/ viernes 22 de julio de 2022

Humanitas. Arte y pasión


El paisaje es un portal que se abre a nuestros sentidos, su encantamiento nos convierte en presencias solitarias, en nostalgia ante la grandeza perdida en ese horizonte natural.

El pintor alemán Caspar David Friedrich pintó en 1809 la obra “El monje contemplando el mar”, la naturaleza en el romanticismo ya no es decorativa, el paisaje se autonomiza, desaparece y se minimiza la presencia del hombre. En esta pintura el monje es un guiño, una pincelada, una silueta que esta frente a tres inmensidades, el mar, la tierra y el cielo, en donde el poder del hombre esta disminuido. Ese monje esta frente al espectáculo del abismo que le produce un doble sentimiento: “la voluptuosidad de un naufragar dulcísimo como el horror de una inmensidad que desborda su mente”.

El personaje del monje, puede ser un hombre como cualquier de hoy en día, pero que ha perdido la comunicación ritualista con la naturaleza y eso produce un pesar doloroso, porque es inaprehensible e indefinida.

En el contexto romántico del monje de Friedrich, se acerca más al misterio tremendo y fascinante que nos produce el espíritu de la naturaleza numinosa que, según Rudolf Otto, es la experiencia de lo sagrado, una revelación que culmina en espíritu.

Lo que se nos vuelve trágico es saber la ruptura entre el hombre y la naturaleza, la soberbia del hombre mayestático que ha multiplicado su propio mundo, para sumergirse en la búsqueda que inicia en el Renacimiento, en donde la muerte del divino Rafael quebrantó la armonía del Quattrocento, desatando la imposta manierista que remueve las formas hasta contorsionarse como caracolas que nos transportarán al drama del barroco con sus pliegues y ocultamientos.

El misterio tremedum al no entenderse ni aceptarse, hace que el hombre moderno se confronte con la naturaleza de forma desmesurada, en lugar de reconciliarse y dialogar con ella, para retornar a los antiguos rituales que contenían el espíritu de lo bello.

Solo miremos lo que le están haciendo al paisaje en ciudades como Querétaro, en donde la desmesura y la codicia están apañando todo. La ciudad de Monterrey es una alerta roja de lo que nos puede ocurrir a corto plazo. El cambio climático es en serio. OM.




El paisaje es un portal que se abre a nuestros sentidos, su encantamiento nos convierte en presencias solitarias, en nostalgia ante la grandeza perdida en ese horizonte natural.

El pintor alemán Caspar David Friedrich pintó en 1809 la obra “El monje contemplando el mar”, la naturaleza en el romanticismo ya no es decorativa, el paisaje se autonomiza, desaparece y se minimiza la presencia del hombre. En esta pintura el monje es un guiño, una pincelada, una silueta que esta frente a tres inmensidades, el mar, la tierra y el cielo, en donde el poder del hombre esta disminuido. Ese monje esta frente al espectáculo del abismo que le produce un doble sentimiento: “la voluptuosidad de un naufragar dulcísimo como el horror de una inmensidad que desborda su mente”.

El personaje del monje, puede ser un hombre como cualquier de hoy en día, pero que ha perdido la comunicación ritualista con la naturaleza y eso produce un pesar doloroso, porque es inaprehensible e indefinida.

En el contexto romántico del monje de Friedrich, se acerca más al misterio tremendo y fascinante que nos produce el espíritu de la naturaleza numinosa que, según Rudolf Otto, es la experiencia de lo sagrado, una revelación que culmina en espíritu.

Lo que se nos vuelve trágico es saber la ruptura entre el hombre y la naturaleza, la soberbia del hombre mayestático que ha multiplicado su propio mundo, para sumergirse en la búsqueda que inicia en el Renacimiento, en donde la muerte del divino Rafael quebrantó la armonía del Quattrocento, desatando la imposta manierista que remueve las formas hasta contorsionarse como caracolas que nos transportarán al drama del barroco con sus pliegues y ocultamientos.

El misterio tremedum al no entenderse ni aceptarse, hace que el hombre moderno se confronte con la naturaleza de forma desmesurada, en lugar de reconciliarse y dialogar con ella, para retornar a los antiguos rituales que contenían el espíritu de lo bello.

Solo miremos lo que le están haciendo al paisaje en ciudades como Querétaro, en donde la desmesura y la codicia están apañando todo. La ciudad de Monterrey es una alerta roja de lo que nos puede ocurrir a corto plazo. El cambio climático es en serio. OM.