/ viernes 14 de diciembre de 2018

Humanitas: arte y pasión

El sufismo es un camino místico, espiritual, vinculado al islam en sus derivas heterodoxias. Los sabios sufís lo definen como una realidad sin nombre que existía desde los tiempos del profeta Mahoma; otros lo sitúan dos siglos después de la Hégira (la huida de Mahoma de la Meca a Medina). El camino sufí es una vía hacia el conocimiento espiritual del ser humano, que, a través de ritos, de ejercicios, palabras, oraciones, poesía, cuentos y más, activan una relación o aproximación con lo divino (Dios) también procuran la purificación del alma y la santidad. Algunos estudiosos advierten que el sufí es la pureza y lo simple, es decir, la superficie no es lo importante sino el interior de las cosas. La intensidad se encuentra o desvela en el interior que es el conocimiento divino.

Un ejemplo de esta idea de lo simple y lo complejo, es decir, entre la superficie visible y un interior invisible de las cosas es la geometría. Imaginemos todo lo que se oculta en un cubo, todos los mundos y formas existen en su interior. El escultor mexicano Sebastián explora este camino geométrico, descubriendo todas las posibilidades que pueden tener las formas geométricas que gobiernan nuestro mundo físico y abstracto; se alude al cubo del matemático Charles Hinton con el que se pueden descubrir nuevas dimensiones.

La esfera también es una forma geométrica que oculta o activa otras dimensiones como en el Aleph de Borges en donde aparecen todas las formas desde una irregularidad del tiempo que permite el conocimiento de múltiples perspectivas y dimensiones que no conocemos.

La superficie de las cosas o la envoltura de ellas, no aportan todo el conocimiento sobre la cosa, tenemos que penetrar la materia, descomponerla, colisionarla para entender sus variadas dimensiones, solo desvelándola aparece la verdad.

En relación con la experiencia de lo sagrado es muy parecida a la del cubo geométrico que al abrirse se desplaza ofreciendo nuevas formas y conocimiento; igual que la idea sufí sobre lo simple y la pureza que hay que descubrir o desvelar del mundo material. Lograr vivir al margen de las cosas.

En la pasada columna comentamos sobre lo visible e invisible y su relación con las matemáticas y la física cuántica. Pero lo invisible habita en todas las disciplinas, en todas las ciencias. El escritor Julio Cortázar contaba cómo una vez que se quedó en el entreacto de un concierto en la sala del teatro completamente solo, advirtió como aparecían una serie de seres que flotaban como globos de colores… “De golpe, tuve la sensación de que había en el aire personajes indefinibles, una especie de globos que yo veía de color verde, muy divertidos y muy amigables, que andaban por ahí circulando. Inmediatamente supe que su nombre era Cronopios”. Así nacieron estos adorables personajes luego de un fenómeno que llaman sinestesia, que son las percepciones de todos los sentidos mezcladas en un mismo tiempo.

¿Quien no vio a estos seres como globos flotando en su recamara cuando era niño, o en el bosque durante un día de campo o en una exposición de Kandinsky?

Según el psicólogo Simón Baron-Cohen se estima que una de cada dos mil personas es sinestésica, y por supuesto que tienen problemas para explicar sus experiencias.

Algo parecido a lo que narra en su texto “Libro de la vida” Santa Teresa de Ávila como la transverberación que sin duda fue un momento místico de revelación.

Finalmente, la relación entre los estados místicos, la poesía, la geometría y sus múltiples dimensiones; el mundo de lo invisible y la experiencia sinestésica están presentes en la vida cotidiana. El Aleph está ahí. Si no pregúntele a un cronopio.

bobiglez@gmail.com

El sufismo es un camino místico, espiritual, vinculado al islam en sus derivas heterodoxias. Los sabios sufís lo definen como una realidad sin nombre que existía desde los tiempos del profeta Mahoma; otros lo sitúan dos siglos después de la Hégira (la huida de Mahoma de la Meca a Medina). El camino sufí es una vía hacia el conocimiento espiritual del ser humano, que, a través de ritos, de ejercicios, palabras, oraciones, poesía, cuentos y más, activan una relación o aproximación con lo divino (Dios) también procuran la purificación del alma y la santidad. Algunos estudiosos advierten que el sufí es la pureza y lo simple, es decir, la superficie no es lo importante sino el interior de las cosas. La intensidad se encuentra o desvela en el interior que es el conocimiento divino.

Un ejemplo de esta idea de lo simple y lo complejo, es decir, entre la superficie visible y un interior invisible de las cosas es la geometría. Imaginemos todo lo que se oculta en un cubo, todos los mundos y formas existen en su interior. El escultor mexicano Sebastián explora este camino geométrico, descubriendo todas las posibilidades que pueden tener las formas geométricas que gobiernan nuestro mundo físico y abstracto; se alude al cubo del matemático Charles Hinton con el que se pueden descubrir nuevas dimensiones.

La esfera también es una forma geométrica que oculta o activa otras dimensiones como en el Aleph de Borges en donde aparecen todas las formas desde una irregularidad del tiempo que permite el conocimiento de múltiples perspectivas y dimensiones que no conocemos.

La superficie de las cosas o la envoltura de ellas, no aportan todo el conocimiento sobre la cosa, tenemos que penetrar la materia, descomponerla, colisionarla para entender sus variadas dimensiones, solo desvelándola aparece la verdad.

En relación con la experiencia de lo sagrado es muy parecida a la del cubo geométrico que al abrirse se desplaza ofreciendo nuevas formas y conocimiento; igual que la idea sufí sobre lo simple y la pureza que hay que descubrir o desvelar del mundo material. Lograr vivir al margen de las cosas.

En la pasada columna comentamos sobre lo visible e invisible y su relación con las matemáticas y la física cuántica. Pero lo invisible habita en todas las disciplinas, en todas las ciencias. El escritor Julio Cortázar contaba cómo una vez que se quedó en el entreacto de un concierto en la sala del teatro completamente solo, advirtió como aparecían una serie de seres que flotaban como globos de colores… “De golpe, tuve la sensación de que había en el aire personajes indefinibles, una especie de globos que yo veía de color verde, muy divertidos y muy amigables, que andaban por ahí circulando. Inmediatamente supe que su nombre era Cronopios”. Así nacieron estos adorables personajes luego de un fenómeno que llaman sinestesia, que son las percepciones de todos los sentidos mezcladas en un mismo tiempo.

¿Quien no vio a estos seres como globos flotando en su recamara cuando era niño, o en el bosque durante un día de campo o en una exposición de Kandinsky?

Según el psicólogo Simón Baron-Cohen se estima que una de cada dos mil personas es sinestésica, y por supuesto que tienen problemas para explicar sus experiencias.

Algo parecido a lo que narra en su texto “Libro de la vida” Santa Teresa de Ávila como la transverberación que sin duda fue un momento místico de revelación.

Finalmente, la relación entre los estados místicos, la poesía, la geometría y sus múltiples dimensiones; el mundo de lo invisible y la experiencia sinestésica están presentes en la vida cotidiana. El Aleph está ahí. Si no pregúntele a un cronopio.

bobiglez@gmail.com