Por Lucía Villarreal
Mochila al hombro, tres piden unas monedas junto a las vías del tren. Uno de ellos trae una dirección apuntada en un papel. Irá al centro de día para migrantes, donde le dijeron que podrá tomar café y echar algo a la barriga.
Otro que lleva varios días en Querétaro busca el mismo lugar para darse un baño. A él se lo recomendaron unos estudiantes a quienes pidió algo para comer. Está junto a la Universidad Marista, le dijeron. Cuando llega al CAMMI, ve a otros como él que toman café y comen galletas. Luego a todos les ofrecen un licuado de plátano.
En el patio, donde desayunan los migrantes, hay cuatro mesas con sus sillas bajo un toldo. También una estufa, dos talladores al fondo y un huerto donde crecen cilantro, perejil, brócoli y calabazas. Justo arriba de las hortalizas, un mural hace poesía a diario:
“CUANDO EMIGRA EL JOVEN, EMIGRA LA ESPERANZA
CUANDO EMIGRA LA MUJER, EMIGRA LA VIDA
CUANDO EMIGRA LA FAMILIA, EMIGRA EL TEJIDO SOCIAL
CUANDO EMIGRA EL INDÍGENA, EMIGRA LA HISTORIA
CUANDO EMIGRAN LOS NIÑOS, EMIGRAN LAS RAICES DE LA TERNURA HUMANA (PADRE PANTOJA)”.
Llegan hombres y mujeres Monarca de a dos, de a cinco. Otros llegan solos al centro de día. Hacen fila y esperan turno para la entrevista, para bañarse, lavar su ropa y ponerla a secar al sol.
Llegó uno que viene a ver si lo dejan bañarse. Y sí. Le entregan jabón, toalla, champú y rastrillo. Camino a la regadera, los olores de la cocina y la música que suena en el patio despiertan sus sentidos y el joven canta para sí: “Los caminos de la vida, no son como yo pensaba, no son como imaginaba, no son como yo creía (...)”.
Los voluntarios del centro cosecharon flores de calabaza para servirlas a los migrantes ese día. Las prepararon con huevo en salsa roja y las acompañaron con frijoles y arroz. Todo el que llega al centro de día come y bebe agua de sabor. Cuando terminan, cada uno lava lo suyo.
¿Dónde puedo cortarme el pelo?, preguntó uno. ¿Dónde puedo tramitar mi tarjeta?, dijo otro. El voluntario escucha y responde sus preguntas.
El noticiero informó que en otra latitud ya estaban listos los prototipos de muro fronterizo, pero aquí en el centro de apoyo a migrantes se sigue atendiendo a hombres, mujeres y niños todos los días. Se da ropa y alimento. Se les escucha y orienta. Nunca se sabe si vienen dos o llegan quince. Ahí el reto de los voluntarios que trabajan en la cocina. Que nadie se vaya con hambre, que nadie se vaya con las manos vacías.
Para ayudar al Centro de Apoyo Marista al Migrante (CAMMI) puedes donar alimentos perecederos y no perecederos, ropa y calzado, mochilas y artículos de higiene personal. Llama al (442) 543-9600 o envía un mensaje a: cammi@umq.maristas.edu.mx
Twitter: @lucyvillarreala