/ domingo 24 de marzo de 2024

Aquí Querétaro | Aplicación para el acoso


Tendría yo unos ocho años, acaso un poco menos. Por la empedrada calle de Jericó, entre los populosos barrios de La Piedad y El Retablo, un par de borrachos nos salieron, a mi hermana mayor y a mí, al paso; de inmediato, la emprendieron con ella, lanzándole comentarios y supuestos piropos. Mi hermana, lo recuerdo como si hubiese sido ayer, me dijo algo así como: “Fíjate bien, para que no hagas esto cuando seas mayor”.

No fue, desde luego, la única ocasión en que pasó algo semejante (en el puesto de periódicos, el voceador solía tener prácticas semejantes, aún sin alcohol de por medio), pero sí la que se me quedó más fresca en la memoria.

El sufrir algún tipo de acoso, no necesariamente sexual, no es privativo de las mujeres, aunque son éstas las que lo padecen (quisiera creer que ahora es menos que antes) a diario, al grado que tienen que correr tras alguna esquina, cambiarse de acera, evitar las obras en construcción y pensar de más lo que van a vestir. En mi caso recuerdo también como un vecino incómodo, enemistado con mi padre, se me aparejaba en mi camino de regreso de la escuela para lanzarme comentarios amenazantes. Era sólo a esa hora, o en momentos muy puntuales, pero en el caso de las mujeres es algo totalmente común y socialmente tolerado.

Basta calzarse mínimamente los zapatos de una mujer en esta sociedad que hemos vivido desde que tengo memoria, para reflexionar sobre la condición de vulnerabilidad y hasta de desamparo que las envuelve cotidianamente.

Por eso creo en la importancia de iniciativas como la surgida en la Universidad Autónoma de Querétaro, que ha tenido buena acogida en ya veintisiete estados del país. Se trata de la aplicación “Caminamos Juntas”, creada desde la Facultad de Ingeniería por egresadas de posgrado, donde se pueden reportar conductas de acoso, y donde también se tiene la posibilidad de emitir la percepción de seguridad que pueda tenerse en ciertos lugares.

A través de esos reportes, la aplicación identifica zonas de riesgo en espacios públicos, que quedan publicados en un mapa que pueden consultar los usuarios; una práctica que ha tenido mayor recepción en la Ciudad de México y en los estados de Nuevo León y México, además, claro está, de Querétaro.

La Unidad de Género y Espacios Ciudadanos, de la citada Facultad de Ingeniería es quien difunde esta nueva opción de apoyo en tiempos donde los feminicidios alcanzan escalofriantes cifras de más de setecientos al año (catalogados como tales, pues asesinatos de mujeres son unos tres mil anuales), y en un estado, el de Querétaro, que ocupa el tercer lugar nacional en el que las mujeres han experimentado mayor violencia a lo largo de su vida.

La vida pasa y, para bien y para mal, ya no vivimos en tiempos de aquellos dos borrachitos de la calle Jericó.



Tendría yo unos ocho años, acaso un poco menos. Por la empedrada calle de Jericó, entre los populosos barrios de La Piedad y El Retablo, un par de borrachos nos salieron, a mi hermana mayor y a mí, al paso; de inmediato, la emprendieron con ella, lanzándole comentarios y supuestos piropos. Mi hermana, lo recuerdo como si hubiese sido ayer, me dijo algo así como: “Fíjate bien, para que no hagas esto cuando seas mayor”.

No fue, desde luego, la única ocasión en que pasó algo semejante (en el puesto de periódicos, el voceador solía tener prácticas semejantes, aún sin alcohol de por medio), pero sí la que se me quedó más fresca en la memoria.

El sufrir algún tipo de acoso, no necesariamente sexual, no es privativo de las mujeres, aunque son éstas las que lo padecen (quisiera creer que ahora es menos que antes) a diario, al grado que tienen que correr tras alguna esquina, cambiarse de acera, evitar las obras en construcción y pensar de más lo que van a vestir. En mi caso recuerdo también como un vecino incómodo, enemistado con mi padre, se me aparejaba en mi camino de regreso de la escuela para lanzarme comentarios amenazantes. Era sólo a esa hora, o en momentos muy puntuales, pero en el caso de las mujeres es algo totalmente común y socialmente tolerado.

Basta calzarse mínimamente los zapatos de una mujer en esta sociedad que hemos vivido desde que tengo memoria, para reflexionar sobre la condición de vulnerabilidad y hasta de desamparo que las envuelve cotidianamente.

Por eso creo en la importancia de iniciativas como la surgida en la Universidad Autónoma de Querétaro, que ha tenido buena acogida en ya veintisiete estados del país. Se trata de la aplicación “Caminamos Juntas”, creada desde la Facultad de Ingeniería por egresadas de posgrado, donde se pueden reportar conductas de acoso, y donde también se tiene la posibilidad de emitir la percepción de seguridad que pueda tenerse en ciertos lugares.

A través de esos reportes, la aplicación identifica zonas de riesgo en espacios públicos, que quedan publicados en un mapa que pueden consultar los usuarios; una práctica que ha tenido mayor recepción en la Ciudad de México y en los estados de Nuevo León y México, además, claro está, de Querétaro.

La Unidad de Género y Espacios Ciudadanos, de la citada Facultad de Ingeniería es quien difunde esta nueva opción de apoyo en tiempos donde los feminicidios alcanzan escalofriantes cifras de más de setecientos al año (catalogados como tales, pues asesinatos de mujeres son unos tres mil anuales), y en un estado, el de Querétaro, que ocupa el tercer lugar nacional en el que las mujeres han experimentado mayor violencia a lo largo de su vida.

La vida pasa y, para bien y para mal, ya no vivimos en tiempos de aquellos dos borrachitos de la calle Jericó.