta de Gobierno de la UNAM designó al doctor Librado Ortiz Ortiz como Director del Instituto de Investigaciones Biomédicas ante el azoro de investigadores y docentes que respaldaban en gran mayoría, al doctor Flavio Mena. Ante el entuerto, recuerda hoy Arámburo de la Hoz, el doctor Flavio Mena inició la búsqueda de alternativas para el desarrollo del Departamento de Fisiología que presidía. Entre las opciones esbozó la posibilidad de que se creara un nuevo Centro.

“Varios estuvimos de acuerdo: “no tenemos nada que perder”, dijimos.

“Se le hizo la propuesta al doctor Librado Ortiz el nuevo director de Biomédicas quien lo vio con pragmatismo y apoyó la propuesta –“un puente de plata”- pidiendo que se presentara el proyecto al Consejo.

“La base del proyecto era el desarrollo de un centro de investigación alrededor del estudio del sistema nervioso.

“Había ya una escuela mexicana de neurociencias que venía de los años 40s en la que influyó la emigración española que a través de la Casa de España trabajaba ampliamente, y en donde había quien se dedicaba a neurociencias. En la UNAM había también algunos estudiosos del tema, pero no era un trabajo centrado ni exhaustivo”.

“El primer documento, recuerda hoy Arámburo de la Hoz, se elaboró el 10 de octubre de 87. A todo esto se había vivido el terremoto de 1985 que a todos marcó; luego la huelga del CEU, Consejo Estudiantil Universitario a fines de 86 y principios de 87; y además se iniciaban ya los tiempos de campaña para la sucesión presidencial de 1988.

“En ese complejo entorno se presentó el proyecto al Dr. José Sarukhán, Coordinador de Investigación Científica, quien reconoció “está interesante, pero, sin desecharlo, consideró que le faltaba fortaleza académica”.

Poco después, en enero de 1989 el doctor Sarukhán fue electo rector e impulsó el proyecto que ya incluía sus sugerencias; pero también pidió no pensar en erigir el Centro en Ciudad Universitaria, sino buscar otro espacio quizá en las entidades académicas de la Ciudad de México como en los centros de Zaragoza, Iztacala, Aragón, Acatlán, pero tras la búsqueda no se encontró ningún espacio disponible. Se propuso entonces algún lugar de la república. Se exploraron Jalapa, Morelia, Puebla, sin mayores resultados; el doctor Ramón de la Fuente propuso Ensenada, Baja California, alternativa con puntos positivos pero que fue desechada por la distancia con la Ciudad de México.

Luego apareció una opción en San Luis Potosí donde el Conacyt gestionaba deshacerse de un Centro que estaba en su espacio; la propuesta se descartó cuando se pensó que igual podría deshacerse el Conacyt del Centro de la UNAM como había hecho con el que existía.

“Para esto, recuerda el doctor Arámburo, pasan meses y meses, entre esas subidas y bajadas; muertes y resurrecciones del proyecto. Varios compañeros se desilusionaron o buscaron otras alternativas. El núcleo de los que continuábamos en el proyecto era ya muy reducido”.

Fue entonces cuando Flavio Mena comentó con Martuchelli que en Querétaro estaba como director de Medicina de la UAQ Carlos Alcocer Cuarón quien había sido profesor del doctor Mena en la Facultad de Medicina de la UNAM.

Se comunicaron con Alcocer Cuarón quien entusiasmado concertó una reunión para exponer el proyecto al gobernador Mariano Palacios Alcocer y al rector de la UAQ Jesús Pérez Hermosillo.

Ahí se plantearon necesidades y requerimientos de la propuesta así como posibles convenios, contactos con sectores, etcétera, a todo lo cual el gobernador dijo que sí.

Paralelamente se inició el largo proceso de cuerpos colegiados que se requieren para que la UNAM acepte el proyecto: convenciones, Consejo Universitario, trabajo académico, legislación para finalmente llegar a la decisión.

Se tenía ya la donación del Gobierno del Estado de tres hectáreas en la Cuesta China donde se empezó a proyectar el Centro; sin embargo en un recorrido con Gerardo Suárez, geofísico, se vio que el terreno era muy difícil. Eso se inunda cuando hay grandes tormentas, definió Gerardo, y quedó claro que no era el lugar propicio.

