/ viernes 7 de octubre de 2022

Humanitas. Arte y pasión


Las contradicciones y encrucijadas son el sino de nuestra nación, de nuestra patria.

A principios del siglo XX en México se pasó de la Revolución de 1910 a la Constitución de 1917 aquí en Querétaro, provocando un cambio profundo en las artes y en la cultura. Se hizo una necesaria renovación de la vida pública, de las ideas, del pensamiento y de la educación, claro que también hubo desdichas, hambre, pobreza, desgracias. Pero el arte reveló con el paso del tiempo que México expresó su propio ser sin disimulos. Con las estampas de José Guadalupe Posadas se criticó al pueblo, la política y la sociedad, con imágenes realistas nada halagadoras, muestran lo que somos; con Julio Ruelas se muestra al mexicano universal angustiado por la existencia misma; con Joaquín Clausell surgen nuevas poéticas del paisaje en donde el impresionismo se hace patente, el Dr. Atl revela una nueva dimensión del Valle de México y circunda nuestro volcanes y montañas. En Saturnino Herrán aparece una belleza que ya no avergüenza, ya no es la belleza del canon helénico, ahora es mestiza, de donde surge el nuevo mexicano que asume la responsabilidad de su pasado con la mirada puesta en el futuro. Herrán establece el canon, nos pinta sin disfraces, en la obra “Nuestros dioses Cristo-Coatlicue” resume el mexicanismo verdaderamente mestizo, “ni indigenista ni hispanista”.

Diego Rivera y Fernando leal supieron interpretar el canon de Saturnino Herrán plasmándolo en el muralismo mexicano, reconocido más allá de las fronteras; Martín Luis Guzmán escribió en 1929 la novela “La sombra del caudillo” en el que habla de los horrores luego de la revolución mexicana.

¿Pero ahora en el país de los milagros hacia donde miran los artistas?

Es posible que el azar en la vida pública y política esté estableciendo una estética del arte como networking, como simulacro, como atracción turística o postín clase mediero.

Un arte que sea inocuo al poder en turno. ¿Como evitar desde el pensamiento y el arte las fuerzas que no somos capaces de controlar?

La ansiedad del artista moderno fue la de no caer y repetir los horrores de la historia.

Ahora nos conformamos en ser espectadores de un mundo que se desmorona frente a nuestros ojos. En la era del desencanto nos sentimos con más lucidez porque no juzgamos nuestro tiempo sino miramos como jueces solo los errores del pasado.

Somos simples observadores del curso de la historia. Om




Las contradicciones y encrucijadas son el sino de nuestra nación, de nuestra patria.

A principios del siglo XX en México se pasó de la Revolución de 1910 a la Constitución de 1917 aquí en Querétaro, provocando un cambio profundo en las artes y en la cultura. Se hizo una necesaria renovación de la vida pública, de las ideas, del pensamiento y de la educación, claro que también hubo desdichas, hambre, pobreza, desgracias. Pero el arte reveló con el paso del tiempo que México expresó su propio ser sin disimulos. Con las estampas de José Guadalupe Posadas se criticó al pueblo, la política y la sociedad, con imágenes realistas nada halagadoras, muestran lo que somos; con Julio Ruelas se muestra al mexicano universal angustiado por la existencia misma; con Joaquín Clausell surgen nuevas poéticas del paisaje en donde el impresionismo se hace patente, el Dr. Atl revela una nueva dimensión del Valle de México y circunda nuestro volcanes y montañas. En Saturnino Herrán aparece una belleza que ya no avergüenza, ya no es la belleza del canon helénico, ahora es mestiza, de donde surge el nuevo mexicano que asume la responsabilidad de su pasado con la mirada puesta en el futuro. Herrán establece el canon, nos pinta sin disfraces, en la obra “Nuestros dioses Cristo-Coatlicue” resume el mexicanismo verdaderamente mestizo, “ni indigenista ni hispanista”.

Diego Rivera y Fernando leal supieron interpretar el canon de Saturnino Herrán plasmándolo en el muralismo mexicano, reconocido más allá de las fronteras; Martín Luis Guzmán escribió en 1929 la novela “La sombra del caudillo” en el que habla de los horrores luego de la revolución mexicana.

¿Pero ahora en el país de los milagros hacia donde miran los artistas?

Es posible que el azar en la vida pública y política esté estableciendo una estética del arte como networking, como simulacro, como atracción turística o postín clase mediero.

Un arte que sea inocuo al poder en turno. ¿Como evitar desde el pensamiento y el arte las fuerzas que no somos capaces de controlar?

La ansiedad del artista moderno fue la de no caer y repetir los horrores de la historia.

Ahora nos conformamos en ser espectadores de un mundo que se desmorona frente a nuestros ojos. En la era del desencanto nos sentimos con más lucidez porque no juzgamos nuestro tiempo sino miramos como jueces solo los errores del pasado.

Somos simples observadores del curso de la historia. Om