/ miércoles 28 de noviembre de 2018

Sólo para villamelones

En la tranquilidad de la bella hacienda de El Ciervo, en Tequisquiapan, tuve la oportunidad de charlar durante un rato con quien, sin duda alguna, es el mejor rejoneador del mundo en estos momentos; un hombre que ha hecho historia: diecisiete puertas grandes en Las Ventas, diez Puertas del Príncipe en Sevilla, un rabo en la plaza madrileña, un indulto en la México, el primer indulto de la historia para un toro lidiado por un rejoneador en Murcia…

Diego Ventura, nacido en Portugal pero avecindado desde muy pequeño en la sevillana Puebla del Río, nació entre caballos, pues su padre Joao fue entrenador de jamelgos y también rejoneador, primero en su tierra natal y luego en la finca de los hermanos Peralta en el sur español. Ahí Diego se hizo de su profesión y rejoneó, por primera ocasión, a los seis años.

Con la tranquilidad en el tono de sus palabras les dio respuesta a mis interrogantes, en una entrevista que ayer mismo apareció en las páginas de Diario de Querétaro con motivo de su inminente actuación en la plaza Santa María, donde, por cierto, se presentó por primera vez en México, cortando en aquella ocasión cuatro orejas y un rabo.

En la entrevista, el torero me habló de su relación con los caballos, de los toros que más recuerda, de esa idea persistente, y finalmente siempre desechada, de volverse un día matador de toros de a pie, de su pasión por la profesión que abrigó, y hasta de ese veto injusto que ha recibido por parte de Pablo Hermoso de Mendoza y sus allegados, que le ha impedido, a veinte años de alternativa, presentarse en plazas como las de Pamplona o Logroño; incluso que lo mantiene aún fuera de los cosos mexicanos de León o Monterrey.

Más allá del bien y del mal, triunfador indiscutible de todas las plazas importantes del mundo, hacedor de historia, Ventura asume el veto con otro talante, pues ahora el que se le deje fuera de una feria no le representa problemas para mantener a su familia, pero sigue insistiendo en que, tarde o temprano, tiene que prevalecer la lógica y será contratado donde la gente, que es la que manda en la Fiesta, quiere verlo.

Me habló también, durante nuestra charla, del cuidado que tiene en nuestro país con los toros que lidiará aquí. Reconoce que en España jamás asiste a la ganadería para ver los bureles a los que se enfrentará, pero quiere regresar muchas veces a México y está siendo especialmente pulcro en seleccionar animales de presencia y peso, acordes con la categoría que ha alcanzado.

En la hacienda tequisquiapense donde fincó su centro mexicano de operaciones, trabaja diariamente unas ocho horas con los trece caballos de su cuadra que trajo a esta aventura americana. Es un profesional que demuestra, día a día, que la vida no le ha regalado nada, y que el sitio de privilegio que hoy ocupa, se lo ha ganado con trabajo, profesionalismo, paciencia y agallas.

En la tranquilidad de la bella hacienda de El Ciervo, en Tequisquiapan, tuve la oportunidad de charlar durante un rato con quien, sin duda alguna, es el mejor rejoneador del mundo en estos momentos; un hombre que ha hecho historia: diecisiete puertas grandes en Las Ventas, diez Puertas del Príncipe en Sevilla, un rabo en la plaza madrileña, un indulto en la México, el primer indulto de la historia para un toro lidiado por un rejoneador en Murcia…

Diego Ventura, nacido en Portugal pero avecindado desde muy pequeño en la sevillana Puebla del Río, nació entre caballos, pues su padre Joao fue entrenador de jamelgos y también rejoneador, primero en su tierra natal y luego en la finca de los hermanos Peralta en el sur español. Ahí Diego se hizo de su profesión y rejoneó, por primera ocasión, a los seis años.

Con la tranquilidad en el tono de sus palabras les dio respuesta a mis interrogantes, en una entrevista que ayer mismo apareció en las páginas de Diario de Querétaro con motivo de su inminente actuación en la plaza Santa María, donde, por cierto, se presentó por primera vez en México, cortando en aquella ocasión cuatro orejas y un rabo.

En la entrevista, el torero me habló de su relación con los caballos, de los toros que más recuerda, de esa idea persistente, y finalmente siempre desechada, de volverse un día matador de toros de a pie, de su pasión por la profesión que abrigó, y hasta de ese veto injusto que ha recibido por parte de Pablo Hermoso de Mendoza y sus allegados, que le ha impedido, a veinte años de alternativa, presentarse en plazas como las de Pamplona o Logroño; incluso que lo mantiene aún fuera de los cosos mexicanos de León o Monterrey.

Más allá del bien y del mal, triunfador indiscutible de todas las plazas importantes del mundo, hacedor de historia, Ventura asume el veto con otro talante, pues ahora el que se le deje fuera de una feria no le representa problemas para mantener a su familia, pero sigue insistiendo en que, tarde o temprano, tiene que prevalecer la lógica y será contratado donde la gente, que es la que manda en la Fiesta, quiere verlo.

Me habló también, durante nuestra charla, del cuidado que tiene en nuestro país con los toros que lidiará aquí. Reconoce que en España jamás asiste a la ganadería para ver los bureles a los que se enfrentará, pero quiere regresar muchas veces a México y está siendo especialmente pulcro en seleccionar animales de presencia y peso, acordes con la categoría que ha alcanzado.

En la hacienda tequisquiapense donde fincó su centro mexicano de operaciones, trabaja diariamente unas ocho horas con los trece caballos de su cuadra que trajo a esta aventura americana. Es un profesional que demuestra, día a día, que la vida no le ha regalado nada, y que el sitio de privilegio que hoy ocupa, se lo ha ganado con trabajo, profesionalismo, paciencia y agallas.