Mientras tanto ocurrió el cambio de gobierno en Querétaro tomando posesión el gobernador Enrique Burgos García el 1 de octubre de 1991, quien respaldó con entusiasmo el proyecto.

Pasado algún tiempo aparecieron dos opciones de terreno para el Centro, una en Pie de la Cuesta a un lado de la UTEQ, que fue desestimada, y otra en Juriquilla en la reserva federal que habían sido de Banamex pero que con la estatización de la banca, la devaluación y demás problemas de ese entonces había quedado en manos del Gobierno Federal, concretamente de la Sedesol.

Mientras tanto, el 24 de septiembre de 1993 el proyecto del Centro de Neurología fue aprobado por el Consejo Universitario.

“Entonces se empezaron a alinear las estrellas”, afirma el doctor Carlos Arámburo de la Hoz quien, sin descuidar sus responsabilidades, administrativas, clases e investigaciones, había dedicado gran parte de su tiempo y energía a secundar y cabildear el proyecto propuesto por el doctor Flavio Mena.

Como buen científico recuerda con precisión: “Tuvimos una reunión en Palacio de Gobierno el 10 diciembre de 1993 con el gobernador Enrique Burgos, el secretario de Educación Arturo Proal, el rector saliente de la UAQ, Jesús Pérez Hermosillo, y el rector entrante Alfredo Zepeda Garrido. Y por la UNAM Gerardo Suárez y yo. El motivo del encuentro era plantear las necesidades que tenía la UNAM para echar a andar el Centro de Neurobiología y demás. Ahí, Gerardo Suárez presentó la nueva propuesta que incorporaba otros centros: Física Aplicada y Geociencias y las opciones de crecimiento para la UAQ.

El gobernador Enrique Burgos planteó algunos cuestionamientos que le fueron satisfechos tras lo cual se mostró de acuerdo con la ampliación del proyecto y encargó a Arturo Proal, secretario de Educación, proseguir el diálogo con Gerardo Suárez y yo.

Suárez le preguntó a Arturo:

-¿De cuánto es la superficie de reserva?

- Cien hectáreas más o menos.

La sorpresa fue mayúscula. Había para todo y más, y las condiciones estaban alineadas para que el proyecto esbozado en 1987 llegara a feliz término y no sólo eso, sino que se ampliara. Además se avanzaba en el ideal de que la Universidad fuera realmente nacional, sirviendo a Querétaro y a toda la región del Bajío.

Se acordó que serían 60 hectáreas para la UNAM y 40 para la UAQ. El presidente Carlos Salinas aprobó el proyecto cuando le fue presentado luego de tratar los asuntos concernientes con las secretarías de Educación cuyo titular era Miguel Limón Rojas y con Enrique del Val de Sedesol.

Regresamos en enero de 1994 a la toma de posesión del rector Alfredo Zepeda y empezamos a reconocer el terreno y a proyectar el inicio de la construcción cuya primera piedra se colocó el 16 de enero de 1995.


(Fin de la II y última parte)



Hay muchas ocasiones en que el viejo refrán, optimista y consolador, de que “no hay mal que por bien no venga” encaja plenamente en la realidad, sobre todo cuando el bien que se busca está sustentado en la voluntad, la inteligencia, el trabajo, la perseverancia, la fe y el tesón de quienes lo pretenden.

Lo cuenta el doctor Carlos Arámburo de la Hoz al referir en pocas palabras que el Campus Juriquilla UNAM-UAQ-IPN tuvo su génesis en una cuestionada designación de la Junta de Gobierno de la UNAM al nombrar en marzo de 1987 al doctor Librado Ortiz Ortiz como director del Instituto de Investigaciones Biomédicas cuando quien tenía el mayor respaldo de investigadores, docentes y estudiantes era el doctor Flavio Mena Jara quien dirigía el Departamento de Fisiología. El doctor Flavio Mena, secundado por un grupo de investigadores y científicos, reaccionó proponiendo la creación de un nuevo Centro, éste de Neurobiología.

