/ miércoles 3 de junio de 2020

Pandemias del mundo, de la gripe española a Covid-19

Es probable que la primera epidemia de gripe haya surgido desde hace 12 mil años, aunque su propagación se presentó hace 5 mil años, con las primeras ciudades; siendo la gripe española la más devastadora de la historia, ya que tan solo en un año mató entre 20 y 40 millones de personas

Al siglo XX lo recordamos como el experimento humano más fatal de la historia: dos guerras mundiales, el auge y la caída del Comunismo, la crisis del 29, la guerra de Vietnam, la guerra entre las Coreas, los innumerables movimientos de descolonización, pero nadie repara en la pandemia de gripe de 1918, también llamada gripe española, causada por un brote del virus Influenza A del subtipo AH1N, la cual, a diferencia de otras epidemias de gripe que afectan principalmente a niños y ancianos, entre sus víctimas incluyó a jóvenes y adultos saludables, y animales, entre ellos perros y gatos.

La gripe española es considerada como la pandemia más devastadora de la historia, ya que en tan solo un año mató entre 20 y 40 millones de personas. Guardadas todas las proporciones, especificamente en el grado de mortalidad, viene a cuento porque distingo algunos paralelismos y detalles interesantes que considero menester destacar para contribuir un poco a la comprensión de estos días de confinamiento.

En el mundo hay monumentos que recuerdan a las víctimas de la Segunda Guerra Mundial, por ejemplo, pero no encontraremos nunca un monumento o plaza dedicada a las víctimas de la gripa. Al parecer, a la gripa española se le confinó al recordatorio íntimo, mas no a la memoria de un desastre histórico: millones de tragedias discretas, privadas.

Mientras que en 2020 fuimos testigos de una guerra de precios entre EEUU, Arabia Saudita y China, en 1918 Europa y Medio Oriente salían de una guerra que sorpresivamente se había prolongado por cuatro años. Mientras la guerra era ubicable geográfica y cronológicamente, la gripa española se extendió en todo el orbe de súbito: el mayor número de fallecimientos por contagios se registró durante las primeras trece semanas, de septiembre a mediados de diciembre del 2018.

Paralelismos

Al igual que ocurrió con la gripe española, la Covid-19 (acrónimo del inglés coronavirus disease 2019), también conocida como enfermedad por coronavirus, enfermedad infecciosa causada por el virus SARS-CoV-2, es un fenómeno social y biológico: aunque es un tema de salud, es imposible separarla de su contexto político, histórico, geográfico y cultural. En su momento, Terence Ranger, un destacado africanista británico, propuso una historia feminizada de la gripe española, ya que las mujeres habían sido las principales responsables de cuidar a los enfermos, de registrar los sonidos e imágenes de las habitaciones de los infectados, las que se encargaron de amortajar a sus muertos y de acoger a los repentinos huérfanos. Fueron las mujeres las que funcionaron como un vínculo entre lo íntimo/personal y lo público/colectivo. ¿Qué tendrán que contar las mujeres de lo que nos está ocurriendo con la actual pandemia? ¿Prevalecen los roles femeninos atribuidos o impuestos como en los tiempos de la gripa española?

Corría el año de 1998 cuando un grupo de expertos en gripe española se reunieron en Ciudad del Cabo para conmemorar el 80 aniversario de la gripe española. Una de las conclusiones más desoladoras de aquella reunión fue que no se sabía nada sobre lo que había ocurrido en las grandes extensiones geográficas del planeta: América del Sur, Medio Oriente, Rusia, el sudeste asiático y la China continental, por ejemplo. A diferencia de nuestros días, los relatos se enfocaron en Europa y América del Norte, quizás porque estaban en guerra o porque fueron los lugares que presentaron los menores índices de tasas de mortalidad.

Una ironía inquietante es que el factor cultural diversifica nuestras formas de contagio: a quien viajó en avión, a quien decidió ignorar el confinamiento y el distanciamiento social para celebrar el Día de las madres, a quien asistió a una fiesta Covid, a quien simplemente abordó el transporte público, o al médico que estuvo en triage de atención a pacientes con síntomas. Todos estos ejemplos tenían poco en común excepto el virus.

