/ viernes 29 de marzo de 2024

Contraluz | San Juan Ixhuatepec


Hace poco más de 40 años cuando laboraba como reportero de guardia en el Sol de México –centro neurálgico de la Organización Editorial Mexicana OEM-, la noche del 22 de marzo de 1984 se recibió en la redacción el reporte de un incendio “en una planta de Pemex cerca de la salida a Pachuca”. Raudos, fuimos allá con Sergio, el chofer y René de Bottón, el fotógrafo.

A más de dos kilómetros de distancia del lugar observamos el incendio. Subiendo y bajando por lomeríos en los que se alternaban sombras y resplandores, y preguntando a vecinos de viviendas mal acomodadas en las faldas de los cerros, llegamos a la zona donde había varias estaciones de gas incluida la de Pemex.

Patrullas, ambulancias y carros de bomberos estaban ya ahí, junto con guardias de seguridad de Pemex y miembros de la Sedena que custodiaban el lugar.

Ardían desde la tarde-noche, nos informaron vecinos, grandes fardos de madera que iluminaban los cerros. Los bomberos por su parte enfriaban con chorros de agua a presión enormes esferas que coronaban altas estructuras metálicas, mientras otros elementos trazaban zanjas para resguardar el área en la que se encontraban aquellas estructuras.

Ese incendio fue controlado a las ocho de la mañana del 23 de marzo de ese 1984.

Al filo de las 12 de la noche vecinos nos habían dicho: “ya nos hemos quejado. Cuando el incendio era grande las llamaradas iluminaron todos los cerros. Los bomberos llegaron pronto, pero tenemos miedo...”

René de Bottón que se había perdido entre las sombras y los reflejos del fuego que aún perduraba, tratando de registrar con su Minolta aspectos del incendio, apareció de repente y angustiado contó que guardias de seguridad de Pemex, a punta de pistola, le habían confiscado los rollos. Un socorrista de la Cruz Roja nos dijo al retirarnos del sitio: “A ustedes les fue bien, a otros reporteros, creo que de Ovaciones, los subieron a una camioneta y se los llevaron no sé a dónde”.

Vecinos habían comentado que “en 1972, cuando esto no estaba muy poblado” hubo otro incendio, pero esa vez sí salió gas y por todos lados se olía, haciendo que la gente se fuera a buscar refugio en otras zonas “por el temor de que algo fuera a explotar”.

Esa noche del 22 de marzo de 1984 el saldo fue de 20 miembros de cuerpos de rescate, intoxicados.

Es noche, ya de vuelta al periódico, por instrucciones del director Ángel Trinidad Ferreira, en los talleres de El Sol de México esperaron la nota que salió el día siguiente, 23 de marzo, con llamada en primera plana.

Lamentablemente la gran tragedia se hizo presente casi ocho meses después: el lunes 19 de noviembre de 1984, en el mismo lugar. La tierra se cimbró y llovió fuego en el poblado de San Juan Ixhuatepec o San Juanico y toda la zona aledaña sembrada de asentamientos irregulares.

La sobrepresión de un tanque cilíndrico de gas en la instalación de Pemex desencadenó una larga serie explosiones en efecto dominó.

A las 5:30 horas ocurrieron varias explosiones (o una gran explosión) de varios contenedores de gas en la terminal de almacenamiento de Gases Licuados de Petróleo (GLP) que provocó incendios y la destrucción casi total de las instalaciones y los alrededores.

El accidente ocurrió en el poblado, a unos 20 kilómetros hacia el norte de la Ciudad de México.

Las explosiones iniciales fueron detectadas por el sismógrafo de la UNAM ubicado a unos 30 kilómetros del sitio.

Tras el estallido inicial se generó un incendio monumental que afectó las viviendas más cercanas; además, una esfera se incendió y generó una bola de fuego de unos 300 metros de diámetro.

De acuerdo con el informe oficial, el balance nominal definitivo fue de 503 personas fallecidas, 926 heridos por quemaduras y siete mil personas atendidas en centros hospitalarios.

En relación con el número de evacuados, la cifra ascendió a 60 mil; en cuanto a los albergados se contaron hasta 21 mil.

Los daños materiales fueron cuantiosos, pues se llegaron a contabilizar alrededor de 149 casas totalmente destruidas, 160 con daños muy graves y mil 358 con daños menores. Viviendas endebles de unas cinco manzanas quedaron reducidas a cenizas.

Las llamas sólo pudieron ser extinguidas hasta 18 horas después de iniciada la tragedia y en su momento más álgido alcanzaron medio kilómetro de altura.

