/ martes 2 de octubre de 2018

Diálogo Universitario

2 de octubre no se…….


Los años finales de la década de 1968 en México han quedado marcados por un Gobierno que acentuó una serie de agravios contra su propia sociedad. Los jóvenes en ese caso, fueron la caja de resonancia y las víctimas de un régimen que se creía poderoso y absoluto, casi una tiranía.

El año de 1968 de aquel Siglo XX fue una burbuja que creció en todo el mundo, explotó en la Ciudad de Roma, en Tokio, en algunas ciudades más de Europa, así como en Chicago, en Nueva York y en las emblemáticas ciudades de París y de Praga. En México, no fue la excepción, cuando se tenía de fondo la celebración de los Juegos Olímpicos.

La Segunda Guerra Mundial, el reacomodo de los territorios y los límites de una geopolítica, abrían nuevas fronteras no sólo físicas, sino ideológicas, las cuales tenían ecos de regímenes similares a los que se combatían; Mao, el comunismo soviético, la idealización del “Che Guevara”. Posturas que alimentaban también una creciente tendencia de los jóvenes en su lucha contra el imperialismo norteamericano.

Los Gobiernos que se decían demócratas y republicanos, estaban inquietos por su propia rigidez y posturas pro-despóticas. Pero también por un temor al crecimiento de esa tentación socialista en los jóvenes. La crispación de un lado y otro hacían que se respirará un ambiente tenso y ríspido.

Tlatelolco en el 68 fue una masacre no sólo por las decenas de muertos que se ocasionaron, sino por el intento del aplastamiento de las ideas de los jóvenes. Y más particularmente contra “los estudiantes”, que quedaron estigmatizados como los agentes de transmisión de ideas comunistas o desestabilizadoras.

Los “estudiantes”, como parte activa y crítica en las universidades jugaron un papel importante en la demanda de la sociedad que exigía una participación democrática, libre que deseaba quitarle el gobierno a una elite que mantenía de forma utilitaria y exclusiva para una clase, el destino del país.

A cincuenta años de aquella revuelta, el ocaso de los activistas de ese movimiento está asomando. Los cambios deseados y demandados en aquellas manifestaciones y pliegos petitorios parecen haberse alcanzado; el PRI se va del poder finalmente, aunque sea con algunos priistas transfigurados. Quizá demasiado tarde, pero deseo alcanzado al fin. Pero como la historia y el futuro no es lineal, el escenario también es distinto; las condiciones mundiales, el nacionalismo carcomido, la globalización necesaria, y unos jóvenes venidos a “millenials”, así como unas universidades frágiles dependientes del presupuesto, alejan a los jóvenes de la crítica y la reflexión sobre su destino, el ejercicio del estado y la responsabilidad de sus propias universidades.

Octavio Paz señala en su Posdata escrita en 1970: “La Universidad es, a un tiempo, el objeto y la condición de la crítica juvenil. El objeto de la crítica porque es una institución que segrega a los jóvenes de la vida colectiva y que así, en esa segregación, anticipa en cierto modo su futura enajenación; los jóvenes descubren que la sociedad moderna fragmenta y separa a los hombres: el sistema no puede, por razón de su naturaleza misma, crear una verdadera comunidad”.

Los ideales de los jóvenes del 68 pueden llegar a olvidarse, contrario a lo que las consignas señalaban. O también pueden llegar a transmutarse, si acaso no se olvidan. Aceptemos que estamos ya en otros tiempos, y que las demandas son otras, porque los actos oprobiosos contra los jóvenes también son otros, y el estado, contrario a lo que ocurría en el 68, los necesita.

@manuelbasaldua

2 de octubre no se…….


Los años finales de la década de 1968 en México han quedado marcados por un Gobierno que acentuó una serie de agravios contra su propia sociedad. Los jóvenes en ese caso, fueron la caja de resonancia y las víctimas de un régimen que se creía poderoso y absoluto, casi una tiranía.