Agente de cambio

Con 500 millones de contagios y un estimado de entre 50 y 100 millones de fallecimientos, la gripe española se considera como uno de los ejemplos emblemáticos de crisis de mortalidad, nombre con el que en demografía se conoce al tipo de mortalidad anual que difiere de la mortalidad habitual, como consecuencia de algún acontecimiento que eleva de forma puntual la tasa de mortalidad. Esta pandemia remodeló las poblaciones humanas de una manera radical nunca antes vista desde la peste negra. Tuvo impacto en las dos guerras mundiales, ejerció presión para la independencia de la India, aunque también contribuyó al apartheid en Sudáfrica y casi provoca una guerra civil en Suiza. No obstante, con la gripe española se dio inicio a la sanidad universal y la medicina alternativa. Desde entonces cobró importancia la hoy entrañable pasión por el deporte y el respirar aire puro. Mientras la gripe española fue parcialmente responsable en la obsesión de los artistas del siglo XX por la irremediable falencia del cuerpo, en nuestros días la narrativa se debate entre dar testimonio del confinamiento, la reflexión del encierro y las formas alternativas de creación.

Primer registro

A 102 años de distancia, ¿cuántas preguntas se han respondido respecto a la fiebre española y de qué manera podemos vincularlas con la pandemia actual?

Hacia el 412 a. C., Hipócrates observó los siguientes síntomas en los habitantes de Perinto: tos, irritación de garganta, malestar general, dificultad para tragar, parálisis de las piernas e incapacidad para ver en la noche. La llamada “Tos de Perinto” es quizás el primer registro de la gripe hecha por un médico, Hipócrates, quien también fue el primero en utilizar el término epidemia, que literalmente significa “en el pueblo”, utilizado para referirse a un chisme o a una guerra civil.

Antiguamente, y de modo similar a algunos terraplanistas de la actualidad, se creía que el origen de la enfermedad era espiritual, una especie de castigo divido por nuestros pecados. En aquel entonces los médicos, que también fungían como sacerdotes o magos, tenían la misión de serenar a los dioses con rezos, conjuros y hasta sacrificios.

Por su parte, Hipócrates creía que la enfermedad provenía del desequilibrio de los cuatro humores/fluídos del cuerpo humano: la bilis negra (meláncólico), la bilis amarilla (colérico), la flema (calmado) y la sangre (sanguíneo). 500 años después, Galeno será quien le agregue los temperamentos, aunque es posible que en pleno siglo XXI se siga aplicando ese estólido test para determinar nuestro temperamento.

Al igual que nosotros, la gripe española y el Covid-19 contienen dentro de sí mismos la información sobre sus orígenes, alojados en registros vivientes de nuestro pasados evolutivos. Desde la gripe española, pudimos encontrar algunas pistas de los orígenes del SARS en 2002 y del AH1N1 en 2008, lo mismo que con el Covid-19. Se trata de un parásito, sólo puede sobrevivir dentro de otro organismo vivo huesped, apoderándose del aparato reproductor del mismo. La progenie del virus abandona ese organismo utilizado para buscar infectar a uno nuevo. Si no lo encuentra, el virus muere con el huesped original, con lo que se decreta el fin de los contagios. De ahí la importancia del confinamiento y del distanciamiento social. Como todo parásito, su supervivenvia depende tanto de su comportamiento como del de su huesped.

“Reservorio animal”

Al igual que la gripe española, el Covid-19 se transmite de una persona a otra a través de las minúsculas gotitas de mucosidad infectadas que se arrojan al aire al toser, estornudar o, incluso, al hablar, como en el caso del coronavirus actual. Sí, las mascarillas funcionan principalmente para evitar más contagios.

A través de la historia ha quedado constancia de que los humanos siempre hemos estado expuestos a enfermedades infecciosas (la lepra y la malaria, por ejemplo, ya causaban dolor y sufrimiento mucho antes que las revoluciones agrícolas europeas), pero éstas lograron adaptarse y sobrevivir en poblaciones humanas pequeñas y dispersas. ¿Cómo lograron sobrevivir? Con un comportamiento sorprendente, entre las argucias que estas enfermedades utilizaron se cuenta el hecho de no conferir la inmunidad total a un huésped que se hubiese recuperado, con el objetivo de que se volviera a enfermar, y así pudieran alojarse en otro huésped. A este comportamiento de las enfermedades se le conoce como “reservorio animal”. Las enfermedades masivas son altamente peligrosas debido a su facilidad y rapidez para la propagación. Al necesitar reservorios de miles o decenas de miles de posibles víctimas, su éxito evolutivo se vinculó directamente con el crecimiento de la población.