Para sofocar la conflagración según información oficial, se emplearon hidroaviones y laboraron cerca de 200 bomberos provenientes de varios estados del centro y norte del país que arribaron a San Juanico la trágica mañana.

La solidaridad nacional e internacional se hizo presente en forma inmediata. A lo largo de todo el país, en templos y escuelas principalmente, se levantaron centros de acopio para integrar despensas para los miles de damnificados; constructores privados dispusieron de maquinaria para trabajar en la zona en labores de recolección de escombros y limpieza.

En el ámbito internacional se recibieron mensajes de solidaridad de prácticamente todos los pueblos del mundo, del Este y del Oeste. Del Norte y del Sur, así como ayuda inmediata con víveres, medicinas y donativos en efectivo. Juan Pablo II oró con gran aflicción por México. Por su gravedad, implicaciones y saldos, el tema fue abordado en todo el mundo, cuestionando, sí, el absurdo de la convivencia de zonas ampliamente pobladas con instalaciones de enorme riesgo, pero también yendo al análisis más profundo.

En un comentario de la prensa francesa un experto de Lyon afirmaba: “Seguimos ante el mismo problema que se planteó a fines del siglo XVII con la Revolución Industrial: el desarrollo industrial crea y alienta inversiones; éstas hacen florecer los grandes flujos migratorio del campo a la ciudad, ésta se hace en un momento, incapaz de distribuir seguridad, servicios y bienes, los desajustes crecen mientras aumenta el mero progreso industrial... ¿habrá que volver, se preguntaba, al concepto del hombre constructor, artesano y agricultor? Lo que ocurrió en San Juan Ixhuatepec es un llamado a la conciencia del hombre moderno de todo el mundo –casi en cualquier lugar pudo ocurrir el accidente-, en cuyo lomo parece ir empotrado ese concepto que algunos llaman progreso”.

Aquella tragedia ocurrió hace casi 40 años, quizá pudo haber sido evitada dados los incidentes anteriores como el incendio ocurrido en marzo de 1984.

Hay quien ahora no sabe lo que pasó. El sitio en donde estallaron los cilindros de gas en aquel entonces ahora es el parque Hidalgo donde figuran personajes de “Cri Cri”; allí con una cruz y una placa se honra la memoria de los centenares de muertos de aquella mañana del 19 de noviembre de 1984.


Hace poco más de 40 años cuando laboraba como reportero de guardia en el Sol de México –centro neurálgico de la Organización Editorial Mexicana OEM-, la noche del 22 de marzo de 1984 se recibió en la redacción el reporte de un incendio “en una planta de Pemex cerca de la salida a Pachuca”. Raudos, fuimos allá con Sergio, el chofer y René de Bottón, el fotógrafo.

A más de dos kilómetros de distancia del lugar observamos el incendio. Subiendo y bajando por lomeríos en los que se alternaban sombras y resplandores, y preguntando a vecinos de viviendas mal acomodadas en las faldas de los cerros, llegamos a la zona donde había varias estaciones de gas incluida la de Pemex.

Patrullas, ambulancias y carros de bomberos estaban ya ahí, junto con guardias de seguridad de Pemex y miembros de la Sedena que custodiaban el lugar.

Ardían desde la tarde-noche, nos informaron vecinos, grandes fardos de madera que iluminaban los cerros. Los bomberos por su parte enfriaban con chorros de agua a presión enormes esferas que coronaban altas estructuras metálicas, mientras otros elementos trazaban zanjas para resguardar el área en la que se encontraban aquellas estructuras.

Ese incendio fue controlado a las ocho de la mañana del 23 de marzo de ese 1984.

Al filo de las 12 de la noche vecinos nos habían dicho: “ya nos hemos quejado. Cuando el incendio era grande las llamaradas iluminaron todos los cerros. Los bomberos llegaron pronto, pero tenemos miedo...”

René de Bottón que se había perdido entre las sombras y los reflejos del fuego que aún perduraba, tratando de registrar con su Minolta aspectos del incendio, apareció de repente y angustiado contó que guardias de seguridad de Pemex, a punta de pistola, le habían confiscado los rollos. Un socorrista de la Cruz Roja nos dijo al retirarnos del sitio: “A ustedes les fue bien, a otros reporteros, creo que de Ovaciones, los subieron a una camioneta y se los llevaron no sé a dónde”.

Vecinos habían comentado que “en 1972, cuando esto no estaba muy poblado” hubo otro incendio, pero esa vez sí salió gas y por todos lados se olía, haciendo que la gente se fuera a buscar refugio en otras zonas “por el temor de que algo fuera a explotar”.