El año de 1968 de aquel Siglo XX fue una burbuja que creció en todo el mundo, explotó en la Ciudad de Roma, en Tokio, en algunas ciudades más de Europa, así como en Chicago, en Nueva York y en las emblemáticas ciudades de París y de Praga. En México, no fue la excepción, cuando se tenía de fondo la celebración de los Juegos Olímpicos.

La Segunda Guerra Mundial, el reacomodo de los territorios y los límites de una geopolítica, abrían nuevas fronteras no sólo físicas, sino ideológicas, las cuales tenían ecos de regímenes similares a los que se combatían; Mao, el comunismo soviético, la idealización del “Che Guevara”. Posturas que alimentaban también una creciente tendencia de los jóvenes en su lucha contra el imperialismo norteamericano.

Los Gobiernos que se decían demócratas y republicanos, estaban inquietos por su propia rigidez y posturas pro-despóticas. Pero también por un temor al crecimiento de esa tentación socialista en los jóvenes. La crispación de un lado y otro hacían que se respirará un ambiente tenso y ríspido.

Tlatelolco en el 68 fue una masacre no sólo por las decenas de muertos que se ocasionaron, sino por el intento del aplastamiento de las ideas de los jóvenes. Y más particularmente contra “los estudiantes”, que quedaron estigmatizados como los agentes de transmisión de ideas comunistas o desestabilizadoras.

Los “estudiantes”, como parte activa y crítica en las universidades jugaron un papel importante en la demanda de la sociedad que exigía una participación democrática, libre que deseaba quitarle el gobierno a una elite que mantenía de forma utilitaria y exclusiva para una clase, el destino del país.

A cincuenta años de aquella revuelta, el ocaso de los activistas de ese movimiento está asomando. Los cambios deseados y demandados en aquellas manifestaciones y pliegos petitorios parecen haberse alcanzado; el PRI se va del poder finalmente, aunque sea con algunos priistas transfigurados. Quizá demasiado tarde, pero deseo alcanzado al fin. Pero como la historia y el futuro no es lineal, el escenario también es distinto; las condiciones mundiales, el nacionalismo carcomido, la globalización necesaria, y unos jóvenes venidos a “millenials”, así como unas universidades frágiles dependientes del presupuesto, alejan a los jóvenes de la crítica y la reflexión sobre su destino, el ejercicio del estado y la responsabilidad de sus propias universidades.

Octavio Paz señala en su Posdata escrita en 1970: “La Universidad es, a un tiempo, el objeto y la condición de la crítica juvenil. El objeto de la crítica porque es una institución que segrega a los jóvenes de la vida colectiva y que así, en esa segregación, anticipa en cierto modo su futura enajenación; los jóvenes descubren que la sociedad moderna fragmenta y separa a los hombres: el sistema no puede, por razón de su naturaleza misma, crear una verdadera comunidad”.

Los ideales de los jóvenes del 68 pueden llegar a olvidarse, contrario a lo que las consignas señalaban. O también pueden llegar a transmutarse, si acaso no se olvidan. Aceptemos que estamos ya en otros tiempos, y que las demandas son otras, porque los actos oprobiosos contra los jóvenes también son otros, y el estado, contrario a lo que ocurría en el 68, los necesita.

@manuelbasaldua

ÚLTIMASCOLUMNAS
martes 05 de marzo de 2019

Diálogo Universitario

Manuel Basaldua

martes 29 de enero de 2019

Diálogo Universitario

Manuel Basaldua

martes 22 de enero de 2019

Diálogo Universitario

Manuel Basaldua

martes 15 de enero de 2019

Diálogo Universitario

Manuel Basaldua

martes 08 de enero de 2019

Diálogo Universitario

Manuel Basaldua

martes 11 de diciembre de 2018

Diálogo Universitario

Manuel Basaldua

martes 04 de diciembre de 2018

Diálogo Universitario

Manuel Basaldua

martes 27 de noviembre de 2018

Diálogo Universitario

Manuel Basaldua

martes 13 de noviembre de 2018

Diálogo Universitario

Manuel Basaldua

martes 06 de noviembre de 2018

Diálogo Universitario

Manuel Basaldua

Cargar Más