En su origen, el virus del ébola era una enfermedad que sólo afectaba a los murciélagos que habitan en los bosques africanos. Los murciélagos, cuya carne es muy apreciada en África junto con la de otras especies silvestres, infectaron a otros animales silvestres, mismos que eran consumidos por los nativos. No obstante, en 2014 una epidemia de ébola en África occidental reveló que el virus había logrado rebosarse para poder transmitirse con terrorífica facilidad a las personas. En la ruta hacia convertirse en enfermedad humana, cada tramo se acompaña de un conjunto específico de cambios moleculares, cuya efectividad en el proceso depende en gran parte del azar. ¿Por cuántos ciclos habrá tenido que pasar el Covid-19 hasta lograr mutar en una versión letal para los humanos?

A pesar de haber vivido juntos durante milenios, la ecuación de seres humanos, patos y cerdos resultó mortal para los primeros cuando una enfermedad aviar se convirtió en una enfermedad humana, ya que las células de los cerdos comparten características con las de los seres humanos, aunque también con las de las aves. Esta relación resultó en un fabuloso laboratorio para que el virus experimentara saltar a otras especies con libertad.

Una de las enfermedades más mortales, atribuida a maldiciones enviadas por deidades enfurecidas, fue la viruela de hace 3 mil años en Egipto. Lo sabemos porque se han descubierto momias con cacarañas en el rostro. En Grecia, hacia el 430 a. C., Tucídides dejó testimonio de la viruela al describir pilas de cadáveres en los templos de Atenas.

¿Cuándo se produjo la primera epidemia de gripe? Es muy probable que desde hace 12 mil años, aunque su propagación se presentó hace 5 mil años, en Uruk, actual Irak, cuando surgieron las primeras ciudades con las condiciones ideales para que la enfermedad se propagara. A diferencia de nuestros días, cuando una gripe normal está muy lejos de ser mortal, las personas de aquella época presentaban lo que hoy conocemos como Síndrome de Dificultad Respiratoria Aguda (SDRA): presión arterial baja, rostro azulado, señal inequívoca de quien fenecerá de gripe. Algunos llegaban a presentar hemorragias en boca, nariz y pulmones. El SDRA se convirtió en la primera epidemia de gripe masivamente mortal.

Con el paso del tiempo, la gripe fue adquiriendo su forma tal y como la conocemos hoy, con el costo en vidas humanas que esto significa. No obstante, es importante no confundir a la gripe con un resfriado común o con otro tipo de enfermedades respiratorias leves, o con otras más graves como el tifus, el dengue y el Covid-19, que inician con síntomas similares a la gripe. De allí que hayamos escuchado memorables gazapos de políticos populistas que decían que el coronavirus se trataba de “una gripecita”, como señaló Jair Bolsonaro, presidente de Brasil; o que se curaba con un “caldo de pollo y chile picao” (sic), como recomendó Miguel Barbosa; o que se podía ahuyentar con estampitas religiosas del Sagrado Corazón de Jesús, como dijo el presidente López Obrador el pasado 18 de marzo, mientras invocaba: “El escudo protector es como el detente… El escudo protector es la honestidad, eso es lo que protege… ¡Detente, enemigo, que el corazón de Jesús está conmigo!”.

Conquista y grandes civilizaciones

En el siglo XVI los europeos arribaron a suelo americano trayendo consigo enfermedades modernas para las que los nativos no eran inmunes. Es posible que en el segundo viaje de Colón lo haya acompañado la gripe, principal sospechosa de haber aniquilado a gran parte de la población amerindia de las Antillas, lugar en donde hizo escala Colón. Al igual que con la gripe, la viruela fue la principal aliada de Hernán Cortés en la conquista del Imperio Azteca, hecho en el que rara vez reparan los historiadores. En la antigua Roma, algunos historiadores sostienen que la Plaga de Justiniano, una pandemia de peste bubónica, mató aproximadamente a 25 millones de europeos y asiáticos hacia el siglo VI. Grandes superficies de tierra de cultivo fueron abandonadas, dando paso al renacimiento de grandes extensiones de bosque.

