/ domingo 5 de enero de 2020

Aquí Querétaro

Amor a la camiseta le llaman los románticos


Hace muchos años (como sesenta), un grupo de queretanos, entre los que se encontraba el famoso “Pachín” Niembro, tuvieron un sueño: crear un equipo de futbol al que acabaron colocándole el mote de “Gallos Blancos”.

Desde entonces, muchas cosas han pasado, muchas cuchilladas le han dado a ese sueño inicial, y muchos lamentos han tenido que esgrimir sus seguidores; desde entonces, por estos lares tuvieron sueños semejantes otros queretanos, como los hermanos Vázquez Mellado, o don Armando Presa, que también insistieron, con el título de “Gallos Blancos” o con otro, en darle futbol profesional a esta tierra.

Don Armando, hombre de convicciones y de una sola pieza, sufrió en carne propia su temeridad empresarial, y los Vázquez Mellado tuvieron que ver la cara más desagradable de ese galimatías que es el futbol profesional en nuestro país, y supongo que en el mundo entero. En ambos casos, y con sus significadas diferencias, padecieron los bemoles de lo que es, casi exclusivamente, un negocio.

Claro está que, los suyos, eran otros tiempos. Lo eran de corazones apasionados, de amor por esta ciudad, de convicciones más allá de las inversiones económicas financieramente redituables. Tiempos pues, más de alma que de cuerpo, más de espíritu que de simples números.

Tiempos también como aquellos otros donde se sudaba la camiseta (blanca entonces) más por orgullo propio que por un contrato, como con los casos emblemáticos de personajes que se entregaron en una cancha de futbol y respetaron a una afición fiel: Silvano Téllez, la “Chivita” Cepeda, o Justino González, por sólo dar unos poquísimos ejemplos de futbolistas comprometidos con el equipo que, en su momento, representaba a Querétaro.

Pero esos tiempos ya no son estos tiempos. Y seguramente nunca volverán a serlo.

La fidelidad por los colores, la pasión por los “Gallos”, sólo queda en el ánimo de muchos aficionados que aman a su equipo y sueñan con un campeonato; de seguidores que son capaces de llorar con una derrota y festejar frenéticamente con un triunfo. Lo demás es simple y llano negocio.

Ningún jugador se queda en el equipo por el simple amor a sus colores, si con un cambio logra un más amplio escaparate o una mejor entrada económica para su familia. Ningún directivo le hace el feo a una oferta de algún equipo “grande”, y ningún dueño va a apostar más allá de lo que la prudencia empresarial le dicte.

El futbol es pues un negocio, por más que aún motive al entusiasmo, al sufrimiento y a la lágrima. Un negocio donde eso del amor a la camiseta sólo se traduce en declaraciones tras una buena temporada, y nada más.

Hoy los “Gallos Blancos”, nuestros “Gallos”, que en realidad no lo son mucho (nuestros, digo), vuelven a cambiar de cara, de dueño, de integrantes, de formas y fondos de operar. Los “Gallos Blancos” vuelven a empezar, mientras en las tribunas seguirán los mismos apasionados aficionados que sufren, como siempre, por la mismísima institución y lo que representa.

Amor a la camiseta le llaman los románticos.

ACOTACIÓN AL MARGEN

Feliz año, estimado lector. Un año más, el 2020, está por delante y habrá que hacerle frente.

Amor a la camiseta le llaman los románticos


Hace muchos años (como sesenta), un grupo de queretanos, entre los que se encontraba el famoso “Pachín” Niembro, tuvieron un sueño: crear un equipo de futbol al que acabaron colocándole el mote de “Gallos Blancos”.

Desde entonces, muchas cosas han pasado, muchas cuchilladas le han dado a ese sueño inicial, y muchos lamentos han tenido que esgrimir sus seguidores; desde entonces, por estos lares tuvieron sueños semejantes otros queretanos, como los hermanos Vázquez Mellado, o don Armando Presa, que también insistieron, con el título de “Gallos Blancos” o con otro, en darle futbol profesional a esta tierra.

Don Armando, hombre de convicciones y de una sola pieza, sufrió en carne propia su temeridad empresarial, y los Vázquez Mellado tuvieron que ver la cara más desagradable de ese galimatías que es el futbol profesional en nuestro país, y supongo que en el mundo entero. En ambos casos, y con sus significadas diferencias, padecieron los bemoles de lo que es, casi exclusivamente, un negocio.

Claro está que, los suyos, eran otros tiempos. Lo eran de corazones apasionados, de amor por esta ciudad, de convicciones más allá de las inversiones económicas financieramente redituables. Tiempos pues, más de alma que de cuerpo, más de espíritu que de simples números.

Tiempos también como aquellos otros donde se sudaba la camiseta (blanca entonces) más por orgullo propio que por un contrato, como con los casos emblemáticos de personajes que se entregaron en una cancha de futbol y respetaron a una afición fiel: Silvano Téllez, la “Chivita” Cepeda, o Justino González, por sólo dar unos poquísimos ejemplos de futbolistas comprometidos con el equipo que, en su momento, representaba a Querétaro.

Pero esos tiempos ya no son estos tiempos. Y seguramente nunca volverán a serlo.

La fidelidad por los colores, la pasión por los “Gallos”, sólo queda en el ánimo de muchos aficionados que aman a su equipo y sueñan con un campeonato; de seguidores que son capaces de llorar con una derrota y festejar frenéticamente con un triunfo. Lo demás es simple y llano negocio.

Ningún jugador se queda en el equipo por el simple amor a sus colores, si con un cambio logra un más amplio escaparate o una mejor entrada económica para su familia. Ningún directivo le hace el feo a una oferta de algún equipo “grande”, y ningún dueño va a apostar más allá de lo que la prudencia empresarial le dicte.

El futbol es pues un negocio, por más que aún motive al entusiasmo, al sufrimiento y a la lágrima. Un negocio donde eso del amor a la camiseta sólo se traduce en declaraciones tras una buena temporada, y nada más.

Hoy los “Gallos Blancos”, nuestros “Gallos”, que en realidad no lo son mucho (nuestros, digo), vuelven a cambiar de cara, de dueño, de integrantes, de formas y fondos de operar. Los “Gallos Blancos” vuelven a empezar, mientras en las tribunas seguirán los mismos apasionados aficionados que sufren, como siempre, por la mismísima institución y lo que representa.

Amor a la camiseta le llaman los románticos.

ACOTACIÓN AL MARGEN

Feliz año, estimado lector. Un año más, el 2020, está por delante y habrá que hacerle frente.