A aquella controvertida designación del director de Biomédicas se debe hoy, en gran parte, el surgimiento del Campus UNAM Juriquilla que inició con el Centro de Neurobiología, hoy Instituto; al que se añadieron posteriormente el Centro de Física Aplicada y Tecnología Avanzada, el Centro de Geociencias, la Unidad Académica del Instituto de Ingeniería, la Escuela Nacional de Educación Superior (ENES) que hoy oferta nueve licenciaturas; la Unidad Multidisciplinaria de Docencia e Investigación de la Facultad de Ciencias; la Unidad de Alta Tecnología; el Laboratorio Internacional de Investigación sobre el Genoma Humano; la Unidad Académica del Instituto de Matemáticas; el Centro Cultural y Académico “Doctor Flavio Mena”.

Además, la relevante presencia de unidades académicas de la UAQ y del IPN a través del Cinvestav.

El doctor Carlos Arámburo de la Hoz, reconocido investigador y científico en los ámbitos nacional e internacional y quien ha sido director y secretario académico del Instituto de Neurobiología, así como Coordinador de Investigación Científica de la UNAM, laboraba entonces (1987) en el Departamento de Fisiología, recuerda con alegría y orgullo aquel sueño hecho realidad.

Ocurrió como ya se dijo que la Junta de Gobierno de la UNAM designó al doctor Librado Ortiz Ortiz como Director del Instituto de Investigaciones Biomédicas ante el azoro de investigadores y docentes que respaldaban en gran mayoría, al doctor Flavio Mena. Ante el entuerto, recuerda hoy Arámburo de la Hoz, el doctor Flavio Mena inició la búsqueda de alternativas para el desarrollo del Departamento de Fisiología que presidía. Entre las opciones esbozó la posibilidad de que se creara un nuevo Centro.

“Varios estuvimos de acuerdo: “no tenemos nada que perder”, dijimos.

“Se le hizo la propuesta al doctor Librado Ortiz el nuevo director de Biomédicas quien lo vio con pragmatismo y apoyó la propuesta –“un puente de plata”- pidiendo que se presentara el proyecto al Consejo.

“La base del proyecto era el desarrollo de un centro de investigación alrededor del estudio del sistema nervioso.

“Había ya una escuela mexicana de neurociencias que venía de los años 40s en la que influyó la emigración española que a través de la Casa de España trabajaba ampliamente, y en donde había quien se dedicaba a neurociencias. En la UNAM había también algunos estudiosos del tema, pero no era un trabajo centrado ni exhaustivo”.

“El primer documento, recuerda hoy Arámburo de la Hoz, se elaboró el 10 de octubre de 87. A todo esto se había vivido el terremoto de 1985 que a todos marcó; luego la huelga del CEU, Consejo Estudiantil Universitario a fines de 86 y principios de 87; y además se iniciaban ya los tiempos de campaña para la sucesión presidencial de 1988.

“En ese complejo entorno se presentó el proyecto al Dr. José Sarukhán, Coordinador de Investigación Científica, quien reconoció “está interesante, pero, sin desecharlo, consideró que le faltaba fortaleza académica”.

Poco después, en enero de 1989 el doctor Sarukhán fue electo rector e impulsó el proyecto que ya incluía sus sugerencias; pero también pidió no pensar en erigir el Centro en Ciudad Universitaria, sino buscar otro espacio quizá en las entidades académicas de la Ciudad de México como en los centros de Zaragoza, Iztacala, Aragón, Acatlán, pero tras la búsqueda no se encontró ningún espacio disponible. Se propuso entonces algún lugar de la república. Se exploraron Jalapa, Morelia, Puebla, sin mayores resultados; el doctor Ramón de la Fuente propuso Ensenada, Baja California, alternativa con puntos positivos pero que fue desechada por la distancia con la Ciudad de México.

Luego apareció una opción en San Luis Potosí donde el Conacyt gestionaba deshacerse de un Centro que estaba en su espacio; la propuesta se descartó cuando se pensó que igual podría deshacerse el Conacyt del Centro de la UNAM como había hecho con el que existía.

“Para esto, recuerda el doctor Arámburo, pasan meses y meses, entre esas subidas y bajadas; muertes y resurrecciones del proyecto. Varios compañeros se desilusionaron o buscaron otras alternativas. El núcleo de los que continuábamos en el proyecto era ya muy reducido”.