Aunque no es sencillo determinar el origen de una pandemia, de acuerdo con investigaciones históricas, se cree que la primera pandemia de gripe que afectó a varios países, empezó en Asia en 1580, propagándose por África, Europa y probablemente América. No obstante, cualquier hipótesis sobre el origen de las pandemias deberá de ser tratada con cautela. Hacia el siglo XIV la gente llamaba a la enfermedad “influenza”, término acuñado por unos italianos que la atribuyeron a la atracción o influencia de las estrellas.

Con la modernidad del siglo XIX, las enfermedades masivas alcanzaron su pico evolutivo y se apoderaron de la civilización. Las ciudades se convirtieron literalmente en caldos de cultivo para los contagios masivos. Esto provocó que las poblaciones no pudiesen mantenerse, por lo que necesitaron que los campesinos emigraran a los centros urbanos para poder compensar las vidas que se cobraban las epidemias.

Al lienzo

La primera pandemia de gripe del siglo XIX se declaró en 1830. La segunda fue la gripe rusa en 1889, fue también la primera que se contabilizó con métodos estadísticos. Tuvo tres oleadas de contagio, muchos casos devinieron en neumonía que, tras afectar a niños y ancianos, también afectó a personas de mediana edad. Los médicos se consternaron al observar que muchos sobrevivientes desarrollaban complicaciones nerviosas, entre ellas la depresión. Probablemente el artista noruego Edvard Munch, fue uno de esos pacientes. Es posible que su cuadro El grito haya surgido de su pensamiento abrumado por la enfermedad:

“Una tarde paseaba por un sendero, con la ciudad a un lado y el fiordo, abajo. Me sentí cansado y enfermo. Me detuve y contemplé el fiordo: el sol se ponía y las nubes se tornaron rojo sangre. Sentí un grito atravesando la naturaleza: me pareció oír el grito”, escribió Munch a finales del siglo XIX.

Al momento de terminar de escribir esto, México sumaba 87 mil 512 contagios y 9 mil 779 muertes a causa del Covid-19.

@doctorsimulacro

Al siglo XX lo recordamos como el experimento humano más fatal de la historia: dos guerras mundiales, el auge y la caída del Comunismo, la crisis del 29, la guerra de Vietnam, la guerra entre las Coreas, los innumerables movimientos de descolonización, pero nadie repara en la pandemia de gripe de 1918, también llamada gripe española, causada por un brote del virus Influenza A del subtipo AH1N, la cual, a diferencia de otras epidemias de gripe que afectan principalmente a niños y ancianos, entre sus víctimas incluyó a jóvenes y adultos saludables, y animales, entre ellos perros y gatos.

La gripe española es considerada como la pandemia más devastadora de la historia, ya que en tan solo un año mató entre 20 y 40 millones de personas. Guardadas todas las proporciones, especificamente en el grado de mortalidad, viene a cuento porque distingo algunos paralelismos y detalles interesantes que considero menester destacar para contribuir un poco a la comprensión de estos días de confinamiento.

En el mundo hay monumentos que recuerdan a las víctimas de la Segunda Guerra Mundial, por ejemplo, pero no encontraremos nunca un monumento o plaza dedicada a las víctimas de la gripa. Al parecer, a la gripa española se le confinó al recordatorio íntimo, mas no a la memoria de un desastre histórico: millones de tragedias discretas, privadas.

Mientras que en 2020 fuimos testigos de una guerra de precios entre EEUU, Arabia Saudita y China, en 1918 Europa y Medio Oriente salían de una guerra que sorpresivamente se había prolongado por cuatro años. Mientras la guerra era ubicable geográfica y cronológicamente, la gripa española se extendió en todo el orbe de súbito: el mayor número de fallecimientos por contagios se registró durante las primeras trece semanas, de septiembre a mediados de diciembre del 2018.

