/ miércoles 17 de julio de 2019

Sólo para villamelones

La Feria del Toro de Pamplona ha concluido. Atrás quedaron, de nueva cuenta, los tradicionales y famosísimos encierros matinales, las corridas con intermedio para la merienda, las controversias, y también, desde luego, la fiesta multitudinaria a la que los excesos no le son ajenos.

Esta edición 2019 tuvo, como suele suceder cada año, su peculiar marca, sus muy especiales particularidades, entre las que, para nosotros, se tiene que resaltar el triunfo de dos mexicanos: Luis David Adame y Diego San Román, principalmente este último, que logró cortar dos orejas y salir por la llamada Puerta del Encierro en su presentación como novillero. Luis David, que también se presentaba, aunque como matador de toros, obtuvo un apéndice.

Triunfadores de la Feria, sin duda, el rejoneador Leonardo Hernández, y Cayetano Rivera, el hijo de Paquirri, quienes obtuvieron cuatro apéndices cada uno. Se conformaron también con uno lo mismo Miguel Ángel Perera que El Juli, Sebastián Castella, Javier Castaño, Antonio Ferrera o el torero a caballo de la tierra, Guillermo Hermoso de Mendoza. Muchos más reconocimientos que calidad sobrada.

De lamentar, sobre todo, dos hechos: La cogida de un Miura a Rafaelillo, que aún lo mantiene en el hospital, y la suspensión de la corrida de Cebada Gago, que tras un chaparrón de órdago no pudieron lidiar Manuel Escribano, Rubén Pinar y Juan del Álamo.

Este año, donde se dice que la autoridad estuvo demasiado dadivosa a lo largo de la Feria, los encierros se caracterizaron por una controversia manifiesta, que incluso orilló a algunos de los corredores tradicionales a sentarse sobre las baldosas, a modo de protesta, tres minutos antes de que iniciara el espectacular recorrido de los toros, desde los corrales de Santo Domingo hasta la plaza.

Dos han sido los motivos de la protesta: Por un lado el anti derrapante que se aplica al suelo de las calles de Pamplona, que ha impedido que los toros resbalen, y por ende, se vuelvan más susceptibles a correr sin el acompañamiento de los cabestros, y el entrenamiento de estos, que comandados por dos bueyes nombrados Messi y Ronaldo, realizan una labor tan eficaz que impide, en muchos casos, que los bravos estén en posibilidades de brindar la oportunidad de lucidas participaciones de los corredores.

Y lo de siempre, imposible de erradicar: los muchos individuos que, ajenos al conocimiento de correr adecuadamente los encierros, no sólo exponen su propia integridad física, sino que también ponen en peligro a todos los demás.

La feria de San Fermín, el patrón de Pamplona, siempre es motivo de fiesta, de bebidas y comidas sin freno, y de pachanga, pero es también la oportunidad de vivir experiencias únicas. Taurinamente hablando quizá no sea el mejor escenario, pero pueden verse cosas interesantes, y siempre, cuando termina, se nos queda en el alma un dejo de tristeza.

Y es que Pamplona, para bien o para mal, siempre será la única e insubstituible Pamplona.

La Feria del Toro de Pamplona ha concluido. Atrás quedaron, de nueva cuenta, los tradicionales y famosísimos encierros matinales, las corridas con intermedio para la merienda, las controversias, y también, desde luego, la fiesta multitudinaria a la que los excesos no le son ajenos.

Esta edición 2019 tuvo, como suele suceder cada año, su peculiar marca, sus muy especiales particularidades, entre las que, para nosotros, se tiene que resaltar el triunfo de dos mexicanos: Luis David Adame y Diego San Román, principalmente este último, que logró cortar dos orejas y salir por la llamada Puerta del Encierro en su presentación como novillero. Luis David, que también se presentaba, aunque como matador de toros, obtuvo un apéndice.

Triunfadores de la Feria, sin duda, el rejoneador Leonardo Hernández, y Cayetano Rivera, el hijo de Paquirri, quienes obtuvieron cuatro apéndices cada uno. Se conformaron también con uno lo mismo Miguel Ángel Perera que El Juli, Sebastián Castella, Javier Castaño, Antonio Ferrera o el torero a caballo de la tierra, Guillermo Hermoso de Mendoza. Muchos más reconocimientos que calidad sobrada.

De lamentar, sobre todo, dos hechos: La cogida de un Miura a Rafaelillo, que aún lo mantiene en el hospital, y la suspensión de la corrida de Cebada Gago, que tras un chaparrón de órdago no pudieron lidiar Manuel Escribano, Rubén Pinar y Juan del Álamo.

Este año, donde se dice que la autoridad estuvo demasiado dadivosa a lo largo de la Feria, los encierros se caracterizaron por una controversia manifiesta, que incluso orilló a algunos de los corredores tradicionales a sentarse sobre las baldosas, a modo de protesta, tres minutos antes de que iniciara el espectacular recorrido de los toros, desde los corrales de Santo Domingo hasta la plaza.

Dos han sido los motivos de la protesta: Por un lado el anti derrapante que se aplica al suelo de las calles de Pamplona, que ha impedido que los toros resbalen, y por ende, se vuelvan más susceptibles a correr sin el acompañamiento de los cabestros, y el entrenamiento de estos, que comandados por dos bueyes nombrados Messi y Ronaldo, realizan una labor tan eficaz que impide, en muchos casos, que los bravos estén en posibilidades de brindar la oportunidad de lucidas participaciones de los corredores.

Y lo de siempre, imposible de erradicar: los muchos individuos que, ajenos al conocimiento de correr adecuadamente los encierros, no sólo exponen su propia integridad física, sino que también ponen en peligro a todos los demás.

La feria de San Fermín, el patrón de Pamplona, siempre es motivo de fiesta, de bebidas y comidas sin freno, y de pachanga, pero es también la oportunidad de vivir experiencias únicas. Taurinamente hablando quizá no sea el mejor escenario, pero pueden verse cosas interesantes, y siempre, cuando termina, se nos queda en el alma un dejo de tristeza.

Y es que Pamplona, para bien o para mal, siempre será la única e insubstituible Pamplona.