/ domingo 17 de marzo de 2024

Aquí Querétaro | Un mundo bobo


Es impresionante la cantidad de sinónimos que pueden surgir de la banalidad.

Insignificancia e intrascendencia, por ejemplo, pero también trivialidad, nimiedad, simpleza o tontería. Pero, la verdad, a mí los paralelismos de banalidad que más me gustan son menudencia, futilidad, tontada, y, sobre todo, bobada.

Nunca como hoy vivimos en un mundo dominado por la banalidad, o más contundentemente dicho, por la bobada. Nunca lo más fútil, lo más tonto o lo más vulgarmente común, tuvo tanto peso y consistencia, tanto éxito, tantos “likes” y tantos votos.

Hoy los famosos llegan a serlo a base de ir por la vida, o por el ciberespacio, vomitando boberías, vulgaridades, insignificancias y tontadas, pues en el mundo parece que ya es obligación colocarse a nivel superficie básica para ser visto, escuchado, admirado y “seguido” en las redes sociales.

En un mundo donde prevalece la inmediatez no llaman la atención las ideas brillantes, ni las reflexiones inteligentes, ni los comentarios realmente ingeniosos, sino el chiste burdo, el pastelazo, la palabrota, el albur, la gracejada tonta… El mundo de hoy ya no es de los audaces, sino de los estúpidos.

Ese panorama, por desgracia, no escapa a la política, Yo he visto con decepción a políticos que sé inteligentes rebajándose a profundidades banales inconcebibles, y también he visto a otros, triviales por naturaleza, limitados de conocimientos, nadar con soltura por el Tik Tok.

Hoy por hoy, por desgracia, la basura electoral no se limitará a los carteles colgados en nuestras calles, y ya está desbordando los tambos digitales con singular inmundicia.

Los políticos, independientemente de colores y sabores, saben bien que las elecciones no se ganan con ideas, sino con ocurrencias, a las que ahora habrá que añadir chistes, cantos, bailes, poses, albures; a las que habrá que anexar fotos, muchas fotos, para que la gente no tenga que leer, comiendo tacos, subiéndose al camión, recorriendo mercados, abrazando viejitos, acariciando niños, practicando “footing”, andando en bicicleta, portando camisetas de los “Gallos”, disfrazándose de hñähñu, y sobre todo, por encima de todo, haciendo comentarios lo más estúpidos e insustanciales posibles.

Y es que, parafraseando a José Alfredo, si se quiere saber de su pasado, es preciso decir una, o muchas, mentiras, diciendo que vienen de allá, de un mundo raro, que no saben del dolor, que triunfaron en el amor, que nunca han llorado, y que son tan escandalosamente superficiales como para ser confiables.

Vivimos pues, tristemente, en un mundo bobo, trivial, fútil, nimio, simple, insustancial, intrascendente y menudo. Vivimos en un mundo estúpido, pues.


Es impresionante la cantidad de sinónimos que pueden surgir de la banalidad.

Insignificancia e intrascendencia, por ejemplo, pero también trivialidad, nimiedad, simpleza o tontería. Pero, la verdad, a mí los paralelismos de banalidad que más me gustan son menudencia, futilidad, tontada, y, sobre todo, bobada.

Nunca como hoy vivimos en un mundo dominado por la banalidad, o más contundentemente dicho, por la bobada. Nunca lo más fútil, lo más tonto o lo más vulgarmente común, tuvo tanto peso y consistencia, tanto éxito, tantos “likes” y tantos votos.

Hoy los famosos llegan a serlo a base de ir por la vida, o por el ciberespacio, vomitando boberías, vulgaridades, insignificancias y tontadas, pues en el mundo parece que ya es obligación colocarse a nivel superficie básica para ser visto, escuchado, admirado y “seguido” en las redes sociales.

En un mundo donde prevalece la inmediatez no llaman la atención las ideas brillantes, ni las reflexiones inteligentes, ni los comentarios realmente ingeniosos, sino el chiste burdo, el pastelazo, la palabrota, el albur, la gracejada tonta… El mundo de hoy ya no es de los audaces, sino de los estúpidos.

Ese panorama, por desgracia, no escapa a la política, Yo he visto con decepción a políticos que sé inteligentes rebajándose a profundidades banales inconcebibles, y también he visto a otros, triviales por naturaleza, limitados de conocimientos, nadar con soltura por el Tik Tok.

Hoy por hoy, por desgracia, la basura electoral no se limitará a los carteles colgados en nuestras calles, y ya está desbordando los tambos digitales con singular inmundicia.

Los políticos, independientemente de colores y sabores, saben bien que las elecciones no se ganan con ideas, sino con ocurrencias, a las que ahora habrá que añadir chistes, cantos, bailes, poses, albures; a las que habrá que anexar fotos, muchas fotos, para que la gente no tenga que leer, comiendo tacos, subiéndose al camión, recorriendo mercados, abrazando viejitos, acariciando niños, practicando “footing”, andando en bicicleta, portando camisetas de los “Gallos”, disfrazándose de hñähñu, y sobre todo, por encima de todo, haciendo comentarios lo más estúpidos e insustanciales posibles.

Y es que, parafraseando a José Alfredo, si se quiere saber de su pasado, es preciso decir una, o muchas, mentiras, diciendo que vienen de allá, de un mundo raro, que no saben del dolor, que triunfaron en el amor, que nunca han llorado, y que son tan escandalosamente superficiales como para ser confiables.

Vivimos pues, tristemente, en un mundo bobo, trivial, fútil, nimio, simple, insustancial, intrascendente y menudo. Vivimos en un mundo estúpido, pues.