/ miércoles 11 de abril de 2018

El Bolígrafo - Las puertas del poder se abren desde adentro

Los próximos tres meses serán muy calurosos, y no solamente por la temporada primaveral, sino porque ya inició la etapa final de la larga carrera por el poder sexenal en México. Una vez arrancadas las campañas en busca de la presidencia de la República, nos encontramos con que los electores tienen cuatro opciones para emitir su voto por quien consideren está ofreciendo un futuro, sino ideal, aunque sea un poco mejor.

Campañas políticas como ésta, son ganadas por el candidato que despierta alguna esperanza entre la mayoría de los ciudadanos y, de acuerdo con las encuestas, ese candidato al día de hoy es Andrés Manuel López Obrador. Es difícil explicar cómo un candidato con un perfil cargado de altibajos en términos de discurso y conductas, ha conseguido concitar tantas voluntades para convertirse en el próximo presidente. ¿Cómo explicar las preferencias ciudadanas hacia un candidato que comete errores tan graves como descalificar a una institución educativa tan prestigiada como lo es el ITAM, así como a sus egresados, diciendo que son corruptos?

Amplios sectores de la sociedad no están de acuerdo con sus propuestas y posibles políticas públicas; se teme un retroceso a los últimos treinta años del siglo pasado, época en la que Luis Echeverría imponía una política estatista que nos llevó a contar con un Estado empresario que mantuvo al país en crisis económicas constantes.

Quienes apoyarían a AMLO representan el 30% de la votación efectiva de los electores mexicanos, sin embargo, de acuerdo al sistema electoral y al número de candidatos registrados sería suficiente para que se alzara con la victoria. En este porcentaje tenemos que considerar a cerca del 40% de mexicanos que deciden no votar; bajo este parámetro, la realidad indica que si AMLO gana lo hará con alrededor del 20% de la población en edad de votar.

Es evidente que el carisma y las propuestas del candidato que puntea las encuestas no son suficientes para explicar porque se encuentra en la antesala de los pinos, o de dónde decida vivir. Es necesario revisar las actuaciones de quienes han tenido la oportunidad de gobernar al país para explicarnos la incredulidad del país con ellos.

Los gobiernos de Fox y Calderón, por múltiples razones, dejaron insatisfechos a quienes los apoyaron; el “nuevo PRI” regresó en 2012, pero no ha podido proyectar otra imagen que la que dejan los escándalos de corrupción de sus gobernantes, y que hoy es bandera muy preciada de quienes desean gobernar al país.

Todavía no hay nada definido, están por delante dos meses y medio de campaña, tres debates entre candidatos, la definición del alto porcentaje de indecisos y, por supuesto, el día de las elecciones donde todas las encuestas se convierten en un pálido reflejo de la verdadera voluntad ciudadana.

En mi opinión, es necesario un análisis más profundo de lo que está ocurriendo en este proceso electoral y de sus posibles desenlaces y consecuencias futuras para el desarrollo del país. Si bien es necesario reconocer la persistencia de Andrés Manuel por llegar a la presidencia, no olvidemos que será la tercera ocasión en que aparece en las boletas electorales, también es correcto señalar que no todo es mérito personal; se tiene que reconocer que los sexenios anteriores se han caracterizado por una profundización de los problemas económicos y sociales, no dieron los resultados esperados y sus administraciones han colaborado grandemente a abrirle, desde adentro, las puertas de la Presidencia de la República.

Los próximos tres meses serán muy calurosos, y no solamente por la temporada primaveral, sino porque ya inició la etapa final de la larga carrera por el poder sexenal en México. Una vez arrancadas las campañas en busca de la presidencia de la República, nos encontramos con que los electores tienen cuatro opciones para emitir su voto por quien consideren está ofreciendo un futuro, sino ideal, aunque sea un poco mejor.

Campañas políticas como ésta, son ganadas por el candidato que despierta alguna esperanza entre la mayoría de los ciudadanos y, de acuerdo con las encuestas, ese candidato al día de hoy es Andrés Manuel López Obrador. Es difícil explicar cómo un candidato con un perfil cargado de altibajos en términos de discurso y conductas, ha conseguido concitar tantas voluntades para convertirse en el próximo presidente. ¿Cómo explicar las preferencias ciudadanas hacia un candidato que comete errores tan graves como descalificar a una institución educativa tan prestigiada como lo es el ITAM, así como a sus egresados, diciendo que son corruptos?

Amplios sectores de la sociedad no están de acuerdo con sus propuestas y posibles políticas públicas; se teme un retroceso a los últimos treinta años del siglo pasado, época en la que Luis Echeverría imponía una política estatista que nos llevó a contar con un Estado empresario que mantuvo al país en crisis económicas constantes.

Quienes apoyarían a AMLO representan el 30% de la votación efectiva de los electores mexicanos, sin embargo, de acuerdo al sistema electoral y al número de candidatos registrados sería suficiente para que se alzara con la victoria. En este porcentaje tenemos que considerar a cerca del 40% de mexicanos que deciden no votar; bajo este parámetro, la realidad indica que si AMLO gana lo hará con alrededor del 20% de la población en edad de votar.

Es evidente que el carisma y las propuestas del candidato que puntea las encuestas no son suficientes para explicar porque se encuentra en la antesala de los pinos, o de dónde decida vivir. Es necesario revisar las actuaciones de quienes han tenido la oportunidad de gobernar al país para explicarnos la incredulidad del país con ellos.

Los gobiernos de Fox y Calderón, por múltiples razones, dejaron insatisfechos a quienes los apoyaron; el “nuevo PRI” regresó en 2012, pero no ha podido proyectar otra imagen que la que dejan los escándalos de corrupción de sus gobernantes, y que hoy es bandera muy preciada de quienes desean gobernar al país.

Todavía no hay nada definido, están por delante dos meses y medio de campaña, tres debates entre candidatos, la definición del alto porcentaje de indecisos y, por supuesto, el día de las elecciones donde todas las encuestas se convierten en un pálido reflejo de la verdadera voluntad ciudadana.

En mi opinión, es necesario un análisis más profundo de lo que está ocurriendo en este proceso electoral y de sus posibles desenlaces y consecuencias futuras para el desarrollo del país. Si bien es necesario reconocer la persistencia de Andrés Manuel por llegar a la presidencia, no olvidemos que será la tercera ocasión en que aparece en las boletas electorales, también es correcto señalar que no todo es mérito personal; se tiene que reconocer que los sexenios anteriores se han caracterizado por una profundización de los problemas económicos y sociales, no dieron los resultados esperados y sus administraciones han colaborado grandemente a abrirle, desde adentro, las puertas de la Presidencia de la República.

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