Esa noche del 22 de marzo de 1984 el saldo fue de 20 miembros de cuerpos de rescate, intoxicados.

Es noche, ya de vuelta al periódico, por instrucciones del director Ángel Trinidad Ferreira, en los talleres de El Sol de México esperaron la nota que salió el día siguiente, 23 de marzo, con llamada en primera plana.

Lamentablemente la gran tragedia se hizo presente casi ocho meses después: el lunes 19 de noviembre de 1984, en el mismo lugar. La tierra se cimbró y llovió fuego en el poblado de San Juan Ixhuatepec o San Juanico y toda la zona aledaña sembrada de asentamientos irregulares.

La sobrepresión de un tanque cilíndrico de gas en la instalación de Pemex desencadenó una larga serie explosiones en efecto dominó.

A las 5:30 horas ocurrieron varias explosiones (o una gran explosión) de varios contenedores de gas en la terminal de almacenamiento de Gases Licuados de Petróleo (GLP) que provocó incendios y la destrucción casi total de las instalaciones y los alrededores.

El accidente ocurrió en el poblado, a unos 20 kilómetros hacia el norte de la Ciudad de México.

Las explosiones iniciales fueron detectadas por el sismógrafo de la UNAM ubicado a unos 30 kilómetros del sitio.

Tras el estallido inicial se generó un incendio monumental que afectó las viviendas más cercanas; además, una esfera se incendió y generó una bola de fuego de unos 300 metros de diámetro.

De acuerdo con el informe oficial, el balance nominal definitivo fue de 503 personas fallecidas, 926 heridos por quemaduras y siete mil personas atendidas en centros hospitalarios.

En relación con el número de evacuados, la cifra ascendió a 60 mil; en cuanto a los albergados se contaron hasta 21 mil.

Los daños materiales fueron cuantiosos, pues se llegaron a contabilizar alrededor de 149 casas totalmente destruidas, 160 con daños muy graves y mil 358 con daños menores. Viviendas endebles de unas cinco manzanas quedaron reducidas a cenizas.

Las llamas sólo pudieron ser extinguidas hasta 18 horas después de iniciada la tragedia y en su momento más álgido alcanzaron medio kilómetro de altura.

Para sofocar la conflagración según información oficial, se emplearon hidroaviones y laboraron cerca de 200 bomberos provenientes de varios estados del centro y norte del país que arribaron a San Juanico la trágica mañana.

La solidaridad nacional e internacional se hizo presente en forma inmediata. A lo largo de todo el país, en templos y escuelas principalmente, se levantaron centros de acopio para integrar despensas para los miles de damnificados; constructores privados dispusieron de maquinaria para trabajar en la zona en labores de recolección de escombros y limpieza.

En el ámbito internacional se recibieron mensajes de solidaridad de prácticamente todos los pueblos del mundo, del Este y del Oeste. Del Norte y del Sur, así como ayuda inmediata con víveres, medicinas y donativos en efectivo. Juan Pablo II oró con gran aflicción por México. Por su gravedad, implicaciones y saldos, el tema fue abordado en todo el mundo, cuestionando, sí, el absurdo de la convivencia de zonas ampliamente pobladas con instalaciones de enorme riesgo, pero también yendo al análisis más profundo.

En un comentario de la prensa francesa un experto de Lyon afirmaba: “Seguimos ante el mismo problema que se planteó a fines del siglo XVII con la Revolución Industrial: el desarrollo industrial crea y alienta inversiones; éstas hacen florecer los grandes flujos migratorio del campo a la ciudad, ésta se hace en un momento, incapaz de distribuir seguridad, servicios y bienes, los desajustes crecen mientras aumenta el mero progreso industrial... ¿habrá que volver, se preguntaba, al concepto del hombre constructor, artesano y agricultor? Lo que ocurrió en San Juan Ixhuatepec es un llamado a la conciencia del hombre moderno de todo el mundo –casi en cualquier lugar pudo ocurrir el accidente-, en cuyo lomo parece ir empotrado ese concepto que algunos llaman progreso”.

Aquella tragedia ocurrió hace casi 40 años, quizá pudo haber sido evitada dados los incidentes anteriores como el incendio ocurrido en marzo de 1984.

Hay quien ahora no sabe lo que pasó. El sitio en donde estallaron los cilindros de gas en aquel entonces ahora es el parque Hidalgo donde figuran personajes de “Cri Cri”; allí con una cruz y una placa se honra la memoria de los centenares de muertos de aquella mañana del 19 de noviembre de 1984.