/ miércoles 24 de octubre de 2018

El Bolígrafo

La economía en fin de sexenio


El Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática, INEGI, dio a conocer en días pasados la situación de la economía nacional al mes de agosto de 2018, el criterio que utilizan para observar el comportamiento de corto plazo de la economía es el Indicador Global de la Actividad Económica (IGAE), el cual presentó una disminución del 0.1% en términos reales. Significa, hablando en términos de la coyuntura política, que la elección de Andrés Manuel López Obrador no cimbró la estructura económica del país, sin grandes cambios la economía mexicana se mueve en una lógica de esperar las medidas que habrán de instrumentarse desde el primero de diciembre de este año, y a partir de entonces se podrán observar qué tan benéficas o perjudiciales resulta las medidas de política económica del nuevo gobierno.

Las cifras reportadas por el INEGI, muestran un crecimiento modesto en el sector servicios, apenas del 0.4%, sin embargo, el sector secundario presentó una caída del 0.5% y el sector primario también observó un comportamiento negativo, descendió 1.3%. Con todo, la expectativa es que, al culminar el año, el IGAE crezca en un 1.9% aproximadamente, lo que implica crecimiento en todos los sectores productivos.

Así las cosas, sin grandes sobresaltos económicos, se está llevando a cabo la transición presidencial. Sin embargo, hay puntos de alerta. Uno de ellos es la perspectiva económica para el próximo año de los Estados Unidos, ahí se prevé un estancamiento de su economía sino se toman medidas fiscales acertadas y si los acuerdos de libre comercio con México y Canadá se retrasan. Y ya sabemos la frase popular de que cuando a los Estados Unidos le da un catarro a México le da pulmonía, y más vale pensar en las medidas que se deben adoptar.

Por otra parte, está pendiente la discusión del presupuesto para el año 2019. Los signos de alerta se enfocan a las prioridades que AMLO ha venido anunciando y que representan la reorientación de cerca de 500 mil millones de pesos que deberán ser reducidos de algunas partidas presupuestales para dirigirlas a la construcción del tren maya, los apoyos para el programa “Jóvenes construyendo futuro”, los apoyos a los adultos mayores y a la construcción de refinerías en el sureste del país.

La apuesta económica del próximo gobierno federal es arriesgada, los debates en las cámaras de diputados y de senadores, no han producido acuerdos claros respecto a la toma de decisiones para cumplir con los compromisos de campaña. Por lo pronto, el panorama es de incertidumbre, pues se habla de reorientar el gasto, disminuir el gasto del gobierno y acabar con la corrupción como forma de incrementar los montos presupuestales; pero también se dice que no habrá aumento de las cargas impositivas e incluso se disminuirá el IVA en la frontera norte. Esta fórmula todavía está por mostrar, primero, que es posible la autorización a nivel de la Legislatura, y segundo, su viabilidad practica a la hora de poner en movimiento las acciones y el dinero.

En mi opinión, las posibilidades de un presupuesto que fomente el crecimiento económico, que dé respuestas efectivas a las necesidades de la ciudadanía y que permita el cumplimiento de las grandes promesas de campaña del presidente electo, pasan por alcanzar firmes acuerdos entre todas las fracciones parlamentarias respecto a las posibilidades reales de reordenamiento del presupuesto, en una magnitud equivalente al 7-8% del presupuesto de egresos que se está estimando para 2019, sin afectar la credibilidad del gobierno ni la confianza de los ciudadanos.

La economía en fin de sexenio


El Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática, INEGI, dio a conocer en días pasados la situación de la economía nacional al mes de agosto de 2018, el criterio que utilizan para observar el comportamiento de corto plazo de la economía es el Indicador Global de la Actividad Económica (IGAE), el cual presentó una disminución del 0.1% en términos reales. Significa, hablando en términos de la coyuntura política, que la elección de Andrés Manuel López Obrador no cimbró la estructura económica del país, sin grandes cambios la economía mexicana se mueve en una lógica de esperar las medidas que habrán de instrumentarse desde el primero de diciembre de este año, y a partir de entonces se podrán observar qué tan benéficas o perjudiciales resulta las medidas de política económica del nuevo gobierno.

Las cifras reportadas por el INEGI, muestran un crecimiento modesto en el sector servicios, apenas del 0.4%, sin embargo, el sector secundario presentó una caída del 0.5% y el sector primario también observó un comportamiento negativo, descendió 1.3%. Con todo, la expectativa es que, al culminar el año, el IGAE crezca en un 1.9% aproximadamente, lo que implica crecimiento en todos los sectores productivos.

Así las cosas, sin grandes sobresaltos económicos, se está llevando a cabo la transición presidencial. Sin embargo, hay puntos de alerta. Uno de ellos es la perspectiva económica para el próximo año de los Estados Unidos, ahí se prevé un estancamiento de su economía sino se toman medidas fiscales acertadas y si los acuerdos de libre comercio con México y Canadá se retrasan. Y ya sabemos la frase popular de que cuando a los Estados Unidos le da un catarro a México le da pulmonía, y más vale pensar en las medidas que se deben adoptar.

Por otra parte, está pendiente la discusión del presupuesto para el año 2019. Los signos de alerta se enfocan a las prioridades que AMLO ha venido anunciando y que representan la reorientación de cerca de 500 mil millones de pesos que deberán ser reducidos de algunas partidas presupuestales para dirigirlas a la construcción del tren maya, los apoyos para el programa “Jóvenes construyendo futuro”, los apoyos a los adultos mayores y a la construcción de refinerías en el sureste del país.

La apuesta económica del próximo gobierno federal es arriesgada, los debates en las cámaras de diputados y de senadores, no han producido acuerdos claros respecto a la toma de decisiones para cumplir con los compromisos de campaña. Por lo pronto, el panorama es de incertidumbre, pues se habla de reorientar el gasto, disminuir el gasto del gobierno y acabar con la corrupción como forma de incrementar los montos presupuestales; pero también se dice que no habrá aumento de las cargas impositivas e incluso se disminuirá el IVA en la frontera norte. Esta fórmula todavía está por mostrar, primero, que es posible la autorización a nivel de la Legislatura, y segundo, su viabilidad practica a la hora de poner en movimiento las acciones y el dinero.

En mi opinión, las posibilidades de un presupuesto que fomente el crecimiento económico, que dé respuestas efectivas a las necesidades de la ciudadanía y que permita el cumplimiento de las grandes promesas de campaña del presidente electo, pasan por alcanzar firmes acuerdos entre todas las fracciones parlamentarias respecto a las posibilidades reales de reordenamiento del presupuesto, en una magnitud equivalente al 7-8% del presupuesto de egresos que se está estimando para 2019, sin afectar la credibilidad del gobierno ni la confianza de los ciudadanos.

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