Paralelismos

Al igual que ocurrió con la gripe española, la Covid-19 (acrónimo del inglés coronavirus disease 2019), también conocida como enfermedad por coronavirus, enfermedad infecciosa causada por el virus SARS-CoV-2, es un fenómeno social y biológico: aunque es un tema de salud, es imposible separarla de su contexto político, histórico, geográfico y cultural. En su momento, Terence Ranger, un destacado africanista británico, propuso una historia feminizada de la gripe española, ya que las mujeres habían sido las principales responsables de cuidar a los enfermos, de registrar los sonidos e imágenes de las habitaciones de los infectados, las que se encargaron de amortajar a sus muertos y de acoger a los repentinos huérfanos. Fueron las mujeres las que funcionaron como un vínculo entre lo íntimo/personal y lo público/colectivo. ¿Qué tendrán que contar las mujeres de lo que nos está ocurriendo con la actual pandemia? ¿Prevalecen los roles femeninos atribuidos o impuestos como en los tiempos de la gripa española?

Corría el año de 1998 cuando un grupo de expertos en gripe española se reunieron en Ciudad del Cabo para conmemorar el 80 aniversario de la gripe española. Una de las conclusiones más desoladoras de aquella reunión fue que no se sabía nada sobre lo que había ocurrido en las grandes extensiones geográficas del planeta: América del Sur, Medio Oriente, Rusia, el sudeste asiático y la China continental, por ejemplo. A diferencia de nuestros días, los relatos se enfocaron en Europa y América del Norte, quizás porque estaban en guerra o porque fueron los lugares que presentaron los menores índices de tasas de mortalidad.

Una ironía inquietante es que el factor cultural diversifica nuestras formas de contagio: a quien viajó en avión, a quien decidió ignorar el confinamiento y el distanciamiento social para celebrar el Día de las madres, a quien asistió a una fiesta Covid, a quien simplemente abordó el transporte público, o al médico que estuvo en triage de atención a pacientes con síntomas. Todos estos ejemplos tenían poco en común excepto el virus.

Agente de cambio

Con 500 millones de contagios y un estimado de entre 50 y 100 millones de fallecimientos, la gripe española se considera como uno de los ejemplos emblemáticos de crisis de mortalidad, nombre con el que en demografía se conoce al tipo de mortalidad anual que difiere de la mortalidad habitual, como consecuencia de algún acontecimiento que eleva de forma puntual la tasa de mortalidad. Esta pandemia remodeló las poblaciones humanas de una manera radical nunca antes vista desde la peste negra. Tuvo impacto en las dos guerras mundiales, ejerció presión para la independencia de la India, aunque también contribuyó al apartheid en Sudáfrica y casi provoca una guerra civil en Suiza. No obstante, con la gripe española se dio inicio a la sanidad universal y la medicina alternativa. Desde entonces cobró importancia la hoy entrañable pasión por el deporte y el respirar aire puro. Mientras la gripe española fue parcialmente responsable en la obsesión de los artistas del siglo XX por la irremediable falencia del cuerpo, en nuestros días la narrativa se debate entre dar testimonio del confinamiento, la reflexión del encierro y las formas alternativas de creación.

Primer registro

A 102 años de distancia, ¿cuántas preguntas se han respondido respecto a la fiebre española y de qué manera podemos vincularlas con la pandemia actual?

Hacia el 412 a. C., Hipócrates observó los siguientes síntomas en los habitantes de Perinto: tos, irritación de garganta, malestar general, dificultad para tragar, parálisis de las piernas e incapacidad para ver en la noche. La llamada “Tos de Perinto” es quizás el primer registro de la gripe hecha por un médico, Hipócrates, quien también fue el primero en utilizar el término epidemia, que literalmente significa “en el pueblo”, utilizado para referirse a un chisme o a una guerra civil.

Antiguamente, y de modo similar a algunos terraplanistas de la actualidad, se creía que el origen de la enfermedad era espiritual, una especie de castigo divido por nuestros pecados. En aquel entonces los médicos, que también fungían como sacerdotes o magos, tenían la misión de serenar a los dioses con rezos, conjuros y hasta sacrificios.

Por su parte, Hipócrates creía que la enfermedad provenía del desequilibrio de los cuatro humores/fluídos del cuerpo humano: la bilis negra (meláncólico), la bilis amarilla (colérico), la flema (calmado) y la sangre (sanguíneo). 500 años después, Galeno será quien le agregue los temperamentos, aunque es posible que en pleno siglo XXI se siga aplicando ese estólido test para determinar nuestro temperamento.