Fue entonces cuando Flavio Mena comentó con Martuchelli que en Querétaro estaba como director de Medicina de la UAQ Carlos Alcocer Cuarón quien había sido profesor del doctor Mena en la Facultad de Medicina de la UNAM.

Se comunicaron con Alcocer Cuarón quien entusiasmado concertó una reunión para exponer el proyecto al gobernador Mariano Palacios Alcocer y al rector de la UAQ Jesús Pérez Hermosillo.

Ahí se plantearon necesidades y requerimientos de la propuesta así como posibles convenios, contactos con sectores, etcétera, a todo lo cual el gobernador dijo que sí.

Paralelamente se inició el largo proceso de cuerpos colegiados que se requieren para que la UNAM acepte el proyecto: convenciones, Consejo Universitario, trabajo académico, legislación para finalmente llegar a la decisión.

Se tenía ya la donación del Gobierno del Estado de tres hectáreas en la Cuesta China donde se empezó a proyectar el Centro; sin embargo en un recorrido con Gerardo Suárez, geofísico, se vio que el terreno era muy difícil. Eso se inunda cuando hay grandes tormentas, definió Gerardo, y quedó claro que no era el lugar propicio.

Mientras tanto ocurrió el cambio de gobierno en Querétaro tomando posesión el gobernador Enrique Burgos García el 1 de octubre de 1991, quien respaldó con entusiasmo el proyecto.

Pasado algún tiempo aparecieron dos opciones de terreno para el Centro, una en Pie de la Cuesta a un lado de la UTEQ, que fue desestimada, y otra en Juriquilla en la reserva federal que habían sido de Banamex pero que con la estatización de la banca, la devaluación y demás problemas de ese entonces había quedado en manos del Gobierno Federal, concretamente de la Sedesol.

Mientras tanto, el 24 de septiembre de 1993 el proyecto del Centro de Neurología fue aprobado por el Consejo Universitario.

“Entonces se empezaron a alinear las estrellas”, afirma el doctor Carlos Arámburo de la Hoz quien, sin descuidar sus responsabilidades, administrativas, clases e investigaciones, había dedicado gran parte de su tiempo y energía a secundar y cabildear el proyecto propuesto por el doctor Flavio Mena.

Como buen científico recuerda con precisión: “Tuvimos una reunión en Palacio de Gobierno el 10 diciembre de 1993 con el gobernador Enrique Burgos, el secretario de Educación Arturo Proal, el rector saliente de la UAQ, Jesús Pérez Hermosillo, y el rector entrante Alfredo Zepeda Garrido. Y por la UNAM Gerardo Suárez y yo. El motivo del encuentro era plantear las necesidades que tenía la UNAM para echar a andar el Centro de Neurobiología y demás. Ahí, Gerardo Suárez presentó la nueva propuesta que incorporaba otros centros: Física Aplicada y Geociencias y las opciones de crecimiento para la UAQ.

El gobernador Enrique Burgos planteó algunos cuestionamientos que le fueron satisfechos tras lo cual se mostró de acuerdo con la ampliación del proyecto y encargó a Arturo Proal, secretario de Educación, proseguir el diálogo con Gerardo Suárez y yo.

Suárez le preguntó a Arturo:

-¿De cuánto es la superficie de reserva?

- Cien hectáreas más o menos.

La sorpresa fue mayúscula. Había para todo y más, y las condiciones estaban alineadas para que el proyecto esbozado en 1987 llegara a feliz término y no sólo eso, sino que se ampliara. Además se avanzaba en el ideal de que la Universidad fuera realmente nacional, sirviendo a Querétaro y a toda la región del Bajío.

Se acordó que serían 60 hectáreas para la UNAM y 40 para la UAQ. El presidente Carlos Salinas aprobó el proyecto cuando le fue presentado luego de tratar los asuntos concernientes con las secretarías de Educación cuyo titular era Miguel Limón Rojas y con Enrique del Val de Sedesol.

Regresamos en enero de 1994 a la toma de posesión del rector Alfredo Zepeda y empezamos a reconocer el terreno y a proyectar el inicio de la construcción cuya primera piedra se colocó el 16 de enero de 1995.


(Fin de la II y última parte)