/ miércoles 15 de septiembre de 2021

Sólo para villamelones | Isaac y Fusilito

Con el corazón por delante y con una convicción inocultable e inextinguible, Isaac Fonseca está cincelando una carrera sólida, basada en el esfuerzo y la humildad, que está ya obteniendo una trascendencia tan indiscutible como sus constantes logros taurinos.

Nacido en Morelia y moldeado por el matador de toros Jacobo Hernández, Isaac picó piedra desde cero, con disciplina constante fuera y dentro del ruedo, cosechando orejas en las plazas donde tuvo la oportunidad de torear, antes de emprender el viaje de una aventura aún más sufrida y callada en España.

Se inscribió como alumno de la escuela de Colmenar Viejo, en Madrid, y triunfó en prácticamente todos los certámenes en los que participó como novillero sin picadores, incluyendo el “Camino hacia Las Ventas” en el 2018. Luego, ya con caballos, cortó orejas en los festejos a los que fue contratado y las puertas grandes le fueron más que conocidas. Hace unos días, después del parón por la pandemia que lo obligó a ver perdida la oportunidad de hacer el paseíllo en la plaza madrileña, armó la escandalera, jugándose la vida en Arnedo.

Pero los grandes toreros tienen que tener siempre algún referente, un toro en particular que destape la esencia de su tauromaquia y los marque para siempre, y ese, quizá el primero de ellos, se llamó “Fusilito 61”, un novillo de Baltasar Ibán cuyos despojos merecieron la vuelta al ruedo y al que el michoacano le corto las dos orejas, en una tarde excepcional, donde volvió a salir por la puerta grande con cuatro apéndices en las alforjas.

Isaac Fonseca representa mucho para el toreo mexicano. Callado, paso a paso, se ha estado forjando un camino tan sólido que, si los enredos del negocio lo permiten, lo convertirán en figura, un término que parece estar en desuso. Con la honestidad y la humildad como banderas, este novillero de mil batallas a muerte, acabará por imponer su fortaleza de espíritu. Y más temprano que tarde.

Con el corazón por delante y con una convicción inocultable e inextinguible, Isaac Fonseca está cincelando una carrera sólida, basada en el esfuerzo y la humildad, que está ya obteniendo una trascendencia tan indiscutible como sus constantes logros taurinos.

Nacido en Morelia y moldeado por el matador de toros Jacobo Hernández, Isaac picó piedra desde cero, con disciplina constante fuera y dentro del ruedo, cosechando orejas en las plazas donde tuvo la oportunidad de torear, antes de emprender el viaje de una aventura aún más sufrida y callada en España.

Se inscribió como alumno de la escuela de Colmenar Viejo, en Madrid, y triunfó en prácticamente todos los certámenes en los que participó como novillero sin picadores, incluyendo el “Camino hacia Las Ventas” en el 2018. Luego, ya con caballos, cortó orejas en los festejos a los que fue contratado y las puertas grandes le fueron más que conocidas. Hace unos días, después del parón por la pandemia que lo obligó a ver perdida la oportunidad de hacer el paseíllo en la plaza madrileña, armó la escandalera, jugándose la vida en Arnedo.

Pero los grandes toreros tienen que tener siempre algún referente, un toro en particular que destape la esencia de su tauromaquia y los marque para siempre, y ese, quizá el primero de ellos, se llamó “Fusilito 61”, un novillo de Baltasar Ibán cuyos despojos merecieron la vuelta al ruedo y al que el michoacano le corto las dos orejas, en una tarde excepcional, donde volvió a salir por la puerta grande con cuatro apéndices en las alforjas.

Isaac Fonseca representa mucho para el toreo mexicano. Callado, paso a paso, se ha estado forjando un camino tan sólido que, si los enredos del negocio lo permiten, lo convertirán en figura, un término que parece estar en desuso. Con la honestidad y la humildad como banderas, este novillero de mil batallas a muerte, acabará por imponer su fortaleza de espíritu. Y más temprano que tarde.