Al igual que nosotros, la gripe española y el Covid-19 contienen dentro de sí mismos la información sobre sus orígenes, alojados en registros vivientes de nuestro pasados evolutivos. Desde la gripe española, pudimos encontrar algunas pistas de los orígenes del SARS en 2002 y del AH1N1 en 2008, lo mismo que con el Covid-19. Se trata de un parásito, sólo puede sobrevivir dentro de otro organismo vivo huesped, apoderándose del aparato reproductor del mismo. La progenie del virus abandona ese organismo utilizado para buscar infectar a uno nuevo. Si no lo encuentra, el virus muere con el huesped original, con lo que se decreta el fin de los contagios. De ahí la importancia del confinamiento y del distanciamiento social. Como todo parásito, su supervivenvia depende tanto de su comportamiento como del de su huesped.

“Reservorio animal”

Al igual que la gripe española, el Covid-19 se transmite de una persona a otra a través de las minúsculas gotitas de mucosidad infectadas que se arrojan al aire al toser, estornudar o, incluso, al hablar, como en el caso del coronavirus actual. Sí, las mascarillas funcionan principalmente para evitar más contagios.

A través de la historia ha quedado constancia de que los humanos siempre hemos estado expuestos a enfermedades infecciosas (la lepra y la malaria, por ejemplo, ya causaban dolor y sufrimiento mucho antes que las revoluciones agrícolas europeas), pero éstas lograron adaptarse y sobrevivir en poblaciones humanas pequeñas y dispersas. ¿Cómo lograron sobrevivir? Con un comportamiento sorprendente, entre las argucias que estas enfermedades utilizaron se cuenta el hecho de no conferir la inmunidad total a un huésped que se hubiese recuperado, con el objetivo de que se volviera a enfermar, y así pudieran alojarse en otro huésped. A este comportamiento de las enfermedades se le conoce como “reservorio animal”. Las enfermedades masivas son altamente peligrosas debido a su facilidad y rapidez para la propagación. Al necesitar reservorios de miles o decenas de miles de posibles víctimas, su éxito evolutivo se vinculó directamente con el crecimiento de la población.

En su origen, el virus del ébola era una enfermedad que sólo afectaba a los murciélagos que habitan en los bosques africanos. Los murciélagos, cuya carne es muy apreciada en África junto con la de otras especies silvestres, infectaron a otros animales silvestres, mismos que eran consumidos por los nativos. No obstante, en 2014 una epidemia de ébola en África occidental reveló que el virus había logrado rebosarse para poder transmitirse con terrorífica facilidad a las personas. En la ruta hacia convertirse en enfermedad humana, cada tramo se acompaña de un conjunto específico de cambios moleculares, cuya efectividad en el proceso depende en gran parte del azar. ¿Por cuántos ciclos habrá tenido que pasar el Covid-19 hasta lograr mutar en una versión letal para los humanos?

A pesar de haber vivido juntos durante milenios, la ecuación de seres humanos, patos y cerdos resultó mortal para los primeros cuando una enfermedad aviar se convirtió en una enfermedad humana, ya que las células de los cerdos comparten características con las de los seres humanos, aunque también con las de las aves. Esta relación resultó en un fabuloso laboratorio para que el virus experimentara saltar a otras especies con libertad.

Una de las enfermedades más mortales, atribuida a maldiciones enviadas por deidades enfurecidas, fue la viruela de hace 3 mil años en Egipto. Lo sabemos porque se han descubierto momias con cacarañas en el rostro. En Grecia, hacia el 430 a. C., Tucídides dejó testimonio de la viruela al describir pilas de cadáveres en los templos de Atenas.

¿Cuándo se produjo la primera epidemia de gripe? Es muy probable que desde hace 12 mil años, aunque su propagación se presentó hace 5 mil años, en Uruk, actual Irak, cuando surgieron las primeras ciudades con las condiciones ideales para que la enfermedad se propagara. A diferencia de nuestros días, cuando una gripe normal está muy lejos de ser mortal, las personas de aquella época presentaban lo que hoy conocemos como Síndrome de Dificultad Respiratoria Aguda (SDRA): presión arterial baja, rostro azulado, señal inequívoca de quien fenecerá de gripe. Algunos llegaban a presentar hemorragias en boca, nariz y pulmones. El SDRA se convirtió en la primera epidemia de gripe masivamente mortal.

