por Elizabeth Mejía
En 1885 el norteamericano Edward Herbert Thompson llegó al poblado de Progreso, Yucatán, era cónsul de Estados Unidos de Norteamérica en México y después de conocer la región y sus historias compró la hacienda de Chichén Itzá por 100 pesos y eso incluía el cenote sagrado. Siendo propietario y usando una maquinaria se dedicó a dragar el fondo del cenote y se calcula que extrajo unas 30,000 piezas arqueológicas que mando al Museo Peabody en la Universidad de Harvard.
En 1926 la Secretaria de Educación Pública denunció el robo en el expediente 11/1926 del juzgado numerario del distrito de Yucatán, donde consignó 5,000 objetos: este expediente se conserva hoy en la Casa de la Cultura Jurídica de Mérida. 20 años después de la muerte de Thompson la corte Mexicana dictamina a favor de los herederos y lamentablemente no se lograron recuperar las piezas arqueológicas, ya que ninguna ley las protegía y el cónsul era dueño del terreno y lo que en él se encontraba, de modo que el Museo Peabody inicia el análisis de los objetos. El resultado es que son 92 objetos de oro y cobre, además de vasijas y huesos Entre 1960 y 1968 Alberto Ruz, Ponciano Salazar, Román Piña Chan y Jorge Acosta, todos personal del INAH excavan el cenote y recuperan lo poco que quedo en las paredes.
Esto y otros ejemplos son la razón de que el gobierno mexicano decidiera que tanto los monumentos como los objetos arqueológicos son propiedad de todos los mexicanos y que se crea el 3 de febrero de 1939 el Instituto Nacional de Antropología e Historia para conservar, investigar, difundir y mantener los monumentos de nuestro país.
Regresando a la historia de las piezas extraídas del cenote, en 1952 el Museo Peabody entrega las 92 piezas de oro a cambio de una muestra de cerámica antigua. En 1976 después de estudiar y exponer el jade, entregó 246 objetos del cenote a cambio de cerámica colonial, sin embargo muchas piezas aún siguen en Estados Unidos. Nos interesa conocer tu opinión al correo toluquilla2000@yahoo.com.mx
