/ sábado 20 de febrero de 2021

Lo que no nos define|100 años de confianza

La confianza es el eje rector de cualquier tipo de relación. Parte de uno mismo y termina en las relaciones internacionales. Tal vez, hablar del tema sea la mayor utopía.

A principios de diciembre de 2020, George P. Shultz, exsecretario de Estado, del Trabajo y del Tesoro de EE.UU., quien fuera pieza clave al término de la Guerra Fría, escribió en el diario The Washington Post —a sus 100 años de edad—, las 10 lecciones que aprendió sobre la confianza a lo largo de su trayectoria académica y política. Falleció el 6 de febrero pasado en el campus de la Universidad de Stanford.

Para Schultz, la confianza es la base de todas nuestras actividades. Constituye un elemento esencial que debe estar presente, y no ausente, en en todos lo ámbitos de nuestra vida: familia, estudios, trabajo, amistades, etcétera. De esta forma, se pueden edificar puentes de reciprocidad y, en consecuencia, hacer posible lo imposible.

Los lazos de confianza se estrechan primeramente en los hogares, ahí es donde empezamos a conocer y experimentar la realidad, y comprendemos cómo relacionarnos con los demás. En este punto, nos percatamos de que podemos inspirar confianza a los otros. Pero no se requiere únicamente transmitirla, sino reconstruir aquellos vínculos que se han roto con el transcurso del tiempo. Uno de los mayores aprendizajes de la existencia humana consiste en estar dispuesto a ser lo suficientemente maravilloso —como cuando fuimos niños—, de modo que nadie a nuestro alrededor pueda evitar nuestra compañía. Igualmente, es importante apreciar cada instante que nos obsequia la vida… ser alegres y no tener miedo al sufrimiento.

Hay dos ingredientes que nutren la confianza. El primero de éstos es la fe —en el sentido más amplio de la palabra—, puesto que nos permite forjar nuestras propias convicciones y, además, creer en valores y causas comunes, e incluso en un proyecto de nación. El segundo radica en la empatía, dado que la fortalece profundamente. Así pues, la crisis humanitaria actual supone una gran oportunidad para replantearnos cómo ser mejores en todos los sentidos: más generosos, agradables, sonrientes, compasivos y amorosos. Aunque algunos continúen comportándose como el “lobo del hombre”.

Resulta fundamental apelar a las emociones de las personas, ya que, en este plano, se puede intensificar la conexión con nuestro auditorio. Un claro ejemplo es la narración de historias, ya sea con quienes conversamos o a quienes nos dirigimos; éstas envuelven a cualquiera. No obstante, hay que analizar las viabilidades a fin de no caer en las trampas del discurso emotivo de la posverdad, el cual distorsiona la realidad a través de la manipulación.

La mayor tarea para fortalecer las democracias radica en que la confianza sea el punto de partida. En este sentido, la desconfianza no puede dar pie a éstas, ya que fomenta el populismo y la mentira —por encima de la verdad—. En esta etapa que enfrentamos como nación, y de cara a los comicios de 2021, como sociedad, y no solamente los candidatos, debemos transmitir y solicitar confianza. Baste mencionar los movimientos sociales como el de mayo del 68, las elecciones de 2018 en nuestro país, la no reelección de Trump o la permanencia en el poder del presidente turco, Recep Tayyip Erdogan.

La recomposición social es pieza clave para restablecer el núcleo social en lo que se antoja una década sumamente desafiante, misma que nos convoca a generar nuevamente la utopía de levantarnos con confianza.

Y quizá esa utopía sea, parafraseando a Daniel Cohn-Bendit, una forma de “hacer el amor” con la historia. O ¿será esto lo que no nos define?

Consultor y profesor universitario

Twitter: Petaco10marina

Facebook: Petaco Diez Marina

Instagram: Petaco10marina

La confianza es el eje rector de cualquier tipo de relación. Parte de uno mismo y termina en las relaciones internacionales. Tal vez, hablar del tema sea la mayor utopía.

A principios de diciembre de 2020, George P. Shultz, exsecretario de Estado, del Trabajo y del Tesoro de EE.UU., quien fuera pieza clave al término de la Guerra Fría, escribió en el diario The Washington Post —a sus 100 años de edad—, las 10 lecciones que aprendió sobre la confianza a lo largo de su trayectoria académica y política. Falleció el 6 de febrero pasado en el campus de la Universidad de Stanford.

Para Schultz, la confianza es la base de todas nuestras actividades. Constituye un elemento esencial que debe estar presente, y no ausente, en en todos lo ámbitos de nuestra vida: familia, estudios, trabajo, amistades, etcétera. De esta forma, se pueden edificar puentes de reciprocidad y, en consecuencia, hacer posible lo imposible.

Los lazos de confianza se estrechan primeramente en los hogares, ahí es donde empezamos a conocer y experimentar la realidad, y comprendemos cómo relacionarnos con los demás. En este punto, nos percatamos de que podemos inspirar confianza a los otros. Pero no se requiere únicamente transmitirla, sino reconstruir aquellos vínculos que se han roto con el transcurso del tiempo. Uno de los mayores aprendizajes de la existencia humana consiste en estar dispuesto a ser lo suficientemente maravilloso —como cuando fuimos niños—, de modo que nadie a nuestro alrededor pueda evitar nuestra compañía. Igualmente, es importante apreciar cada instante que nos obsequia la vida… ser alegres y no tener miedo al sufrimiento.

Hay dos ingredientes que nutren la confianza. El primero de éstos es la fe —en el sentido más amplio de la palabra—, puesto que nos permite forjar nuestras propias convicciones y, además, creer en valores y causas comunes, e incluso en un proyecto de nación. El segundo radica en la empatía, dado que la fortalece profundamente. Así pues, la crisis humanitaria actual supone una gran oportunidad para replantearnos cómo ser mejores en todos los sentidos: más generosos, agradables, sonrientes, compasivos y amorosos. Aunque algunos continúen comportándose como el “lobo del hombre”.

Resulta fundamental apelar a las emociones de las personas, ya que, en este plano, se puede intensificar la conexión con nuestro auditorio. Un claro ejemplo es la narración de historias, ya sea con quienes conversamos o a quienes nos dirigimos; éstas envuelven a cualquiera. No obstante, hay que analizar las viabilidades a fin de no caer en las trampas del discurso emotivo de la posverdad, el cual distorsiona la realidad a través de la manipulación.

La mayor tarea para fortalecer las democracias radica en que la confianza sea el punto de partida. En este sentido, la desconfianza no puede dar pie a éstas, ya que fomenta el populismo y la mentira —por encima de la verdad—. En esta etapa que enfrentamos como nación, y de cara a los comicios de 2021, como sociedad, y no solamente los candidatos, debemos transmitir y solicitar confianza. Baste mencionar los movimientos sociales como el de mayo del 68, las elecciones de 2018 en nuestro país, la no reelección de Trump o la permanencia en el poder del presidente turco, Recep Tayyip Erdogan.

La recomposición social es pieza clave para restablecer el núcleo social en lo que se antoja una década sumamente desafiante, misma que nos convoca a generar nuevamente la utopía de levantarnos con confianza.

Y quizá esa utopía sea, parafraseando a Daniel Cohn-Bendit, una forma de “hacer el amor” con la historia. O ¿será esto lo que no nos define?

Consultor y profesor universitario

Twitter: Petaco10marina

Facebook: Petaco Diez Marina

Instagram: Petaco10marina