Con el paso del tiempo, la gripe fue adquiriendo su forma tal y como la conocemos hoy, con el costo en vidas humanas que esto significa. No obstante, es importante no confundir a la gripe con un resfriado común o con otro tipo de enfermedades respiratorias leves, o con otras más graves como el tifus, el dengue y el Covid-19, que inician con síntomas similares a la gripe. De allí que hayamos escuchado memorables gazapos de políticos populistas que decían que el coronavirus se trataba de “una gripecita”, como señaló Jair Bolsonaro, presidente de Brasil; o que se curaba con un “caldo de pollo y chile picao” (sic), como recomendó Miguel Barbosa; o que se podía ahuyentar con estampitas religiosas del Sagrado Corazón de Jesús, como dijo el presidente López Obrador el pasado 18 de marzo, mientras invocaba: “El escudo protector es como el detente… El escudo protector es la honestidad, eso es lo que protege… ¡Detente, enemigo, que el corazón de Jesús está conmigo!”.

Conquista y grandes civilizaciones

En el siglo XVI los europeos arribaron a suelo americano trayendo consigo enfermedades modernas para las que los nativos no eran inmunes. Es posible que en el segundo viaje de Colón lo haya acompañado la gripe, principal sospechosa de haber aniquilado a gran parte de la población amerindia de las Antillas, lugar en donde hizo escala Colón. Al igual que con la gripe, la viruela fue la principal aliada de Hernán Cortés en la conquista del Imperio Azteca, hecho en el que rara vez reparan los historiadores. En la antigua Roma, algunos historiadores sostienen que la Plaga de Justiniano, una pandemia de peste bubónica, mató aproximadamente a 25 millones de europeos y asiáticos hacia el siglo VI. Grandes superficies de tierra de cultivo fueron abandonadas, dando paso al renacimiento de grandes extensiones de bosque.

Aunque no es sencillo determinar el origen de una pandemia, de acuerdo con investigaciones históricas, se cree que la primera pandemia de gripe que afectó a varios países, empezó en Asia en 1580, propagándose por África, Europa y probablemente América. No obstante, cualquier hipótesis sobre el origen de las pandemias deberá de ser tratada con cautela. Hacia el siglo XIV la gente llamaba a la enfermedad “influenza”, término acuñado por unos italianos que la atribuyeron a la atracción o influencia de las estrellas.

Con la modernidad del siglo XIX, las enfermedades masivas alcanzaron su pico evolutivo y se apoderaron de la civilización. Las ciudades se convirtieron literalmente en caldos de cultivo para los contagios masivos. Esto provocó que las poblaciones no pudiesen mantenerse, por lo que necesitaron que los campesinos emigraran a los centros urbanos para poder compensar las vidas que se cobraban las epidemias.

Al lienzo

La primera pandemia de gripe del siglo XIX se declaró en 1830. La segunda fue la gripe rusa en 1889, fue también la primera que se contabilizó con métodos estadísticos. Tuvo tres oleadas de contagio, muchos casos devinieron en neumonía que, tras afectar a niños y ancianos, también afectó a personas de mediana edad. Los médicos se consternaron al observar que muchos sobrevivientes desarrollaban complicaciones nerviosas, entre ellas la depresión. Probablemente el artista noruego Edvard Munch, fue uno de esos pacientes. Es posible que su cuadro El grito haya surgido de su pensamiento abrumado por la enfermedad:

“Una tarde paseaba por un sendero, con la ciudad a un lado y el fiordo, abajo. Me sentí cansado y enfermo. Me detuve y contemplé el fiordo: el sol se ponía y las nubes se tornaron rojo sangre. Sentí un grito atravesando la naturaleza: me pareció oír el grito”, escribió Munch a finales del siglo XIX.

Al momento de terminar de escribir esto, México sumaba 87 mil 512 contagios y 9 mil 779 muertes a causa del Covid-19.

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